El Papa Francisco está dando mucha importancia en su magisterio a la familia, y es notable su preocupación por el cuidado y puesta en valor de los mayores. Él mismo habla con frecuencia de las enseñanzas, refranes y dichos de su abuelo; y es que el Santo Padre como buen latinoamericano tiene muy interiorizado eso que dicen los mejicanos de que ‘’los dichos de los viejitos, son evangelios chiquitos’’.
Al Vicario de Cristo le tocó profundamente el corazón la realidad sufrida por los abuelos durante el tiempo de pandemia, siendo el grupo social más golpeado y afectado por ésta, así como el grupo que más fallecimientos ha tenido. Así en el año 2021 se celebró por decisión del propio Francisco la primera Jornada Mundial de los Abuelos y Mayores, coincidiendo con la memoria litúrgica de San Joaquín y Santa Ana. Se dice con frecuencia que si los abuelos no existieran habría que inventarlos, y es que hasta el mismo Dios quiso tener abuelos.
Nuestro Papa como buen jesuita de Arrupe, tiene una profunda sensibilidad por las injusticias sociales, la dignidad humana y la pobreza en todas sus clases. En su lenguaje puramente argentino habla a menudo de los descartados, y entre éstos también se encuentran hoy nuestros abuelos y mayores. Se ha producido una ruptura generacional muy importante, mientras antaño lo raro era que un anciano terminara sus días en un asilo -algo que ocurría principalmente a los que no tenían hijos y requerían de la caridad- hoy crece la moda de que los padres al final de sus días no sean cuidados y atendidos por sus hijos, sino por profesionales de geriatría o enfermería en las llamadas “residencias”. Esta realidad está creando muchas controversias: con más frecuencia hay padres que desheredan a sus hijos negándoles en testamento hasta la legítima, amparados en el artículo 142ss del Código de Derecho Civil. Al tiempo se cohesionan las familias que están criando a los hijos a la vez que cuidando a sus ancianos padres, realidad que los sociólogos denominan “la generación sándwich”. El Papa habla de los abuelos como anillo de unión entre estas generaciones.
Es cierto que sabemos muy poco de San Joaquín y Santa Ana, más estamos seguros de que fueron un matrimonio ejemplar, pues sólo de un hogar así podía salir la Santísima Virgen María. Ellos nos dieron el mayor tesoro que tenían, a su Hija Bendita presentada en el templo, y a la que ahora llamamos Madre de Dios y de la Iglesia. Entre las rodillas de Santa Ana aprendió María a leer, y entre los brazos de San Joaquín a caminar; cómo olvidar a aquellos que vienen a ser la antesala de nuestra salvación. Los primeros cristianos dieron mucho valor a los abuelos de Jesús, gracias a ellos conocemos sus nombres y su culto se extendió por todo el orbe católico. Mirar a San Joaquín y a Santa Ana es volver los ojos a los orígenes, a nuestras raíces, a nuestros abuelos y mayores. Son unos santos muy queridos por el pueblo fiel, y es que regalan cercanía ya que uno ante ellos se siente con la confianza de saber quién es su Hija y quien es su Nieto.
Los abuelos suelen ser los primeros que hablan a Dios de sus nietos; en cuanto saben del embarazo, ya están balbuceando oraciones. Esas mismas oraciones que ellos saben enseñar a los más pequeños: a hacer la señal de la cruz, la genuflexión, los nombres de los santos, la importancia del Ángel de la Guarda, que nos dice la lamparilla encendida junto al Sagrario… Es tanto y tan bueno lo que hacen los abuelos en la vida y la transmisión de la fe que el Papa lo ha exponenciado significativamente.
El Santo Padre no deja de insistir en cómo San Joaquín y Santa Ana son un regalo para la Iglesia, una fuente de reflexión para una mirada renovada sobre la vocación de la persona en la vejez, pero también suponen una gran inyección de sabiduría para toda la sociedad, especialmente para la que está demasiado atareada, ocupada y distraída en sí mismos para mirar a su alrededor y percibir el sufrimiento de los demás. En su reciente viaje apostólico a Canadá, Francisco ha afirmado en su visita al Lago de Santa Ana: ‘’Hoy necesitamos reconstituir una alianza entre abuelos y nietos, entre ancianos y jóvenes, premisa fundamental para una mayor unidad de la comunidad humana’’. Para Francisco los abuelos jamás son un estorbo sino ‘’árboles que siguen dando fruto’’.
Los evangelios apócrifos nos hablan de cómo también San Joaquín fue rechazado en la sociedad de su tiempo, dado que al tardar en tener a su única hija fue tenido por estéril, lo que le produjo burlas y rechazo. Los Santos Abuelos del Señor son un reclamo para los cristianos del siglo XXI para poner en valor a nuestros mayores, los cuales son un valioso tesoro en nuestros hogares, para que reciban al final de sus días el cariño que ellos nos regalaron cuando de sus manos empezamos a caminar.
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