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jueves, 2 de mayo de 2019

¡Adiós a un sacerdote santo!. Por José Antonio Colao Álvarez

D. José María Escartín Núñez, sacerdote de Cristo, falleció en Oviedo el 28 de abril de 2019 a los 87 años de edad, habiendo recibido los SS SS y la Bendición Apostólica, tal cual rezaba en su esquela, al igual que la inmensa mayoría de las esquelas, aunque este caso es un hecho cierto. Un amigo común (Luis Jesús Coucho) estaba con él y me lo confirmó. 

Tal cual vivió murió. Vivió enamorado de la Virgen y murió en las manos de la Virgen con el Escapulario del Carmen en la mano. Vivió enamorado de la Misericordia del Corazón del Señor, impartida por sus manos en las absoluciones de los penitentes a los que confesó durante más de medio siglo y murió en la festividad de la Misericordia, en la hora de la Misericordia, en la que murió su Señor, la hora "Nona" a las 3:33 h (p.m.), cifra que representa numéricamente a la Santísima Trinidad. 

Recibí la gran Gracia de tenerle por mi confesor y director espiritual durante cerca de veinte años hasta que su salud se lo impidió. He recibido las gracias de participar en sus ejercicios espirituales y retiros, de que me recibiese al menos una vez a la semana para dirección espiritual o confesarme, con frecuencia las dos cosas, pues siempre me recordaba que "no falta lastre que soltar pues cuán a menudo se nos pega el mundanal barro en las peleas contra Satán, el mundo y la carne". Esto fue ocasión de que un servidor se enamorase de D. José María, al que amaba como mi padre y guía, pues el amor entre iguales es posible sin forzar la complementariedad sexual (pues como le gustaba decir con su gran sentido del humor) "esa sólo puede estar basada en > entre quienes Dios hizo diferentes". 

Durante mucho tiempo me recibió en su casa y más allá de lo estrictamente religioso gustaba compartir conmigo (sin que yo lo mereciese) su gran bagaje cultural y las conversaciones se prolongaban casi indefinidamente... No tenía un pensamiento políticamente correcto. Quizás porque en todo le guiaba la esperanza. Así, por ejemplo, sostenía, ante mis quejas de lo mal que tratábamos nuestro planeta, que una remolacha azucarera podía fotosintetizar más oxígeno que un Euterpe precatoria -el árbol más típico- en Amazonas. O sostenía, sobre mis quejas de lo mucho que estaba arrinconando la ciencia a la fe, que la Teoría de la Evolución necesitaba infinitamente más actos de Fe que el Credo Católico, o que los grandes físicos teóricos daban explicaciones más míticas que el relato del Génesis, y que hasta que no supieran si nuestro universo era finito o infinito de nada les valdría argumentar, para demostrar que la perfección del mismo era debido al azar, defender que podían haberse creado un billón de universos de los que sólo unos pocos serían viables, dándose esa perfección (a base de ensayos masivos) que incluía la formación al azar de vida inteligente. Era más fácil creer en Dios Creador que de la nada saliese un billón de universos, sin que ninguna Voluntad lo hiciese Contingentemente Necesario. 

Y tampoco era políticamente correcto en el ámbito moral, siguiendo la moral católica evangélica. Moral que fue el primero en practicar para predicar con el ejemplo. Fruto de lo cual es su vida sacerdotal de perfección. Mas quizá por eso mismo puede no interesar. Pues venden más los casos de pederastas (más destacados por cierto en otros ámbitos sociales donde los silencian, que en la Iglesia). Como gustaba decir "mete más ruido un solo árbol cayendo que un bosque entero creciendo". Pero me estoy alargando demasiado. Reseñar que lo conocí confesando en S. Juan el Real, donde pasaba horas y horas confesando por invitación del párroco. Hoy puedo asegurar que si no perdió jamás la paciencia, la disculpa, la ternura y el amor con el que suscribe no la ha podido perder con nadie. 

Fue todo amor y su alma descansa en el Amor de un eterno abrazo con María y Jesús.

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