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martes, 30 de agosto de 2022

En defensa de la historia. Por Jorge Juan Fernández Sangrador

Ha fallecido, con 88 años, el sociólogo estadounidense, agnóstico y luterano Rodney Stark (1934-2022), que ha defendido al catolicismo con un empeño que ya quisiera la Iglesia católica contar con unos cuantos así. Y eso que ha dejado, en ella, algún que otro epígono, pero no se le parecen en nada.

Stark, que primeramente trabajó como reportero de prensa y sirvió en el ejército, se doctoró en la Universidad de Berkeley, enseñó en las de Washington y Baylor, fue profesor invitado en la de Pekín, perteneció a diferentes institutos de investigación, ganó varios premios y adquirió notoriedad por sus publicaciones acerca de la religión.

Fue autor de más de cuarenta libros y de ciento sesenta artículos. Enunciaré solo algunas de las tesis que sostuvo en éstos sin que se le rechistase. ¡Ay como hubiese sido creyente y católico! Habría sido tildado de apologista. Él, sin embargo, lo dejó muy claro desde el principio: «No soy católico y no he escrito este libro para defender a la Iglesia. Lo he escrito para defender a la historia», afirmó en la presentación de una de sus obras, “Falso testimonio. Denuncia de siglos de historia anticatólica”. El prólogo de la edición española es de Fernando García de Cortázar.

Según Stark, ni el gran crecimiento del cristianismo se debió a Constantino ni el cristianismo eliminó al paganismo. El emperador se aprovechó de la circunstancia de que el cristianismo iba, por sí mismo, desde hacía décadas, a más, y el paganismo perduró, languideciendo, también por sí mismo, hasta los siglos VIII y IX. Pero se acabó él solo por apagamiento.

Además, eso de que la Edad Media fue un período de oscuridad, tal como se dijo en el Renacimiento y en el Iluminismo, no se sostiene ya en modo alguno. En el Medioevo nacieron las universidades, se popularizó la cultura, avanzó la tecnología, se sistematizó el pensamiento y emergieron grandes personalidades del arte, la música y la literatura.

Y eso de que la religión es opio del pueblo, un factor de retraso personal y social, y algo que va a acabar desapareciendo, nada de nada. Es un bien para todos, motor de desarrollo y progreso, practicada de diferentes modos por el setenta y cuatro por ciento de la población del planeta y está, como siempre lo estuvo, cargada de futuro.

Además, la fragmentación en diversidad de nuevas agrupaciones religiosas no perjudica a las históricas, sino que vigoriza y hace crecer a éstas. No es que, cuantas más haya, menos se crea en ninguna, sino que, cuantas más haya, más se espiritualizan y se consolidan todas. La competencia las beneficia.

Stark estudió también los estratos antiguos de la historia de las religiones y llegó a la conclusión de que, en las manifestaciones primitivas, había un Dios supremo que reinaba sobre una corte de dioses menores. De aquí el que considerase que el abandono de la idea del Dios supremo en favor de elaborados politeísmos fuera una decadencia antes que un progreso de la religiosidad natural. Y es que, para establecer una relación personal con Dios fue siempre mejor el tener un solo Tú que no una desordenada variedad de deidades menores interlocutoras.

Finalmente, la difusión del cristianismo, desde aquellos pocos centenares de adeptos del siglo I hasta los casi dos mil quinientos millones de cristianos de hoy, de los que mil trescientos sesenta millones son católicos, y en aumento, ha hecho pensar a Stark que, en China, va a producirse algo semejante, siendo la minoría cristiana, en torno al cinco por ciento, una potente levadura en aquella masa de población.

Así que la Iglesia católica y las otras confesiones cristianas disponen de unos estudios extraordinariamente interesantes realizados por un sociólogo agnóstico, Rodney Stark, por el que lo menos que pueden hacer para agradecérselo, ahora que ya se encuentra ante la Suma Verdad, es rezar por él y leer sus libros. Y tratar de superar esa especie de complejo que las paraliza y amilana ante la sarta de tópicos infundados y maledicentes que circulan por ahí para flagelarlas.

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