Páginas

sábado, 29 de noviembre de 2014

Domingo I de Adviento – Ciclo B


Lectura del santo evangelio según san Marcos 13, 33-37

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

–«Mirad, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento.
Es igual que un hombre que se fue de viaje y dejó su casa, y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara.
Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer; no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos.
Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: ¡Velad!»

Palabra del Señor

Izquierda Unida celebra un acto político no autorizado en el interior de la Catedral de Córdoba


(InfoCatólica) El comunicado asegura que «pese a las reiteradas peticiones del personal de seguridad para que dieran fin al acto propagandístico, han permanecido en el interior del Patio de los Naranjos, negándose a suspender el acto político». El Cabildo denuncia que lo ocurrido es «una grave falta de respeto hacia la Catedral y, especialmente hacia los cordobeses».

Nota del Cabildo de la Catedral de Córdoba

Tras los acontecimientos acaecidos esta mañana en el interior del recinto de la Catedral de Córdoba, antigua Mezquita, el Cabildo desea comunicar lo siguiente:

- En la mañana del viernes 28 de noviembre varios representantes de la formación política Izquierda Unida han llevado a cabo sin autorización previa un acto electoral en el interior del recinto de la Catedral de Córdoba, antigua Mezquita. Este acto se ha organizado sin haber realizado ninguna notificación previa ni comunicación oficial al Cabildo. Pese a las reiteradas peticiones del personal de seguridad para que dieran fin al acto propagandístico, han permanecido en el interior del Patio de los Naranjos, negándose a suspender el acto político.

- Se trata de una grave falta de respeto hacia la Catedral y, especialmente hacia los cordobeses, ya que el único fin de este acto de provocación es el de generar división y enfrentamiento en la sociedad cordobesa, utilizando un lugar de convivencia y encuentro para ofrecer un acto político.

- Cabe recordar que desde el Cabildo se realiza una intensa actividad cultural de manera constante con todo tipo de instituciones y organizaciones, se colabora en una amplia lista de proyectos benéficos y de ayuda social y, en definitiva, se trabaja al servicio de toda la sociedad cordobesa, siempre dentro de un clima de armonía y respeto.

- El Cabildo recuerda que desde hace más de 775 años la Catedral es un lugar abierto a todos y al que que los cordobeses pueden acceder de manera gratuita. No obstante, las normas son iguales para todos, por lo que sorprende que algunos políticos que aspiran a representar a los ciudadanos se consideren por encima de los procedimientos que garantizan la convivencia ciudadana y que cumplen todos aquellos ciudadanos o entidades que solicitan utilizar el Patio de los Naranjos para diferentes actividades culturales y nunca para actos políticos partidistas.

- El Cabildo hace un llamamiento a la responsabilidad a los representantes políticos, a las organizaciones de la sociedad civil y a los medios de comunicación para trabajar juntos en el bien de la sociedad cordobesa.

jueves, 27 de noviembre de 2014

Tiempo de Adviento: su historia y significado


Presentación

Etimológicamente el término Adviento proviene del latín ‘adventus Redemptoris’ que significa ‘venida del Redentor’. Es el primer período del año litúrgico cristiano que consiste en un tiempo de preparación espiritual para la celebración de la Navidad; el nacimiento de Cristo. Navidad y Adviento no son fiestas independientes la una de la otra, ya que el Adviento es la celebración para preparar la Navidad, así como la Cuaresma es la preparación para la Pascua.

Los fieles cristianos consideran el Adviento como un tiempo de oración y de reflexión, caracterizado por la espera vigilante, tiempo también de arrepentimiento, de perdón y de alegría. El Adviento es, además, el tiempo con el cual se da inicio al año litúrgico católico. Es el domingo siguiente al de la solemnidad de Cristo Rey, último domingo del año litúrgico anterior.

La duración del Adviento varía entre veintidós y veintiocho días, dado que abarca los cuatro domingos previos a la solemnidad de la Navidad. La diferencia en el número de días radica en el número variable de días de la semana. En consecuencia, el primer domingo de Adviento se ubica entre el 27 de noviembre y el 3 de diciembre de cada año.


