Lectura del santo evangelio según san Lucas
(15, 1-3.11-32):
En aquel tiempo, solían acercaron a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo:
- «Ese acoge a los pecadores y come con ellos.»
Jesús les dijo esta parábola:
- «Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte que me toca de la fortuna."
El padre les repartió los bienes.
No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo,se marchó a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente.
Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. Fue entonces y se contrató con uno de los ciudadanos de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Deseaba saciarse de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba nada.
Recapacitando entonces, se dijo:
"Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros. "
Se levantó y vino a donde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas; y, echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos.
Su hijo le dijo: "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo, "
Pero el padre dijo a sus criados:
"Sacad en seguida la mejor túnica y vestídsela; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y sacrificadlo; comamos y celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado."
Y empezaron a celebrar el banquete.
Su hijo mayor estaba en el campo.
Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y la danza, y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.
Este le contestó:
"Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha sacrificado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud."
El se indignó y no quería entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo.
Entonces él respondió a su padre:
"Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; en cambio, cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado."
El padre le dijo:
"Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero era preciso celebrar un banquete y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado"».
Palabra del Señor
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domingo, 31 de marzo de 2019
sábado, 30 de marzo de 2019
LOS DOS HERMANOS (Lc 15, 11-32). Por Fernando Llenín Iglesias
La parábola del hijo pródigo es la más bella de las parábolas de Jesús. Muchos consideran que debería llamarse la parábola del Padre de la misericordia. Otros la llaman parábola de los dos hermanos. Lo cierto es que el centro lo ocupa la bondad del Padre. Muestra el corazón de Dios Padre de Nuestro Señor Jesucristo. Muestra también el íntimo conocimiento que Jesús tiene del Padre. Ahí está su sorprendente originalidad, inaceptable para algunos, desconcertante para otros, profundamente conmovedora. Los hombres tendemos a creer en un dios a nuestra imagen y semejanza, según nuestros sentimientos y deseos de justicia. Dios, en consecuencia ama y premia a los buenos, pero, justamente, castiga a los malos. Los pecadores están lejos de la gracia de Dios, que ni puede ni quiere amarlos. Esta “imagen” humana de Dios es característica del espíritu farisaico. Todos llevamos un fariseo dentro. De hecho, el gran enfrentamiento de Jesús fue precisamente con los fariseos. Y no porque ellos fueran inmorales, sino porque no conocían a Dios. Ni se conocían a sí mismos.
Jesucristo nos ha revelado quién es Dios. Precisamente esta parábola lo describe como ninguna otra parábola. Como dijo Jesús en la cruz, Dios tiene sed de amor, tiene sed del hombre pecador. El Amor infinito tiene sed de ser amado por el hombre finito. El amor misericordioso del Padre quiere que todos los hombres se salven, que todos moren en las moradas eternas.
Según la ley judía, los hijos no tenían derecho al patrimonio familiar mientras viviera el padre. En este caso, dos tercios le corresponderían al hijo mayor y un tercio al hijo menor. Por tanto, reclamar la parte de la herencia que le correspondía al hijo menor significa que quería romper con la familia. Incluso, implícitamente, era como si desease la muerte del padre. ¡Estaba harto! Renegaba de su vida en la casa del padre y quería buscar una vida distinta lejos, muy lejos. Cuanto más mejor. Ser libre, por fin, y poner por obra todos sus deseos concupiscentes. Es decir, estamos ante uno que deliberadamente peca.
Sin embargo, la parábola no muestra ninguna escena de desatada rebelión. No hay ningún enfrentamiento violento o iracundo. Se trata, más bien, de un proceso interior en el hijo menor. Hay una ruptura íntima, su marcha de la casa del Padre a un país lejano es la consecuencia de un alejamiento previo en el corazón del hijo. Lo muestra el hecho de que, una vez instalado en aquel país lejano y, por tanto, pagano, rápidamente, dilapida los bienes del Padre, vive “perdidamente”, fuera de toda norma moral e una degradación progresiva. Busca así gozar la vida, ser totalmente libre porque no se rige por ninguna moral que le haya sido transmitida. Piensa que así es radicalmente libre, viviendo para sí mismo y por sí mismo. Es una opción por la propia y total autonomía. En el fondo, busca la vida en la vida disoluta.
El Padre, que conoce muy bien a su hijo, no opone ninguna resistencia, no se niega a darle la parte que todavía no le corresponde. No trata de impedirlo ni manda a nadie a buscarlo y hacerlo volver. El Padre, que conoce al ser humano, respeta totalmente su libertad. Deja que peque y sabe que, en consecuencia, sufrirá. Permite que su hijo haga una experiencia profunda del pecado para que descubra que la vida no está donde la busca, que la libertad no consiste en vivir “como un cerdo”, que la felicidad no la da el pecado. No; el pecado no da lo que promete, es un engaño. Y esos “amigos” de su vida lejos del Padre no son verdaderos. Son amigos de su dinero. Nada más.
El pecado se muestra como una liberación de Dios, como una rebelión contra su voluntad que es vista como contraria a la propia libertad. Por eso, lo primero que el pecador experimenta es la ausencia de Dios, el vacío interior y el acíbar espiritual. Progresivamente, además, va cayendo cada vez más bajo en su degradación. Porque el pecado posee un dinamismo descendente que devasta el mediodía del hombre ajando su juventud, insensibilizando y endureciendo su corazón.
En la parábola, la catástrofe personal es agravada por una catástrofe natural y social. La sequía, el hambre, la carestía económica, el paro, la pobreza. El hijo menor queda reducido a la total indigencia y a la dependencia del egoísmo de los demás. Quien se aleja de Dios, experimentará el hambre, sobre todo, del corazón. Porque no sólo de pan vive el hombre. No podemos vivir verdaderamente una vida humana sin Dios. Sin Dios no se está bien. Porque nos creó para él. Nos ha creado su Amor y sólo el Amor nos puede salvar.
El pecador, sin Dios, termina solo y perdido, abandonado en medio del mundo indiferente. Experimenta la desorientación y su mente se oscurece. Al final, termina viviendo como un “cerdo”, el animal impuro por antonomasia para un israelita. Vive entre cerdos, como como un cerdo, “es” como un cerdo. Más abajo no se puede caer. Es la ruina total. Lo ha perdido todo y, sobre todo, parece que ya no es la “imagen de Dios” que define lo más profundo de su ser: su dignidad. Ya no es un hombre libro, sino un esclavo de su pecado.
Dice la parábola que fue entonces, cuando se vio totalmente corrompido y degrado cuando, en un rapto de tristeza, “entró en sí”: no vale la pena. Era la última oportunidad, el debilísimo soplo del recuerdo del antiguo amor de la “casa del Padre” y la profundísima amargura en el vacío de su alma. Quedaba apenas un pábilo vacilante, era como una caña a punto de quebrarse. Pero bastaba para el inicio de la conversión, de ese hablar consigo mismo, en su inmensa soledad, y decirse su “verdad”: ¡Me muero de hambre! ¡Volveré!” Hay que ser valiente. Hay que vencerse a sí mismo. Ese orgullo… Pero es la última y la única posibilidad. Le ayudó el recuerdo. Quien una vez ha visto la luz, quien una vez ha experimentado la alegría, no lo olvida jamás y lo desea siempre. Y sabe, porque lo sabe, que Dios no le rechazará. ¡Hazme volver, y volveré! Quizá necesite una pequeña caricia materna, una mano suave que invita, una mirada que no reprocha, ni juzga, ni condena…
Y el hijo menor se levantó y volvió a casa. No sólo hay una conversión interior. Es necesaria una conversión también exterior, desandar el camino andado del alejamiento. Es un “camino” de conversión, un proceso de todo el ser, un cambio en la forma de vivir, de pensar, de actuar, de sentir. Nadie cambia si no descubre él mismo que necesita cambiar. Tampoco nadie cambia por decreto, de la noche a la mañana. Necesita tiempo. Necesita caminar, recorrer etapas, de baluarte en baluarte, hasta llegar al monte del gozo, cuando, todavía lejos, se produzca el encuentro y el abrazo.
Según la parábola, el Padre no permanece en actitud solemne esperando que el hijo se arrastre hasta Él. Las entrañas del Padre se conmovieron al ver en la lejanía al hijo menor, agotado, andrajoso y destrozado por la vida. Sin reparar en su propia “dignidad” y perdiendo toda compostura, echa a correr hacia su hijo menor, sin ascos a su impureza, lo abraza y lo besa. Le evita la humillación de contar el discurso que había preparado: ¡no soy digno!
El hijo menor comienza a hacer la confesión. Pero el Padre no necesita oírla. Le basta con verlo ahí, ante él. Y pide, premuroso: ¡Ponedle el traje de fiesta, y un anillo en su mano, y sandalias en sus pies! ¡Devolvedle su dignidad de hijo! Este que ahora va vestido de blanca vestidura es el que viene de la gran tribulación. El Padre lo recrea desde dentro, en lo más profundo de su ser, en su dignidad. Y lo hace entrar en el gozo del Señor, en la perfecta alegría. El vestido mejor significa la dignidad recobrada. El anillo en el dedo le restablece como hijo y, si hijo, también heredero. Las sandalias muestran su nobleza.
E hicieron una fiesta propia de un príncipe. El ternero cebado (símbolo de Jesucristo), guardado para una ocasión importante, es sacrificado “porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado”. Cuando un pecador se convierte hay más alegría que por noventa y nueve santos que no necesiten convertirse. Una alegría que demuestra la soberanía absoluta de Dios, su inmensa majestad, la sobreabundancia de su Amor y su Bondad Infinita. Es Dios y no hombre. Es tres veces Santo.
Aparece entonces el hijo mayor. No estaba en la casa del Padre cuando volvió su hermano. Estaba cumpliendo fielmente los mandatos del Padre. Es la imagen misma del fariseo pluscuamperfecto. Y se indigna. Sí, se indigna contra el Padre. Porque hay un objetivo agravio comparativo entre su sacrificado quehacer y el crápula de su hermano. Él no sabe nada ni quiere saber lo que le ha pasado ni por qué ha vuelto. Sólo ve una injustica respecto a él. Y reivindica su derecho a ser premiado. ¡Él, no su hermano! ¡Nunca he desobedecido una orden tuya! ¡A mí nunca me has dado ni un cabrito!
El hijo mayor enumera sus muchos méritos, que nadie puede negarle. Ahí están: obediencia, trabajo, constancia, estricta observancia. ¿Quién puede negar que es un hombre perfecto? La lógica objetiva, la lógica normativa, la lógica puritana, no tiene desperdicio. Todo parece indicar que tiene toda la razón. Y sí, tendrá razón, pero no tiene corazón. Le falta la lógica del Amor, la lógica del Padre, la lógica divina.
El hijo mayor está tan lejos del Padre como lo estaba el hijo menor. Porque no amaba al Padre, porque su corazón no era como el del Padre. El hijo mayor se buscaba a sí mismo en sus méritos, en sus cumplimientos, en sus muchos quehaceres. Estaba tan ocupado que no tenía tiempo para amar. No amaba a Dios ni al hermano. Y ahora se descubría lleno de envidia, de ira y de resentimiento contra todos.
Se negó a entrar. Por eso, el Padre también tuvo que salir en busca de ese hijo mayor, en busca de ese fariseo insensible y ciego para la misericordia. Ciego porque es muy difícil que vea que también él está muerto y perdido. Todos dicen que es un “modelo”. Sólo cuando vuelve su “hermano menor” se destapa y muestra su interior: el orgullo, la soberbia, la ira, la rivalidad, la envidia, la dureza de corazón. ¡Y creía que no tenía pecados! Acusa al hermano porque “se ha comido tus bienes con malas mujeres”. Pero son más graves los pecados contra la caridad que los pecados contra la castidad.
Había un escándalo, sí. Pero era el escándalo del Amor del Padre. ¡Dichoso el que no se escandalice de ese Amor! Hoy, sobre todo hoy, descubrimos cuánto fariseo cristiano o ateo anda por el mundo, que juzgan y condenan al prójimo por sus pecados, ciertos, pero se olvidan de lo más importante: la misericordia. Y se olvidan de que el que esté sin pecado que tire la primera piedra.
El hijo mayor fariseo dice expresivamente: “ese hijo tuyo”. Hay aquí un desprecio poco disimulado. Esta parábola recuerda aquella otra del fariseo y el publicano que fueron al Templo. El fariseo le decía a Dios: “Yo no soy como ese”. Y enumeraba sus méritos. Por eso, salió de allí como entró: rebosante de soberbia. El publicano salió justificado.
El Amor del Padre no es injusto ni hace acepción de personas, como pudiera parecer. Porque también salió a buscar a ese hermano mayor. Y le habla al corazón: ¡Hijo! También desea ardientemente que ese hijo mayor entre en el gozo de la casa del Padre y se convierta y se alegre. En las palabras que el Padre le dirige se manifiesta toda la ternura hacia él y la invitación a cambiar ese corazón de piedra por un corazón de carne.
Al reproche “¡ese hijo tuyo!” le responde con un “¡ese hermano tuyo!” Quiere que descubra que Dios nos excluye a nadie y quiere que descubra que también él está hecho, en el fondo, de la misma pasta o del mismo “barro” que su hermano. Quiere que entre en la lógica divina del Amor y deseche para siempre la coraza y la máscara que, en realidad, tanto daño le hace y no le deja ser feliz ni hacer felices a los demás. ¡Siempre quejándose!
Pero si tú te hubieras visto en sus circunstancias, quién sabe lo que habrías hecho, cómo habrías vivido, hasta dónde hubieras llegado. ¡”Ese hermano tuyo…”! estaba perdido, lo hemos encontrado. Estaba muerto…, y ha vuelto a la vida.
¿Quién es bueno, sino sólo Dios? Entremos en la casa del Padre y derribemos el muro de odio que nos separa a unos de otros. Hagamos fiesta y saltemos de gozo, porque el Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres.
Jesucristo nos ha revelado quién es Dios. Precisamente esta parábola lo describe como ninguna otra parábola. Como dijo Jesús en la cruz, Dios tiene sed de amor, tiene sed del hombre pecador. El Amor infinito tiene sed de ser amado por el hombre finito. El amor misericordioso del Padre quiere que todos los hombres se salven, que todos moren en las moradas eternas.
Según la ley judía, los hijos no tenían derecho al patrimonio familiar mientras viviera el padre. En este caso, dos tercios le corresponderían al hijo mayor y un tercio al hijo menor. Por tanto, reclamar la parte de la herencia que le correspondía al hijo menor significa que quería romper con la familia. Incluso, implícitamente, era como si desease la muerte del padre. ¡Estaba harto! Renegaba de su vida en la casa del padre y quería buscar una vida distinta lejos, muy lejos. Cuanto más mejor. Ser libre, por fin, y poner por obra todos sus deseos concupiscentes. Es decir, estamos ante uno que deliberadamente peca.
Sin embargo, la parábola no muestra ninguna escena de desatada rebelión. No hay ningún enfrentamiento violento o iracundo. Se trata, más bien, de un proceso interior en el hijo menor. Hay una ruptura íntima, su marcha de la casa del Padre a un país lejano es la consecuencia de un alejamiento previo en el corazón del hijo. Lo muestra el hecho de que, una vez instalado en aquel país lejano y, por tanto, pagano, rápidamente, dilapida los bienes del Padre, vive “perdidamente”, fuera de toda norma moral e una degradación progresiva. Busca así gozar la vida, ser totalmente libre porque no se rige por ninguna moral que le haya sido transmitida. Piensa que así es radicalmente libre, viviendo para sí mismo y por sí mismo. Es una opción por la propia y total autonomía. En el fondo, busca la vida en la vida disoluta.
El Padre, que conoce muy bien a su hijo, no opone ninguna resistencia, no se niega a darle la parte que todavía no le corresponde. No trata de impedirlo ni manda a nadie a buscarlo y hacerlo volver. El Padre, que conoce al ser humano, respeta totalmente su libertad. Deja que peque y sabe que, en consecuencia, sufrirá. Permite que su hijo haga una experiencia profunda del pecado para que descubra que la vida no está donde la busca, que la libertad no consiste en vivir “como un cerdo”, que la felicidad no la da el pecado. No; el pecado no da lo que promete, es un engaño. Y esos “amigos” de su vida lejos del Padre no son verdaderos. Son amigos de su dinero. Nada más.
El pecado se muestra como una liberación de Dios, como una rebelión contra su voluntad que es vista como contraria a la propia libertad. Por eso, lo primero que el pecador experimenta es la ausencia de Dios, el vacío interior y el acíbar espiritual. Progresivamente, además, va cayendo cada vez más bajo en su degradación. Porque el pecado posee un dinamismo descendente que devasta el mediodía del hombre ajando su juventud, insensibilizando y endureciendo su corazón.
En la parábola, la catástrofe personal es agravada por una catástrofe natural y social. La sequía, el hambre, la carestía económica, el paro, la pobreza. El hijo menor queda reducido a la total indigencia y a la dependencia del egoísmo de los demás. Quien se aleja de Dios, experimentará el hambre, sobre todo, del corazón. Porque no sólo de pan vive el hombre. No podemos vivir verdaderamente una vida humana sin Dios. Sin Dios no se está bien. Porque nos creó para él. Nos ha creado su Amor y sólo el Amor nos puede salvar.
El pecador, sin Dios, termina solo y perdido, abandonado en medio del mundo indiferente. Experimenta la desorientación y su mente se oscurece. Al final, termina viviendo como un “cerdo”, el animal impuro por antonomasia para un israelita. Vive entre cerdos, como como un cerdo, “es” como un cerdo. Más abajo no se puede caer. Es la ruina total. Lo ha perdido todo y, sobre todo, parece que ya no es la “imagen de Dios” que define lo más profundo de su ser: su dignidad. Ya no es un hombre libro, sino un esclavo de su pecado.
