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jueves, 5 de mayo de 2016

El cardenal Muller asegura en Oviedo que «Amoris Laetitia» no cambia la disciplina sobre los divorciados vueltos a casar


(Iglesia en Asturias) Durante su intervención, el cardenal destacó que «una primera lectura de Amoris Laetitia nos ayuda a descubrir que el problema de la familia actual no se refiere a esfuerzos individuales, a convicciones personales o a entregas aisladas. El gran reto –dijo– está en superar la falta de un ambiente y de un tejido de relaciones donde pueda crecer y germinar el deseo de los hombres».

«Amoris Laetitia –afirmó el Cardenal Müller– ha resumido la esperanza de la familia mediante laexégesis de la 1ª Carta a los Corintios 13 y dicha intuición, a mi entender, es la clave de lectura del documento. Según este, solo a la luz del verdadero y genuino amor, es posible aprender a amar y construir una morada al deseo».

Para el cardenal, Francisco propone en la Amoris Laetitia edificar una «cultura de la familia sólida». Y la fuerza se extrae del mismo sacramento del matrimonio. Ahí se encuentra la «gran esperanza de la familia», «el gran don que cada familia ha recibido», afirmó, «por el que los cónyuges se transforman en signo eficaz del amor de Jesús y su Iglesia. El don recibido de Dios genera a su vez múltiples relaciones, porque el sacramento asume y transforma su amor».

Sin embargo, la Iglesia no propone un matrimonio perfecto, y conoce las dificultades que éste comporta. «La relación de los esposos tendrá que crecer y madurar –señaló Müller–. Conocerá caídas y necesitará del perdón. Humanamente, será siempre imperfecta y estará siempre en camino. Sacramentalmente, sin embargo, el matrimonio proporciona a los esposos la presencia plena entre ellos del amor de Jesús, haciendo que el vínculo de su amor sea tan indisoluble, hasta la muerte, como el de Cristo y su Iglesia. La familia, por tanto, es sujeto de la vida de la Iglesia, no porque los esposos sean muy eficaces, inteligentes o justos, sino porque tiene en sí la fuerza del amor de Cristo, capaz de generar un nuevo amor en el mundo».

Recordando las palabras de la exhortación del Papa, el cardenal afirmó también que la pastoral matrimonial «tiene que ser una pastoral del vínculo», y recordó también la vía que el Papa proponía para dar esperanza a aquellos que viven alejados, y especialmente a los que han vivido un drama y la herida de una segunda unión civil después de un divorcio: «acompañar, discernir e integrar».
La Iglesia ni excluye a los pecadores, ni excluye el pecado

En este sentido, recordó que la Iglesia acoge con premura a los pecadores, y «a la vez les invita a un camino concreto de conversión y de superación del pecado: ni excluye a los pecadores, ni excluye el pecado», porque «si la Iglesia perdiera la arquitectura de los sacramentos, perdería el don originario que la sostiene, y no visibilizaría el amor de Jesús, y el modo en que éste transforma la vida cristiana».

«Algunos han afirmado estos días –ha querido precisar el Cardenal– que Amoris Laetitia ha eliminado esta disciplina, permitiendo, al menos en ciertos casos, que los divorciados que viven en nueva unión pudieran recibir la Eucaristía sin necesidad de transformar su modo de vida. A esto habría que responder –destacó– que si Amoris Laetitia hubiera querido cancelar una disciplina tan arraigada y de tanto peso, lo habría expresado con claridad, ofreciendo razones para ello. No hay, sin embargo, ninguna afirmación en este sentido en la exhortación apostólica post-sinodal, ni el Papa pone en duda en ningún momento los argumentos presentados por sus predecesores, que no se basan en la culpabilidad subjetiva de estos hermanos nuestros, sino en su modo visible, objetivo de vida, contrario a las palabras de Cristo».
Coherencia entre fe y vida

A lo largo de su intervención, el cardenal alemán quiso dejar claro, tanto en la conferencia, como en el encuentro previo con los periodistas, que nadie que quiera de verdad un sacramento como el de la Eucaristía, puede no vivir de acuerdo con los demás sacramentos, entre ellos el del matrimonio, porque «quien vive en modo contrario al vínculo matrimonial, se opone al signo visible del sacramento del matrimonio».

Para el Cardenal Müller, en la exhortación del Papa Francisco, éste nos advierte contra dos desvíos: «los que quieren condenar y se contentan con un inmovilismo que no abre nuevas vías para que estas personas puedan regenerar su corazón, y por otro lado, los que ven la solución en encontrar excepciones en distintos casos, renunciando a regenerar el corazón de las personas».

«Una síntesis entre fe y vida», es el objetivo a seguir en la sociedad para los cristianos, según el Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. «Yo, como prefecto de esta congregación, tengo que ocuparme de la fe. Los pastores en sus parroquias, se encargan más habitualmente de la vida. Y entre todos, tenemos que ayudar a la gente en la búsqueda de la verdad de Dios. Y todo esto no funcionará sin una conversión de los corazones», explicó en un encuentro previo a la conferencia, con los periodistas locales.
La excomunión de los divorciados

En el encuentro con los periodistas, el Cardenal quiso diferenciar entre la Excomunión Canónica y la Excomunión Sacramental, que afecta «a este grupo de personas que viven en una nueva unión, como si fueran casados. Ellos no están excomulgados canónicamente, pero no pueden comulgar sin antes regular su vida y recibir el sacramento de la Penitencia». Una diferenciación que, según el propio Cardenal, ha «provocado un poco de confusión», y es que «sólo Dios puede ver en nuestros corazones», y «la Iglesia no es la dueña de la Gracia, sólo administra los sacramentos y está vinculada y obligada a caminar en esa línea. La Iglesia no tiene la autoridad para cambiar este camino de los sacramentos».
No soy una copia servil del Pontífice

En este sentido, el Cardenal aseguró, ante la sugerencia de si su nuevo libro podría ser una «corrección teológica» a la exhortación del Papa Francisco, que «tanto Benedicto XVI como el Papa Francisco, cuando me llevaron a Roma, lo hicieron, no para que fuera una copia servil del Pontífice, sino para servir con mi cabeza, y así lo intento hacer. Yo tengo que hacer mi tarea –afirmó– esto es, promover y tutelar la fe».

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