Historia de la celebración del Adviento

La liturgia del Adviento cristiano comenzó a moldearse en Galia e Hispania ya a fines del siglo IV y durante el siglo V, como preparación ascética para la celebración de la Navidad. Aquel preludio de la celebración del nacimiento de Cristo tenía una duración de tres semanas, que se unían a la preparación de los bautismos, por entonces administrados en la festividad de la Epifanía. De hecho, el canon 4 del Primer Concilio de Zaragoza (año 380) señalaba: “Durante veintiún días, a partir de las XVI calendas de enero (17 de diciembre), no está permitido a nadie ausentarse de la iglesia, sino que debe acudir a ella cotidianamente”.

Existen noticias de que en la Galia, el doctor de la Iglesia Hilario de Poitiers (siglo IV) invitó a los fieles a prepararse para el Adviento del Señor con tres semanas de prácticas ascéticas y penitenciales. Ya en el siglo V se practicó como tiempo de preparación para la Navidad la cuaresma de San Martín, así llamada por iniciarse el 11 de noviembre, en la festividad de san Martín de Tours (Patrología Latina 71: 566). En el mismo siglo aparece la asociación del tiempo de preparación para la Navidad con notas de índole social, vinculando este período con la práctica del amor al prójimo, con énfasis en los peregrinos, viudas y pobres:

“En preparación para la Navidad del Señor, purifiquemos nuestra conciencia de toda mancha, llenemos sus tesoros con la abundancia de diversos dones, para que sea santo y glorioso el día en el que los peregrinos sean acogidos, las viudas sean alimentadas y los pobres sean vestidos”. (Sermón de san Máximo de Turín, Patrología Latina 57:224.234)

Hay evidencias de que en la liturgia de la Iglesia de Roma existía a mediados del siglo VI un tiempo preparativo similar, pero este preludio de la Navidad carecía de elementos ascéticos tales como el ayuno, y se centraba mucho más en la alegre espera de la celebración del nacimiento de Jesucristo como anticipo de la vuelta del Señor glorioso al fin de los tiempos. Se hipotetiza que el papa Siricio (334-399) pudo instaurar el Adviento. La expresión latina ‘adventus Domini’ («venida del Señor») se encuentra en el Sacramentario gelasiano (Sacramentarium Gelasianum), que hace referencia al Adviento como un tiempo de seis semanas preparatorio de la Navidad. Las seis semanas de duración todavía perduran en el rito ambrosiano. Posteriormente se observaron algunas oscilaciones (cinco semanas) hasta que el papa Gregorio Magno propuso para el Adviento una extensión de cuatro semanas, duración que finalmente prevaleció.


Significado del Adviento

Al celebrar el Adviento, la Iglesia invita a meditar en la venida del Señor, la cual se nos presenta en tres dimensiones:

Adviento Histórico.- Es la espera en que vivieron los pueblos que ansiaban la venida del Salvador. Va desde Adán hasta la encarnación; abarca todo el Antiguo Testamento. Escuchar en las lecturas a los Profetas nos deja una enseñanza importante para preparar los corazones a la llegada del Señor. Acercarse a esta historia es identificarse con aquellos hombres que deseaban con vehemencia la llegada del Mesías y la liberación que esperaban de Él.

Adviento Místico.- Es la preparación moral del hombre de hoy a la venida del Señor. Es un Adviento actual. Es tiempo propicio para la evangelización y la oración que dispone al hombre, como persona, y a la comunidad humana como sociedad, a aceptar la salvación que viene del Señor. Jesús es el Señor que viene constantemente al hombre. Es necesario que el hombre se percate de esta realidad, para estar con el corazón abierto, listo para que entre el Señor. El Adviento, entendido así, es de suma actualidad e importancia.