Dice la parábola que fue entonces, cuando se vio totalmente corrompido y degrado cuando, en un rapto de tristeza, “entró en sí”: no vale la pena. Era la última oportunidad, el debilísimo soplo del recuerdo del antiguo amor de la “casa del Padre” y la profundísima amargura en el vacío de su alma. Quedaba apenas un pábilo vacilante, era como una caña a punto de quebrarse. Pero bastaba para el inicio de la conversión, de ese hablar consigo mismo, en su inmensa soledad, y decirse su “verdad”: ¡Me muero de hambre! ¡Volveré!” Hay que ser valiente. Hay que vencerse a sí mismo. Ese orgullo… Pero es la última y la única posibilidad. Le ayudó el recuerdo. Quien una vez ha visto la luz, quien una vez ha experimentado la alegría, no lo olvida jamás y lo desea siempre. Y sabe, porque lo sabe, que Dios no le rechazará. ¡Hazme volver, y volveré! Quizá necesite una pequeña caricia materna, una mano suave que invita, una mirada que no reprocha, ni juzga, ni condena…
Y el hijo menor se levantó y volvió a casa. No sólo hay una conversión interior. Es necesaria una conversión también exterior, desandar el camino andado del alejamiento. Es un “camino” de conversión, un proceso de todo el ser, un cambio en la forma de vivir, de pensar, de actuar, de sentir. Nadie cambia si no descubre él mismo que necesita cambiar. Tampoco nadie cambia por decreto, de la noche a la mañana. Necesita tiempo. Necesita caminar, recorrer etapas, de baluarte en baluarte, hasta llegar al monte del gozo, cuando, todavía lejos, se produzca el encuentro y el abrazo.
Según la parábola, el Padre no permanece en actitud solemne esperando que el hijo se arrastre hasta Él. Las entrañas del Padre se conmovieron al ver en la lejanía al hijo menor, agotado, andrajoso y destrozado por la vida. Sin reparar en su propia “dignidad” y perdiendo toda compostura, echa a correr hacia su hijo menor, sin ascos a su impureza, lo abraza y lo besa. Le evita la humillación de contar el discurso que había preparado: ¡no soy digno!
El hijo menor comienza a hacer la confesión. Pero el Padre no necesita oírla. Le basta con verlo ahí, ante él. Y pide, premuroso: ¡Ponedle el traje de fiesta, y un anillo en su mano, y sandalias en sus pies! ¡Devolvedle su dignidad de hijo! Este que ahora va vestido de blanca vestidura es el que viene de la gran tribulación. El Padre lo recrea desde dentro, en lo más profundo de su ser, en su dignidad. Y lo hace entrar en el gozo del Señor, en la perfecta alegría. El vestido mejor significa la dignidad recobrada. El anillo en el dedo le restablece como hijo y, si hijo, también heredero. Las sandalias muestran su nobleza.
E hicieron una fiesta propia de un príncipe. El ternero cebado (símbolo de Jesucristo), guardado para una ocasión importante, es sacrificado “porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado”. Cuando un pecador se convierte hay más alegría que por noventa y nueve santos que no necesiten convertirse. Una alegría que demuestra la soberanía absoluta de Dios, su inmensa majestad, la sobreabundancia de su Amor y su Bondad Infinita. Es Dios y no hombre. Es tres veces Santo.
Aparece entonces el hijo mayor. No estaba en la casa del Padre cuando volvió su hermano. Estaba cumpliendo fielmente los mandatos del Padre. Es la imagen misma del fariseo pluscuamperfecto. Y se indigna. Sí, se indigna contra el Padre. Porque hay un objetivo agravio comparativo entre su sacrificado quehacer y el crápula de su hermano. Él no sabe nada ni quiere saber lo que le ha pasado ni por qué ha vuelto. Sólo ve una injustica respecto a él. Y reivindica su derecho a ser premiado. ¡Él, no su hermano! ¡Nunca he desobedecido una orden tuya! ¡A mí nunca me has dado ni un cabrito!
El hijo mayor enumera sus muchos méritos, que nadie puede negarle. Ahí están: obediencia, trabajo, constancia, estricta observancia. ¿Quién puede negar que es un hombre perfecto? La lógica objetiva, la lógica normativa, la lógica puritana, no tiene desperdicio. Todo parece indicar que tiene toda la razón. Y sí, tendrá razón, pero no tiene corazón. Le falta la lógica del Amor, la lógica del Padre, la lógica divina.
El hijo mayor está tan lejos del Padre como lo estaba el hijo menor. Porque no amaba al Padre, porque su corazón no era como el del Padre. El hijo mayor se buscaba a sí mismo en sus méritos, en sus cumplimientos, en sus muchos quehaceres. Estaba tan ocupado que no tenía tiempo para amar. No amaba a Dios ni al hermano. Y ahora se descubría lleno de envidia, de ira y de resentimiento contra todos.
Se negó a entrar. Por eso, el Padre también tuvo que salir en busca de ese hijo mayor, en busca de ese fariseo insensible y ciego para la misericordia. Ciego porque es muy difícil que vea que también él está muerto y perdido. Todos dicen que es un “modelo”. Sólo cuando vuelve su “hermano menor” se destapa y muestra su interior: el orgullo, la soberbia, la ira, la rivalidad, la envidia, la dureza de corazón. ¡Y creía que no tenía pecados! Acusa al hermano porque “se ha comido tus bienes con malas mujeres”. Pero son más graves los pecados contra la caridad que los pecados contra la castidad.
Había un escándalo, sí. Pero era el escándalo del Amor del Padre. ¡Dichoso el que no se escandalice de ese Amor! Hoy, sobre todo hoy, descubrimos cuánto fariseo cristiano o ateo anda por el mundo, que juzgan y condenan al prójimo por sus pecados, ciertos, pero se olvidan de lo más importante: la misericordia. Y se olvidan de que el que esté sin pecado que tire la primera piedra.
El hijo mayor fariseo dice expresivamente: “ese hijo tuyo”. Hay aquí un desprecio poco disimulado. Esta parábola recuerda aquella otra del fariseo y el publicano que fueron al Templo. El fariseo le decía a Dios: “Yo no soy como ese”. Y enumeraba sus méritos. Por eso, salió de allí como entró: rebosante de soberbia. El publicano salió justificado.
El Amor del Padre no es injusto ni hace acepción de personas, como pudiera parecer. Porque también salió a buscar a ese hermano mayor. Y le habla al corazón: ¡Hijo! También desea ardientemente que ese hijo mayor entre en el gozo de la casa del Padre y se convierta y se alegre. En las palabras que el Padre le dirige se manifiesta toda la ternura hacia él y la invitación a cambiar ese corazón de piedra por un corazón de carne.
Al reproche “¡ese hijo tuyo!” le responde con un “¡ese hermano tuyo!” Quiere que descubra que Dios nos excluye a nadie y quiere que descubra que también él está hecho, en el fondo, de la misma pasta o del mismo “barro” que su hermano. Quiere que entre en la lógica divina del Amor y deseche para siempre la coraza y la máscara que, en realidad, tanto daño le hace y no le deja ser feliz ni hacer felices a los demás. ¡Siempre quejándose!
Pero si tú te hubieras visto en sus circunstancias, quién sabe lo que habrías hecho, cómo habrías vivido, hasta dónde hubieras llegado. ¡”Ese hermano tuyo…”! estaba perdido, lo hemos encontrado. Estaba muerto…, y ha vuelto a la vida.
¿Quién es bueno, sino sólo Dios? Entremos en la casa del Padre y derribemos el muro de odio que nos separa a unos de otros. Hagamos fiesta y saltemos de gozo, porque el Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres.
viernes, 29 de marzo de 2019
Orar con el Salmo del Día
R/. Yo soy el Señor, Dios tuyo: escucha mi voz
V/. Oigo un lenguaje desconocido:
«Retiré sus hombros de la carga,
y sus manos dejaron la espuerta.
Clamaste en la aflicción, y te libré.
V/. Te respondí oculto entre los truenos,
te puse a prueba junto a la fuente de Meribá.
Escucha, pueblo mío, doy testimonio contra ti;
¡ojalá me escuchases, Israel!
V/. No tendrás un dios extraño,
no adorarás un dios extranjero;
yo soy el Señor, Dios tuyo,
que te saqué del país de Egipto.
V/. ¡Ojalá me escuchase mi pueblo
y caminase Israel por mi camino!
Los alimentaría con flor de harina,
los saciaría con miel silvestre».
jueves, 28 de marzo de 2019
Carta semanal del Sr. Arzobispo
La vida, un sí en labios de mujer
Desde pequeños aprendemos a decir “sí” y a decir “no”. Supone todo un aprendizaje complejo, porque no son solamente un par de palabras más que incluimos en nuestro pobre vocabulario según vamos aprendiendo a hablar, sino que tras estos dos adverbios de afirmación o de negación en castellano, hay una postura por la que ponemos en juego nuestra libertad.
Decimos “sí” para afirmar, reafirmar, aceptar, indicar nuestra presencia. Decimos “no” justo para todo lo contrario: negar, renegar, rechazar, desinhibirnos. Así de rico es el lenguaje con sus gamas de matices.
Nuestra vida está tejida y bordada por el empleo de estos dos adverbios. Y bien se podría contar un buen relato biográfico personal, al hilo de lo que hemos afirmado con nuestros síes, o lo que hemos negado pronunciando nuestros noes. Es aquí donde se dibuja en el fondo quien es cada uno: a qué o a quién hemos dado nuestra adhesión hasta el abrazo, y a qué o a quién hemos dado nuestro rechazo hasta la exclusión. Porque somos una narración viva de lo que nuestra libertad ha decidido detrás de cada sí y de cada no.
Nuestras opciones políticas,
nuestros afectos y amores, nuestras
creencias espirituales, nuestras aficiones culturales y deportivas…
todo tiene en su punto de partida y
en su mismo itinerario el sí o el no
de nuestra libertad que así decide quienes somos, con quien lo
somos, para qué, dónde y cuándo.
La Biblia relata el “no” original,
en esa escena literariamente oriental y arcaica, en la que una mujer
rechazó junto a su compañero al
que había venido a ayudar, el proyecto que Dios mismo había escrito para ambos. Aquel “no”, como
todos los noes humanos, tuvo consecuencias: de pronto Dios se hizo
rival, el prójimo se hizo extraño
y la misma vida se tornó esquiva
teniéndola que trabajar con sudor
o con dolor parirla. Así describe el
Génesis aquel “no” de la pareja inicial, Eva y Adán.
Pero hubo otro momento en el que se volvió a plantear el dilema ante una propuesta que tenía por escribano al mismo Dios. En este caso, la respuesta que pronunció otra mujer fue afirmativa. “Sí” dijo María, aquella joven doncella casamentera del pueblecito de Nazareth. El sí no se lo dio a José, su prometido, sino nada menos que a Dios para llegar a ser según Él le propuso, la madre del Hijo de Dios, el Mesías esperado en Israel. María respondió al mensajero, el arcángel san Gabriel: “Hágase en mí como tu palabra me ha dicho”. Y aquella palabra divina se hizo ternura de mujer, concibiendo en sus entrañas puras por el favor milagroso de su Creador. “Hágase”, es también el sí del mismo Dios cuando hizo todas las cosas. Por María las cosas pudieron volver a nacer. Porque es lo que Jesús que de ella nació por obra del Espíritu Santo nos regala: un modo nuevo de ver la vida, de abrazar las cosas, de amarlas, de gozarlas o sufrirlas, de cuidarlas y compartirlas.
Decimos sí a la vida, sea cual sea su momento y su expresión: desde la más tierna del embrión humano apenas concebido en el seno de su madre, hasta la más gastada, enferma y envejecida sean cuales sean sus años, y la que está en medio de ambos escenarios cada vez que necesita del cariño, la atención, el cuidado, la defensa de cuanto la puede poner en peligro o bajo escarnio. Toda la vida nos interesa. Alabado sea el Señor.
En esta semana los cristianos hemos celebrado una festividad con agradecimiento conmovido por ese sí especial que pronunció una mujer en el quicio de la historia humana. De él ha dependido todo lo precedente y lo que ha venido después. Bendito “sí” el de María, que a diario posibilita que pronunciemos el nuestro ante Dios, ante los hermanos y ante la historia que nos contempla y juntos edificamos.
+ Jesús Sanz Montes O. F. M.
Arzobispo de Oviedo
miércoles, 27 de marzo de 2019
Necrológica
Falleció el sacerdote diocesano Rvdo. Sr. D. Francisco Gutiérrez Llamas
Nació en Ujo (Mieres) el 8 de diciembre de 1928
Realizó sus estudios Eclesiásticos en el Seminario Diocesano de Oviedo y fue ordenado presbítero el día 7 de Junio de 1952 por el entonces obispo de
Oviedo, Monseñor Francisco Javier Lauzurica y Torralba.
Sus encomiendas pastorales fueron:
Sus encomiendas pastorales fueron:
Coadjutor en San Martín de Turón - Mieres (1952-1959)
Ecónomo de Nuestra Señora de las Nieves de Caborana - Aller (1959-1961)
Párroco de Nuestra Señora de las Nieves de Caborana - Aller (1961-2007)
En el año 2007 dada su delicada salud, pasa a la situación de jubilado fijando su residencia en la Casa Sacerdotal Diocesana de Oviedo donde vivió sus últimos años.
Falleció este martes, 26 de Marzo, en la enfermería de la Casa Sacerdotal.
El funeral por su eterno descanso tendrá lugar el jueves 28, a las 10 de la mañana, en la Casa Sacerdotal, presidido por el Arzobispo de Oviedo, Mons. Jesús Sanz.
A continuación se procederá al traslado a la iglesia parroquial de Caborana (Aller) en la que a las 12'30 horas tendrá lugar otro funeral, recibiendo cristiana sepultura en el cementerio municipal de Moreda.
Falleció este martes, 26 de Marzo, en la enfermería de la Casa Sacerdotal.
El funeral por su eterno descanso tendrá lugar el jueves 28, a las 10 de la mañana, en la Casa Sacerdotal, presidido por el Arzobispo de Oviedo, Mons. Jesús Sanz.
A continuación se procederá al traslado a la iglesia parroquial de Caborana (Aller) en la que a las 12'30 horas tendrá lugar otro funeral, recibiendo cristiana sepultura en el cementerio municipal de Moreda.
D. E. P.
martes, 26 de marzo de 2019
El Papa visita el Santuario de Loreto
(Cope/InfoCatólica) El Papa Francisco agradeció la bienvenida a Mons. Fabio Dal Cin, a los frailes capuchinos, las autoridades y todos los fieles. Subrayó que el santuario posee una identidad particular, es un «lugar privilegiado para contemplar el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios. Aquí, de hecho, se conservan los muros que, según la tradición, proceden de Nazaret, donde la Santísima Virgen dijo su «sí», convirtiéndose en la madre de Jesús».
Francisco afirmó que viene como peregrino a este lugar, al igual que otros muchos. Así lo ha afirmado: «Yo también estoy entre ellos hoy, y doy gracias a Dios que me lo ha concedido precisamente en la fiesta de la Anunciación».
Loreto al servicio de la familia y de los enfermos
El Santo Padre ha afirmado que «la Casa de María es también el hogar de la familia. En la delicada situación del mundo de hoy, la familia fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer asume una importancia y una misión esenciales».
Y ha proseguido: «El hogar y la familia son el primer cuidado de la persona enferma para amarla, apoyarla, animarla y cuidarla. Por eso el santuario de la Santa Casa es el símbolo de todo hogar acogedor y santuario para los enfermos».
Finalmente, el Papa remarcó la vocación mariana del Santuario: llevar el Evangelio de la paz y de la vida a nuestros contemporáneos, a menudo distraídos, tomados por intereses terrenales o inmersos en una atmósfera de aridez espiritual. Necesitamos gente sencilla y sabia, humilde y valiente, pobre y generosa. En definitiva, personas que, en la escuela de María, aceptan el Evangelio sin reservas en su vida.
El Papa se despidió invocando a la Virgen María: «Que María, la fuente de todo consuelo, traiga ayuda y consuelo a todos los que se encuentran en la prueba». Seguidamente, ha rezado con la comunidad el Ángelus.
Anunciación: escucha, discernimiento, decisión
Para el Papa, en la Anunciación aparece la dinámica de la vocación, que se muestra en los tres momentos que marcaron el sínodo: el primero es la escucha. «La llamada a la fe y a un camino coherente de vida cristiana o de especial consagración es una discreta, pero fuerte irrupción de Dios en la vida de un joven, para ofrecerle su amor como don. Necesitamos estar preparados y dispuestos a escuchar y acoger la voz de Dios, que no se reconoce en el ruido y la agitación».
El segundo momento de toda vocación es el discernimiento. El Papa afirma que «esta es la actitud propia del discípulo: toda colaboración humana en la iniciativa gratuita de Dios debe estar inspirada en la profundización de las propias capacidades y actitudes, unida a la conciencia de que es siempre Dios quien da, quien actúa; así también la pobreza y la pequeñez de aquellos a quienes el Señor llama a seguirlo en el camino del Evangelio se transforma en la riqueza de la manifestación del Señor y en la fuerza del Omnipotente».
El Papa Francisco afirma que la decisión es el tercer paso que caracteriza toda vocación cristiana: «Es el «sí» de la plena confianza y de la total disponibilidad a la voluntad de Dios. María es el modelo de toda vocación y la inspiradora de toda pastoral vocacional».
