Queridos amigos :
Jesús sigue caminando por los senderos de nuestra vida igualmente hoy como hizo en su tierra hace más de dos mil años. El paisaje de estos domingos nos lleva a imaginarnos al Señor atravesando las soleadas plantaciones de trigo tan familiares para nosotros que conocemos los campos de Castilla que atravesó El Cid y cantó Machado, y que a los asturianos nos gusta visitar en tiempo de estival huyendo un poco de la humedad... Jesús hace de lo más sencillo e insignificante todo un campo de cebada y una profunda lección para nosotros.
La Palabra de Dios de hoy se centra en las dos realidades que conviven con nosotros: el bien y el mal; el trigo y la cizaña.
En primer lugar el Libro de la Sabiduría concluye con un versículo clave para entender todo el texto: ''diste a tus hijos la dulce esperanza de que, en el pecado, das lugar al arrepentimiento''.
Cuando tengo que explicarles “el pecado” a los adolescentes, siempre les digo que la vida del creyente es como cuando jóvenes y con amigos nos ponemos entre bromas a jugar y a dar vueltas por el bordillo de una piscina descalzos y con el suelo mojado. Tenemos que hacer grandes esfuerzos para no caernos pero, si por cualquier motivo resbalamos y caemos al agua, siempre agradeceremos la mano del amigo que nos ayude a salir para seguir caminando.
El suelo de la vida siempre está mojado y nuestros pies entre los “juegos” tienden a resbalar; esa es la lucha que durará hasta nuestra propia muerte entre el yo que no quiere caer y nuestro yo que tiende a tirarse. Lo esencial es que Jesús quiere que salgamos de la piscina y nos da la mano sin preguntar cómo hemos caído. En palabras del Papa Francisco en el año de la Misericordia: “El perdón es una fuerza que resucita a una vida nueva e infunde el valor para mirar el futuro con esperanza”. Lo más grande que tenemos es que Dios no lleva cuentas de nuestro mal si de nuestro corazón brota un sincero arrepentimiento para empezar de nuevo. Por eso el salmista afirma: ''Tú, Señor, eres bueno y clemente''.
San Pablo en su carta a los Romanos nos recuerda la ayuda que tenemos para evitar caer: El Espíritu Santo. Únicamente con nuestras fuerzas nunca podemos nada, por eso el Apóstol insiste: ''El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad, porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene''. No sólo debemos evitar el mal y procurar el bien, sino que hemos de saber discernir si realmente es bueno lo que yo así considero, pues también aquí el maligno se aprovecha de nuestra fragilidad para engañarnos. Las cosas no hemos de verlas sólo desde nuestro prisma, lo que es bueno o malo para mí, sino hemos de tratar de mirar con los ojos de Dios. Necesitamos no solamente el don de fortaleza, sino el de sabiduría para saber identificar y llamar de verdad al bien: bien, y al mal: mal.
Por último el Evangelio -como ocurría la pasada semana- “remata” lo anterior. Todo lo que podamos comentar este domingo los sacerdotes será baladí al lado de las palabras del mejor predicador que es Cristo mismo, el cual desarrolla todos los pormenores del sentido catequético de su enseñanza. Si el trigo es lo bueno, y la cizaña lo malo, simplemente debemos preguntarnos cómo está el jardín de nuestro corazón y de nuestra alma; qué es más abundante, y si para los demás somos trigo o cizaña.
Esto nos lleva a pensar que es verano, tiempo de siega, y por tanto un buen momento para apilar y quemar las cizañas que nos sobran y ahogan nuestro buen trigo, almacenado éste con cuidado para que se convierta en la mesa y en la misa en el buen pan para mí y para los demás.
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