Adviento Escatológico.- Es la preparación a la llegada definitiva del Señor al final de los tiempos, cuando vendrá para coronar definitivamente su obra redentora, dando a cada uno según sus obras. La Iglesia invita al hombre a no esperar este tiempo con temor y angustia, sino con la esperanza de que, cuando esto ocurra, será para la felicidad eterna del hombre que aceptó a Jesús como su salvador.


Esquema del Adviento

El color de los ornamentos del altar y la vestidura del sacerdote es el morado, igual que en Cuaresma, lo cual simboliza austeridad y penitencia.

Son cuatro los temas que se presentan durante el Adviento:

Primer domingo: Durante esta primera semana las lecturas bíblicas y la predicación son una invitación guiada por las palabras del Evangelio: “Velen y estén preparados, porque no saben cuando llegará el momento”, Es necesario preparar nuestra reconciliación con nuestros hermanos y acudir al sacramento de la Confesión.

Segundo domingo: Durante la segunda semana, la liturgia nos invita a reflexionar con la exhortación de San Juan el Bautista: “Preparen el camino, Jesús llega”. Debemos buscar la reconciliación con Dios para poder preparar nuestro propio camino.

Tercer domingo: La liturgia de Adviento nos invita a recordar la figura de la Virgen María, quien se prepara para ser la madre de Jesús, y que además está dispuesta a ayudar y a servir a quien la necesite. El Evangelio nos relata la visita de María a su prima Isabel, y nos invita a repetir sus palabras: “¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a verme?”.

Cuarto domingo: Las lecturas bíblicas y la predicación están dirigidas a la disposición de la Virgen María ante el nacimiento de su Hijo, y nos invitan a aprender de María y aceptar a Cristo, que es la luz del mundo. Debemos vivir la armonía, la fraternidad y la alegría que la celebración de la Navidad representa, con el propósito de aceptar a Jesús en nuestros corazones, tanto individualmente, como familia y como comunidad.


Lecturas bíblicas de Adviento

A partir del Concilio Vaticano II, se produjo una variación notable de la liturgia de la Iglesia católica tendiente a enriquecer el tiempo del Adviento con textos bíblicos diferentes en distintos años calendario. Se señalan a continuación las lecturas utilizadas antes y después del Concilio, a modo de ejemplo.

Según el Misal de 1962

Se trata de las lecturas utilizadas hasta la entrada en curso de la reforma resultante del Concilio Vaticano II.

-Domingo Primero: Romanos 13, 11-14; Lucas 21, 25-33.

-Domingo Segundo: Romanos 15, 4-13; Mateo 11, 2-10.

-Domingo Tercero: Filipenses 4, 4-7; Juan 1, 19-28.

-Domingo Cuarto: 1 Corintios 4, 1-5; Lucas 3, 1-6.

A partir del Concilio Vaticano II

Se trata de las lecturas que se integraron a la liturgia a partir del llamado Misal de Pablo VI o Misal del Vaticano II.

CICLO A:

-Domingo Primero: Isaías 2,1-5; Salmo 121 1-8; Romanos 13, 11-14a; Mt. 24, 37-44.

-Domingo Segundo: Isaías 11,1-10; Salmo 71, 1-2. 7-8. 12-13. 17; Romanos 15, 4-9; Mt. 3, 1-12.

-Domingo Tercero: Isaías 35, 1-6a 10; Salmo 145, 7. 8-9a. 9bc-10; Santiago 5, 7-10; Mt. 11, 2-11.

-Domingo Cuarto: Isaías 7, 10-14; Salmo 23, 1-2. 3-4ab. 5-6; Romanos 1, 1-7; Mt. 1, 18-24.

CICLO B:

La anunciación (Lucas 1:26-38) es el tema que gobierna la liturgia del cuarto domingo de Adviento en el ciclo B.

-Domingo Primero: Isaías 63, 16b-17. 19b; 64, 2b-7; Salmo 79, 2ac y 3b. 15-16. 18-19 4; 1 Corintios 1,3-9; Mc. 13, 33-37.