La Casa Santa, un lugar para silencio, oración y para los jóvenes
En su discurso, el Papa describió la Casa Santa como «oasis de silencio y piedad, muchos vienen, de Italia y de todas partes del mundo, para sacar fuerzas y esperanza. Pienso en particular en los jóvenes, las familias y los enfermos«.
La Santa Casa es el hogar de los jóvenes, porque aquí la Virgen María, la joven llena de gracia, sigue hablando a las nuevas generaciones, acompañando a cada uno en la búsqueda de su propia vocación. Por eso ha querido firmar aquí la Exhortación Apostólica »Christus vivit - Cristo vive« , fruto del Sínodo dedicado a los jóvenes.
Loreto, lugar al servicio de la pastoral vocacional
El Papa ha insistido en la identidad de este lugar: «Pienso en Loreto como un lugar privilegiado donde los jóvenes pueden venir en busca de su vocación, a la escuela de María! Un polo espiritual al servicio de la pastoral vocacional. Espero, por tanto, que el Centro »Juan Pablo II sea relanzado al servicio de la Iglesia en Italia y a nivel internacional».
Francisco ha subrayado la importancia de este lugar como lugar de encuentro: «El Santuario de la Santa Casa de Loreto, también por su situación geográfica en el centro de la península, se presta a convertirse, para la Iglesia que se encuentra en Italia, en un lugar de propuesta para la continuación de los encuentros mundiales de jóvenes y de la familia».
Christus vivit, el 2 de abril
La exhortación post-sinodal Cristus vivit que ha firmado hoy el papa Francisco se hará pública el próximo 2 de abril, tal y como ha informado la Oficina de Prensa de la Santa Sede
Francisco afirmó que viene como peregrino a este lugar, al igual que otros muchos. Así lo ha afirmado: «Yo también estoy entre ellos hoy, y doy gracias a Dios que me lo ha concedido precisamente en la fiesta de la Anunciación».
Loreto al servicio de la familia y de los enfermos
El Santo Padre ha afirmado que «la Casa de María es también el hogar de la familia. En la delicada situación del mundo de hoy, la familia fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer asume una importancia y una misión esenciales».
Y ha proseguido: «El hogar y la familia son el primer cuidado de la persona enferma para amarla, apoyarla, animarla y cuidarla. Por eso el santuario de la Santa Casa es el símbolo de todo hogar acogedor y santuario para los enfermos».
Finalmente, el Papa remarcó la vocación mariana del Santuario: llevar el Evangelio de la paz y de la vida a nuestros contemporáneos, a menudo distraídos, tomados por intereses terrenales o inmersos en una atmósfera de aridez espiritual. Necesitamos gente sencilla y sabia, humilde y valiente, pobre y generosa. En definitiva, personas que, en la escuela de María, aceptan el Evangelio sin reservas en su vida.
El Papa se despidió invocando a la Virgen María: «Que María, la fuente de todo consuelo, traiga ayuda y consuelo a todos los que se encuentran en la prueba». Seguidamente, ha rezado con la comunidad el Ángelus.
Anunciación: escucha, discernimiento, decisión
Para el Papa, en la Anunciación aparece la dinámica de la vocación, que se muestra en los tres momentos que marcaron el sínodo: el primero es la escucha. «La llamada a la fe y a un camino coherente de vida cristiana o de especial consagración es una discreta, pero fuerte irrupción de Dios en la vida de un joven, para ofrecerle su amor como don. Necesitamos estar preparados y dispuestos a escuchar y acoger la voz de Dios, que no se reconoce en el ruido y la agitación».
El segundo momento de toda vocación es el discernimiento. El Papa afirma que «esta es la actitud propia del discípulo: toda colaboración humana en la iniciativa gratuita de Dios debe estar inspirada en la profundización de las propias capacidades y actitudes, unida a la conciencia de que es siempre Dios quien da, quien actúa; así también la pobreza y la pequeñez de aquellos a quienes el Señor llama a seguirlo en el camino del Evangelio se transforma en la riqueza de la manifestación del Señor y en la fuerza del Omnipotente».
El Papa Francisco afirma que la decisión es el tercer paso que caracteriza toda vocación cristiana: «Es el «sí» de la plena confianza y de la total disponibilidad a la voluntad de Dios. María es el modelo de toda vocación y la inspiradora de toda pastoral vocacional».
La Casa Santa, un lugar para silencio, oración y para los jóvenes
En su discurso, el Papa describió la Casa Santa como «oasis de silencio y piedad, muchos vienen, de Italia y de todas partes del mundo, para sacar fuerzas y esperanza. Pienso en particular en los jóvenes, las familias y los enfermos«.
La Santa Casa es el hogar de los jóvenes, porque aquí la Virgen María, la joven llena de gracia, sigue hablando a las nuevas generaciones, acompañando a cada uno en la búsqueda de su propia vocación. Por eso ha querido firmar aquí la Exhortación Apostólica »Christus vivit - Cristo vive« , fruto del Sínodo dedicado a los jóvenes.
Loreto, lugar al servicio de la pastoral vocacional
El Papa ha insistido en la identidad de este lugar: «Pienso en Loreto como un lugar privilegiado donde los jóvenes pueden venir en busca de su vocación, a la escuela de María! Un polo espiritual al servicio de la pastoral vocacional. Espero, por tanto, que el Centro »Juan Pablo II sea relanzado al servicio de la Iglesia en Italia y a nivel internacional».
Francisco ha subrayado la importancia de este lugar como lugar de encuentro: «El Santuario de la Santa Casa de Loreto, también por su situación geográfica en el centro de la península, se presta a convertirse, para la Iglesia que se encuentra en Italia, en un lugar de propuesta para la continuación de los encuentros mundiales de jóvenes y de la familia».
Christus vivit, el 2 de abril
La exhortación post-sinodal Cristus vivit que ha firmado hoy el papa Francisco se hará pública el próximo 2 de abril, tal y como ha informado la Oficina de Prensa de la Santa Sede
lunes, 25 de marzo de 2019
Santoral del Día: La Anunciación del Señor
(archimadrid.org) La última fase de toda la apoteosis salvadora comenzó en Nazaret. Hubo intervenciones angélicas y sencillez asombrosa. Era la virgen o pártenos del Isaías viejo la destinataria del mensaje. Todo acabó en consuelo esperanzador para la humanidad que seguía en sus despistes crónicos e incurables. Los anawin tuvieron razones para hacer fiesta y dejarse por un día de ayunos; se había entrado en la recta final.
La iconografía de la Anunciación es, por copiosa, innumerable: Tanto pintores del Renacimiento como el veneciano Pennacchi la ponen en silla de oro y vestida de seda y brocado, dejando al pueblo en difusa lontananza. Gabriel suele aparecer con alas extendidas y también con frecuencia está presente el búcaro con azucenas, símbolo de pureza. Devotas y finas quedaron las pinturas del Giotto y Fra Angélico, de Leonardo da Vinci, de fray Lippi, de Cosa, de Sandro Botticelli, de Ferrer Bassa, de Van Eyck, de Matthias Grünewald y de tantos más.
Pero probablemente solo había gallinas picoteando al sol y grito de chiquillos juguetones, estancia oscura o patio quizá con un brocal de pozo; quién sabe si, ajeno a la escena, estaba un perro tumbado a la sombra o un gato disfrutaba con su aseo individual; solo dice el texto bíblico que «el ángel entró donde ella estaba».
Debió de narrar la escena la misma María a san Lucas –el evangelista que la refiere– en momento de intimidad.
Así fue como lo dijo Gabriel: «Salve, llena de gracia, el Señor es contigo». Aquel doncel refulgente, hecho de claridad celeste, debió de conmoverla; por eso intervino «No temas, María, porque has hallado gracia ante Dios; concebirás en tu seno y darás a luz un Hijo a quien pondrás por nombre Jesús. Este será grande: se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará por los siglos sobre la casa de Jacob y su reino no tendrá fin». La objeción la puso María con toda claridad: «¿Cómo será esto, pues no conozco varón?». No hacía falta que se entendiera todo; solo era precisa la disposición interior. «El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el que nacerá será llamado santo, Hijo de Dios».
Luego vino la comunicación del milagro operado en la anciana y estéril Isabel que gesta en su sexto mes, porque «para Dios ninguna cosa es imposible».
Fiesta de Jesús que se encarnó –que no es ponerse rojo, sino que tomó carne y alma de hombre–; el Verbo eterno entró en ese momento histórico y en ese lugar geográfico determinado, ocultando su inmensidad.
Fiesta de la Virgen, que fue la que dijo «Hágase en mí según tu palabra». El «sí» de Santa María al irrepetible prodigio trascendental que depende de su aceptación, porque Dios no quiere hacerse hombre sin que su madre humana acepte libremente la maternidad.
Fiesta de los hombres por la solución del problema mayor. La humanidad, tan habituada a la larguísima serie de claudicaciones, cobardías, blasfemias, suciedad, idolatría, pecado y lodo donde se suelen revolcar los hombres, esperaba anhelante el aplastamiento de la cabeza de la serpiente.
Los retazos esperanzados de los profetas en la lenta y secular espera habían dejado de ser promesa y olían ya a cumplimiento al concebir del Espíritu Santo, justo nueve meses antes de la Navidad.
¡Cómo no! Cada uno puede poner imaginación en la escena narrada y contemplarla a su gusto; así lo hicieron los artistas que las plasmaron con arte, según les pareció.
La iconografía de la Anunciación es, por copiosa, innumerable: Tanto pintores del Renacimiento como el veneciano Pennacchi la ponen en silla de oro y vestida de seda y brocado, dejando al pueblo en difusa lontananza. Gabriel suele aparecer con alas extendidas y también con frecuencia está presente el búcaro con azucenas, símbolo de pureza. Devotas y finas quedaron las pinturas del Giotto y Fra Angélico, de Leonardo da Vinci, de fray Lippi, de Cosa, de Sandro Botticelli, de Ferrer Bassa, de Van Eyck, de Matthias Grünewald y de tantos más.
Pero probablemente solo había gallinas picoteando al sol y grito de chiquillos juguetones, estancia oscura o patio quizá con un brocal de pozo; quién sabe si, ajeno a la escena, estaba un perro tumbado a la sombra o un gato disfrutaba con su aseo individual; solo dice el texto bíblico que «el ángel entró donde ella estaba».
Debió de narrar la escena la misma María a san Lucas –el evangelista que la refiere– en momento de intimidad.
Así fue como lo dijo Gabriel: «Salve, llena de gracia, el Señor es contigo». Aquel doncel refulgente, hecho de claridad celeste, debió de conmoverla; por eso intervino «No temas, María, porque has hallado gracia ante Dios; concebirás en tu seno y darás a luz un Hijo a quien pondrás por nombre Jesús. Este será grande: se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará por los siglos sobre la casa de Jacob y su reino no tendrá fin». La objeción la puso María con toda claridad: «¿Cómo será esto, pues no conozco varón?». No hacía falta que se entendiera todo; solo era precisa la disposición interior. «El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el que nacerá será llamado santo, Hijo de Dios».
Luego vino la comunicación del milagro operado en la anciana y estéril Isabel que gesta en su sexto mes, porque «para Dios ninguna cosa es imposible».
Fiesta de Jesús que se encarnó –que no es ponerse rojo, sino que tomó carne y alma de hombre–; el Verbo eterno entró en ese momento histórico y en ese lugar geográfico determinado, ocultando su inmensidad.
Fiesta de la Virgen, que fue la que dijo «Hágase en mí según tu palabra». El «sí» de Santa María al irrepetible prodigio trascendental que depende de su aceptación, porque Dios no quiere hacerse hombre sin que su madre humana acepte libremente la maternidad.
Fiesta de los hombres por la solución del problema mayor. La humanidad, tan habituada a la larguísima serie de claudicaciones, cobardías, blasfemias, suciedad, idolatría, pecado y lodo donde se suelen revolcar los hombres, esperaba anhelante el aplastamiento de la cabeza de la serpiente.
Los retazos esperanzados de los profetas en la lenta y secular espera habían dejado de ser promesa y olían ya a cumplimiento al concebir del Espíritu Santo, justo nueve meses antes de la Navidad.
¡Cómo no! Cada uno puede poner imaginación en la escena narrada y contemplarla a su gusto; así lo hicieron los artistas que las plasmaron con arte, según les pareció.
domingo, 24 de marzo de 2019
Reflexión a la Palabra. Por José Antonio González Montoto
(SedSantos.eu) Hoy, III Domingo de Cuaresma, el Señor nos invita a la conversión, es decir, a crecer en nuestra vocación a la santidad, a configurarnos con Cristo, el Hijo amado, a quien debemos escuchar, como veíamos el domingo pasado.
La Cuaresma es un tiempo fuerte para madurar en el amor. Tenemos cuarenta días para esta peregrinación hasta la montaña de la Pascua. Con la oración, el ayuno y la limosna, vamos purificando nuestro corazón para que la pereza, la comodidad, la lujuria, la envidia, la gula, la avaricia, la ira y la soberbia no dominen nuestra vida práctica y nos frenen en nuestro esfuerzo por ser fieles. El Señor nos conoce y sabe de qué pie cojeamos. Por esta razón debemos cuidar nuestro corazón para hacerle dócil a la Palabra que Dios nos dirige.
En la primera lectura de hoy, del libro del Éxodo, Moisés tiene una fuerte experiencia de Dios: una zarza arde sin consumirse y llama la atención de nuestro héroe: “Voy a acercarme a mirar ese espectáculo admirable”. Necesita descalzarse para acercarse al Santo y escucha una voz que le desconcierta: “Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob. He visto la opresión de mi pueblo. Voy a bajar a liberarlos. Voy a llevarles a una tierra que mana leche y miel”. Para esta empresa liberadora Dios cuenta con Moisés. Y le manifiesta su nombre: ”Yo soy”, me envía a vosotros. Dios no permite la injusticia y la explotación. El clamor del pueblo oprimido ha llegado hasta Él y ha decidido actuar para salvarlo.
La historia entera de la humanidad es un proceso de liberación de las fuerzas que nos esclavizan, de la tiranía y del odio, de la violencia y de la incapacidad de reconocer la dignidad de cada hombre y mujer, de la “cultura de la muerte” que elimina a los ancianos porque no son productivos y a los concebidos a quienes no se les deja nacer por el egoísmo de quienes los engendraron. El clamor de tantos inocentes llega hasta Dios que no puede tolerar tamaña injusticia.
Sin embargo, a pesar de esta liberación de la esclavitud de Egipto el pueblo no siempre cumplió los mandamientos de su Dios: “pero la mayoría de ellos no agradaron a Dios, pues sus cuerpos quedaron tendidos por el desierto”. Hay que aprender de la historia para no repetir los errores del pasado, porque san Pablo explica a la comunidad de Corinto que: “Todo esto les sucedía como un ejemplo: y fue escrito para escarmiento nuestro”. Siempre estamos aprendiendo, siempre podemos iniciar nuestro camino de conversión, si olvidamos quién nos ha salvado de nuestros opresores.
En el santo Evangelio presentan a Jesús dos acontecimientos de muerte acontecidos en su entorno: la ejecución de unos galileos por parte de Pilato y los dieciocho aplastados al caérseles encima la torre de Siloé. No murieron por ser más pecadores que los demás, sino para que todos sepan estar preparados, cuando les sorprenda la muerte, o cualquier desgracia. Lo que cuenta es poder presentar ante Dios una conducta digna.
El ejemplo de la higuera que lleva ya tiempo sin dar fruto y que está a punto de ser cortada por su esterilidad es una llamada a cada uno de nosotros: si en este momento Dios te llama, ¿qué puedes ofrecerle de tu compromiso a dar frutos de santidad y de justicia, de defender y cuidar la vida y del servicio a los más pobres: enfermos, inmigrantes, personas sin techo y sin trabajo? El Señor siempre espera, porque tiene paciencia con nosotros, pero ahí está su palabra exigente: “Si no os convertís, todos pereceréis lo mismo”.
Evangelio Domingo III de Cuaresma
Lectura del santo evangelio según san Lucas
(13,1-9):
En una ocasión, se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos cuya sangre vertió Pilato con la de los sacrificios que ofrecían.
Jesús les contestó: «¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron así? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera.»
Y les dijo esta parábola: «Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: "Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?" Pero el viñador contestó: "Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas".»
Palabra del Señor
sábado, 23 de marzo de 2019
''Si me pasa algo, tenéis que perdonar''. Por Manuel Robles Freire
Relato cronológico de una mañana histórica en la Catedral
El sol de marzo se paseaba por Oviedo sin prisa, con suavidad, en la mañana del pasado sábado, 9 de marzo. Las campanas de la Catedral invitan a una alegría serena, porque intuyen algo diferente. Esta Catedral lleva siglos observando a la gente, es una y diferente a través de los siglos, también es distinta en las diversas horas del día, y brilla especialmente, porque se ha ido preparando para acoger a estos jóvenes seminaristas que ''se mantuvieron fieles'' a Cristo.
Yo me uní a este acontecimiento con mi pequeña libreta de bolsillo, igual que la que llevaba Azorín, escritor y periodista, y fui anotando lo que me pareció interesante. Y en mi libreta quedaron anotadas cosas como éstas.
-10:30 horas. La gente llena la catedral, puede haber cerca de dos mil personas, y unos 150 sacerdotes que están a ambos lados del crucero, esperando que comience la celebración. Y se respira esa paz y serenidad, que uno encuentra en las viejas catedrales católicas. La Catedral está limpia, impecable, como una patena, llena de luz y de ese murmullo que provoca el encuentro de gente que se quiere, pero que no se ve con frecuencia.
