Sobre la polémica en torno a los posibles usos de la capilla con fines culturales
En tiempos oscuros, de horror y de crímenes de guerra, de crisis sociales y económicas, de miserias cada vez más cercanas y patentes, no me apetece entrar en batallas dialécticas estériles, porque a ningún sitio nos llevan y menos soluciones reales nos ofrecen. Solo espero un poco de cordura, sentido común, racionalidad democrática y ética dialógica.
¿Por qué este inicio? El pasado jueves me desperezaba sobresaltado cuando mis feligreses y vecinos del barrio me avisan que determinados colectivos vuelven con la burra al trigo sobre la vieja capilla de la Cadellada, reivindicaciones irreales, absurdas y carentes de practicidad efectiva, quieren que se elimine toda referencia de lo que fue su nacer, su historia y su sentido, vaya, que no sea templo, ni iglesia, ni capilla, simplemente un espacio cultural.
Mi gente me lo contaba con desasosiego, tristeza y mucha añoranza, ¿cómo es posible que esa pequeña y abandonada casa, en la que todos crecimos, cientos de jóvenes y adultos del barrio nos bautizamos, hicimos la comunión o nos casamos, siga en el olvido y el desprecio de gestores y políticos, sea objeto de extraños deseos y no pueda volver a ser lo que siempre fue para nuestras familias y nuestro barrio?. ¿Cómo nadie levanta la voz o pone manos a la obra para redignificar y regalar a la ciudad de Oviedo un espacio en el que el arte se hace vida, huele a familias de fiesta, y resuena en cientos de oraciones, de silencios y celebraciones con nostalgia?.
¿Quién puede creerse en estos tiempos de estrecheces y tristezas, que un lugar privilegiado para el silencio y la oración de cientos de personas que suben o bajan al HUCA, o simplemente quieren encontrar un poco de paz por vivir momentos de dolores familiares, pueda convertirse en un chiringuito madreñero para cuatro folclores sin raíz, y de respuesta y escasa significatividad social?.
Me pongo a soñar y me imagino a Paulino Vicente retorciéndose en la memoria de su sueño, cuando en los años sesenta volcaba su credo en 12 rostros de enfermos de aquel viejo psiquiátrico en torno a un majestuoso y liberador Jesús. Quería contribuir a un espacio para la esperanza, el canto y los abrazos, para que muchos olvidados de una sociedad cerrada y marginalista se reconocieran importantes en la única familia que siempre está con los olvidados. No me lo imagino haciendo un museo, que para eso ya tenía todo, ni un espacio para chiringuitos culturetas, sino más bien dando contenido a lo que vendría a ser una casa del y para el pueblo, pero de las de verdad.
Nuestra parroquia de Covadonga, que nació entre esas viejas paredes y en ellas quiere seguir cantando y celebrando; nuestro barrio, que creció en su hermoso entorno, y con los bolsillos cargados de chocolate de Don Juan; sólo pedimos y esperamos que vuelva a ser o siga siendo lo que siempre fue, un espacio de oración compartido y abierto a todos. Una capilla digna para nuestro HUCA, donde la gente pueda entrar a sentarse en el silencio de una oración, o un remanso de simple paz para mitigar las desesperanzas. Un espacio hermoso para albergar las imágenes de una naciente hermandad de barrio, con el Resucitado y la Virgen de Covadonga. Una casa que no se cierra para unos u otros, sino que se abre para todos.
Nada queremos usurpar, solo esperamos que Ayuntamiento, Consejería de Salud, instituciones culturales y vecinales, nuestra Iglesia, nos pongamos manos a la obra, al diálogo, a posibilitar que las gentes de nuestro barrio, de Oviedo y de cuantos por allí pasen, recuperen la posibilidad de encontrarse con los viejos rostros de Paulino Vicente, con las imágenes de devociones populares, con el silencio de una capilla abierta a todos.
¿Por qué no nos sentamos de una vez y encontramos una solución digna para ese emblema, no sólo de nuestro barrio, sino de toda la ciudad, para esa casa que no puede ser de nadie porque es de todos y para todos, para esas paredes que no quieren ser un almacén de esperpentos, sino un remanso de encuentro y oración?. Pongámonos manos a la obra, y dejémonos de tonterías estériles.
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