-Domingo Segundo: Isaías 40, 1-5. 9-11; Salmo 84, 9ab-10. 11-12. 13-14 8; 2 Pedro 3, 8-14; Mc. 1,1-8.

-Domingo Tercero: Isaías 61, 1-2a. 10-11; Lc. 1, 46-48. 49-50. 53-54; 1 Tesalonicenses 5,16-24; Jn. 1, 6-8.19-28.

-Domingo Cuarto: 2 Samuel 7,1-5. 8b-12. 14a.16; Salmo 88, 2-3. 4-5. 27 y 29; Romanos 16,25-27; Lc. 1,26-38.

CICLO C:

-Domingo Primero: Jeremías 33, 14-16; Salmo 24, 4bc-5ab. 8-9. 10 y 14; 1 Tesalonicenses 3, 12- 4,2; Lc. 21, 25-28, 34-36.

-Domingo Segundo: Baruc 5,1-9; Salmo 125,1-2ab.2cd-3.4-5.6; Filipenses 1,4-6.8-11; Lc. 3,1-6.

-Domingo Tercero: Sofonías 3,14-18; Isaías 12,2-3. 4bcd. 5-6; Filipenses 4,4-7; Lc. 3,10-18.

-Domingo Cuarto: Miqueas 5,1-4; Salmo 79, 2ac y 3c. 15-16. 18-19; Hebreos 10, 5-10; Lc. 1,39-46


La Corona de Adviento

La corona de Adviento constituye una tradición cristiana que simboliza los cuatro domingos que integran el Adviento en el calendario litúrgico de la Iglesia de Occidente.

Se trata de un conjunto de ramas verdes, de preferencia de especies perennifolias y en cualquier caso sin flores debido a la austeridad propia del Adviento, dispuestas o trenzadas en círculo, a las que se suman cuatro cirios o velas ubicadas en la periferia. El primer cirio se enciende en el primer domingo de Adviento, junto con la lectura de un pasaje bíblico o la realización de plegarias. Sucesivamente se encienden los restantes cirios, uno nuevo en cada uno de los siguientes domingos, hasta que en el domingo previo a la Navidad se encienden los cuatro cirios. A menudo, se ubica en el centro un quinto cirio de color blanco, que se enciende en Nochebuena o en Navidad. La costumbre se observa tanto en reuniones familiares como en servicios litúrgicos públicos.

El simbolismo de cada elemento constitutivo de la corona preexistía al mismo cristianismo. El círculo es un símbolo del ciclo eterno de las estaciones, mientras que las especies perennifolias en general simbolizan la inmortalidad, y la luz se identifica con el espíritu y la fuerza de la vida que persiste, aún en medio de los días cortos y del frío que gobierna usualmente el Hemisferio Norte en el tiempo de Adviento. En la simbología cristiana, la luz significa a Cristo a partir del evangelio de Juan que lo presenta como Luz del mundo (Juan 8:12).

Agustin Fabra

Carta semanal del Sr. Arzobispo


Año nuevo, vida… consagrada 

Estamos comenzando el nuevo año cristiano como siempre sucede al llegar el tiempo litúrgico del adviento. Esta palabra significa precisamente espera, y pone nombre a nuestra espera: qué, a quién y dónde esperamos. Jesús ha venido para dar cumplimiento a ese grito dulce que palpita en nuestro corazón. Vino hace dos mil años, cada día está a nuestro lado y prometió volver al fin de los tiempos. Esperamos al que vino, al que está y al que volverá. Paradoja cristiana que conjuga los tres tiempos verbales de todo cuanto tiene su pasado, su presente y su futuro.

Pero el Papa Francisco ha querido que con el comienzo de este adviento, quede inaugurado un año dedicado a la vida consagrada. A través de los distintos carismas y formas diversas de seguir a Jesús como discípulos, los consagrados son hombres y mujeres que nos dan un precioso testimonio desde el claustro de sus monasterios, desde las fronteras de su compromiso misionero, desde la entrega junto a niños y jóvenes en la enseñanza, junto a los ancianos y enfermos en sus dolencias y edades, desde su profecía en tantas periferias en donde Dios no es reconocido y el ser humano es maltratado o destruido.