-Veo al Cardenal Angelo Becciu. En la Capilla de Santa Eulalia, que hace de sacristía, habla con el Arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz ; al presidente de la Conferencia Episcopal, Monseñor Blázquez hablando con los obispos de la provincia eclesiástica, también con el Obispo de Orense, y el obispo auxiliar de Madrid, y el de Santiago de Compostela. Y al entrañable Don Atilano, obispo asturiano de Guadalajara, atendiendo y hablando con viejos amigos de Oviedo.
-11.00 horas, comienza la celebración. En primer lugar procesiona la cruz, luego los acólitos, después los obispos y finalmente, el Cardenal Becciu, diplomático, más bien bajito, recogido, concentrado, con su casulla morada, y un báculo como bandera de paz, con la imagen del buen pastor. La procesión se dirige hacia la sede del obispo, coronada por un hermoso retablo hispano - flamenco, que se hizo entre 1512 al 1531, y reproduce en veintitrés escenas policromadas de la vida de Jesucristo.
-Empieza la misa. El coro se lanza con el salmo 90 ''me invocará y lo escucharé''. Son voces masculinas y femeninas suaves, delicadas, con experiencia, que encienden el corazón de los asistentes. ''Esta celebración es un acontecimiento, el coro de la Catedral con su director Leoncio Diéguez lo hace muy bien'', oigo a alguien detrás de mi.
-Tengo delante el altar blanco, cuadrado, sobrio es como una expresión de sencillez en este tiempo de cuaresma. Adornado de laurel, para esta ocasión, pues es el signo de los vencedores. Y muy cerca del altar, en una columna roja, la caja dorada con las reliquias de los nueve seminaristas mártires.
-Se palpa el silencio que se corta y el clima de oración. Y continúa la celebración con el rito de la beatificación y sentados escuchamos el testimonio martirial de los nueve beatos, que hace el P. Fidel González, relator de la Positio de los mártires, y que se podría resumir en una frase del beato Sixto a sus padres. ''Si me pasa algo, teneis que perdonar''.
-A continuación veo la procesión de los seminaristas de Oviedo. Van las reliquias de los Beatos, mientras el coro canta ¿Quienes son y de donde han venido? Granos de trigo llegan al molino, racimos de uva al lagar. Y en la Catedral se respira un ambiente de serenidad y paz que lo invade todo.
-En la homilía, el Cardenal Becciu. Con un buen castellano, porque fue Nuncio en Cuba, aunque no puede evitar la cadencia de ser italiano, recuerda ''la llamada de Mateo para seguir a Jesús. También a esos jóvenes seminaristas que cumplieron muy bien su vida de seminario. Y que fueron victimas de la violencia , porque había que eliminar a la Iglesia y al clero católico. Y hace una llamada a la necesidad de la santidad de los sacerdotes, para evitar los sufrimientos por los que está pasando la Iglesia''.
-La eucaristía avanza con calma y piedad. Se nota en el aire el agradecimiento del pueblo de Dios, de los sacerdotes, porque estos jóvenes seminaristas están siendo reconocidos como mártires de la fe. Y se ve a la gente que ha venido de los cuatro puntos cardinales del Principado, serenamente emocionada.
-Comunión. El coro que dirige Leoncio Diéguez, con sus voces bien timbradas nos envuelve con su música y canta, ''El que medita la ley del Señor da fruto abundante''. Y es que ''uno de los vicios de este mundo nuestro es que echamos la culpa a los demás, a la sociedad, a la estructura, y nos olvidamos de ser más santos'', me dice un cura que tengo a mi lado.
-12:45 horas. Después de dar las gracias, el Arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz, al Cardenal Becciu, la misa ha terminado. Y se nota la alegría de los sacerdotes por esta celebración sencilla, llena de fe y bien preparada, porque se esperaba desde hace tiempo este acontecimiento. Y el domingo en Covadonga, a las doce, por el Arzobispo, Jesús Sanz, habrá una misa de acción de gracias para familiares y fieles, para que no olvidemos a estos seminaristas beatos que ''fueron testigos del amor y el perdón''.
-14:00 horas. Aperitivo en el Seminario Metropolitano, con el Cardenal Becciu, los obispos, sacerdotes, seminaristas y algunos familiares. Allí habría unas cuarenta personas. Seguidamente, la comida en el comedor del Seminario, con unas patatas con pescado, solomillo de carne y vino tinto de categoría. Y de postre, un helado y tarta dulce. Sin olvidar el café y un chupito de hierbas. Y por supuesto, el encuentro cordial de viejos amigos, que hace algún tiempo que no se ven.
-15:30 horas. Se va el Cardenal Becciu, también los obispos que han venido a la beatificación. Y hay en el comedor un poco de revuelo, ese revuelo que, en los teatros, precede al levantamiento del telón para dar comienzo al acto cuarto, el desenlace. Reproducir el desenlace sería muy largo, porque la mañana ha estado llena de mucha emoción. Pero el mejor resumen sería responder a la pregunta: ¿que hicieron de bueno estos seminaristas mártires? Algo concreto y sencillo que expuso el P. Fidel González, al hablar de uno de ellos, cuando se despidió a sus padres: ''si me pasa algo, teneis que perdonar''.
El sol de marzo se paseaba por Oviedo sin prisa, con suavidad, en la mañana del pasado sábado, 9 de marzo. Las campanas de la Catedral invitan a una alegría serena, porque intuyen algo diferente. Esta Catedral lleva siglos observando a la gente, es una y diferente a través de los siglos, también es distinta en las diversas horas del día, y brilla especialmente, porque se ha ido preparando para acoger a estos jóvenes seminaristas que ''se mantuvieron fieles'' a Cristo.
Yo me uní a este acontecimiento con mi pequeña libreta de bolsillo, igual que la que llevaba Azorín, escritor y periodista, y fui anotando lo que me pareció interesante. Y en mi libreta quedaron anotadas cosas como éstas.
-10:30 horas. La gente llena la catedral, puede haber cerca de dos mil personas, y unos 150 sacerdotes que están a ambos lados del crucero, esperando que comience la celebración. Y se respira esa paz y serenidad, que uno encuentra en las viejas catedrales católicas. La Catedral está limpia, impecable, como una patena, llena de luz y de ese murmullo que provoca el encuentro de gente que se quiere, pero que no se ve con frecuencia.
-Veo al Cardenal Angelo Becciu. En la Capilla de Santa Eulalia, que hace de sacristía, habla con el Arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz ; al presidente de la Conferencia Episcopal, Monseñor Blázquez hablando con los obispos de la provincia eclesiástica, también con el Obispo de Orense, y el obispo auxiliar de Madrid, y el de Santiago de Compostela. Y al entrañable Don Atilano, obispo asturiano de Guadalajara, atendiendo y hablando con viejos amigos de Oviedo.
-11.00 horas, comienza la celebración. En primer lugar procesiona la cruz, luego los acólitos, después los obispos y finalmente, el Cardenal Becciu, diplomático, más bien bajito, recogido, concentrado, con su casulla morada, y un báculo como bandera de paz, con la imagen del buen pastor. La procesión se dirige hacia la sede del obispo, coronada por un hermoso retablo hispano - flamenco, que se hizo entre 1512 al 1531, y reproduce en veintitrés escenas policromadas de la vida de Jesucristo.
-Empieza la misa. El coro se lanza con el salmo 90 ''me invocará y lo escucharé''. Son voces masculinas y femeninas suaves, delicadas, con experiencia, que encienden el corazón de los asistentes. ''Esta celebración es un acontecimiento, el coro de la Catedral con su director Leoncio Diéguez lo hace muy bien'', oigo a alguien detrás de mi.
-Tengo delante el altar blanco, cuadrado, sobrio es como una expresión de sencillez en este tiempo de cuaresma. Adornado de laurel, para esta ocasión, pues es el signo de los vencedores. Y muy cerca del altar, en una columna roja, la caja dorada con las reliquias de los nueve seminaristas mártires.
-Se palpa el silencio que se corta y el clima de oración. Y continúa la celebración con el rito de la beatificación y sentados escuchamos el testimonio martirial de los nueve beatos, que hace el P. Fidel González, relator de la Positio de los mártires, y que se podría resumir en una frase del beato Sixto a sus padres. ''Si me pasa algo, teneis que perdonar''.
-A continuación veo la procesión de los seminaristas de Oviedo. Van las reliquias de los Beatos, mientras el coro canta ¿Quienes son y de donde han venido? Granos de trigo llegan al molino, racimos de uva al lagar. Y en la Catedral se respira un ambiente de serenidad y paz que lo invade todo.
-En la homilía, el Cardenal Becciu. Con un buen castellano, porque fue Nuncio en Cuba, aunque no puede evitar la cadencia de ser italiano, recuerda ''la llamada de Mateo para seguir a Jesús. También a esos jóvenes seminaristas que cumplieron muy bien su vida de seminario. Y que fueron victimas de la violencia , porque había que eliminar a la Iglesia y al clero católico. Y hace una llamada a la necesidad de la santidad de los sacerdotes, para evitar los sufrimientos por los que está pasando la Iglesia''.
-La eucaristía avanza con calma y piedad. Se nota en el aire el agradecimiento del pueblo de Dios, de los sacerdotes, porque estos jóvenes seminaristas están siendo reconocidos como mártires de la fe. Y se ve a la gente que ha venido de los cuatro puntos cardinales del Principado, serenamente emocionada.
-Comunión. El coro que dirige Leoncio Diéguez, con sus voces bien timbradas nos envuelve con su música y canta, ''El que medita la ley del Señor da fruto abundante''. Y es que ''uno de los vicios de este mundo nuestro es que echamos la culpa a los demás, a la sociedad, a la estructura, y nos olvidamos de ser más santos'', me dice un cura que tengo a mi lado.
-12:45 horas. Después de dar las gracias, el Arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz, al Cardenal Becciu, la misa ha terminado. Y se nota la alegría de los sacerdotes por esta celebración sencilla, llena de fe y bien preparada, porque se esperaba desde hace tiempo este acontecimiento. Y el domingo en Covadonga, a las doce, por el Arzobispo, Jesús Sanz, habrá una misa de acción de gracias para familiares y fieles, para que no olvidemos a estos seminaristas beatos que ''fueron testigos del amor y el perdón''.
-14:00 horas. Aperitivo en el Seminario Metropolitano, con el Cardenal Becciu, los obispos, sacerdotes, seminaristas y algunos familiares. Allí habría unas cuarenta personas. Seguidamente, la comida en el comedor del Seminario, con unas patatas con pescado, solomillo de carne y vino tinto de categoría. Y de postre, un helado y tarta dulce. Sin olvidar el café y un chupito de hierbas. Y por supuesto, el encuentro cordial de viejos amigos, que hace algún tiempo que no se ven.
-15:30 horas. Se va el Cardenal Becciu, también los obispos que han venido a la beatificación. Y hay en el comedor un poco de revuelo, ese revuelo que, en los teatros, precede al levantamiento del telón para dar comienzo al acto cuarto, el desenlace. Reproducir el desenlace sería muy largo, porque la mañana ha estado llena de mucha emoción. Pero el mejor resumen sería responder a la pregunta: ¿que hicieron de bueno estos seminaristas mártires? Algo concreto y sencillo que expuso el P. Fidel González, al hablar de uno de ellos, cuando se despidió a sus padres: ''si me pasa algo, teneis que perdonar''.
Actividades Cuaresma 2019
6 de marzo, a las 19.30: Imposición de la ceniza.
7 de marzo, a las 11.00: Visita a enfermos en casa
8 de marzo, a las 19.00: Vía crucis
9 de marzo, a las 11:00 en la Catedral: Beatificación de los Seminaristas Mártires
10 de marzo, a las 12:30 Misa acompañada por la Agrupación Musical el Salvador de la Hermandad de estudiantes con sede en la Parroquia de la Tenderina
Semana II
11 de marzo, a las 16.00: Vida Ascendente Cuaresmal
12 de marzo, a las 19:25 Lectura del mensaje del Papa
13 de marzo, a las 19:15 Coronilla de Misericordia
14 de marzo, a las 20:00 horas: Oración vocacional
15 de marzo, a las 19:00 horas Vía Crucis meditado
16 de marzo, a las 20:00 Canto del ''Stabat Mater''
17 de marzo, Domingo II de Cuaresma. Campaña del Seminario
Semana III
12 de marzo, a las 19:25 Lectura del mensaje del Papa
13 de marzo, a las 19:15 Coronilla de Misericordia
14 de marzo, a las 20:00 horas: Oración vocacional
15 de marzo, a las 19:00 horas Vía Crucis meditado
16 de marzo, a las 20:00 Canto del ''Stabat Mater''
17 de marzo, Domingo II de Cuaresma. Campaña del Seminario
Semana III
18 de marzo, a las 16:00 vida ascendente cuaresmal
19 de marzo, a las 19:30 Misa en la Solemnidad de San José. Misa por todos los padres difuntos
20 de marzo, a las 11:30 Visitas al hospital
21 de marzo, a las 11:00 Oración Vocacional
22 de marzo, a las 19:00 horas rezo del Vía Crucis
23 de marzo, a las 18:00 Charla cuaresmal Charla cuaresmal ‘’La cuaresma de la Iglesia en nuestros días’’. Por Joaquín M. Serrano
24 de marzo, Domingo III de cuaresma.
Semana IV
25 de marzo, a las 16:00 Vida ascendente cuaresmal
26 de marzo, a las 20:00 Oración por la santificación de los sacerdotes
27 de marzo, a las 19:00 Rosario por la vida
28 de marzo, a las 20:00 ‘’La Cuaresma en los Santos Padres’’. Por D. Avelino Barboza Zárate, Párroco de la UP Olloniego - Veguín
29 de marzo, a las 19:00 horas rezo del Vía Crucis
30 de marzo, a las 20:00 Testimonio, carisma y vida de las religiosas del Santo Ángel
31 de marzo, Domingo Laetare
Semana V
1 de abril, a las 16:00 Vida ascendente cuaresmal
2 de abril, a las 11.00: visitas a enfermos en casa
4 de abril, Convivencia de Jóvenes en Candás
En la Parroquia: Taller de Biblia
5 de abril, a las 18:00 Confesiones para los grupos de post-comunión y confirmación.
6 de abril, a las 19:00 Plática _Cáritas, la caridad virtud de una Iglesia en salida
7 de abril, Domingo V de Cuaresma
Semana VI
8 de abril, a las 16:00 vida ascendente cuaresmal
9 de abril, Taller de Bíblia
10 de abril, a las 20:00 Charla Cuaresmal: ‘’Seguir los pasos del Nazareno, en comunidad’’. Por D. Serrano A. Calvo Aladro, Capellán Castrense de Asturias
11 de abril, a las 20:30 Plática_ Cruz y Eucaristía, el altar del madero
12 de abril, a las 12:00 Misa de Viernes de Dolores.
19 de marzo, a las 19:30 Misa en la Solemnidad de San José. Misa por todos los padres difuntos
20 de marzo, a las 11:30 Visitas al hospital
21 de marzo, a las 11:00 Oración Vocacional
22 de marzo, a las 19:00 horas rezo del Vía Crucis
23 de marzo, a las 18:00 Charla cuaresmal Charla cuaresmal ‘’La cuaresma de la Iglesia en nuestros días’’. Por Joaquín M. Serrano
24 de marzo, Domingo III de cuaresma.
25 de marzo, a las 16:00 Vida ascendente cuaresmal
26 de marzo, a las 20:00 Oración por la santificación de los sacerdotes
27 de marzo, a las 19:00 Rosario por la vida
28 de marzo, a las 20:00 ‘’La Cuaresma en los Santos Padres’’. Por D. Avelino Barboza Zárate, Párroco de la UP Olloniego - Veguín
29 de marzo, a las 19:00 horas rezo del Vía Crucis
30 de marzo, a las 20:00 Testimonio, carisma y vida de las religiosas del Santo Ángel
31 de marzo, Domingo Laetare
Semana V
1 de abril, a las 16:00 Vida ascendente cuaresmal
2 de abril, a las 11.00: visitas a enfermos en casa
4 de abril, Convivencia de Jóvenes en Candás
En la Parroquia: Taller de Biblia
5 de abril, a las 18:00 Confesiones para los grupos de post-comunión y confirmación.
6 de abril, a las 19:00 Plática _Cáritas, la caridad virtud de una Iglesia en salida
7 de abril, Domingo V de Cuaresma
Semana VI
8 de abril, a las 16:00 vida ascendente cuaresmal
9 de abril, Taller de Bíblia
10 de abril, a las 20:00 Charla Cuaresmal: ‘’Seguir los pasos del Nazareno, en comunidad’’. Por D. Serrano A. Calvo Aladro, Capellán Castrense de Asturias
11 de abril, a las 20:30 Plática_ Cruz y Eucaristía, el altar del madero
12 de abril, a las 12:00 Misa de Viernes de Dolores.
viernes, 22 de marzo de 2019
Don Celestino Castañón, el apóstol de "los Coreanos". Por Rodrigo Huerta Migoya
Se nos ha ido Don Celestino, un hombre al que siempre ví como todo un sacerdote modélico y al que conocí cuando tenía trece años. (Creo que fue el primer cura asturiano al que vi vestido de clerygman).
En el primer saludo que intercambié con él le pregunté que cómo estaba -pues su hermana me había dicho que no gozaba de buena salud- a lo que me respondió: ''estupendamente, ¿cómo voy a estar? Si ser cura ye lo más grande que hay en el mundo''.
