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martes, 24 de septiembre de 2019

Un Beato para Sograndio. Por Rodrigo Huerta Migoya

Sograndio es un pueblo de solera y "solellero" en el concejo de Oviedo, famoso por su hermosa iglesia románica, declarada monumento histórico- artístico.

Pueblo de hondas raíces cristianas, llegó a tener dos sacerdotes en plantilla para su atención y, aunque quede un ya tanto en el olvido, hasta un convento de frailes. 

El último párroco que vivió en la localidad fue el Rvdo. D. Pedro López Bolaño, valdesano de Ayones, el cual ejerció el sacerdocio en esta localidad desde 1976 (tras la renuncia del hasta entonces párroco, D. Luis Jenaro Pérez-Marañón Basterrechea, que llevaba en la parroquia desde 1940) hasta 1991 que se jubiló, falleciendo dos años después.

Tras Don Pedro llegó Don José Luis Alonso Fernández, el cual por problemas de salud nunca llegó a residir en Sograndio sino en Oviedo junto con su hermana; además, compaginaba la labor pastoral con la docencia en el Seminario como profesor de psicología, por lo que el arzobispo para liberarle del cumplimiento den canon de "residencia" no le nombró párroco sino administrador parroquial. En 2003 asume Sograndio D. Luis González, que la atenderá desde San Claudio junto con  Loriana y Piedramuelle como UPAP. Y desde 2017 el párroco de estas cuatro ya constituidas como Unidad Pastoral, es Don Abundio Martínez Malagón.


A esta hermosa parroquia ovetense dedico con cariño estas cuatro letras, y, de forma especial, a mi amigo Juan José Fernández García, oriundo y orgulloso hijo de dicha localidad, residente desde su matrimonio en Lugones y que junto con su esposa, Rosario Menéndez Prendes, ejercen de sacristanes en esta última Parroquia.


Beato Crescencio García Pobo

Corre el año 1935 y el 17 de Septiembre llegan los primeros frailes a la localidad para hacerse cargo de la dirección del "Reformatorio" (así llamado entonces) Nuestra Señora de Covadonga. Había unos treinta  muchachos internos en camarillas individuales. Uno de los primeros religiosos en llegar a Sograndio fue el P. Crescencio García Pobo, un hombre de Dios y del que trataremos de introducirnos en los avatares de su vida.

Nació Crescencio en Celadas (Teruel) el 5 de Abril de 1903. Siendo muy niño, su padre, Lorenzo, muere; y su madre, María, al no poder hacerse cargo del niño lo envía al orfanato San Nicolás de Bari de Teruel, regentado entonces por los Padre Terciarios Capuchinos.

Cuando ya adolescente podía irse del Asilo de San Nicolás de Teruel para niños, Crescencio pide ingresar en la congregación, pues tantos años viendo la buena obra de los frailes con los muchachos, no sólo le sirvió para darse cuenta de que Dios le llamaba a consagrarse sino a dedicarse a la juventud en ese carisma concreto.

Profesa sus primeros votos el 15 de Septiembre de 1921 -Fiesta de Nuestra Señora de los Dolores- a la edad de dieciocho años, y seis años más tarde, otro 15 de Septiembre pero de 1927 tuvo lugar su profesión solemne, recibiendo sus votos perpetuos. Un año después es ordenado sacerdote de manos del Padre Fundador de la Congregación, Monseñor Luis Amigó y Ferrer. 

-El Padre Amigó, era valenciano de Masamagrell, una localidad de la huerta norte levantina que le vió nacer en 1854. Sintió la vocación muy joven ingresando en el Seminario de Valencia, más pronto se dio cuenta que lo suyo no era ser diocesano sino religioso, por lo que ingresó en la Orden de Frailes Menores Capuchinos. Hizo el noviciado en Bayona (Francia) y después regresó a su tierra, siendo destinado al convento de Montehano, en Escalante (Cantabria) donde los frailes realizaban una importante labor de atención espiritual a los presos del penal del Dueso, en Santoña. Ese año de 1879 en que regresó a España, recibió la ordenación sacerdotal con tan sólo 24 años en Montehano. En 1881 fue destinado al convento de su pueblo natal de Masamagrell, donde fundará la Orden Franciscana Seglar. Con 30 años, en 1885 funda la Congregación Femenina de Hermanas Terciarias Capuchinas de la Sagrada Familia y, cuatro años después, funda la rama masculina de la Congregación de Religiosos Terciarios Capuchinos de Nuestra Señora de los Dolores. Acompañado de una fructífera vida apostólica a sus espaldas, contando cincuenta y dos años, le comunican que el Papa le había preconizado obispo de Solsona, y tras seis años en tierras catalanas es trasladado a la sede de Segorbe en 1913. Murió en Godella (Valencia) en 1934 en la Casa Madre de los Hermanos y fue sepultado en la homónima de las Hermanas, en su pueblo natal de Masamagrell-.