Junto a los laicos y los sacerdotes, los consagrados construyen la Iglesia del Señor desde su precioso y preciso testimonio. El Papa Francisco ha querido subrayar hace unos días precisamente esa función “atractiva” que siempre entraña la vida consagrada, porque«ayuda principalmente a la Iglesia a realizar esa “atracción” que la hace crecer, porque ante el testimonio de un hermano o de una hermana que vive de verdad la vida religiosa, la gente se pregunta: “¿qué hay aquí?”, “¿qué es lo que impulsa a esta persona a ir más allá del horizonte mundano?”. Diría que esta es la primera cuestión: ayudar a la Iglesia a crecer por la vía de la atracción».

Será un año para dar gracias por esta vocación cristiana y para conocerla mejor en nuestro entorno más inmediato donde ellos son un testimonio lleno de belleza evangélica y de indómita atracción. En uno de los textos más elocuentes de la misión de la vida consagrada, San Juan Pablo II señalaba lo que significa esta atractiva de la caridad como verdadero testimonio del amor de Dios, y dibujaba así el Papa santo de nuestros días lo que es esta vocación dentro de la Iglesia: «La mirada fija en el rostro del Señor no atenúa en el apóstol el compromiso por el hombre; más bien lo potencia, capacitándole para incidir mejor en la historia y liberarla de todo lo que la desfigura. La búsqueda de la belleza divina mueve a las personas consagradas a velar por la imagen divina deformada en los rostros de tantos hermanos y hermanas, rostros desfigurados por el hambre, rostros desilusionados por promesas políticas; rostros humillados de quien ve despreciada su propia cultura; rostros aterrorizados por la violencia diaria e indiscriminada; rostros angustiados de menores; rostros de mujeres ofendidas y humilladas; rostros cansados de emigrantes que no encuentran digna acogida; rostros de ancianos sin las mínimas condiciones para una vida digna. La vida consagrada muestra de este modo, con la elocuencia de las obras, que la caridad divina es fundamento y estímulo del amor gratuito y operante» (VC 76).

Los consagrados nos regalan el anuncio de la belleza de Dios que ellos buscan y tratan de vivir, mientras que aportan también la denuncia de todo aquello que la mancha y desfigura en la deriva inhumana de nuestros hermanos. Todo un año para dar gracias por ellos y para pedir la gracia de su fidelidad.

+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo

miércoles, 26 de noviembre de 2014

«Valoraremos el colegio católico cuando enfrente tengamos el musulmán» dice el obispo Menéndez



Educación y Gestión de Asturias, la patronal mayoritaria de los centros educativos católicos, celebró este martes 25 de noviembre sus 25 años de existencia con "alegría y esperanza" pero también con palpable desasosiego por el presente y el futuro, marcados por un lado por elenvejecimiento y la falta de relevo en las congregaciones religiosas que rigen los colegios, y por otro por unas relaciones con el gobierno regional "no exentas de dificultades".

El Colegio Santo Ángel de la Guarda fue el elegido para reunir a los representantes de los 16 centros representados por Escuelas Católicas en la ciudad de Oviedo.

Una elección motivada por el hecho de que "este centro sufre desde hace tiempo una situación que no se merece", indicó Carlos Robla, secretario de la patronal, en referencia velada al penoso suicidio de una alumna y las denuncias por acoso escolar en que derivó el tema.

En el colegio de Cimadevilla se recordó la labor de los59 centros adscritos en toda Asturias, con 32.000 alumnos y 2.296 docentes, y se hizo repaso de 25 años de trabajo que "no siempre resultaron un camino de rosas, más bien de espinas", como apuntó el obispo auxiliar de Oviedo, Juan Antonio Menéndez.

