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sábado, 20 de mayo de 2017

El defensor es el Espíritu de la Verdad. Por Fray José Rafael Reyes González O.P.

El pasaje evangélico de este domingo nos lleva al contexto de la Última Cena, en la que Jesús deja su testamento a los discípulos. En este testamento, Jesús propone unir nuestra vida con su vida, guardando sus mandamientos. Estos mandamientos han quedado sintetizados en el mandamiento del amor. Y el amor se expresa en las acciones, se adapta a cada situación, sabe discernir qué es lo bueno, lo bello, en ese momento.

Y quien une su vida a la vida de Jesús, recibe lo que Jesús pide al Padre que nos envíe: el Espíritu, el Defensor. El defensor es el que defiende del Enemigo, de aquel que roba la vida. Este defensor que nos protege de la muerte, de la no-vida, es el Espíritu de la Verdad. Este Espíritu es la fuerza que nos lleva a ser verdaderos, auténticos. El hombre auténtico es aquel que transparenta en su vida lo que le caracteriza como persona: el amor. Lo que caracteriza al hombre es el amor, el buscar el bien. Todo lo que no sea amar, buscar el bien, es una mentira. Pero hemos de afrontar una realidad de nuestro mundo: en un mundo donde la mentira campea, la verdad se paga a precio de sufrimiento.

Frente al poder de la mentira, del dinero, de la muerte, de la no-vida, de la falsedad y el postureo… la verdad se presenta como el mejor acto de amor a nuestro mundo.

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