Propio de la Diócesis de Oviedo
Del Prognósticon de San Julián, obispo (Lib. 1, 10a. 12 b: PL 96, 465-467)
Se ha de afirmar que, cuando al llegar la muerte las almas se separan del cuerpo, allí están presentes los ángeles para recibir las almas de los justos, que salen de los cuerpos, e introducirlas en las moradas de los santos. De ahí que, al hacerse en el Evangelio mención del rico y del pobre Lázaro, está escrito: Sucedió que murió el pobre aquel, y los ángeles lo llevaron al seno de Abrahán. Con esta frase se nos asegura con toda la verdad que, en la separación de las almas santas y su salida del cuerpo, se tenga siempre la custodia de los Ángeles.
¿Que es esta muerte? El abandono del cuerpo, la liberación de un grave peso; pero con tal de no llevar otro peso por el cuál el hombre se precipite en la gehena. De la misma muerte el Señor dice: Quien guarde mi palabra no concederá lo que es morir para siempre. No temamos esta muerte, sino aquella que es más grave. Y lo que es más grave aún: que muchos, por temer perversamente esta, vinieron a caer en aquella. A algunos fue dicho: ''Adorad a los ídolos; que si no lo hiciereis, se os dará muerte'', o como dijo aquel Nabucodonosor: Si no lo hiciereis, os echarán a un horno de fuego ardiente. Muchos se amedrentaron y adoraron; no queriendo morir, murieron: por temor a una muerte de la que nadie puede evadirse, cayeron en aquella muerte que para su felicidad habrían podido evitar, si no hubieran temido para su desgracia esta otra que resulta inevitable.
Has nacido hombre, habrás de morir. ¿A donde irás para no morir?. ¿Que podrás hacer para que no mueras? Para consolarte de que habrás de morir necesariamente, tu Señor se digno morir voluntariamente. Al ver a Cristo muerto, ¿te desdeñas tu de morir? Así es que morirás. No tienes modo de evitarlo; sea hoy, sea mañana, habrá de ser: hay que pagar la deuda. ¿Que consigue el hombre huyendo, temiendo, ocultándose para que no le encuentre el enemigo? ¿Consigue no morir? No, tan sólo morir algo más tarde: no consigue la liquidación de la deuda, sino su dilación. Y por mucho que se difiera, termina llegando lo que tan sólo se retardaba.
Temamos aquella muerte segunda que puede seguir a esta primera corporal. Por tanto guardemos la palabra la palabra de Dios en la fe, nosotros que llegaremos a la visión, cuando hayamos alcanzado la plenísima libertad. Pues de los padres muertos en otro tiempo el Señor dio esta respuesta a los judíos: ''Yo soy el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob''.
No es Dios de muertos, sino de vivos. Por consiguiente, si ellos viven, esforcémonos por vivir de tal modo que, cuando muramos, merezcamos vivir con ellos. Es lo que dice el Señor: el que cree en mi aunque haya muerto vivirá; es decir, el que cree en mi, aunque haya muerto temporalmente en su carne, vive en el alma, hasta que resucite también su carne, la cuál ya nunc habrá de morir.
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