(De profesión cura) Desde este pasado viernes me habrán hecho esta pregunta unas decenas de veces. Y ya sabemos a qué se refiere. Evidentemente al motu proprio ''Tradiciones Custodes''. Bien. Pues vamos a ello.
Ante todo, decir que servidor no ha celebrado nunca según el llamado hasta ahora modo extraordinario. No me es desconocido porque fui monaguillo años y aún recuerdo cosas, pero personalmente no me afecta. Celebro sin mayor problema con el misal de Pablo VI coram populo y, algunas veces, coram Deo. Punto.
La razón de peso que se esgrime, tanto en la carta de presentación como en el propio texto, es la guarda de la comunión en la Iglesia. Me parece fundamental. Somos una Iglesia y entiendo y celebro la preocupación del santo padre por mantener la unidad y la comunión y salir al paso de cualquier intento de justificar, promover o disculpar las divisiones. Dicho esto, vienen los peros, el más fundamental puesto en evidencia por el papa Francisco en la carta que acompaña al motu proprio: «Me duelen por igual los abusos de una parte y de otra en la celebración de la liturgia. Al igual que Benedicto XVI, yo también deploro que “en muchos lugares no se celebraba de una manera fiel a las prescripciones del nuevo Misal, sino que éste llegó a entenderse como una autorización e incluso como una obligación a la creatividad”. Pero también me entristece el uso instrumental del Missale Romanum de 1962, que se caracteriza cada vez más por un rechazo creciente no sólo de la reforma litúrgica, sino del Concilio Vaticano II, con la afirmación infundada e insostenible de que ha traicionado la Tradición y la “verdadera Iglesia"… Os pido que procuréis que cada liturgia se celebre con decoro y fidelidad a los libros litúrgicos promulgados tras el Concilio Vaticano II, sin excentricidades que fácilmente degeneran en abusos».
Este es uno de los problemas. Muchos fieles han ido optando por la liturgia por el modo extraordinario cansados de asistir a celebraciones creativas, alternativas, personalistas. Son muchos años de pisotear los libros litúrgicos que han acabado con la paciencia de los fieles. Es más, me atrevo a sostener que si en todas partes se hubieran seguido con normalidad el misal romano y los distintos rituales, el problema habría sido muy distinto.
El problema es que esto lleva pasando años y años. Basta buscar en Google, basta acudir a misa casi un día cualquiera para encontrar un uso escaso de la casulla o la omisión del lavabo, al punto que nadie sabe que sea algo prescrito, mientras se da una importancia excesiva a un rito menor y optativo como el de la paz. De las misas con niños mejor no hablamos. Este tipo de liturgia es la que ha llevado a muchos fieles a optar por el modo extraordinario.
Dicho esto, no va a ser fácil convencer a fieles y sacerdotes de la progresiva incorporación a la liturgia con la reforma de Pablo VI si no se pone coto de una vez a los abusos.
Y hay otra cosa que resulta cuando menos sorprendente, y es esa ley del embudo que permite o no según qué cosas. No creo que faciliten especialmente la comunión cien sacerdotes alemanes bendiciendo con luz y taquígrafos parejas homosexuales en abierta rebeldía a la Congregación para la doctrina de la fe. Nadie ha dicho nada que se sepa. La situación de la Iglesia en Alemania o en la Amazonía, por ir a dos polos extremos, no es que favorezca especialmente la comunión, pero se tolera sin problemas. En la interpretación de Amoris Laetitia hemos visto opiniones del todo contradictorias no ya de obispos, sino hasta de conferencias episcopales.
Leer cómo una religiosa se refiere a la gente amante de la liturgia tradicional como “No les importa que Jesús sea ignorado en los más pobres, les da igual el compromiso con los refugiados o el diálogo con los no-creyentes, con las religiones o la tolerancia cero a cualquier abuso tipo de abuso: contra los menores, las mujeres, de autoridad, etc. “La persona” les importa un bledo; sólo velan por sus sacrosantas “liturgias” que utilizan como bandera y sus lecturas sesgadas del dogma -porque al Evangelio ni lo citan y visto está que lo desconocen-. Tienen suficiente religión para odiar, descalificar y envenenar, pero no para amar, unir y construir”, no es que precisamente colabore a la comunión. Si además lo publica en un medio digital apoyado, bendecido y promocionado por obispos y financiado, por obispos no sé, pero sí por instituciones de Iglesia, tampoco creo que facilite la comunión.
Cuando están así las cosas decir que la celebración y la asistencia a la liturgia tradicional pone en riesgo la comunión en la Iglesia me parece exagerado.
Finalmente me gustaría hacer una observación, y es que en muchos lugares, Francia por ejemplo, si hay algo que tiene vida son los grupos tradicionales, no hablo de los grupos lefevrianos, sino los católicos más tradicionales. Simplemente un dato para valorar.
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