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jueves, 25 de marzo de 2021

Sor Jacinta, la última franciscana de la Villa. Por Rodrigo Huerta Migoya

Otro duro revés para una familia religiosa muy querida en Asturias: las Franciscanas del Buen Consejo; apenas hace un mes lloraban la muerte de Sor Albina, ahora también la de la buena de Sor Jacinta. Ya ha unido su canto al "laudato sí" del Padre San Francisco: ''loado seas, mi Señor, por nuestra hermana la muerte corporal, de la cual ningún hombre viviente puede escapar... bienaventurados aquellos a quienes encuentre en tu santísima voluntad, porque la muerte segunda no les hará mal''. Qué dicha tener el alma tan desprendida de las cosas de este mundo para atreverse a enfocar la muerte cara a cara diciendo como el Povorello: ''¡bienvenida hermana!''.

Al hablar de Sor Jacinta, bien estaría decir que supo ser una auténtica religiosa del Seminario, ¿pero cómo llegaron estas hermanas a un edificio pensado para hombres? Es cierto que la Congregación cuando vio la luz en 1896 no se inició con la pluralidad de las misiones que abarca ahora en la actualidad este carisma. Y es que con el paso del tiempo se fueron ampliando los campos de su apostolado. Lo cierto es que en el corazón de la Madre fundadora, los sacerdotes y los seminaristas ocupaban un lugar muy importante de sus plegarias. Nace este carisma en Astorga, muy cerca del Seminario donde Teresa Rodón Asencio empieza a recoger niñas huérfanas a las que instruye. Llanes también fue una de las primeras fundaciones de la Congregación aún en vida de la fundadora. Con el paso de los años empezaron a ser requeridas para escuelas dominicales, hospitales, asilos, y, de forma más concreta, para muchos seminarios: Astorga, Ciudad Real, Pamplona, y ya no digamos en Oviedo donde las monjas fueron las primeras en estrenar el magnífico edificio del Prau Picón.

Años después se establecen varias comunidades en la zona de Pravia y también en Villaviciosa, donde gestionaron muchos años la Residencia de Nuestra Señora del Portal, en ese bello edificio que aún conserva parte de la esencia de aquel convento franciscano llamado Seminario Misionero de San Juan de Capistrano. Con ellas se reforzó la presencia de la familia franciscana en esta localidad, cuya historia está inseparablemente unida al espíritu de San Francisco.

En esta preciosa localidad, a la que Don Gabino Díaz Merchán definía como uno de los reductos católicos del Principado, nació esta noble mujer, recibiendo las aguas del bautismo en la parroquia de Santa María. Allí entre novenas del Portal, de San Francisco, la Porciúncula o Santa Clara, creció nuestra Hermana entre los rígidos sermones de D. Pedro de la Fuente Junco y los cantares del Organista-Coadjutor, D. Manuel Arce. Sor Jacinta siempre estuvo muy enamorada de su pueblo y sus costumbres.

Ingresó muy joven en la Congregación con aquella primera comunidad de Franciscanas del Buen Consejo que supuso un vergel vocacional para ésta. Cuando los párrocos llevaban muchachos al seminario, también alguna chica entraba en él de mano de su párroco, de su hermano seminarista o de otra chica que dejando el pueblo para ir a Oviedo conocía a estas alegres religiosas. No procedía nuestra maliaya de una familia indiferente, sino tan religiosa que uno de sus primos ingresó en la Compañía de Jesús: el P. José Manuel Alonso Busto S.J., al que tantas veces ella visitó entre 1990 a 1998 cuando éste estuvo destinado en el ''Coetus'' de los jesuitas de Tremañes.

Ya desde el noviciado gozó de muy poca salud, y ésta se agravó las pocas ocasiones en que se la destinó fuera del Principado. Sor Jacinta no podía vivir fuera de Asturias como un pez no puede vivir fuera del agua. Toda su vida de religiosa franciscana tuvo por único destino el Seminario Metropolitano de Oviedo: cocina, limpieza, lavanderías, sacristías... incluso cuidó ahí a su anciana madre hasta el final de sus días.

Las vacaciones también las pasaba en su pueblo en los días próximos a la novena de la Portalina, saboreando así los días grandes de su tierra chica. Nunca iba sola, le encantaba que hermanas de la Congregación fueran a pasar esos días estivales con ella compartiendo distracción y devoción, devolviéndole a Villaviciosa -aunque fuera por pocos días- la presencia de las hijas de Madre Teresa Rondón, tan queridas en ese lugar.

Sintió mucho el fin de la presencia de las Franciscanas en su pueblo, más aún cuando el motivo no fue la falta de personal, sino, como casi siempre, intereses ajenos económicos o políticos, que vinieron en considerar que ya nada pintaban unas monjas en un edificio municipal. Fuera como fuese, su recuerdo sigue vivo en el corazón de las gentes de la Villa en figuras tan señeras que por allí pasaron como la recordada Sor Puy.

Sor Jacinta era una mujer positiva, sonriente y con ese salero propio de las buenas gentes de la comarca de la sidra. Le encantaban los cuentos en bable y los chistes costumbristas; alguno que otro intercambiamos. Me viene a la cabeza uno que a ella le encantaba que le recitara: ''Un asturianu en Madrid'', de las historietas de Pinón, Telva y Pinín, del gran Alfonso Iglesias. Siempre se ha dicho que el humor y la risa son muy valoradas entre los hijos de San Francisco, Sor Jacinta hacía gala de ello. Le encantaban las anécdotas graciosas de seminaristas, monjas y curas; se las sabía todas. Como cuando fueron en peregrinación al Santuario de Nuestra Señora del Buen Consejo en Genazzano (Italia) un buen número de religiosas de la Congregación, y al sentarse en una terraza frente a la Iglesia de la Virgen, el camarero salió y les preguntó -pensando que pedirían lo que acostumbran los turistas- ¿Cappuccino?, y "una monja" asturiana despistada respondió: ''no fiu", nosotras Franciscanas del Buen Consejo''.

Los años no perdonan y la salud fue presentando nuevos achaques que la obligaban a visitar de vez en cuando el hospital, siempre cuidada y acompañada por sus hermanas de comunidad, pendientes de ella en todo. Fue madre, amiga y abuela de muchísimas generaciones de seminaristas mayores y menores que por esa gran casa del Seminario Metropolitano pasaron. Siempre Con Francisco de Asís por compañero, con Jesús que es camino y es verdad, con tu ayuda Madre del Buen Consejo...

Creo que la última religiosa fallecida en la Comunidad del Seminario fue la buena y entrañable de Sor Fe. A Sor Jacinta, como no podía ser de otra forma, se la ha velado y despedido en la Capilla Mayor del Seminario; sin embargo, como ya explicamos, la llamaba tanto su tierra que sus restos mortales no descansarán en el panteón que las religiosas del Seminario tienen en el cementerio del Salvador, sino que aguardará la resurrección de la carne en el cementerio parroquial de Villaviciosa, donde ya reposan otras buenas Franciscanas del Buen Consejo. 

Resume la espera de la Parusía el deseado anhelo de la Madre fundadora: ''¡Oh mi divino Jesús!, ven a mi corazón no tardes más''. 

Descansa en Paz Sor Jacinta: madre, hermana, amiga.

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