(ABC) Cuando Antonio Berenger era un niño pequeño vivía a los pies de la iglesia renacentista de la localidad de Albaida, un pequeño pueblo valenciano donde residen ahora unas 6.000 personas. Desde su hogar, este joven escuchaba tres veces al día el tañer de las campanas manuales; ese sonido que lleva regulando la vida de los habitantes del lugar ininterrumpidamente desde el siglo XIII.
Con el fin de revitalizar esta práctica y evitar que caiga en el olvido, la asociación cultural Hispania Nostra, así como otras instituciones, han puesto en marcha la iniciativa «Echamos las campanas al vuelo». Durante su celebración la música de las campanas manuales de 300 iglesias de España y unas 1.000 en Europa han resonado al unísono. «El objetivo final que perseguimos es que esta labor sea puesta en valor y reconocida como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO», explica a ABC la presidenta de Hispania Nostra, Araceli Pereda.
Cuando Antonio Berenger creció, comenzó a sentir una gran fascinación por la centenaria dedicación de los campaneros de su tierra. Por su entrega voluntaria y desinteresada a una práctica que está cayendo en desuso, como tantas otras, a causa de la mecanización. En 1981, con tan solo 9 años, decidió comenzar a realizar activamente esta labor. A día de hoy, ya con 46 años, si le preguntan qué son las campanas él les responderá que «son emociones. Un lenguaje universal».
«El sonido de las campanas era el Whatsapp de la época; el encargado de comunicar las emociones de los pueblo. Creemos que su historia, que se remonta a la Edad Media, se debe proteger y patrocinar», explica a ABC Antonio Berenger. En la actualidad, este valenciano ocupa el puesto de coordinador de la asociación de campaneros de Albaida, que cuenta con 20 miembros de edades comprendidas entre los 7 y los 50 años. Ellos son los encargados de tañer las diez campanas situadas en lo alto de la iglesia albaidense. Desde su campanario –el punto más alto del pequeño pueblo mediterráneo– estos voluntarios pueden otear a la perfección los campos de cultivo que bañan la comarca, los olivos y naranjos que salpican su tierra y la sierra de Mariola, frontera natural entre la provincia de Valencia y la de Alicante.
A la hora de llevar cabo esta iniciativa, los campaneros de Albadia han contado con el apoyo y la guía de Hispania Nostra: una asociación dedicada al cuidado de nuestro patrimonio cultural desde hace 40 años. «Creemos que la campana ha jugado un papel muy importante en la Historia. No hace mucho tiempo era su sonido el que regulaba la vida de la gente. El que tocaba a rebato, a difuntos o a gloria entre otros. Esa es la razón por la que estamos todos involucrados en ponerla en valor», dice a ABC Araceli Pereda.
La presidenta se muestra muy preocupada por el futuro del campanero, cuya figura ve «en peligro de extinción». Explica que este 2018, Año Europeo del Patrimonio Cultural, les pareció el momento más oportuno para poner en marcha esta iniciativa. Para lograr que la campana sea reconocida como Patrimonio de la Humanidad, en Hispania Nostra están realizando un inventario de campanas, torres y campanarios para documentar el expediente que se entregará a la UNESCO.
Uno de los grandes protagonistas es el carrillón: un grupo conformado por una media de 48 campanas que produce un exquisito sonido melódico. Sin embargo, este instrumento -originario de Flandes y que vivió su máximo apogeo entre los siglos XVI y XVII- no resonará en ninguna de las 300 localidades españolas que participaran en «Echamos las campanas al vuelo», solo en las del extranjero.
«A día de hoy, en España solo están activos el carrillón del Palacio de la Generalidad en Barcelona y el de la diputación provincial de Zaragoza», explica a ABC Ignacio Navarro, un campanólogo de 32 años que está al cargo del carrillón de la localidad aragonesa y que, además, fue el último músico en tocar el de la basílica de San Lorenzo de El Escorial. El de la localidad madrileña fue adquirido en el siglo XVI por el mismísimo Felipe II; pese que aún sigue utilizándose pasó a ser completamente mecánico hace ya seis años.
Navarro lamenta que el uso de este instrumento no sea valorado por las instituciones públicas. Afirma que el problema reside en la falta de cultura de carrrillón en España. «Si sales del país y visitas otros, como Bélgica y Holanda, es muy difícil no escuchar un carrillón tocado de forma manual. Sin embargo, aquí cada vez son más contadas las ocasiones en las que esto ocurre. Da mucha pena en España, el país donde hay un mayor número de toques de campana, ocurra esto», dice Navarro. Esta es la razón por la que el músico considera que el que se realicen iniciativas como «Echamos las campanas al vuelo» es de vital importancia para que se preserve el toque manual: «La campana es el objeto más sagrado que hay fuera de una iglesia. Tiene una carga simbólica brutal».
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