Era un sacerdote feliz, es cierto. El pasado día 9 le eché en falta en la Beatificación de su primo el Beato Juan José, aunque finalmente el Señor le permitió no dejar este mundo sin escuchar a la Iglesia incluir a su admirado "Juanjo" entre el número de los dichosos. Lo puso de manifiesto el Sr. Arzobispo en su homilía de despedida: ''Como Simeón, esperó toda su vida este momento para llegado a él, entonar Ahora Señor según tu promesa puedes dejara tu siervo irse en paz''.
Y es que la vocación de "Don Celes" -como cariñosamente le llamaron tantos que le quisieron- estuvo íntimamente ligada al martirio de su primo. Cuando Juanjo iba a Santa Cruz y jugaba a decir misa y predicar, el pequeño Celestino siempre hacía de monaguillo con él tocando la campanilla. Cuando la noticia del martirio llegó a su casa, él mismo recibió la llamada de Dios a seguir los pasos de su heroico primo, ya beato.
Contaba "Don Celes" la anécdota de que un día unos milicianos a las puertas del colegio les habían dicho: ''Guajes, cuando oigáis abajo clero, responder ¡abajo!''... Aquello le había parecido hasta simpático, más cuando llegó a casa y le preguntó a su madre: "má, que ye el clero?, y ella le explicó que los señores curas, le cambió la cara y ya no le hizo ninguna gracia eso de "abajo", pues era lo que él quería ser, y cayó en la cuenta de que lo que él quería y sentía era justo lo contrario de lo que sentían y querían algunos de aquel tiempo. Tengo para mí que no han cambiado mucho las cosas...
Finalmente fue al Seminario, se ordenó sacerdote y cantó misa. Y su primo mártir estuvo muy presente tanto en sus años de formación, en el recordatorio de su ordenación como en las palabras de acción de gracias de su Primera Misa.
En su estancia en el Seminario de Oviedo llevó consigo a su hermana que tenía en mente ingresar en las Hijas de la Caridad, más él le propuso pasar una temporada en el Prau Picón con las religiosas del lugar y las chicas que de tantos lugares de la diócesis venían a servir. Fue sin duda el Seminario de Oviedo una de las mayores obras vocacionales también para las Franciscanas del Buen Consejo, pues fueron muchas las jóvenes que acabaron ingresando en la Congregación, al convivir con ellas. Así les ocurrió a dos de las hermanas de Don Celestino .
Su vida ministerial se estrenó en Avilés en los años de expansión industrial y de crecimiento demográfico y urbano. Eran los años en que centenares de andaluces, extremeños y castellanos llegaban en masa a la Villa del Adelantado buscando un porvenir, lejos de sus pueblos. Los asturianos, recelosos de que les quitaran el trabajo, pronto los apodarían de forma despectiva como ''coreanos''. Don Celestino fue consciente entonces de que su misión sacerdotal no podría limitarse al ambiente señorial del casco histórico e iglesia basilical, sino que había que prestar una atención desde la Parroquia a esta pobre gente que venía con una mano delante y otra detrás.
La Parroquia habló con la ENSIDESA para abrir un comedor social, y los sacerdotes de Avilés trabajaron con ahínco por tratar de estar a la altura de la situación que tenían ante sus ojos e integrar a los que iban llegando. Las parroquias de Avilés fueron cabeza de lanza en las necesidades sociales y asumieron la escolarización, educación y atención de los más pequeños en guarderías y colegios, a lo que se sumarían las congregaciones de religiosas: hermanas del Santo Ángel, Salesianos, Doroteas... Ahí queda para la historia de progreso siderúrgico -un tanto olvidada- aquellos llamados "campaneros" que murieron haciendo posible éste, para los cuales no hubo otro apoyo que las Cáritas Parroquiales o los albergues de acogida que Don Celestino -entre otros- impulsó para dar cobijo a tantos que llegaban a Avilés cautivados por la “fiebre del oro siderúrgico”.
Una de las últimas veces que vi a Don Celestino le dije: le veo igual de enérgico que en sus comienzos en Sabugo con Don Mateo Valdueza, cuando decían que usted era el apóstol de los "coreanos''; él se rió comentando que no había llovido ni nada desde aquello... De sus años mozos en Sabugo cabe citar que de entre los muchos niños que bautizó en la pila bautismal de la insigne Parroquia avilesina, uno de ellos fue Don Adolfo Mariño Gutiérrez -actual Abad de Covadonga-.
Le proponen ampliar estudios, ya que con su talante y dotes para la oratoria, podría llegar a ocupar algún puesto en la Curia, alguna canonjía o alguna renombrada plaza de "párroco de término"; más él rechaza la invitación a doctorarse afirmando que no le motivaba absolutamente nada esa visión. Él quería ser un cura social de verdad, no de los que hablan tonterías y luego llevan una vida burguesa, sino un cura pobre para los pobres sin ideologías ni siglas políticas.
Así llega el segundo destino en su amada cuenca minera del Caudal, donde trabajará con mineros y familias mineras. Aquí ejercerá de capellán de la Hullera, del poblado de Bustiello y confesor de las dominicas de Caborana, a la vez que atiende la Parroquia de San Román de Carabanzo, en Lena, la cual, curiosamente, era el pueblo natal de su abuela.
Cuando la salud del entonces párroco de San Salvador de Santa Cruz de Mieres -el recordado D. Jesús Muñiz- empieza a fallar, desde el Arzobispado le plantean a éste la posibilidad de su renuncia al título de párroco; Don Jesús les responde que sólo veía una opción, que Celestino Castañón, su feligrés y discípulo, fuera destinado a Santa Cruz con vista a ayudarle sus últimos años y relevarle luego en el cargo. El Sr. Obispo valoró positivamente la petición del venerable sacerdote y así fue destinado D. Celestino a su parroquia natal, primero como Ecónomo, llegando luego a ser el cura de su propio pueblo; es decir, un ''párroco pilón'', una vez fallecido su valedor antecesor.
Se puede decir que en el caso de Don Celestino nunca tuvo problema alguno; su forma de ser le permitió hacerse profeta en su tierra y cosechar abundantes frutos. Así tenemos a un joven sacerdote oriundo de esa parroquia y de nombre también Celestino, que ejerce en la actualidad en la Unidad Pastoral del Bajo Aller (Moreda, Caborana, Boo...) cuya familia y él mismo, mucho nos podría contar del paso de Don Celestino Castañón por su pueblo. Y, qué curiosidad que el segundo Don Celestino, que sale de Santa Cruz de Mieres con una diferencia exacta de sesenta años entre la primera misa del uno y del otro, tenga ahora por dirección postal: ''Calle Calestino Castañón. Moreda de Aller''... Nuestro difunto y recordado protagonista fue también Consiliario de la Hermandad Ferroviaria de Ujo.
Su último destino fue Oviedo, donde se dejó el alma en dar forma a la misión que la diócesis le encargó para crear la Parroquia de San Lázaro, un barrio de gentes de la cuenca, de jubilados y prejubilados del carbón... por tanto un destino que en criterio de Monseñor Tarancón, le venía como anillo al dedo.
Hoy la Parroquia de San Lázaro está constituida en Unidad Pastoral con Santiago de la Manjoya y San Esteban de las Cruces; sin embargo, ya en sus años de Párroco de San Lázaro le tocó más de una vez atender, por ejemplo, la parroquia de la Manjoya en los cambios de sus responsables, e incluso hasta tres años con nombramiento de Administrador Parroquial.
Le tocó algún cargo "extra" como ser Arcipreste de Oviedo "Centro" y "Sur" por votación de sus compañeros y, aunque nunca fue labor de su agrado, hay que reconocer en su favor que supo hacerlo con fidelidad a la Iglesia, con prudente sigilo y buscando lo mejor para los sacerdotes, entre los que nunca dejó enemistades sino amigos sinceros. Todo lo arreglaba como lo hacemos los asturianos, tomando algo, aunque puntualizando ''yo soy más sidreru que cafeteru''.
Algo que no se puede omitir de Don Celestino Castañón fue su defensa, promoción y divulgación del Camino de Santiago en Asturias. Ya en los finales de los años sesenta y comienzos de los setenta, cuando nadie hablaba en Asturias de estas cosas, él insistía en que no podía ser que Asturias se mantuviera al margen de la peregrinación Jacobea. Algunos al principio le tacharon de "rancio" por defender algo que sonaba anacrónico o lejano, y otros "poco asturiano", pues eso del Camino de Santiago sonaba a Gallego, leonés, navarro... pero, ¿asturiano?...
Empezó a escribir artículos, revistas y publicaciones; se reunió con políticos e historiadores y logró empezar a mover -no sin dificultad- la conciencia de que Asturias y su historia pasaba por el Camino de Santiago. Hoy parece que todos nos sabemos de memoria el dicho de que quién va a Santiago y no a Salvador... pero cuando Don Celestino empezó a pelear estos temas, los había que hasta pensaban que se lo había sacado él de la chistera.
Cuando por fin se toma más conciencia de este patrimonio del "Camino'', la diócesis le designa como Delegado Episcopal para dicho fin; el Ayuntamiento de Oviedo empieza a señalizar el Camino, y hasta coloca una estatua del Apóstol peregrino en las inmediaciones del barrio de San Lázaro. Incluso diferentes personalidades del Principado hablan con el cura de San Lázaro para ver cómo encauzar este tema. Don Celestino era tajante, pues había estudiado a fondo el asunto y a más de un político le recordó lo sangrante que era ver cómo Asturias, la tierra en la que nació el Camino de Santiago con el rey Alfonso II, fundador de la diócesis ovetense y primer peregrino a la tumba del Apóstol, no cuidaba adecuadamente de este legado histórico. Su lucha pasó también por la creación de instituciones como la Cofradía de Santiago en Oviedo, la Delegación Episcopal y un sin fin de actividades para dar a conocer la relación del Principado con la cultura jacobea.
El Camino pasaba por su Parroquia y, tras rastrear su historia consultando a la vez a los fieles, se acordó solicitar al Arzobispado de Oviedo el cambio de nombre de la Parroquia de San Lázaro del Otero por San Lázaro del Camino, recuperando así el nombre que ya el barrio tenía en el siglo XVIII. El cambio de nombre se formalizó en el año 1990 y para celebrarlo, Don Celestino organizó una peregrinación de tres días a pie desde León a Oviedo por el llamado Camino del Salvador, que algún atrevido llegó a decir que había sido una ocurrencia suya.
El Camino pasaba por su Parroquia y, tras rastrear su historia consultando a la vez a los fieles, se acordó solicitar al Arzobispado de Oviedo el cambio de nombre de la Parroquia de San Lázaro del Otero por San Lázaro del Camino, recuperando así el nombre que ya el barrio tenía en el siglo XVIII. El cambio de nombre se formalizó en el año 1990 y para celebrarlo, Don Celestino organizó una peregrinación de tres días a pie desde León a Oviedo por el llamado Camino del Salvador, que algún atrevido llegó a decir que había sido una ocurrencia suya.
Hoy, gracias a Dios, la sensibilidad en Asturias hacia el Camino de Santiago en relación al culto de las Santas Reliquias en la "Sancta Ovetensis" va en aumento, y éste ha sido un mérito pleno de este hombre bueno y sencillo. La Parroquia de San Lázaro, su templo, sus gentes, fueron su vida todos estos últimos años. Cuando por fin se edifica la Casa Parroquial junto a la Iglesia, él renuncia a vivir en ella en favor del entonces Vicario General, al cual cedió esta vivienda para que pudiera fijar su residencia allí junto a sus ancianos padres mientras él siguió viviendo en su humilde piso de la calle San Lázaro.
Los días que anualmente tomaba de vacaciones se iba a Bembibre del Bierzo con su familia, donde descansaba cambiando de clima, en plena encrucijada del Camino. Allí celebraba la misa en tiempos del párroco Don Pedro Centeno Vaquero -con el que forjó una gran amistad- en cuyo templo berciano de su responsabilidad entonces se conserva la Imagen del Corazón de Jesús que -paradójicamente- los rebeldes de Octubre de 1934 salvaron de la quema y profanación con un letrero que decía: "Te respetamos por que eres rojo como nosotros". El resto de tallas y obras del templo fueron rociadas de gasolina y devoradas por las llamas. Aquí empezó su buena relación con la diócesis de Astorga, luego más consolidada con el destino de sus hermanas y el episcopado del actual prelado de dicha diócesis con el que tan bien se había portado, primero facilitando su domicilio y después atendiendo espiritualmente a su madre hasta el final.
En 2011 una vez jubilado, continuó colaborando en la Parroquia como adscrito mientras las fuerzas se lo permitieron. Cuando la salud le empezó a flaquear ingresó en la Casa Sacerdotal de Oviedo, aunque sería por poco tiempo pues sus hermanas Sor Berta y Sor Ángeles, ambas destinadas en Astorga, optarían por trasladarle a la Casa Sacerdotal maragata para poder estar más cerca y cuidarle con mimo sus últimos años.
No quisiera omitir a sus buenos vecinos de la Calle San Lázaro; recuerdo en concreto a Isabel y a muchas otras personas del edificio que le cuidaron ya en sus últimos años de Párroco, después de jubilado, y, cuando desde Astorga, se venía a Oviedo a pasar unos días. Recuerdo en concreto aquellos años en que estando la familia lejos -una hermana en Pravia y otra en Astorga- con cuanto amor cuidaban de este sacerdote estos fieles como si fuera de sus propias familia, y es que, sin duda, se había hecho ya de la familia.
Si alguien le preguntaba: Don Celestino, ¿usted dónde vive?; el decía: ''donde Adelina'', y es que quién en Oviedo no iba a conocer una de las fruterías más renombradas que también eran de su casa. A Don Carlos Osoro le presentó la renuncia, y tiempo después le dijo que cuando él considerara se jubilaría, pero Osoro le pidió continuar. Él tenía un "as" en la manga, pues era consciente que su presencia una vez jubilado podría suponer un inconveniente al sacerdote que viniera, por tanto ya había comentado en el Arzobispado y propuesto en la Congregación del Santo Ángel quedarse como capellán de la Comunidad de religiosas de la Calle Velasquita Giraldez, y así tener un altar donde celebrar a diario cerca de casa. Cuando se supo en el barrio que Don Celestino se jubilaba y le iban a destinar una encomienda distinta a la Parroquia de San Lázaro casi "arde Troya"; hubo una defensa absoluta del que había sido su cura, y la diócesis teniendo en cuenta de que el pobre cura no tenía culpa de que le quisieran y que era loable que la feligresía reconociera su labor, optó por dejarle como adscrito en la propia Parroquia.
Conviviendo con los dos nuevos párrocos, como el caballero que era, aceptó desde el primer momento su segundo plano guardando silencio cuando éstos actuaban con criterios distintos tras casi medio siglo de vida en la Parroquia que él mismo fundó.
Cabe mencionar que desde su llegada a la comunidad parroquial de San Lázaro, D. Andrés Fernández, el Párroco actual, siempre tuvo un trato exquisito con el emérito párroco, llegando a organizarle dos sentidos homenajes; el primero en el año 2016 al poco de trasladarse Don Celestino a tierras maragatas, fletando autobús con numerosa gente de la Parroquia para participar una misa de homenaje en la Catedral asturicense; y el segundo en el pasado adviento, cuando al conmemorar la efeméride parroquial, se descubrió una placa en su recuerdo a la entrada del templo. La familia me comentaba en el velatorio: ''nunca podremos pagar a Don Andrés lo bueno y atento que ha sido con nosotros''.
Personalmente creo que Don Celestino Castañón se merecía una calle, incluso toda una plaza, pues su trabajo y entrega por San Lázaro y la ciudad de Oviedo podrían acreditarlo todos los que le conocieron. Recorrió el barrio como nadie, se involucró en lo que le competía y en lo que no; en las mejoras para la Parroquia y para la zona; conocía cada familia, cada situación, cada nombre... Recuerdo su mesa de trabajo y de despacho abarrotada de papeles, libros y notas, todo relacionado con el barrio de sus amores y el camino de Santiago. En sus ratos libres se dedicó a investigar el culto a San Lázaro en Asturias, buscando ermitas y capillas dedicadas a su patrono, todas vinculadas históricamente con las leproserías y malaterías medievales. Hoy, sin duda, se puede decir que los nombres de San Lázaro del Camino y de Don Celestino Castañón han quedado unidos para siempre.
La mañana de su funeral no se hablaba de otra cosa en el barrio; creyentes y no creyentes lamentaban la muerte no sólo del que había sido su primer cura, sino de aquel que se hizo del lugar y amó al barrio como pocos. Él quitó el estigma de que San Lázaro era un barrio marginal al recuperarle su apellido ''del Camino''. Parroquia y barrio que han hecho camino, como dijo su sobrina ''remando y caminando''.
También en su último viaje de San Lázaro a Santa Cruz le acompañó sobre su féretro una estampa de su primo Beato.
Descanse en paz este sacerdote bueno y fiel que quiso entregarse por completo a su vocación como el de su mismo apellido y sangre que se entregó por entero a Dios dejándose quitar la vida por querer ser sacerdote, cumpliéndolo su primo en Él.
Que el Beato Juan José interceda por usted, D. Celestino, y le reciba en el gozo de su Señor.
Descanse en paz este sacerdote bueno y fiel que quiso entregarse por completo a su vocación como el de su mismo apellido y sangre que se entregó por entero a Dios dejándose quitar la vida por querer ser sacerdote, cumpliéndolo su primo en Él.
Que el Beato Juan José interceda por usted, D. Celestino, y le reciba en el gozo de su Señor.
Orar con el Salmo del Día
R/. Recordad las maravillas que hizo el Señor
V/. Llamó al hambre sobre aquella tierra:
cortando el sustento de pan;
por delante había enviado a un hombre,
a José, vendido como esclavo.
