Vivimos un día muy especial en la liturgia de la iglesia aún en estas atípicas circunstancias, y comenzamos pues, con el Triduo Pascual, las horas más importantes del año cristiano donde trataremos de revivir y actualizar los misterios de la pasión, muerte y resurrección de Señor. Este día la Iglesia se ve obligada -de entrada- a cambiar una de sus normas, pues en Jueves Santo a los sacerdotes no se nos está permitido celebrar la Eucaristía "sin pueblo". Dada la crisis sanitaria nuestro Arzobispo ha previsto que para cumplir con las indicaciones del gobierno los presbíteros oficiemos la Santa Misa de la Cena del Señor a puerta cerrada.
Un gesto que sí nos ayudará a sentirnos más cercanos este día serán las campanas que tocarán como es propio durante el canto del "gloria". Cantamos la gloria de Dios porque ha constituido a su Hijo como sacerdote de la Nueva Alianza, el cual en la Cena Pascual instituye en la misma acción el Orden Sacerdotal y el sacramento de la Eucaristía.
La mayoría sabéis que un empeño personal desde que estoy como párroco aquí, es que los Jueves y los sábados sean días especiales en nuestra Parroquia. El jueves por ser día eucarístico y sacerdotal, y el sábado por ser el día mariano por antonomasia. Por eso en las misas del jueves se toca el "armonium" y cantamos más cantos que otros días de la semana, exponemos al Santísimo y oramos por los sacerdotes y las vocaciones. El motivo de "los jueves" radica precisamente en este día; en nuestra gratitud hacia estos tesoros que el Señor nos entrega para perpetuar su presencia y construir su Reino. Necesitamos la Eucaristía, y sin sacerdotes no podemos tenerla. Pedid por las vocaciones, por nuestros seminarios y por todo el clero, jubilados y en activo, enfermos y sanos, los que pasan tribulación y cansancio y los muchos que son felices en su ministerio. Hoy aplicaré por los sacerdotes difuntos el último año, y el Domingo por los que sirvieron a esta feligresía.
La liturgia de la Palabra de Dios es una realidad que cobra valor y sentido en la cena Pascual, desde la última que el pueblo de Israel vivió en Egipto hasta "la última" que Jesús comparte con los suyos antes de padecer. Él nos dice hoy "esta es mi sangre", y nos la da en la copa para mañana volver a entregárnosla ya en su cuerpo en la Cruz. Estemos atentos a los textos que nos ayudarán después a vivir con mayor unción la liturgia eucarística.
Un gesto que sí nos ayudará a sentirnos más cercanos este día serán las campanas que tocarán como es propio durante el canto del "gloria". Cantamos la gloria de Dios porque ha constituido a su Hijo como sacerdote de la Nueva Alianza, el cual en la Cena Pascual instituye en la misma acción el Orden Sacerdotal y el sacramento de la Eucaristía.
La mayoría sabéis que un empeño personal desde que estoy como párroco aquí, es que los Jueves y los sábados sean días especiales en nuestra Parroquia. El jueves por ser día eucarístico y sacerdotal, y el sábado por ser el día mariano por antonomasia. Por eso en las misas del jueves se toca el "armonium" y cantamos más cantos que otros días de la semana, exponemos al Santísimo y oramos por los sacerdotes y las vocaciones. El motivo de "los jueves" radica precisamente en este día; en nuestra gratitud hacia estos tesoros que el Señor nos entrega para perpetuar su presencia y construir su Reino. Necesitamos la Eucaristía, y sin sacerdotes no podemos tenerla. Pedid por las vocaciones, por nuestros seminarios y por todo el clero, jubilados y en activo, enfermos y sanos, los que pasan tribulación y cansancio y los muchos que son felices en su ministerio. Hoy aplicaré por los sacerdotes difuntos el último año, y el Domingo por los que sirvieron a esta feligresía.
La liturgia de la Palabra de Dios es una realidad que cobra valor y sentido en la cena Pascual, desde la última que el pueblo de Israel vivió en Egipto hasta "la última" que Jesús comparte con los suyos antes de padecer. Él nos dice hoy "esta es mi sangre", y nos la da en la copa para mañana volver a entregárnosla ya en su cuerpo en la Cruz. Estemos atentos a los textos que nos ayudarán después a vivir con mayor unción la liturgia eucarística.
Nuestra celebración de este año será muy austera -el Señor sabrá por qué- y no habrá flores ni los manteles que solemos sacar este día; no habrá el "lavatorio de pies" ni incienso y procesión para la reserva. Echaremos también en falta "el monumento", que este año se suprime según las indicaciones de obligado cumplimiento en la diócesis. Es quizá uno de los momentos más hermosos que venimos cuidando estos años atrás en nuestra Parroquia; tampoco las continuas "velas" ante Jesús Sacramentado toda la noche y al día siguiente. Este año nuestro rato de adoración y acompañamiento a Cristo Eucaristía habremos de hacerlo desde cada hogar, lo cual no está nada mal y es algo que nada nos lo impide nunca.
En este día deberíamos de tener presentes varias realidades para llevar a la oración: los enfermos -en especial todos los enfermos de esta pandemia- y los que los cuidan. Es un día para pedir de forma especial por la santidad y la fidelidad de los sacerdotes; incluso también por todas las personas que profanan, blasfeman o atentan contra la Eucaristía. Convendría hoy una oración profunda en reparación por tantos sacrilegios que en nuestro mundo se cometen contra la presencia real del Señor en el Sagrario.
Es igualmente el "día del amor fraterno", día para acordarnos de los que menos tienen, de aquellos a los que no tratamos bien o rechazamos por múltiples causas y, para analizar en nuestra vida la coherencia como cristianos, repasando nuestra humildad, el servicio o el perdón... Hoy nuestra celebración no tiene bendición ni palabras de despedida; los sacerdotes nos retiraremos en silencio quedando así concluida la "Cena del Señor"...
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