(Aleteia) Audiencia General. El pontífice centró su meditación sobre la oración y especialmente en el tema: "Las distracciones, la aridez, la pereza"
“Hay gente que vive con el ‘corazón gris’. ¡Y esto es terrible! El papa Francisco alertó hoy sobre un tipo de síndrome espiritual que golpea al corazón y lo enferma. Por ello, ha dado varias pautas para poder perseverar en «nuestra vida de oración con humildad y alegría, superando las dificultades con sabiduría y constancia».
En su segunda audiencia publica, después de siete meses debido a las restricciones a causa de la pandemia, el papa Francisco lució la mascarilla. Esta mañana asimismo saludó a los ancianos y a los enfermos en silla de ruedas que estaban en las primeras filas. Igualmente bendijo a los 500 peregrinos, distanciados y con sus mascarillas, presentes.
Ya sin mascarilla, el Papa reflexionó sobre algunas de las dificultades más comunes que pueden surgir en la vida espiritual y en la oración. Lo hizo durante la Audiencia General del miércoles, 19 de mayo de 2021, en el Patio de San Dámaso, en el Palacio Apostólico Vaticano.
Distracciones
Señaló como obstáculos en la oración: la distracción, la sequedad y la acedia.
En efecto, todos experimentamos —no sólo en la oración, sino en cualquier actividad que realicemos—, que no es fácil concentrarse y estar atentos.
Destacó que existe una virtud que puede ayudarnos: la vigilancia. Así para combatir la distracción en la oración instó a ofrecer con humildad «el corazón al Señor para que lo purifique y lo vuelva a centrar en Él”.
Debido a esta sequedad, el papa Francisco alertó que existe un tipo de síndrome espiritual que golpea el corazón y lo enferma.
Argumentó que según los maestros espirituales “la experiencia de la fe» es «como un continuo alternarse de tiempos de consolación y de desolación; momentos en los que todo es fácil, mientras que otros están marcados por una gran pesadez”.
Nubarrón interior
Francisco describió esa “pesadez” como si fuera un nubarrón interior, pero indicó que lo importante es salvarse del peligro de tener un “corazón gris” siempre.
“Muchas veces, cuando nosotros encontramos a un amigo, le preguntamos: ‘¿Cómo estás?’ -¡Hoy estoy triste!- Y muchas veces estamos bajos de ánimo, es decir, no tenemos sentimientos, no tenemos consolación, no aguantamos. Son esos ‘días grises’ y hay tantos de esos días en la vida.
Pero, advirtió, el peligro es tener el ‘corazón gris’, cuando ésta tristeza llega al corazón y lo enferma y hay gente que vive con el ‘corazón gris’. ¡Y esto es terrible!
Con el corazón gris no se puede rezar, no se puede sentir la consolación o no se puede llevar adelante una aridez espiritual con el corazón gris”, dijo el Papa.
“El corazón debe estar abierto, luminoso, para que entre la luz del Señor, sino entra, hay que esperarla con esperanza, pero no encerrarse”.
Acedia
La acedia es otro obstáculo para la oración y está «provocada por la pereza, el relajamiento de la ascesis, la falta de vigilancia y la negligencia del corazón».
Entonces, el Papa preguntó: ¿qué hacer entonces en esta sucesión de entusiasmos y abatimientos?
“Se debe aprender a caminar siempre. El verdadero progreso de la vida espiritual no consiste en multiplicar los éxtasis, sino en el ser capaces de perseverar en los tiempos difíciles. Camina, camina, camina. Si estás cansado, detente un poco y vuelve a caminar con perseverancia”.
En este sentido, el Papa recordó la parábola de San Francisco sobre la perfecta leticia:
«no es en las infinitas fortunas llovidas del Cielo donde se mide la habilidad de un fraile, sino en caminar con constancia, incluso cuando no se es reconocido, incluso cuando se es maltratado, incluso cuando todo ha perdido el sabor de los comienzos. Todos los santos han pasado por este “valle oscuro” y no nos escandalicemos si, leyendo sus diarios, escuchamos el relato de noches de oración apática, vivida sin gusto”.
Enojarse con Dios
¡Los creyentes no apagan nunca la oración! Esta a veces puede parecerse a la de Job, el cual no acepta que Dios lo trate injustamente, protesta y lo llama a juicio, afirmó el Papa.
A menudo protestar delante de Dios es una forma de orar. Y el Papa cita a una viejecita: “enojarse con Dios es una forma de oración”. Porque muchas veces el hijo se enfada con el papá. Es una manera de relacionarse con el padre. Pero, porque el hijo reconoce a Dios como padre, entonces se enoja con Él.
Y también nosotros, que somos mucho menos santos y pacientes que Job, sabemos que finalmente, al concluir este tiempo de desolación, en el que hemos elevado al Cielo gritos mudos y muchos “¿por qué?”, Dios nos responderá».
La oración del por qué
“No olvidemos la oración del «¿por qué?»: es la oración que hacen los niños cuando empiezan a no entender las cosas, y los psicólogos la llaman «la edad del por qué», porque el niño le pregunta a su padre: «Papá, ¿por qué…? Papá, ¿por qué…? Papá, ¿por qué…?. Pero hay que tener en cuenta que el niño no escucha la respuesta del papá. El padre empieza a responder y el niño viene con otro por qué. Sólo quiere atraer la mirada de su padre hacia él; y cuando nos enfadamos un poco con Dios y empezamos a decir por qué, estamos atrayendo el corazón de nuestro Padre hacia nuestra miseria, hacia nuestra dificultad, hacia nuestra vida. Pero sí, ten el valor de decirle a Dios: «Pero, ¿por qué…?». Porque a veces, enfadarse un poco es bueno, porque nos hace despertar esa relación de hijo a Padre, de hija a Padre, que debemos tener con Dios”.
El papa Francisco explicó que Dios sabe recoger «nuestras expresiones más duras y más amargas». Dios las acogerá «con el amor de un padre, y las considerará como un acto de fe, como una oración”.
En fin, el Papa invita que ante todas estas dificultades no tenemos que desanimarnos, sino seguir rezando con humildad y confianza. La Audiencia General concluyó con el rezo del Pater Noster y la Bendición Apostólica.
El Papa recuerda que Santa Teresa llamaba a esta imaginación sin control que distrae en la oración: “la loca de la casa”. Y recomendó “detener y encarcelar” a esa locura de imaginación que distrae con una sucesión de pensamientos, preocupaciones, etc.
Sequedad
Predicó entretanto sobre otra dificultad en la vida espiritual: “la sequedad, que puede depender de nosotros mismos o también de Dios».
También esa sequedad puede depender de una indisposición física: un dolor de cabeza, por ejemplo. “Es el tiempo de la desolación y de la fe más pura, porque se mantiene firme junto a Jesús”.
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