V/. Le trabaron los pies con grillos,
le metieron el cuello en la argolla,
hasta que se cumplió su predicción,
y la palabra del Señor lo acreditó.
V/. El rey lo mandó desatar,
el señor de pueblos le abrió la prisión,
lo nombró administrador de su casa,
señor de todas sus posesiones.
jueves, 21 de marzo de 2019
Carta semanal del Sr. Arzobispo
Un taller de artesanía especial
Apenas hemos celebrado el día del padre. La campaña comercial nos lo ha recordado semanas atrás para tener un detalle cariñoso y agradecido hacia esas personas importantes en nuestras vidas como son los padres que, junto a las madres, han sembrado en nosotros lo mejor que han sabido y podido buscando nuestro bien. Es justo que tengamos un día al año pensando en ellos de modo especial y consciente, aunque la entrega que ellos nos brindan no tiene horario ni calendario, como sucede siempre con una donación que nace del amor y por amor se mantiene.
El día del padre está vinculado a una festividad religiosa muy querida en nuestra tradición cristiana: San José. Él hizo las veces de padre en la familia de Nazaret, y aunque la discreción es total a la hora de saber algo más sobre este santo artesano, lo que sí sabemos es que se fio completamente de Dios y secundó sus indicaciones, aunque a veces fueran sorprendentes o complejas de entender humanamente. San José amó a María, su esposa, con toda la ternura y respeto que implicó esa especial historia de amor. Y asumió como varón ejercer como padre sin haberlo sido propiamente hablando. Pero le dio a Jesús su apellido entroncándole en el árbol genealógico que Dios había establecido para los ancestros del Mesías esperado.
Siempre me ha llamado la atención de esta función de San José, porque tuvo que velar y custodiar una vida que no había creado él, sino que sencillamente se la habían confiado. No se apropió de ese don, pero lo vivió como un regalo que tenía que poner a buen recaudo. La vida de María y la de Jesús, en tantos sentidos estaba en sus manos de cabeza de familia, y como tal así lo cumplió.
Esta relación entre San José y la familia, viene al caso de lo que la Iglesia celebra siempre llegado su fiesta: el día del Seminario. Allí se forman, como en una familia, los futuros sacerdotes. Tendrán que velar por esa familia que como pastores del rebaño de Dios se les confiará en su Iglesia. Tendrán que nutrirla, protegerla, acompañarla, ayudarla a madurar. Así hizo el carpintero de Nazaret, y así hemos de hacer los que hemos sido llamados como él a ejercer ese paternal ministerio. Su taller es reflejo de una artesanía especial donde la vida es acogida, protegida y acompañada. Y por eso el Seminario es también un taller prolongado donde vamos aprendiendo las lecciones de la vida: la humana y la divina, empapándonos de los valores del santo Evangelio que luego deberemos predicar con nuestros labios y testimoniar con toda nuestra vida tras el día en el que hemos sido ordenados sacerdotes. Así se entiende que San José sea el patrono de los seminarios.
Hace unos días el papa Francisco nos hizo una confidencia sobre su relación con San José: «Yo quiero mucho a San José. Porque es un hombre fuerte y de silencio. Y tengo en mi escritorio una imagen de San José durmiendo. Y durmiendo cuida a la Iglesia. Sí, puede hacerlo. Nosotros no. Y cuando tengo un problema, una dificultad, yo escribo un papelito y lo pongo debajo de San José para que lo sueñe. Esto significa para que rece por ese problema…Al igual que San José, una vez que hemos oído la voz de Dios, debemos despertar, levantarnos y actuar. En la familia hay que levantarse y actuar. La fe no nos aleja del mundo, sino que nos introduce más profundamente en él». Una bella confidencia del papa que bien podemos hacer nuestra.
Con la alegría reciente de la beatificación de los nueve mártires seminaristas, a ellos encomendamos nuestros Seminarios en este momento actual. San José nos bendiga.
+ Fray Jesús Sanz Montes O. F. M.
Arzobispo de Oviedo
miércoles, 20 de marzo de 2019
Sobre la Revista de la Semana Santa de Lugones
“Marta, Marta... María ha elegido la mejor parte y nadie se la quitará”
(Lc 10, 41-42)
(Lc 10, 41-42)
Querido lector:
Otro año más la Parroquia se hace presente en este hermoso libreto de nuestra Cofradía del Cristo de la Piedad y Nuestra Señora de la Soledad, cuya acogida como divulgación, esperamos que sea igual de bien recibida que en el pasados años cuando realmente se superaron con creces tanto las metas como las expectativas que teníamos depositadas en este hermoso proyecto.
Este año mis palabras como Párroco quieren ser una sencilla reflexión sobre la esencia que acompaña el encanto de estos días; me refiero a la religiosidad popular, ese sentimiento a veces tan denostado y manipulado en el tiempo y que hoy, sin embargo, está en alza en muchos lugares.
El mismo Papa Francisco en su primer año de Pontificado nos lo recordó: ''Tenéis una misión específica e importante, que es mantener viva la relación entre la fe y las culturas de los pueblos a los que pertenecéis, y lo hacéis a través de la piedad popular. Cuando, por ejemplo, lleváis en procesión el crucifijo con tanta veneración y tanto amor al Señor, no hacéis únicamente un gesto externo; indicáis la centralidad del Misterio Pascual del Señor, de su Pasión, Muerte y Resurrección, que nos ha redimido; e indicáis, primero a vosotros mismos y también a la comunidad, que es necesario seguir a Cristo en el camino concreto de la vida para que nos transforme. Del mismo modo, cuando manifestáis la profunda devoción a la Virgen María, señaláis el más alto logro de la existencia cristiana, a Aquella que por su fe y su obediencia a la voluntad de Dios, así como por la meditación de las palabras y las obras de Jesús, es la perfecta discípula del Señor''.
Preparar y sacar adelante una Semana Santa como la nuestra, conlleva muchas horas de faena donde todos, de un modo u otro, tenemos arte y parte teniendo claro que entre los pucheros también anda el Señor, como diría Santa Teresa. Construimos y manifestamos externamente esta religiosidad no como algo paralelo a la liturgia del Triduo, sino como altavoz que lleva la Palabra de Dios más allá de los muros del templo.
Lugones es también una Betania donde cada cual es Marta o María, según las circunstancias que les toca vivir. Pienso, por ejemplo, en muchas personas de nuestra Parroquia que ya no pueden participar de la vida parroquial y que desde sus casas o residencias oran y esperan con ilusión oír el paso de las procesiones y escuchar las melodías de la banda. Ahí está la misión de María atendiendo fijamente al Señor, dejándose llenar por Él. Luego, también estamos los que nos agobiamos con las prisas y quehaceres, como Marta, buscando que todo salga perfecto llegando a veces a descuidar lo más importante. Que nunca falte en nosotros ni el ánimo de Marta ni menos aún la contemplación de María.
Con el inestimable recuerdo de los que han sido pioneros y parte de nosotros, representados como oración de vida y esperanza en el “Cristo Yacente”, quiero desearos que la vivencia de estos días santos camino del júbilo de la Pascua Florida, sea un tiempo de encuentro con el Señor y con los hermanos por medio del mandamiento nuevo que Cristo nos regaló en el cenáculo, para gritar finalmente: ¡El Señor ha resucitado, ALELUYA!
Feliz Semana Santa y Pascua de Resurrección 2019
Joaquín, Párroco y Consiliario
Del Oficio del Día
Por medio de figuras aprende Israel a venerar al Señor (San Ireneo)
Contra los herejes 4,14,2-3; 15,1Dios, a causa de su magnanimidad, creó al hombre al comienzo del tiempo; eligió a los patriarcas también con vista a su salvación; formó de antemano al pueblo para enseñar a los que le ignoraban cómo seguir a Dios; preparaba a los profetas para habituar al hombre sobre la tierra a llevar su Espíritu y a poseer la comunión con Dios; él, que no tenía necesidad de nada, concedía su comunión a quienes necesitaban de él. Construía, como un arquitecto, un edificio de salvación para aquellos a quienes amaba; a los que no le veían, les servía él mismo de guía en Egipto; a los turbulentos, en el desierto, les daba una ley plenamente adaptada; a los que entraban en una tierra magnífica, les procuraba la herencia apropiada; por último, para quienes tornaban hacia el Padre, él inmolaba el novillo mejor cebado y les obsequiaba con la mejor vestidura. Así, de múltiples maneras, iba predisponiendo al género humano a la concordancia de la salvación.
Por esto, dice Juan en el Apocalipsis: Era su voz como el estruendo de muchas aguas. Pues son, en verdad, múltiples las aguas del Espíritu de Dios, porque rico y grande es el Padre. Y, pasando a través de todas ellas, la Palabra concedía liberalmente su asistencia a los que le eran sumisos, prescribiendo a toda criatura una ley idónea y apropiada.
Así, pues, daba al pueblo leyes relativas a la construcción del tabernáculo, a la edificación del templo, a la designación de los levitas, a los sacrificios y ofrendas, a las purificaciones y a todo lo demás del servicio del culto.
Dios no tenía necesidad alguna de todo eso: desde siempre está lleno de toda clase de bienes, conteniendo en sí mismo todo olor de suavidad y todos los aromas de los perfumes antes incluso de que Moisés naciera. Pero así educaba a un pueblo siempre propenso a tornar a los ídolos, disponiéndole a través de numerosas prestaciones a perseverar en el servicio de Dios, llamándole por medio de las cosas secundarias a las principales, es decir: por las figuras, a la verdad; por lo temporal, a lo eterno; por lo carnal, a lo espiritual; por lo terreno, a lo celeste. Es así que fue dicho a Moisés: Te ajustarás al modelo que te fue mostrado en la montaña.
Durante cuarenta días, en efecto, aprendió a retener las palabras de Dios, los caracteres celestes, las imágenes espirituales y las figuras de las realidades por venir. Pablo dice igualmente: Bebían de la roca espiritual que les seguía; y la roca era Cristo. Y de nuevo, después de haber recorrido los acontecimientos relatados en la ley, añade: Todo esto les sucedía como un ejemplo: y fue escrito para escarmiento nuestro, a quienes nos ha tocado vivir en la última de las edades.
Mediante figuras, pues, aprendían a temer a Dios y a perseverar en su servicio, de manera que la ley era para ellos a la vez una disciplina y una profecía de las cosas por venir.
R/. La ley fue nuestro pedagogo hasta que llegara Cristo y Dios nos justificara por la fe. Una vez que la fe ha llegado, ya no estamos sometidos al pedagogo.
V/. Antes de que llegara la fe, estábamos prisioneros, custodiados por la ley, esperando que la fe se revelase.
R/. Una vez que la fe ha llegado, ya no estamos sometidos al pedagogo.
Oración:
Señor, guarda a tu familia en el camino del bien que tú le señalaste, y haz que, protegida por tu mano en sus necesidades temporales, tienda con mayor libertad hacia los bienes eternos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
martes, 19 de marzo de 2019
San José y el Día del Seminario
(C.E.E.) 1. EL NACIMIENTO DEL DÍA DEL SEMINARIO: LA FIESTA DE SAN JOSÉ Y SU PATROCINIO
El "Día del Seminario" surge en el contexto eclesial de la preocupación por las vocaciones sacerdotales. En España la escasez de vocaciones comenzó a palparse como consecuencia de la revolución de 1868, que provocó el cierre de varios Seminarios y el fuerte descenso en el número de seminaristas. Uno de los pioneros en la preocupación por las vocaciones fue el Beato Manuel Domingo y Sol, entonces un joven sacerdote de Tortosa. El año 1873 estableció una Colegio para seminaristas pobres. El Obispo de Tortosa, D. Benito Vilamitjana, que luego sería Cardenal Arzobispo de Tarragona, determinó que se llamara "Colegio de San José" y regaló para el altar de la capilla de dicho Colegio un devoto cuadro de San José con el Niño Jesús en su regazo. Recordemos que el año 1870 Pío IX, por el Decreto Quemadmodum Deus proclamaba a San José Patrono de la Iglesia Universal y que en 1871 por el documento Inclytum Patriarcham exhortaba a promover su culto en toda la Iglesia y a venerarlo con íntima y afectuosa devoción.
D. Manuel Domingo y Sol recordará agradecido la idea feliz del Obispo: "Un alma grande, un bienhechor insigne, el propio Prelado de la Diócesis, nos señaló con la mano y nos prescribió casi con mandato al Patriarca San José como sombra que nos guareciera y que, en medio de las dificultades, penuria y contradicciones, pusiera a salvo la Obra de nuestras manos. Bendito sea el momento en que nos fue dado tan poderoso Protector. ¡Nuestra esperanza no se vio defraudada!". De hecho todos los Colegios de vocaciones que funde D. Manuel se llamarán "Colegio de San José". Él pone también en marcha la Obra de Fomento y sostenimiento de las vocaciones Eclesiásticas en Tortosa bajo el patrocinio de San José. Este inicio carismático se completaría con la idea de una "Asociación de sacerdotes para el fomento de las vocaciones", que daría lugar a la fundación en 1883 de los "Operarios Diocesanos", que serán popularmente conocidos como "Josefinos"[1].
San Enrique de Ossó, fundador de la Compañía de Santa Teresa de Jesús, también sacerdote tortosino, ya en el primer número de la "Revista Santa Teresa de Jesús", en 1874, recomendaba la Obra de las Vocaciones eclesiásticas fundada por el Beato Domingo y Sol, amigo personal suyo, y el apoyo al Colegio-Seminario de San José. En otros números anima a implantar la Obra de Vocaciones Eclesiásticas por todas las Diócesis y a ponerla "bajo la especial protección de San José y Santa Teresa de Jesús, porque son dos almas llamadas por Dios a cooperar muy eficazmente con su intercesión al buen éxito de esta empresa, que debe llamar preferentemente la atención de todos los católicos"[2].
Es justamente en el "humus" creado por los Sacerdotes Operarios y a iniciativa de ellos como surge la celebración del "Día del Seminario" y su correspondiente Campaña en cuanto acción diocesana. La idea nace también en Tortosa y vinculada a San José, precisamente el año 1921, que había sido proclamado por Benedicto XV Año jubilar josefino conmemorando el 50 aniversario de la declaración del Patrocinio Universal de la Iglesia[3].
En efecto, el Obispo de Tortosa en una circular de 23 de febrero de 1921 se dirigía a los diocesanos: "Al celebrarse este año las fiestas jubilares del glorioso Patriarca San José, nos parece ocasión oportunísima para que todos acudamos a él con oportunas súplicas, implorando de su poderosa intercesión el remedio de una grande necesidad, que cada día se hace sentir más apremiante y aterradora en nuestra amada Diócesis también, cual es la escasez de clero y de vocaciones eclesiásticas. ¿Y a quién mejor que a San José podríamos acudir para alcanzar su remedio? ¿Quién más poderoso y quién más interesado que este bendito Patriarca de que la Iglesia esté provista de numerosos y buenos sacerdotes, de los cuales él mismo es perfecto modelo? Pero, aparte de esto hay una razón muy principal que nos obliga a poner en manos de San José nuestra presente necesidad, y es que en esta Diócesis más que en otras debemos mirar al glorioso Patriarca como Protector y Abogado especialísimo del fomento de vocaciones eclesiásticas. A nuestra amada Diócesis cabe la gloria de haber sido la primera, no ya solo en España, sino en el extranjero, en iniciar la Obra del Fomento de vocaciones Eclesiásticas bajo el Patrocinio de San José. (…) Nadie de vosotros desconoce la Obra de Mosén Sol: cómo debido al celo de este insigne sacerdote, tenemos en la capital de nuestra Diócesis desde hace 40 años el Colegio de Vocaciones Eclesiásticas de San José, en el cual han sido educados casi todos los sacerdotes de nuestra Diócesis. Y de esta Obra, que fue luego extendiéndose por España y fuera de ella, así como es San José el Titular, así ha sido hasta ahora su principal Abogado y Protector, y con nuestras oraciones debemos procurar que lo sea también en adelante".
Y continúa exhortando que se pidan vocaciones a San José particularmente en ese año jubilar, para acabar estableciendo: "Que todos los años, a partir del presente, el día de San José, durante el Oficio solemne, se haga en todas las Parroquias de las Diócesis una colecta con destino al Colegio de Vocaciones Eclesiásticas de San José; ese día podría llamarse Día de la Obra del Fomento de Vocaciones Eclesiásticas, no tanto por el socorrro y ayuda material con que todos y cada uno de los fieles, confiadamente esperamos, contribuirá dentro de su posibilidad al sostenimiento de una obra tan necesaria e importante, sino y sobre todo por las oraciones que a favor de la misma elevarán al Santo en el día de su Fiesta"[4]. Detrás de esta iniciativa del Obispo de Tortosa están los Operarios, que regentan el Colegio de San José, que soñaban en un Día especial para las vocaciones sacerdotales, lo mismo que ya existía el Día de la Prensa o el Día de las Misiones.
Los Sacerdotes Operarios, con su carisma de la pastoral vocacional y a a la vez josefino, propiciaban en sus Colegios un ambiente favorable a unir a San José con los Seminarios y las vocaciones. En su revista interna "El Correo Josefino", que se editaba en Tortosa, se pueden encontrar abundantes referencias: semejanzas entre el Seminario y la casa de Nazaret, San José como modelo del sacerdote y diversos artículos y poesías dedicadas al Santo[5]. Lo mismo se aprecia a través de la revista "Vocaciones", que empezaron a publicar los Operarios en 1938 desde el Seminario de la Diócesis de Tucumán (Argentina) confiado a ellos. Ya el primer número se abría con un editorial sobre "San José y las vocaciones sacerdotales"[6]. La Hoja, que tuvo una amplia difusión, ofrecía en muchos de sus números una referencia al Santo Patriarca.
