(Rel. / Javier Lozano) "El padre Luis María Mendizábal, S.I. ha sido uno de los nombres propios de mayor relieve en la renovación y profundización de la espiritualidad del Corazón de Jesús desde hace largo tiempo, y muy especialmente en la segunda mitad del siglo XX. La profundidad y sencillez de lo que enseña y contagia queda patente en sus publicaciones", explicaba el sacerdote Pablo Cervera a ReL tras la muerte en enero de 2018 de este anciano y abnegado jesuita.
Desde niño el padre Mendizábal sintió este ardiente amor por el Corazón de Jesús, al que destinaría posteriormente casi toda su vida sacerdotal como el gran apóstol de esta espiritualidad en la España de este último siglo.
Precisamente, acaba de publicarse Vivir de veras con Cristo vivo (Voz de Papel), un interesante libro que recoge algunas meditaciones y fragmentos escogidos sobre la extensa obra que ha dejado el padre Mendizábal y cuya edición corresponde al propio Pablo Cervera, el mayor experto sobre la vida y obra de este jesuita vasco.
En el libro aparecen interesantes y muy bellas reflexiones acerca del Corazón de Cristo, como no podía ser de otro modo, pero también de otros temas de gran trascendencia: la Eucaristía, la redención, la llamada a la Santidad, la Iglesia, el sacerdocio, la vida consagrada, la familia, la vida espiritual, la oración, la caridad o la Virgen María.
El prólogo ha sido realizado por el obispo de Alcalá, monseñor Reig Pla, que explica que “el padre Luis María es consciente de que Cristo está vivo y su carne (los sacramentos) nos tocan y nos curan las heridas”.
“Esta es la realidad increíble que el padre Mendizábal anuncia constantemente a través de sus meditaciones, ejercicios espirituales, conferencias, escritos, etc. ¡Cristo está vivo! ¡Nos ha amado infinitamente con un corazón humano! ¡Venid a mí todos los que estáis cansados y os aliviaré!”, añade el obispo complutense.
De este modo, Reig afirma igualmente en este prólogo: “corremos tiempos nada fáciles como los que tuvo que vivir el Padre María. Los sacerdotes, la vida consagrada, las familias, las instituciones sociales, etc. necesitan ser purificadas y regadas por la sangre de Cristo. Él es el médico que cura todas las enfermedades donde encuentra un corazón dócil como el de la Virgen María”.
Estas son algunas de las numerosas reflexiones y meditaciones del padre Mendizábal que aparecen recogidas en Vivir de veras con Cristo vivo:
-“¿Considero yo a Jesucristo como mi amigo o como mi contrincante? ¿Considero yo a Jesucristo como el que quiere mi bien o como el que se goza en mi mal, en fastidiarme? ¿Considero a Jesucristo como el que me ha arrebatado algo, el que me arrebata mi felicidad y contentos, o como el que se me da continuamente? Y de ahí depende todo, porque de ahí depende nuestra actitud de ofrecimiento, de entrega, de confianza, según lo que pensamos también nosotros de Jesucristo, y esa va a ser la respuesta. Jesucristo debe ser el sentido de nuestra existencia”.
-“Lo que yo venero no es el órgano del Corazón de Jesús simplemente puesto así, sino es el Corazón coronado de espinas, lleno del fuego de amor, con la cruz sobre ese fuego, con la herida, con la sangre que brota de la herida y con los rayos luminosos que está despidiendo. Eso es el símbolo de amor redentor de Jesús”.
-“Y es tan necesaria la confianza en nuestra vida, saber que podemos confiar en ese Corazón, incluso en los momentos negros, momentos oscuros de la vida. Puede ser que yo no vea ni salida ni luz en ese momento, pero tengo ante mí esa imagen, ese Corazón que me está diciendo: ‘Nada pasa sin que Yo lo permita, nada pasa sino a través de este Corazón herido por tu amor’. Y entonces da confianza y serenidad, y uno lo abandona, de manera misteriosa, ¡sin verlo quizás de ninguna manera!, pero dejándolo todo en el Corazón del Señor”.
Sobre la Eucaristía
-“Misterio maravilloso, misterio tremendo de amor, misterio que si llegáramos a creer de veras sería capaz de perturbar nuestra mente, porque realmente nos sobrepasa, porque realmente nos manifiesta y nos acerca a un amor que no podemos nosotros soportar, que es muy superior a nuestra capacidad (…) Vivir la Eucaristía con adoración interior, reverencia interior del corazón”.
- “Nos fijamos en esa presencia, para nosotros importante porque nos da una lección de permanencia y de perseverancia. Cuando nosotros flaqueamos tanto, cuando somos tan inconstantes, tiene que ser un estímulo constante ver la continua inmolación de Cristo en el sagrario. Ahí está; Él permanece siempre amando. Él no se muda. Él está siempre entregado, entregándose, acogiéndonos, dándose, continuamente dándose”.
Sobre la redención
- “La oración del huerto nos demuestra y nos aclara (…) que la Redención es obra de la voluntad humana de Cristo, la voluntad humana de la persona divina, pero la voluntad humana. Y es esa voluntad humana la que ahí manifiesta Cristo: ‘Si es posible, pase este cáliz, pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya’. Y no sólo es fruto de la voluntad humana de la persona divina, sino que –diríamos- es el fruto del corazón humano de la persona divina. La redención no es sólo un acto de voluntad, no es sólo un querer la cruz, sino querer amándonos y tomándonos en su Corazón”.
Sobre el ofrecimiento
-“Hay una rémora en nuestra naturaleza misma que crea dentro de nosotros como una cierta limitación: pero el acentuar esa plena disponibilidad, de manera que signifique que dejo de acunarme en mis planes, en mis ideales, en mis proyectos, es fundamental. El amor que entrega la vida, ahí está la felicidad, está la alegría. (…) Si no existe esa disponibilidad de entrega, (…) lo demás se convierte en una fórmula y en una forma exterior que no vale la pena”.
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