(Aleteia) La advocación a la Virgen Santísima como auxilio de los cristianos es de larga tradición en la Iglesia.
San Juan Crisóstomo, en al año 345, decía: «Tú, María, eres auxilio potentísimo de Dios».
San Sabas, en el 532, habla de una imagen de la Virgen “Auxiliadora de enfermos”. Y san Juan Damasceno propuso la jaculatoria “María Auxiliadora, rogad por nosotros”.
Dificultades, oportunidades
Pero en 1572, viendo el peligro que corría la cristiandad en la batalla de Lepanto, el papa san Pío V incluyó el “María Auxiliadora, ruega por nosotros” en las letanías del rosario. Y las tropas cristianas se alzaron con la victoria contra el imperio otomano.
En 1600, esta vez el peligro era el protestantismo y la Guerra de los Treinta Años. Y de nuevo se invocó a la Virgen, en el sur de Alemania, con la advocación de María Auxiliadora.
En 1683, los católicos obtuvieron una nueva victoria y de ella nació la asociación de María Auxiliadora.
En tiempos de Napoleón, el papa Pío VII quedó preso del emperador y prometió a la Virgen que si era liberado, declararía aquel día fiesta de María Auxiliadora. Y el 24 de mayo de 1814 fue puesto en libertad y llegó a Roma.
En 1860, la Virgen se apareció a san Juan Bosco y le comunicó que quería ser honrada como “Auxiliadora” del Pueblo de Dios.
Además, le indicó dónde debía construirse un templo con esta advocación. Fueron tantos los milagros, que la basílica, que debía hacerse con donativos, quedó terminada en cuatro años.
Hoy la devoción a María Auxiliadora está extendida en todo el mundo:
Oración
Santísima Virgen, Madre de Dios, aunque soy miserable me arrodillo ante tus pies en presencia de Dios omnipotente y te ofrezco mi corazón con todos sus afectos. A ti te lo consagro y quiero que sea siempre tuyo y de tu hijo Jesús.
Acepta esta humilde ofrenda, tú que siempre has sido la auxiliadora del pueblo cristiano.
Oh, María, refugio de los atribulados, consuelo de los afligidos, ten compasión de la pena que tanto me hace sufrir, del apuro extremo en que me encuentro.
Reina de los cielos, en tu manos pongo mi causa. Sé bien que en los casos desesperados se muestra más poderosa tu misericordia y nada puede resistir a tu poder. Regálame, Madre mía, la gracia que te pido si le gusta a mi Dios y Señor. Amén.
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