La ida de la celebración del "Día del Seminario" fue prendiendo en numerosas Diócesis, juntamente con la implantación de la Obra de Fomento de Vocaciones. A ello contribuyó notablemente el mandato del Papa Pío XI, en carta de 8 de Junio de 1923 al Vicario de Roma, de instituir un Día a favor de las vocaciones sacerdotales, con carácter preceptivo para Roma, a fin de que sirviera de ejemplo para las demás. La fecha que determinaba era un día fijo del mes de Junio, para impetrar vocaciones al Corazón de Jesús[7].
En las Diócesis españolas se comenzó a celebrar en fechas distintas, pero pronto se fueron orientando hacia la fiesta de San José. En ello influyó de modo decisivo el acuerdo que se adoptó en la Semana "Pro Seminario" de 1935 que se celebró en Toledo, organizada por los Operarios. Sobre la fecha el ponente sugería el día de la Ascensión o el que cada Prelado señalara en su Diócesis. Se propusieron varias en debate dentro de la Asamblea, "abundando varios en señalar como día más a propósito el de la festividad del Patriarca San José, 19 de marzo, apoyándose en el patronato de este Santo Patriarca sobre toda la Iglesia Universal y en que él fue el padre putativo del primer sacerdote Cristo Jesús, de cuyo sacerdocio único y eterno participan los sacerdotes de la Nueva Ley. Después de una breve intervención de la Presidencia, es aprobada esta fecha como la más conveniente para la celebración del Día del Seminario"[8]. Los efectos beneficiosos de esta Semana se notarían después de la guerra civil.
2. ETAPA DE IMPLANTACIÓN Y EXPANSIÓN DEL DÍA DEL SEMINARIO:
S. JOSÉ, PROTECTOR Y PROCURADOR DEL SEMINARIO
Tras la guerra, en relación con los Seminarios había dos necesidades urgentes: la primera era suscitar nuevas vocaciones, tras el descenso de seminaristas durante los años de la República y el martirio de más de 4.000 miembros del clero secular; la segunda era recabar medios económicos para el mantenimientos de los seminaristas y para la reconstrucción y habilitación de los Seminarios.
La Campaña nacional "Pro Seminario" de la Acción Católica en el curso 1940-1941 propició que en las Diócesis donde ya estaba establecido el "Día del Seminario", se reforzaran y ampliaran las iniciativas y en aquellas Diócesis donde solo había colectas a favor del Seminario, se organizara propiamente el "Día" con su Campaña. A la vez se fue estableciendo en todas las Diócesis la Obra del Fomento de Vocaciones, sobre todo a partir de 1941, en que Pío XII instituyó la "Obra Pontificia de las vocaciones Eclesiásticas", vinculada a la Sagrada Congregación para la Educación Católica[9]. El hecho es que en la década de los '40 en todas las Diócesis se celebra ya la Campaña del "Día del Seminario".
En cuanto a la fecha, la mayoría de las Diócesis fueron coincidiendo en celebrar el Día del Seminario en la Fiesta de san José, uniéndose al acuerdo que se había adoptado en Toledo en 193510. Sobre la oportunidad de vincular la Jornada con San José, se manifestaba así el semanario Ecclesiaen un editorial de 1943: "Muchos Prelados han fijado en el día de San José el Día del Seminario. La designación es feliz ya que el glorioso Patriarca rigió y sostuvo aquel hogar en que crecía en edad y gracia, preparándose para su apostolado público, el Sumo y Eterno Sacerdote, Cristo"[11].
Los Obispos, en las Pastorales que dirigían a los fieles con esa ocasión, solían destacar la relación de San José con el Seminario. Así en 1941 el Boletín del Obispado de Mondoñedo, según cuenta la crónica de Ecclesia, "luego de evocar el ambiente apacible, amorosamente disciplinado, de la casa de Nazaret, como origen de nuestros Seminarios con Jesús por seminarista y San José como rector, deduce que ninguna obra más grata para el Santo Patriarca que ésta del Seminario, cuyo modelo acabado nos ofreció con su vida de hogar"[12].
Esta vinculación del Día del Seminario con San José estaba en consonancia con la Obra Pontificia de las Vocaciones eclesiásticas, pues las Normas para la aplicación de los Estatutos establecían la solemnidad del Patrocinio de San José como una de las fiestas principales tanto de la Obra Primaria Pontificia como de las filiales de las Diócesis[13].
En estos años hay una referencia especial a la relación entre San José y el sostenimiento económico del Seminario. Así, el Arzobispo de Pamplona, en una Pastoral de 1947, hablando de la necesidad de proveer de medios económicos a las vocaciones, comenta: "Cuando de esto se trata, parece que Dios dice: "Ite ad Ioseph", y esto debe entenderse, primero y principalmente, en su sentido más propio acudiendo al santo Patriarca, que ha sido constituido Patrono de la Iglesia universal y cuida de un modo especial de sus Seminarios; pero también, y como auxiliares e instrumentos del santo, parece que Dios quiere hacer a los Prelados ese honor, para que tengan las inquietudes y trabajos que tenía San José cuando tenía que alimentar al Niño Jesús en los años parejos a los de nuestros seminaristas; y por extensión, al pueblo fiel, que debe alimentar al que otro día ha de darle su alimento espiritual y llevar en sus brazos al que más adelante lo ha de regir: Senex puerum portabat; puer autem senem regebat"[14].
La Hoja "Del Seminario" de Logroño en 1942 comentaba así la relación con San José: "A San José, después de Dios, debe el nuevo Seminario todo lo que es y tiene. Los sacerdotes que vivieron en el antiguo Seminario de esta capital (aquel viejo caserón macizo en verdad por la piedra y los años) recordarán cómo fue S. José el primero que supo de nuestras inquietudes y tentativas primeras para obtener la gracia del Nuevo, entonces sueño e ilusión y hoy realidad viva y palpable. Una miniatura de cartón, símbolo del Seminario deseado, se le puso al gran Patriarca entre las manos, como indicando que a su secreta y oculta, pero eficaz labor, se encomendaba tan necesaria y difícil tarea. Conocíamos a S. José y sabíamos que daría a la empresa término feliz. Nuestras esperanzas no salieron fallidas. En la fiesta del Patrocinio de San José colocaba nuestro Sr. Obispo D. Fidel García la primera piedra del nuevo Seminario (año 1928). En las breves palabras que dirigió a los que asistíamos a la magna ceremonia, dio público testimonio de agradecimiento al excelso Patriarca. Construido el edificio material, S. José no ha cesado de ayudarnos y creemos que seguirá prestándonos su ayuda en la edificación de ese otro edificio espiritual que soñamos, más difícil e importante que el primero: la formación de un clero lo más santo y sabio posible como lo exigen las circunstancias actuales para la reconstrucción religiosa y moral de toda la Diócesis. En esta empresa hemos elegido a San José como abogado nuestro".
3. ETAPA DE UNIFICACIÓN DEL DÍA DEL SEMINARIO:
SAN JOSÉ, MODELO PARA LOS SEMINARISTAS
1 Cf L. RUBIO PARRADO - J. DE ANDRÉS HERNANSANZ - F. MARTÍN HERNÁNDEZ, Sacerdotes Operarios Diocesanos. Aproximación a su historia, Sígueme, Salamanca 1996, esp. p. 55-94.
2 Cf. RT (1874) 301; (1877) 127-128; 156-159; 187-190. Sobre su devoción a San José, cf. sus escritos: Hermandad Josefina: Exposición y Estatutos (1876); El Devoto Josefino (1890): Escritos de Don Enrique de Ossó y Cervelló, I, p. 960-1236.
3 Por el "Motu proprio" Bonum sane de 25 de julio de 1920: AAS 12 (1920) 313.
4 Boletín Oficial Eclesiástico del Obispado de Tortosa, (1920) nº 1.
5 Cf. por ejemplo, El Correo Josefino: (1906) 65-66; (1910) 99-103; (1913) 94-96; (1919) 65-71; (1920) 353-355; (1921) 65-103 (nº monográfico); (1930) 75-76; (1932) 68-69; 97- 100.
7 Cf. AAS 15 (1923) 348-349.
8 Cf. Crónica de la Semana "Pro Seminario" celebrada en Toledo los días 4-10 de noviembre de 1935, Ed. Católica Toledana, Toledo 1938, 397 p.
9 Por ejemplo, en la Diócesis de Madrid se instituye el Secretariado para el Fomento de Vocaciones y se inicia la celebración del "Día del Seminario" el año 1944.
11 Ecclesia, n. 88 (1943) 268.
12 Ecclesia, n. 7 (1941). 26.
14 Ecclesia, n. 317 (1947) 147.
15 Boletín del Obispado de Córdoba (1965) p 214.
16 Boletín de la Archidiócesis de Barcelona (1971) p.114-115.
17 Boletín Eclesiástico del Arzobispado de Burgos (1971) p. 97.
18 Boletín del Obiapado Albacete (1971) p. 51.
19 Boletín del Obispado de Astorga (1973) p. 322-323.
20 Boletín de la Diócesis de Ávila (1992) p. 104.
21 Boletín de la Diócesis de Ciudad Rodrigo (1992) p. 285.
22 Boletín del Obispado de Calahorra y La Calzada-Logroño (1995) p. 69-70.
SAN JOSÉ, MODELO PARA LOS SEMINARISTAS
Esta etapa está vinculada a la Comisión Episcopal de Seminarios de la Conferencia Episcopal Española. En 1957 la Comisión creó un Secretariado Permanente, una de cuyas secciones se encargó de la animación de la Obra de Vocaciones. El Secretariado se propuso entre sus principales objetivos prestar ayuda a los Seminarios y Delegaciones Diocesanas de la Obra de Vocaciones en orden a una mejora del material de propaganda empleado. Se pretendía confeccionar materiales que rebasaban las posibilidades económicas y técnicas de muchas Diócesis, y sobre todo, organizar la propaganda de ámbito nacional (gran prensa, televisión, etc.)., pero sin interferir la acción de las Diócesis, sino estando simplemente a su servicio. Y así comenzó a organizar la Campaña desde el año 1962. El Día del Seminario se mantuvo el 19 de Marzo y, con la unificación de la Campaña para toda España, se implantó esa fecha en todas las Diócesis, excepto en las del País
Vasco, que continuaron celebrándolo en la Fiesta de la Inmaculada.
3.1. San José en los materiales de la Campaña del Día del Seminario
En esta etapa última, los lemas propuestos por el Secretariado de la Comisión Episcopal han ido orientando distintos aspectos de la teología del sacerdocio o de la vocación. Los materiales de propaganda o catequéticos distribuidos por todas las Diócesis sirven para desarrollar y difundir esos temas. Entre esos materiales están los guiones litúrgicos para la Misa del Día del Seminario. Dichos guiones, respetando el tiempo litúrgico y las lecturas bíblicas, tratan de sensibilizar a la comunidad cristiana sobre el tema del Seminario. Desde que San José dejó de ser día festivo en varias Comunidades Autónomas, los guiones tenían en cuenta la posibilidad de celebrar el Día del Seminario tanto en la Fiesta de San José como en el domingo más próximo. Y normalmente han venido ofreciendo ideas para la homilía en ambas fechas.
Con relación a San José, en bastantes casos suelen hacer notar algún aspecto de su personalidad que tiene que ver con el tema de la vocación sacerdotal y su formación. Así la mirada a San José en esta etapa no es tanto para poner bajo su protección la ayuda económica, sino para considerarlo como modelo de fe y de cumplimiento de la voluntad de Dios y de colaborador en la educación del primer Sacerdote.
Recogemos algunas sugerencias de los Guiones Litúrgicos. El de 1991, sobre el lema "Id y anunciad el Evangelio", sugería en torno al Evangelio del día (Mt 1,16ss): "José recibe la Palabra de lo alto: la criatura… viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo… que salvará a su pueblo de los pecados. Esta es la Buena Noticia (Evangelio): el anuncio explícito de Jesucristo como Salvador del mundo. El Espíritu Santo es quien actualiza la salvación también para nosotros hoy. Tendremos que redescubrir al Espíritu para que nuestro trabajo apostólico encuentre sentido en Él. La fe y disponibilidad de José señala la actitud espiritual de todo evangelizador".
El lema de 1992 fue "Sacerdotes para la nueva evangelización". En el guión litúrgico se decía: "Por San José y bajo su patrocinio celebramos la fiesta del Día del Seminario. Él hizo de padre y custodio de Jesús, él es padre y custodio de la Iglesia y de las vocaciones sacerdotales. Precisamente él, un padre de familia y trabajador, sencillo y humilde, dichoso y evangelio vivo, con su testimonio de fe, callado pero realmente eficaz. Lo proponemos también como modelo de vida para cada uno de nosotros y de nuestras comunidades, aprendiendo su sed de Dios, su serenidad en la vida, su amor a Santa María y al Hijo de Dios, a quien tuvo que servir como educador. Por eso a él también nos encomendamos cuando encomendamos la educación de los seminaristas, que un día representarán como sacerdotes a Jesucristo en medio de la comunidad y del mundo.
El seguimiento fiel al Señor y la abnegación generosa de sí mismo son condiciones de la nueva evangelización, que vivió San José en su peregrinar junto a María y a Jesucristo. San José fue custodio de Cristo: que sea él el guardián de los que se forman en nuestro Seminario. Él tuvo un corazón puro, una entrega total, una justicia y honestidad como actitud vital, una estrecha relación con Jesucristo y su madre la Virgen María: que también conceda un corazón puro, la misma entrega y honestidad, junto con una relación firme e íntima con el Señor y la Madre, a quienes se preparan para el sacerdocio. San José estuvo al lado del crecimiento de Jesús: que él esté también al lado del crecimiento de la nueva evangelización".
La Campaña de 1997, año en que se iniciaba la preparación del gran Jubileo, llevó por lema: "Apóstoles para el 2000". El guión litúrgico sugería para la homilía de la fiesta de San José: "San José, cumpliendo la voluntad de Dios, testimonia quién es el Salvador. Todas las personas tenemos una vocación y misión que Dios nos encomienda. A San José Dios lo llamó a una misión especial: acoger virginalmente a María y a Jesús, cuidar de ellos y darle nombre al Hijo de Dios: llamarle 'Jesús' = Dios Salvador (el nombre significa la realidad de la persona). José, en medio de sus dudas y dificultades, fue fiel a la misión confiada. Es un ejemplo para todos nosotros y para los seminaristas. Los sacerdotes tienen la misión de anunciar al único Salvador y acercar a las personas a Él. Hoy hacen falta personas que, como San José, muestren al hombre contemporáneo, necesitado de salvación, dónde está su verdadero Salvador".
En 1998, año dedicado al Espíritu Santo, el Día del Seminario llevó como lema: "Hombres del Espíritu". En el guión litúrgico la referencia a San José aludía a esa aspecto: "San José descubrió el misterio de Jesús, nacido por obra del Espíritu Santo (cf. Mt 1,16-21). En el Evangelio hemos leído cómo Dios revela a San José que el hijo que espera María es obra del Espíritu Santo. Si el Espíritu Santo es la Persona-Amor de la Trinidad, la encarnación es la manifestación suprema del amor de Dios al hombre. San José colaboró en la obra del Espíritu Santo, ayudando al Niño Jesús en su maduración y crecimiento en edad, sabiduría y gracia".
El lema de 1999 fue: "Los sacerdotes, un regalo de Dios". También el guión litúrgico ponía a San José en relación con este lema: "La concepción virginal de Jesús en el seno de María resalta el aspecto de regalo de la encarnación. Jesús nace sin intervención de varón, por pura gracia de Dios y obra del Espíritu Santo. El Señor ayuda a San José a descubrir este misterio y le encomienda la misión paternal de darle nombre y cuidarlo. El nombre que le da -Jesús- significa "Dios salva" y manifiesta de nuevo en qué consiste ese regalo de la misericordia de Dios: salvará a su pueblo de sus pecados".
El guión litúrgico de 2001, sobre el lema "El Seminario, corazón de la Diócesis", sugería varios aspectos en los que San José es ejemplo: "Abraham y San José son dos hombres de fe. Tuvieron que superar dificultades y oscuridades. No todo lo que Dios puso en su camino lo comprendieron, pero se fiaron de Él. Son buen modelo para nosotros. En la visita al Templo (2º Evangelio), cuando Jesús tenía doce años les descubre a María y a José su vocación: ocuparse de las cosas del Padre. María y José serán fieles instrumentos para ayudar al Hijo de Dios a cumplir su misión mesiánica. El Día del seminario nos invita a plantearnos qué colaboración nos pide Dios a cada uno en apoyo de los que elige como sacerdotes y continuadores en la historia de la misión de su Hijo. Estamos en tiempos difíciles para estas vocaciones. Por eso hace falta más fe y más empeño. El Seminario, como el hogar de Nazaret, cuida a los futuros sacerdotes".
Consiguientemente, estos guiones que se han distribuido por casi todas las Parroquias de España, han podido ayudar a presentar y difundir algunas facetas de la personalidad y vocación de San José que muestran cierta originalidad y que conectan con un tema de tanta importancia pastoral como es el desarrollo y formación de las vocaciones sacerdotales.
3.2. San José en las Pastorales de los Obispos ante el Día del Seminario
La mayoría de los Obispos con ocasión del Día del Seminario suelen escribir una Carta Pastoral o Mensaje a la Diócesis o tienen una Misa especial. Al ir vinculado el Día con la fiesta de San José, casi siempre hacen alusión al Santo y a su intercesión. En algunos casos le han dedicado algunos párrafos más amplios. Espigamos algunos.
