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domingo, 23 de mayo de 2021

''Ven Espíritu Divino''. Por Joaquín Manuel Serrano Vila


Concluimos el tiempo de Pascua con la gran Solemnidad de Pentecostés; cerrando esta cincuentena, hemos pretendido caminar a la luz del Cirio Pascual que nos recuerda en cada sacramento que Cristo está vivo entre nosotros e ilumina nuestro caminar. En este largo y hermoso tiempo en que hemos celebrado la victoria del Señor sobre la muerte, tuvimos la oportunidad de acercarnos a la experiencia del Resucitado que no se queda en la mera liturgia, signos o símbolos, sino que es algo que ha de inundar nuestra vida de fe y asentarse sobre este hecho: ''Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe'' (1 Cor 15). No tendría sentido nuestra presencia aquí cada domingo, nada de lo que hacemos y celebramos tendría razón de ser. Sólo por y desde la Resurrección de Jesucristo todo cobra sentido, pues es aquí donde descubrimos que ya no hay fin, que no vamos a "terminar" pues, por Él, con Él y en Él, estamos seguros de que se hará verdad en nosotros lo que canta la liturgia: ''la vida de los que en ti creemos Señor, no termina, se transforma''. No caben entonces amarguras desesperanzadas y apocalípticas; hemos de estar alegres "en el Señor", y llevar al mundo esta alegría.

En la primera lectura del Libro de los Hechos se nos habla precisamente de ésto, no podemos quedarnos encerrados en nuestras realidades temporales, ni saborear la gracia de haber descubierto al Señor vivo sólo para nosotros; hemos de ir más allá de nuestros seguros y acomodados límites y acercarnos a esas periferias de las que tanto nos habla el Papa Francisco, que no son sólo físicas sino, sobre todo, existenciales. Hemos de dar gratis y con alegría desbordante lo que gratis hemos recibido y pregonarlo "hasta en el confín de la tierra". Es esta la hora del testimonio personal.

Pentecostés es el nombre de una fiesta judía, la celebración llamada ''de las semanas'' por ser cuando se recolectaban los frutos de la cosecha; sin embargo, para los cristianos decir Pentecostés es lo mismo que decir fiesta del Espíritu, el comienzo de la misión de la Iglesia, el cumplimiento de la promesa del Señor de enviarnos al Paráclito. Es ésta la tercera gran solemnidad del calendario litúrgico; tras celebrar la Pascua de la Navidad y la Pascua de la Resurrección, vivimos ahora la Pascua del Espíritu regresando al Tiempo Ordinario donde trataremos de ser testigos del evangelio gracias a los dones que del Espíritu recibimos.

¡Cuánto lo necesitamos y que poco nos acordamos de Él! Ojalá no sólo le recordemos estos días cercanos a su fiesta, sino todo el año. Qué bueno sería comenzar cada jornada invocándole, pidiéndole que nos enriquezca con su don de fortaleza, de ciencia, de temor de Dios... Hay muchos fieles que cada mañana oran con ese hermoso texto que proclamamos como "Secuencia" dentro de la liturgia de la palabra de este día. No nos cansemos de orar al Señor con las palabras del salmo: ''Envía tu Espíritu, Señor..." San Pablo nos lo ha dicho claramente en su carta a los Corintios: ''Nadie puede decir: «Jesús es Señor», sino por el Espíritu Santo''. Quizás aquí radique el por qué tantos sabios no son capaces de tener fe, y tantos iletrados nos dan magistrales lecciones de conocer a Dios mejor que el más prestigioso teólogo. Ahí están los grandes misterios revelados: "no a los sabios y entendidos, sino a la gente sencilla".

El comienzo del evangelio de este domingo está intrínsecamente unido con el relato de la primera lectura, ya que en ambos casos estaban los discípulos juntos, ocultos y en un mismo lugar:  ''en una casa con las puertas cerradas por miedo...''. El pasaje del evangelio de San Juan que interiorizamos en este día nos presenta la aparición de Jesús resucitado para hablarles del Espíritu Santo. Este relato es un tanto complicado, pues hay muchas interpretaciones sobre el mismo. Unos expertos dicen que Jesús sólo quiso tener un gesto, otros que sólo fue una promesa, algunos que fue una especie de anticipo de Pentecostés... Pero más allá de rompernos la cabeza con exégesis hemos de quedarnos con lo central: El Señor ya les había advertido de que volvía al Padre -así lo hemos celebrado en la Ascensión- pero que no les dejaba solos, sino que les enviaría la ayuda que necesitaban: “Yo pediré al Padre y os dará el Espíritu defensor para que esté para siempre con vosotros” (Jn 14, 16).

Jesús les desea la paz, les muestra sus heridas -les hace ver que es Él realmente- y a continuación les exhorta y envía: ''Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo''. Independientemente de si el Resucitado "sopló" aquel día el Espíritu Santo sobre ellos, hay algo que no nos cabe duda, el gran día de la venida del Espíritu Santo no fue ese, sino Pentecostés. ¿Y por qué? Primero por la advertencia del mismo Cristo: ''en verdad os digo: Os conviene que yo me vaya, porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; más si me fuere, os lo enviaré” (Jn 16,7). Y hay un segundo hecho; mientras en la aparición del resucitado todo quedó oculto dentro del recinto, será en Pentecostés donde tendrá lugar una epifanía externa cuando todos los extranjeros que había en Jerusalén aquel día oyeron a los apóstoles hablar de las grandezas de Dios en sus propias lenguas.

El Espíritu Santo es Él que ha sostenido la Iglesia desde entonces hasta la actualidad, a pesar de nuestros muchísimos pecados y fallos. La barca de San Pedro no se hunde pues el Paráclito siempre sopla en nuestro favor. Es hoy pues, un día para dar gracias al Señor por tantos carismas que el Espíritu suscita en la Iglesia, de forma especial entre los laicos a partir de las innumerables realidades y presencias eclesiales del Apostolado Seglar, que también hoy recordamos. Un día para pedir aliento para tantas familias religiosas que nacieron bajo el impulso del Espíritu Divino y que ahora atraviesan momentos de desierto. Y, mirando concretamente a nuestra diócesis, un día también igualmente sacerdotal para pedir que el Señor siga enviando "obreros a sus campos"... Sabéis que desde hace muchos años se tiene por costumbre ordenar nuevos presbíteros en Pentecostés (ayer recibieron el Rito de Admisión a Órdenes cinco seminaristas del camino Neocatecumenal, de los cuales cuatro han pasado por nuestra Parroquia). Por lo que hoy debemos hacer una oración especial por los que se ordenan esta tarde en la Catedral, y por todos los sacerdotes de nuestro Presbiterio, para que sigan fieles a los dones recibidos por el Espíritu para anunciar su Palabra. 
Aprendamos también de María a vivir Pentecostés perseverando como Ella en oración, y gritemos con el Salmista: Envía tu Espíritu Señor, y repuebla la faz de la Tierra.

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