Volviendo al P. Crescencio, no podemos omitir que su ordenación sacerdotal tuvo lugar el 16 de Septiembre -al día siguiente de la Virgen de los Dolores, Madre de la Congregación -en la Iglesia de San José, del Convento de Godella-. Dentro de la Congregación toda la vida sacerdotal del P. Crescencio estaría centrada en la reeducación de jóvenes con problemas de conducta, donde hizo suya la parábola del Señor de dejar a las noventa y nueve ovejas para ir en busca de la descarriada. 

En 1928 es destinado a Madrid, y con su recién estrenado sacerdocio es enviado a trabajar en los reformatorios de Santa Rita y Príncipe de Asturias, ambos ubicados en Carabanchel Bajo. Tras siete intensos años en la capital de España, pasa a tierras asturianas para fundar una nueva comunidad Terciarios Capuchinos de Nuestra Señora de los Dolores -hoy popularmente conocidos como Amigonianos- en el pueblo ovetense de Sograndio. Aquí vivirá el P. Crescencio uno de los momentos más plenos y felices de su vida de consagrado y sacerdote, aunque en el escaso año que pudo vivir aquí. 

No olvidemos que estamos en 1935 y mientras en la enseñanza pública y en todos los órdenes de la sociedad española estaban asumidos los correctivos mediante la fuerza y la violencia de educadores sobre alumnos e internos rebeldes, el P. Crescencio siempre aborreció esos métodos. Fue un adelantado a su tiempo, pues estaba convencido que la mejor forma de reinserción era la comprensión, la dulzura y la humanidad. Recuperaba a los muchachos que se consideraban "desechos" de la sociedad, no a base de castigos físicos sino con muchas horas de diálogo, reflexión, escucha y paciencia. Buscaba el origen de las heridas espirituales y del alma que alteraban sus conductas y que arrastraban los muchachos para tratar de levantarles de sus miserias y encauzarlos por un camino nuevo en el que Dios siempre estuviera presente. Su entrega sin límites, su vida sacrificada y ofrecida a los demás en las causas de los jóvenes hizo que su paso por Sograndio no fuera en balde. Todos los que le trataban ya no le podrían olvidar, e incluso aún hoy se conservan testimonios orales y gráficos del paso del P. Crescencio por Sograndio. 

Aquel fraile moreno y enérgico de mediana estatura y cara redonda, de barba capuchina y gracia aragonesa, era un fraile fuera de lo común. Austero y mortificado como el que más, siguió las huellas de San Francisco buscando la perfecta configuración con el crucificado.

Cuando los milicianos tomaron el reformatorio, aunque respetaron a los religiosos y no les hicieron nada conscientes de la gran labor social que estaban realizando con aquellos muchachos denominados "problemáticos", sí les pidieron que abandonaran el edificio y la provincia por su bien. Así lo hicieron. Comunicada la situación a sus superiores, fueron repartidos por otras casas de la Congregación, pero en concreto el Padre Crescencio fue reclamado por sus superiores para ir destinado ese mismo año a la comunidad de Carabanchel Bajo, donde tras llegar de Asturias se encontraba a punto estallar la guerra en la capital de España.

Iniciada la guerra, el P. Cresencio encontró cobijo en una pensión que había en la Plaza del Ángel, propiedad de una piadosa mujer llamada Doña Pilar Torres. Vestido de seglar, Doña Pilar lo presentaba a todo el mundo como un estudiante de medicina. El escondite sólo duró hasta el 2 de Agosto cuando fue denunciado como "fraile" -seguramente por su barba- en plena calle Carretas de Madrid. Le pidieron la documentación y al no llevar nada encima fue conducido a la Dirección General de Seguridad donde se ordenó su arresto, siendo conducido a la cárcel de Ventas. Ese día que se le detuvo se tramó también la condena de muerte de este hijo de San Francisco. Era la fiesta de la Virgen de los Ángeles -la Porcíngula- . No están muy claras las fechas, pues otras biografías señalan que fue detenido el 23 de Julio, lo que sí se conserva es un documento de la "Checa de Fomento" con la orden de su entrega y condena a muerte. 

Desde su ingreso en prisión recibe maltratos, torturas y palizas por negarse a renegar de su fe y por su condición de sacerdote y religioso. Viendo los milicianos que no era un fraile cualquiera sino que era un hombre estudiado y perspicaz, le trasladan una zona de la cárcel donde tenían a los llamados presos listos o departamento carcelario de intelectuales. Aquí el P. Crescencio conoció y compartió su arresto entre otros con Ramiro de Maeztu. El 3 de Octubre, sin apenas fuerzas por la falta de alimento y el cuerpo lleno de golpes y heridas, es sacado de la prisión de Ventas y trasladado en un camión con otra multitud presos a Paracuellos de Jarama, donde murió martirizado a tiros sin piedad.

Fue beatificado por San Juan Pablo II el día 11 de Marzo del año 2001 junto a otros 232 mártires de la "Persecución Religiosa Española". Su fiesta litúrgica se celebra el 3 de Octubre.

Que el Beato Crescencio García Pobo interceda por la Parroquia de Sograndio, por los jóvenes con problemas y por todos nosotros. 

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