Al señor Arzobispo no le ha gustado lo que ha dicho su cura. El señor Arzobispo está instalado, quizá por obligación, en el cómodo edificio de lo políticamente correcto, y su sacerdote está en su verdad. Conozco al cura desde muchos años atrás. Fue el relevo de otro cura, don José Luis Martín-Descalzo en ABC. Un sacerdote poeta, gran escritor, diabético y con elevado sentido del humor. Don Santiago Martín trabajó y escribió durante 14 años en ABC. De ahí pasó a hacerlo en LA RAZÓN, y retornó a sus orígenes. Tiene tres carreras universitarias. Es sacerdote de la parroquia de Nuestra Señora de los Ángeles de Madrid. Un hombre de Dios, pausado, inteligente, medido y brillante con la palabra y con la pluma. Si don Santiago Martín se ha atrevido a decir en un púlpito lo que tantos cristianos piensan, hay que buscar la causa en otras esferas. Quizá don Santiago ha dicho en su sitio lo que el señor Arzobispo no se ha atrevido a decir en el suyo. Quizá don Santiago ha dicho con claridad meridiana y valentía razonada en su sitio, lo que algún político cobarde se ha callado en el suyo. Quizá don Santiago Martín se ha visto arrastrado por la verdad de su verdad y herido por las muertes y el dolor de las víctimas de un atentado, ha hablado en su sitio con el resplandor sincero de la Iglesia perseguida y se ha dejado de sandeces y valdanismos porteños. El señor Arzobispo de Madrid tendría que agradecer públicamente a su sacerdote su compromiso con la verdad de su verdad.
Don Santiago Martín, el cura, no ha dicho nada atentatorio ni falso. Que los culpables son los asesinos, los terroristas. Pero que una parte de culpa la tiene Ada Colau por haber desoído la recomendación del Ministerio del Interior de instalar bolardos preventivos allí donde se reúnen más ciudadanos para pasear. Y que también la alcaldesa de Madrid ha despreciado la recomendación porque los bolardos «coartan la libertad». Y el cura, ha coincidido parcialmente con la aseveración de las dos alcaldesas comunistas. En efecto, coartan la libertad, pero no la libertad de los pacíficos, sino la libertad de los asesinos. Y al final de su homilía, ha formulado una pregunta. ¿Qué hubiera pasado si el Gobierno municipal de Barcelona fuera de un partido de derechas?
Voy a responder a don Santiago, el buen cura. Se habría montado la marimorena. Se habría exigido la inmediata dimisión del Gobierno municipal. Se habrían convocado manifestaciones y escraches ante el Ayuntamiento de Barcelona y el domicilio particular de la Alcaldesa. Y las palabras vaticanas del Santo Padre se hubiesen leído en un tono más áspero y endurecido. Porque el comunismo –y eso no lo ha dicho el cura pero lo escribo yo–, la ideología más asesina y brutal de la historia de la humanidad, siempre gozará de la bula y la comprensión de todos los cobardes. El comunismo está más del lado de los terroristas que dispuesto al amparo de las víctimas. Prueba de ello, la vergonzosa actitud «observadora» de los diferentes guateques comunistas en el Pacto Antiyihadista. El comunismo aprueba y financia la construcción de mezquitas, y aplaude la destrucción de imágenes sagradas católicas en nuestras iglesias. El comunismo no considera relevante que uno de los tiranos que lo financian haya dado un golpe de Estado en Venezuela y asesinado a ciento cincuenta venezolanos, cincuenta de ellos, estudiantes. El comunismo tolera la tortura y la indefensión de los presos políticos. El comunismo recibe grandes cantidades de dinero de regímenes que cuelgan a los homosexuales de lo alto de las grúas, lapidan a las mujeres y permiten que niñas de ocho años sean vendidas como ganado a un viejo sádico que desea la posesión de su cuerpo. Todo ello lo aprueba el comunismo «porque hay que respetar las culturas ajenas». Pero no la nuestra. Y los bolardos coartan la libertad. Sí, pero de los asesinos. A mí un bolardo me importa un bledo. Paso entre bolardo y bolardo, y aquí paz y después, gloria.
Don Santiago Martín ha hablado porque su conciencia cristiana se lo ha exigido. Con tranquilidad y cordura. Sin odio. Pero también sin miedo. Conoce el idioma y maneja a la perfección ideas y palabras. Les aseguro que don Santiago Martín es un buen sacerdote y una gran persona. El señor Arzobispo no puede enfadarse con don Santiago. No lo hizo con Rita Maestre cuando gritó «¡Arderéis como en el 36!», a la que disculpó con pronta misericordia. Y no me parece correcto que acuda a un programa de televisión a desautorizar a su cura.
La Iglesia, perseguida hoy en día en España, necesita sacerdotes valientes, no políticamente correctos ni aduladores de quienes los odian. Juan Pablo II venció con su firmeza al comunismo que torturó a su país. No se calló ni se cayó. Lo de ahora, por desgracia, es diferente. Pero este cura no merece advertencia ni sanción alguna. Todo lo contrario.
Gracias, querido cura.
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