La suya fue una de las voces más reivindicativas en favor de una escuela católica "reconocida por su calidad humana y competencial", y que en el presente debe afrontar el reto de "ponerse a trabajar para evitar que las alas, el oriente y el occidente asturiano, se queden sin escuela católica, y que los padres que desean esta educación para sus hijos no tengan que hacer cien kilómetros para ello".

Aludió el obispo auxiliar a la llegada de los laicos, de las empresas que en muchos casos están asumiendo la gestión de los centros católicos, y lamentó que la marcha de las congregaciones religiosas "deje concejos sin escuelas".

"La comunidad católica valorará los colegios católicos cuando tenga enfrente las escuelas musulmanas, y entonces comparará", sentenció Menéndez.

El acto de las bodas de plata sirvió para rendir homenaje a los presidentes que han pasado en estos años por Educación y Gestión, una entidad nacida en 1989 "sin sede propia y en años duros", y que "pronto tuvo representación en el Consejo Escolar del Principado, una vez que se transfirieron las competencias en educación".

Han sido sus presidentes a lo largo de sus 25 años de existencia Joaquín Barrero, Francisca Granda, Carlos Lozano, Emeterio Moral, José Luis Álvarez, Ramiro Nava, Alejandro Martínez, Mauricio Paniagua, Victoria Sánchez y Begoña Morán, algunos de los cuales participaron en el acto.

Historia y aportación
Entre todos ellos sortearon momentos de importante dificultad, como las luchas con el Principado por la reducción de los conciertos educativos o de aulas, la homologación salarial de los docentes de los centros católicos concertados o el mantenimiento del empleo.

"Se ha olvidado la historia y la aportación de los centros de la Iglesia", denunció José Luis Álvarez, quien destacó cómo "después de un periodo de calma en las relaciones con el Principado, esta situación ya se ha roto en la actualidad".

Por eso reclamó "unión" para "realizar esta labor de presente y futuro", en un momento en el que "las trabas en la Consejería de Educación son muchas y continúan".

[Nota de ReL: Asturias está gobernada por los socialistas, y la responsable deEducación, Ana González Rodríguez, es una feminista y laicista especialmente radical que ha crecido en el Partido a la sombra del lobby feminista y la ex-ministra de Zapatero Bibiana Aído. Ana González fue jefa del "Servicio para la Igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres en el Instituto Asturiano de la Mujer", luego fue miembro del gabinete de la Ministra de Igualdad, Bibiana Aído en 2008, y luego directora de Gabinete de la "Secretaría de Estado de Igualdad" hasta la primavera de 2011.]

martes, 25 de noviembre de 2014

DULCES de Navidad de las Clarisas de Villaviciosa


LAS CLARISAS DE VILLAVICIOSA NOS HAN INVITADO POR FACEBOOK A DISFRUTAR DE ESTA NAVIDAD CON SUS PRODUCTOS ARTESANALES.
¡QUÉ RICO POLVORÓN ASTURIANO ESTÁN HACIENDO !


OS INVITAMOS A TODOS A QUE OS ACERQUÉIS A CONOCERLAS




DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO AL PARLAMENTO EUROPEO



Estrasburgo, Francia
Martes 25 de noviembre de 2014

Señor Presidente, Señoras y Señores Vicepresidentes,
Señoras y Señores Eurodiputados,
Trabajadores en los distintos ámbitos de este hemiciclo,
Queridos amigos

Les agradezco que me hayan invitado a tomar la palabra ante esta institución fundamental de la vida de la Unión Europea, y por la oportunidad que me ofrecen de dirigirme, a través de ustedes, a los más de quinientos millones de ciudadanos de los 28 Estados miembros a quienes representan. Agradezco particularmente a usted, Señor Presidente del Parlamento, las cordiales palabras de bienvenida que me ha dirigido en nombre de todos los miembros de la Asamblea.

