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lunes, 23 de mayo de 2022

Carmen Laforet: Mujer nueva. Por Jorge Juan Fernández Sangrador

En la Sala de Exposiciones del Instituto Cervantes, en Madrid, puede verse actualmente la que lleva por título “Próximo destino: Carmen Laforet”, abierta para conmemorar el primer centenario del nacimiento de la escritora (1921-2021), galardonada, en 1944, con el Premio Nadal por su novela “Nada”, de la que se exhiben, en la muestra del Cervantes, las siete primeras cuartillas manuscritas por la autora.

Fue en el verano de 1951 cuando Carmen comenzó a leer libros religiosos, a instancias de su amiga Lilí Álvarez (1905-1998), quien le prestó uno que le produjo gran impacto. De aquella lectura y de lo que sucedió en su interior posteriormente emanó su novela “La mujer nueva”, redactada íntegramente, en 1955, en Arenas de San Pedro.

En el libro que le dejó Lilí, su autor, el Padre Omer Englebert (1893-1991), relata el proceso de conversión de una famosa actriz francesa de “varietés” en el parisino barrio de Montparnasse. Se titula, en la versión española, “Vida y Conversión de Eva Lavallière”.

Es en el capítulo tres, de la tercera parte, en donde el Padre Englebert detalla cómo se obró el cambio de Lavallière (1866-1929). «Fue por el diablo que llegué a Dios», decía Eva cuando tenía que dar razón del instante en el que se produjo la inflexión trascendental de su vida. Y en el capítulo cuatro, el sacerdote escribe acerca de la regeneración interior de la actriz: «En ella latía un corazón nuevo. Le había nacido un alma nueva. Ecce nova facio omnia. He transformado de tal modo que todo está renovado».

Esta frase, que el Padre Englebert tomó del Apocalipsis (21,5), fue la que el gran orador francés Jacques-Bénigne Bossuet (1627-1704) glosó cuando tuvo lugar la profesión de Madame de La Vallière (1644-1710), quien, habiendo sido la principal favorita del rey Luis XIV, se apartó de la Corte, entró en un convento, adoptó el nombre de Luisa de la Misericordia y escribió unas sentidas reflexiones acerca del amor de Dios.

Como un trasunto de todas estas historias, aunque en un escenario geográfico y social muy distinto, es el que se lee en la novela “La mujer nueva”, de Carmen Laforet. También la protagonista, Paulina Goya, nacida en Asturias, recibe inesperadamente, viajando en tren, la suave moción de la gracia de Dios, que le infunde, en el difícil momento personal en el que se halla, una comprensión plena de lo que ve, de lo que fue y de lo que anhela, siendo a partir de ese instante lo que el título de la obra proclama: una mujer nueva.

En esa etapa tan religiosa de la vida de Carmen Laforet, hubo otro libro que a ella le gustó muchísimo: “La destinación del hombre”, de Nikolái Berdiaev (1874-1948). Le regaló un ejemplar a su gran amiga Elena Fortún (1886-1952), creadora del personaje literario “Celia”. Ambas hicieron referencias a él en algunas de las cartas que se intercambiaron durante varios años, hasta la muerte de Elena. La Fundación “Santander”, de la entidad bancaria homónima, las ha recopilado en el libro “De corazón y alma (1947-1952)”.

La que Carmen le dirigió a Elena, a finales de 1951, es uno de los textos autobiográficos más inspiradamente religiosos de entre cuantos han salido de la pluma de un escritor en lengua española: «Dios me ha cogido por los cabellos y me ha sumergido en su misma Esencia. Ya no es que no haya dificultad para creer, para entender lo inexpresable… Es que no se puede no creer en ello.»

Y prosigue: «Rezo el credo por la calle sin darme cuenta. Cada una de sus palabras son luz. Elena, la Gracia tal como la he recibido es la felicidad más completa que existe. Jamás, jamás se puede sospechar una cosa así. La pobre voluptuosidad humana, Elena, no es nada comparado con esto. Nada… No existe ni una tentación…, solo un temor desesperado de perder esta sensación de Dios que sabes que te ha venido así, que se te ha dado por un misterio, por una elección indescifrable a la que tu mérito es ajeno por completo. Mientras tengas esto estás salvada… perderlo debe ser el mayor horror».

De aquí el que, ahora que llega el verano, tiempo para ponerse al día en la lectura aplazada de los libros que, durante el invierno, hemos ido apilando sobre una mesa o en las baldas de una estantería, o para disfrutar otra vez de algunos que ya hayamos leído, “La mujer nueva”, de Carmen Laforet, podría ser uno de los seleccionados, para deleitarse con él en las horas estivales, para emocionarse con los apasionados arranques de sus personajes y para aproximarse a la “comprensión” que la fe religiosa, iluminante, otorga a quien es bendecido con ella.

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