El Obispo de Córdoba, D. Manuel Fernández Conde, en la homilía de la fiesta de San José de 1965 decía: "En esta fecha celebramos -junto con la festividad del Santo Patriarca- una solemnidad eclesial. Desde aquel hogar de José el carpintero entroncamos con otro hogar -el Seminario- encantador también, que tiene la misma finalidad. Si allí se formó aquel a quien José, por mandato del ángel, puso el nombre de Jesús, porque él salvaría a su pueblo de sus pecados; aquí se forman los ministros de este Redentor puestos para continuar su misma misión. Éste es y no otro el objetivo fundamental del "Día del Seminario": conseguir que el concepto, el fin, la trascendencia del sacerdocio y de este colegio eclesiástico penetren en la mentalidad y en el corazón de todos los fieles. ¿No será San José el mejor abogado
de esta magna empresa?"[15].
En 1971 D. Marcelo González, Arzobispo de Barcelona, en la Carta Pastoral para el Día del Seminario decía: "No puedo limitarme a una llamada a la cooperación económica. Se necesita algo más. La obra de las vocaciones es eminentemente sobrenatural. Sería un oportunismo carente de sinceridad y de valor religioso celebrar esta jornada del Seminario el día de la festividad de San José y no reflexionar sobre lo que debe ser nuestra respuesta a la voz de Dios que nos invita a seguirle. Si los sacerdotes y los seminaristas no son capaces de ver el sentido de nuestro servicio a la Iglesia con la humildad, fe y obediencia de que nos da ejemplo el Patriarca San José, es mejor no importunemos al pueblo cristiano con nuestras peticiones.
La Biblia nos da lecciones permanentes, pero no tenemos el derecho de seleccionarlas según nuestros gustos. San José es un modelo vivo para todos nosotros porque supo vencer dificultades en silencio, porque oró, porque obedeció a Dios y siguió el camino que le fue señalado. Deberíamos meditar más en él nosotros los sacerdotes y los alumnos del Seminario, las familias y el pueblo cristiano. Deberíamos hacer más de lo que hacemos para romper estos círculos viciosos que nos ahogan. Deberíamos hacer un esfuerzo supremo por liberarnos de tanta complicación y tanta crítica y, unidos todos como una familia, como la familia de Nazaret, seguir más sencillamente los caminos que Dios nos traza por medio del Magisterio de la Iglesia, por medio del Papa, y lanzarnos a trabajar denodadamente entre los niños y los jóvenes para despertar su posible vocación…"[16].
Ese mismo año el Arzobispo de Burgos D. Segundo García Sierra ponía de relieve la consonancia entre San José y el Seminario: "Para celebrar el Día del Seminario se reservó el día 19 de marzo, fiesta de San José. Recordamos con indecible gozo el día en que el Papa Juan XXIII nos habló de San José como Patrono del Concilio: mención y encomienda que Pablo VI reiteraba, indicando a todos los fieles el valimiento del Santo Patriarca en la marcha de la Iglesia. Permítasenos a nosotros implorar el patrocinio del Santo sobre la Iglesia Universal en esta fecha. ¿Hay algo más íntimo y decisivo en el edificar la Iglesia, en el espacio y en el tiempo, que el Sacerdocio?"[17].
En línea parecida argumentaba el mismo año D. Ireneo García, Obispo de Albacete: "El Día del Seminario es día de oración en primer lugar. Necesitamos más que nunca contar con la ayuda del Señor. Él es quien ha de dar el crecimiento y la fructificación de todos estos planes. Él es quien llama al sacerdocio y nos manda que pidamos al dueño de la mies que envíe operarios a su mies. Por eso la Jornada está patrocinada por San José. En la Santa Misa, en la predicación, en la oración de los fieles, encomendemos al Señor nuestro Seminario, nuestros futuros sacerdotes. Pongamos en San José la misma confianza que nuestra Doctora Santa Teresa: 'Tengo experiencia que socorre en todas las necesidades y que quiere el Señor darnos a entender que así como le fue sujeto en la tierra (primer 'seminario' de Nazaret), así en el cielo hace cuanto le pide'"[18].
En 1973 D. Antonio Briva, Obispo de Astorga, veía la relación entre San José y el Seminario por su actitud vocacional: "Se aproxima el Día del Seminario, vinculado tradicionalmente en nuestra diócesis a la solemnidad de San José, esposo de la Virgen María y padre nutricio de Jesús. San José, actor tan importante como silencioso en la historia de la salvación, ha sido venerado por el pueblo cristiano con el apelativo bíblico de 'varón justo', pendiente de los designios de Dios sobre él. Dios ciertamente irrumpió en su biografía y por medio de signos y manifestaciones de su voluntad le condujo hasta la ribera de una plenitud desbordante de fecundidad sobrenatural. Por esto es el siervo bueno y fiel, que influyó en la realización de la historia de la salvación, por su entrega sencilla e incondicional a la obra de Dios, aunque tuviera que atravesar, estremecido, las nieblas oscuras de acontecimientos interpretados válidamente sólo por la fe.
Esta idiosincrasia de la santidad de San José está en la base de su proclamación de Patrono de la Iglesia Universal por el Papa Pío IX y movió al Sumo Pontífice Pío XII a poner bajo su patrocinio la Obra Pontificia de las Vocaciones Sacerdotales.
Con densa unción, la oración litúrgica de la fiesta de San José, recoge la base teológica de estas decisiones pontificias: 'Dios todopoderoso confió a la fiel custodia de San José los primeros misterios de la salvación de los hombres y a su intercesión sigue encomendado que la Iglesia los conserve fielmente y los lleve a su plenitud en su misión salvadora'. Esta actitud del santo nos ofrece siempre el único observatorio válido para otear el panorama vocacional de la Iglesia universal y de nuestra Iglesia particular de Astorga"[19].
En años más recientes siguen los Obispos hablando de San José y su relación con el Seminario. D. Julián Blázquez, siendo Obispo de Ávila se expresaba así en 1992, año en que el lema de la Campaña era "Sacerdotes para la nueva Evangelización": "El Día del Seminario tiene ya una historia prolongada en nuestra diócesis, como en todas las diócesis españolas. Su vinculación a la fiesta de San José nos lleva a comparar al Seminario con el hogar del Santo en Nazaret. Allí crecía Jesús en edad, en gracia y en sabiduría, bajo la mirada y la protección de José, en la espera prolongada de su hora de predicar el Reino de Dios. En el Seminario se preparan quienes en nombre de Cristo deberán continuar la oferta del Evangelio a los hombres de hoy"[20].
D. Antonio Ceballos, obispo de Ciudad Rodrigo, en 1992 proponía a San José como modelo de educadores para el Seminario: "José, pobre y humilde, se entrega y se pierde en su misión: Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados(Lc 2,48). José es humilde en su tarea educadora. No es autosuficiente. Él, en su vida de custodio y educador, no hace de protagonista, sino de colaborador. Aparece siempre en la sombra. No es el hombre que habla, sino el que escucha mucho, el que ama mucho, el que vigila, el que protege. Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados (Lc 4,48). Él espera recibir los dones de Dios. Es un pobre instrumento en las manos de Dios. Dios hace maravillas con José como educador. Él lleva al niño Jesús de la mano o le sostiene en sus brazos o le mira, aunque no comprenda por qué se ha portado así con María y con él. José, pobre y humilde, se entrega y se pierde en su misión. José se entrega y se pierde en su humilde magisterio"[21].
El Obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño, D. Ramón Búa, con ocasión del Día del Seminario de 1995 escribe una original carta titulada "La vara de San José", con la preocupación por la escasez de vocaciones: "Cuando yo era seminarista en el Colegio Español de 'San José', al llegar el 19 de Marzo se decía, no sin cierto convencionalismo solemne, que en la fiesta del Santo Patrono 'florecía la vara de San José'. En algún momento de la celebración profana de la fiesta (normalmente al final de la comida del día), el Rector debía pronunciar la ritual frase alusiva al florecimiento de la vara o el bastón de San José, so pena de que la fiesta quedase incompleta o desvirtuada por la falta de la magia de la frase esencial. El florecimiento de la vara de San José hacía referencia a la ordenación sacerdotal que recibían ese día los seminaristas del último año de estudios teológicos. Yo también florecí el 19 de Marzo de 1961. Florecí como sacerdote en la vara de san José del Colegio Español de Roma.
En la actualidad la vara de San José apenas florece. Apenas tiene brotes vocacionales. Al ver muchos Seminarios cerrados y algunos semivacíos como el nuestro, nos parece contemplar a San José con su vara sin flores. Triste debe estar nuestro patrono. Sin especiales ánimos para hacer o recibir fiesta. Pues la fiesta de San José no es su fiesta si no es la fiesta del Seminario y de las vocaciones al sacerdocio. Nuestros Seminarios tampoco están para grandes fiestas, puesto que las casas vacías carecen de la luz y del calor necesarios para la fiesta.
Sin embargo, aun en las familias pequeñas y pobres, que viven la sencillez y la esperanza, se pueden celebrar con inefable gozo los grandes días de fiesta. Quizás desde la humildad se posean unos mayores quilates de autenticidad, que suelen faltar en la superficialidad y el triunfalismo que siempre amenazan en la bonanza y en la riqueza. Pienso que la humildad y la eficacia oculta de la autenticidad de San José pueden hacerle, ahora más que nunca, patrono de nuestros Seminarios, que hoy de nada tienen que presumir en una sociedad y una cultura hipersensible a las magnitudes superficiales y espectaculares.
Al mismo tiempo, la fiesta de San José y Día del Seminario debe ser ocasión para el examen de conciencia de todos los que formamos la Iglesia. La falta de brotes y flores en la vara de San José ¿no será debido a que hemos abandonado el cuidado de esta planta-vara vocacional de San José que es la familia, la catequesis parroquial y la escuela como 'primeros seminarios'? Si el Seminario está semivacío y en los próximos años van a florecer cada vez menos sacerdotes en la vara de San José, quiere decir que la sequía que agota el jardín vocacional ha empezado en la familia, la parroquia, la escuela, los movimientos apostólicos y de espiritualidad.
Pidamos al Señor, con esperanza y por intercesión de San José, que aumente las vocaciones sacerdotales en nuestra diócesis y en toda la Iglesia. Que nuestra oración a Dios sea, sin embargo 'con el mazo dando' y no sólo rogando. Las vocaciones hay que pedirlas al Dueño de la mies, pero también hay que trabajarlas. Un jardín, como la vara de San José, no florece si no se cultiva y riega con esfuerzo permanente y vigilante cuidado"[22].
CONCLUSIÓN
El "Día del Seminario" nació vinculado a la fiesta de San José. Así se fue difundiendo a la mayoría de las Diócesis españolas. Cuando el 19 de Marzo ha dejado de ser una fiesta estable desde el punto laboral en diversas Comunidades Autónomas, el Día del Seminario se traslada al domingo más inmediato, pero sigue manteniéndose la referencia a San José.
Según hemos podido apreciar a lo largo de este recorrido, esta vinculación con San José ha sido beneficiosa para el Seminario, porque le ha proporcionado constantemente la referencia educativa del hogar de Nazaret, la actitud de fe y las virtudes de San José como modelo de fidelidad a la vocación y la visión sobrenatural de todo lo referente a la pastoral de las vocaciones.
Y también, creemos, ha resultado beneficiosa para la devoción a San José e incluso para la misma teología josefina. La amplia difusión de la Campaña ha ayudado a difundir la figura de San José como intercesor y protector de la Iglesia y particular cuidador del corazón de la Diócesis, que es el Seminario. Además, a través de la predicación y de las cartas pastorales de los Obispos, se han desarrollado facetas de San José originales en la comprensión de su figura: su actitud vocacional, el cuidado y educación del primer sacerdote, servir de modelo de educadores o ser ejemplo para el anuncio de Jesucristo y hasta para la vida del sacerdote, que ha de cuidar de la comunidad cristiana y hacer crecer a Cristo en ella.
Esta perspectiva josefina del Día del Seminario en el siglo XX hereda y a la vez continúa la rica tradición española de devoción a San José, que encuentra hitos gloriosos en Santa Teresa, en la literatura, la iconografía o la espiritualidad del barroco y en la devoción e instituciones que nacen bajo su amparo en el siglo XIX. Adentrados ya en el siglo XXI, una vez más acude la Iglesia a San José, ahora sobre todo pidiéndole el aumento de las vocaciones. Puesto que su nombre mismo significa "Dios aumente", tenemos en él la garantía de un buen abogado y el indicador de que en las vocaciones, como en toda la pastoral eclesial, la primacía es de Dios y de su gracia.
1 Cf L. RUBIO PARRADO - J. DE ANDRÉS HERNANSANZ - F. MARTÍN HERNÁNDEZ, Sacerdotes Operarios Diocesanos. Aproximación a su historia, Sígueme, Salamanca 1996, esp. p. 55-94.
2 Cf. RT (1874) 301; (1877) 127-128; 156-159; 187-190. Sobre su devoción a San José, cf. sus escritos: Hermandad Josefina: Exposición y Estatutos (1876); El Devoto Josefino (1890): Escritos de Don Enrique de Ossó y Cervelló, I, p. 960-1236.
3 Por el "Motu proprio" Bonum sane de 25 de julio de 1920: AAS 12 (1920) 313.
4 Boletín Oficial Eclesiástico del Obispado de Tortosa, (1920) nº 1.
5 Cf. por ejemplo, El Correo Josefino: (1906) 65-66; (1910) 99-103; (1913) 94-96; (1919) 65-71; (1920) 353-355; (1921) 65-103 (nº monográfico); (1930) 75-76; (1932) 68-69; 97- 100.
6 La editorial decía así: "Honramos la primera página de nuestra Hojita con la imagen del glorioso Patriarca Nazareno como signo de amor, de gratitud y de esperanza. De amor porque realmente se lo profesamos; de gratitud por los muchos beneficios que ha hecho en particular a nuestra Obra; y de esperanza porque en él confiamos para las necesidades venideras. La Obra del Fomento de Vocaciones Eclesiásticas nació y vive bajo el patrocinio de San José. Él, que cuidó al primer seminarista, Jesús niño; Él que mereció ser llamado su Padre; Él, custodio de María, la Madre de los sacerdotes; el Protector de la Iglesia, a quien sirven los sacerdotes, es quien protege nuestra Obra, quien excita la caridad en el corazón de los que tienen, quien suscita las vocaciones sacerdotales y quien inspira arbitrios y da fuerza a todos los que en la Obra trabajamos. Por eso no podemos menos de honrarle y glorificarle, pagando así una deuda contraida con él y con nuestros lectores; deuda de agradecimiento que nos pide para el Santo nuestros homenajes y para los lectores el bien que les hagamos excitando su devoción en honor del bendito Patriarca, la cual les traerá innumerables bienes".
7 Cf. AAS 15 (1923) 348-349.
8 Cf. Crónica de la Semana "Pro Seminario" celebrada en Toledo los días 4-10 de noviembre de 1935, Ed. Católica Toledana, Toledo 1938, 397 p.
9 Por ejemplo, en la Diócesis de Madrid se instituye el Secretariado para el Fomento de Vocaciones y se inicia la celebración del "Día del Seminario" el año 1944.
10 Algunas Diócesis, sin embargo lo celebraban en otras fechas: ya hemos mencionado Vitoria, que lo celebra en la fiesta de la Inmaculada, y a partir de 1950 lo harán también en esa fecha Bilbao y San Sebastián, desmembradas de Vitoria. En la fiesta de la Asunción lo celebraban Oviedo, Málaga, Vich, Seo de Urgel, Lérida y Ávila, aunque estas dos últimas también pedían por el Seminario el día de San José. En Pentecostés lo hacían Santiago y Mondoñedo; y a comienzo del curso: Pamplona (domingo siguiente a la Natividad de Ntra. Señora), Valladolid (Septiembre), Burgos (domingo 1º de Octubre). Algunas Diócesis, sin embargo lo celebraban en otras fechas: ya hemos mencionado Vitoria, que lo celebra en la fiesta de la Inmaculada, y a partir de 1950 lo harán también en esa fecha Bilbao y San Sebastián, desmembradas de Vitoria. En la fiesta de la Asunción lo celebraban Oviedo,
Málaga, Vich, Seo de Urgel, Lérida y Ávila, aunque estas dos últimas también pedían por el Seminario el día de San José. En Pentecostés lo hacían Santiago y Mondoñedo; y a comienzo del curso: Pamplona (domingo siguiente a la Natividad de Ntra. Señora), Valladolid (Septiembre), Burgos (domingo 1º de Octubre).
11 Ecclesia, n. 88 (1943) 268.
12 Ecclesia, n. 7 (1941). 26.
13 La fiesta principal de la Obra Pontifica es el Jueves Santo y fiestas especiales son: la solemnidad de la Virgen Reina de los Apóstoles, la de San José, Patrono de la Iglesia Universal (miércoles de la III Semana de Pascua) y la de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo: cf. Seminarios n. 13 (1961) 174.
15 Boletín del Obispado de Córdoba (1965) p 214.
16 Boletín de la Archidiócesis de Barcelona (1971) p.114-115.
17 Boletín Eclesiástico del Arzobispado de Burgos (1971) p. 97.
18 Boletín del Obiapado Albacete (1971) p. 51.
19 Boletín del Obispado de Astorga (1973) p. 322-323.
20 Boletín de la Diócesis de Ávila (1992) p. 104.
21 Boletín de la Diócesis de Ciudad Rodrigo (1992) p. 285.
22 Boletín del Obispado de Calahorra y La Calzada-Logroño (1995) p. 69-70.