Mi visita tiene lugar más de un cuarto de siglo después de la del Papa Juan Pablo II. Muchas cosas han cambiado desde entonces, en Europa y en todo el mundo. No existen los bloques contrapuestos que antes dividían el Continente en dos, y se está cumpliendo lentamente el deseo de que «Europa, dándose soberanamente instituciones libres, pueda un día ampliarse a las dimensiones que le han dado la geografía y aún más la historia».[1]

Junto a una Unión Europea más amplia, existe un mundo más complejo y en rápido movimiento. Un mundo cada vez más interconectado y global, y, por eso, siempre menos «eurocéntrico». Sin embargo, una Unión más amplia, más influyente, parece ir acompañada de la imagen de una Europa un poco envejecida y reducida, que tiende a sentirse menos protagonista en un contexto que la contempla a menudo con distancia, desconfianza y, tal vez, con sospecha.

Al dirigirme hoy a ustedes desde mi vocación de Pastor, deseo enviar a todos los ciudadanos europeos un mensaje de esperanza y de aliento.

Un mensaje de esperanza basado en la confianza de que las dificultades puedan convertirse en fuertes promotoras de unidad, para vencer todos los miedos que Europa – junto a todo el mundo – está atravesando. Esperanza en el Señor, que transforma el mal en bien y la muerte en vida.

Un mensaje de aliento para volver a la firme convicción de los Padres fundadores de la Unión Europea, los cuales deseaban un futuro basado en la capacidad de trabajar juntos para superar las divisiones, favoreciendo la paz y la comunión entre todos los pueblos del Continente. En el centro de este ambicioso proyecto político se encontraba la confianza en el hombre, no tanto como ciudadano o sujeto económico, sino en el hombre como persona dotada de una dignidad trascendente.

Quisiera subrayar, ante todo, el estrecho vínculo que existe entre estas dos palabras: «dignidad» y «trascendente».

La «dignidad» es una palabra clave que ha caracterizado el proceso de recuperación en la segunda postguerra. Nuestra historia reciente se distingue por la indudable centralidad de la promoción de la dignidad humana contra las múltiples violencias y discriminaciones, que no han faltado, tampoco en Europa, a lo largo de los siglos. La percepción de la importancia de los derechos humanos nace precisamente como resultado de un largo camino, hecho también de muchos sufrimientos y sacrificios, que ha contribuido a formar la conciencia del valor de cada persona humana, única e irrepetible. Esta conciencia cultural encuentra su fundamento no sólo en los eventos históricos, sino, sobre todo, en el pensamiento europeo, caracterizado por un rico encuentro, cuyas múltiples y lejanas fuentes provienen de Grecia y Roma, de los ambientes celtas, germánicos y eslavos, y del cristianismo que los marcó profundamente,[2] dando lugar al concepto de «persona».

Hoy, la promoción de los derechos humanos desempeña un papel central en el compromiso de la Unión Europea, con el fin de favorecer la dignidad de la persona, tanto en su seno como en las relaciones con los otros países. Se trata de un compromiso importante y admirable, pues persisten demasiadas situaciones en las que los seres humanos son tratados como objetos, de los cuales se puede programar la concepción, la configuración y la utilidad, y que después pueden ser desechados cuando ya no sirven, por ser débiles, enfermos o ancianos.

Efectivamente, ¿qué dignidad existe cuando falta la posibilidad de expresar libremente el propio pensamiento o de profesar sin constricción la propia fe religiosa? ¿Qué dignidad es posible sin un marco jurídico claro, que limite el dominio de la fuerza y haga prevalecer la ley sobre la tiranía del poder? ¿Qué dignidad puede tener un hombre o una mujer cuando es objeto de todo tipo de discriminación? ¿Qué dignidad podrá encontrar una persona que no tiene qué comer o el mínimo necesario para vivir o, todavía peor, che no tiene el trabajo que le otorga dignidad?

Promover la dignidad de la persona significa reconocer que posee derechos inalienables, de los cuales no puede ser privada arbitrariamente por nadie y, menos aún, en beneficio de intereses económicos.

