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viernes, 25 de agosto de 2017

‘’FUE A PRISA A LA MONTAÑA’’. Por Joaquín Manuel Serrano Vila

          Otro año más celebramos la fiesta de la Visitación de la Virgen María a su prima Santa Isabel. El Evangelista San Lucas es quien nos narra este acontecimiento familiar: la conversación entre las dos primas, las cuales se encontraban en “estado de buenaesperanza” (motivo por el que Santa Isabel es también patrona de las madres gestantes). Por eso nuestra fiesta no es sólo un acontecimiento “familiar”, sino que es también un canto de vida, y un canto a la vida.

 El Evangelio señala que “María fue a prisa a la montaña”. En la Biblia, como en muchas otras tradiciones religiosas, la montaña no es sólo un simple lugar geográfico. La montaña es un lugar simbólico y teológico. La montaña es una “metáfora”; una forma de hablar del lugar sagrado donde Dios se manifiesta, donde se encuentra con sus elegidos, con su pueblo, con la humanidad… Las cumbres de las montañas en la Biblia han sido símbolos de grandes encuentros de Dios con el hombre, y lugares donde se han dado hechos que han marcado el curso de la historia. La revelación bíblica ensalza a quienes levantan su mirada para invocar la piedad del Dios creador del cielo y de la tierra: “Levanto mis ojos los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio?... El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra” (Sal 120, 1-2)

A continuación, encontramos el famoso diálogo entre Isabel y María. Isabel sabe el secreto que porta María en su seno. Un secreto que sólo había sido desvelado por el ángel en la Anunciación a María. Isabel es también, desde ahora, conocedora y partícipe de este secreto. Desvelado ya y reconocido el mismo, Isabel proclama un himno: “Bendita tú entre las mujeres y bendito el Fruto de tu vientre”. María es bendecida por Dios para ser la cuna de Dios en la tierra.

Ante tal misión, de los labios de María brotan las bellísimas palabras del “Magnificat”: Proclama mi alma la grandeza del Señor; se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava y desde ahora todas las generaciones me llamarán “dichosa”.

Tres fueron pues los beneficios que María llevó consigo: 

1. En primer lugar, llenó de gloria aquella casa: ¿De dónde a mí tanto bien -exclama Isabel- que venga la madre de mi Señor a visitarme?... Si la visita de un personaje de la tierra honra sobremanera a quien le hospeda, ¿qué no habría que decir Isabel del honor recibido de Aquella que acoge al Hijo Unigénito del Padre hecho hombre? 

2. Inmediatamente, también “el Bautista” (primo de Jesús y como él aún no nacido) se estremeció y exultó de gozo en el seno de su madre y quedó santificado por la presencia de Jesucristo. Fue el bautismo del Bautista.

3. Por último Isabel, iluminada por el Espíritu de Dios, prorrumpió en una aclamación profética: en cuanto llegó tu saludo a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre… y súbitamente, inspirada de nuevo por el Espíritu exclama: ¡bienaventurada Tú, María, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá!

Miremos entonces este momento de la vida de María aplicándolo a una visión propia: ¿Qué nos dice María a nosotros hoy? También si nos lo proponemos todos podemos “dar a luz” a Jesucristo en nuestro mundo predicando con el ejemplo de un corazón convertido y abierto a Él. Lo más importante es orar, meditar y “rumiar” la Palabra de Dios en nuestro corazón y tratar de llevarla a la práctica. Después, los éxitos o los fracasos, serán, una vez más, cosa nuestra…
                                                                                                                     

  Joaquín, -Párroco-

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