Es necesario prestar atención para no caer en algunos errores que pueden nacer de una mala comprensión de los derechos humanos y de un paradójico mal uso de los mismos. Existe hoy, en efecto, la tendencia hacia una reivindicación siempre más amplia de los derechos individuales – estoy tentado de decir individualistas –, que esconde una concepción de persona humana desligada de todo contexto social y antropológico, casi como una «mónada» (μονάς), cada vez más insensible a las otras «mónadas» de su alrededor. Parece que el concepto de derecho ya no se asocia al de deber, igualmente esencial y complementario, de modo que se afirman los derechos del individuo sin tener en cuenta que cada ser humano está unido a un contexto social, en el cual sus derechos y deberes están conectados a los de los demás y al bien común de la sociedad misma.

Considero por esto que es vital profundizar hoy en una cultura de los derechos humanos que pueda unir sabiamente la dimensión individual, o mejor, personal, con la del bien común, con ese «todos nosotros» formado por individuos, familias y grupos intermedios que se unen en comunidad social.[3] En efecto, si el derecho de cada uno no está armónicamente ordenado al bien más grande, termina por concebirse sin limitaciones y, consecuentemente, se transforma en fuente de conflictos y de violencias.

Así, hablar de la dignidad trascendente del hombre, significa apelarse a su naturaleza, a su innata capacidad de distinguir el bien del mal, a esa «brújula» inscrita en nuestros corazones y que Dios ha impreso en el universo creado;[4] significa sobre todo mirar al hombre no como un absoluto, sino como un ser relacional. Una de las enfermedades que veo más extendidas hoy en Europa es lasoledad, propia de quien no tiene lazo alguno. Se ve particularmente en los ancianos, a menudo abandonados a su destino, como también en los jóvenes sin puntos de referencia y de oportunidades para el futuro; se ve igualmente en los numerosos pobres que pueblan nuestras ciudades y en los ojos perdidos de los inmigrantes que han venido aquí en busca de un futuro mejor.

Esta soledad se ha agudizado por la crisis económica, cuyos efectos perduran todavía con consecuencias dramáticas desde el punto de vista social. Se puede constatar que, en el curso de los últimos años, junto al proceso de ampliación de la Unión Europea, ha ido creciendo la desconfianza de los ciudadanos respecto a instituciones consideradas distantes, dedicadas a establecer reglas que se sienten lejanas de la sensibilidad de cada pueblo, e incluso dañinas. Desde muchas partes se recibe una impresión general de cansancio, de envejecimiento, de una Europa anciana que ya no es fértil ni vivaz. Por lo que los grandes ideales que han inspirado Europa parecen haber perdido fuerza de atracción, en favor de los tecnicismos burocráticos de sus instituciones.

A eso se asocian algunos estilos de vida un tanto egoístas, caracterizados por una opulencia insostenible y a menudo indiferente respecto al mundo circunstante, y sobre todo a los más pobres. Se constata amargamente el predominio de las cuestiones técnicas y económicas en el centro del debate político, en detrimento de una orientación antropológica auténtica.[5] El ser humano corre el riesgo de ser reducido a un mero engranaje de un mecanismo que lo trata como un simple bien de consumo para ser utilizado, de modo que – lamentablemente lo percibimos a menudo –, cuando la vida ya no sirve a dicho mecanismo se la descarta sin tantos reparos, como en el caso de los enfermos, los enfermos terminales, de los ancianos abandonados y sin atenciones, o de los niños asesinados antes de nacer.

Este es el gran equívoco que se produce «cuando prevalece la absolutización de la técnica»,[6] que termina por causar «una confusión entre los fines y los medios».[7] Es el resultado inevitable de la «cultura del descarte» y del «consumismo exasperado». Al contrario, afirmar la dignidad de la persona significa reconocer el valor de la vida humana, que se nos da gratuitamente y, por eso, no puede ser objeto de intercambio o de comercio. Ustedes, en su vocación de parlamentarios, están llamados también a una gran misión, aunque pueda parecer inútil: Preocuparse de la fragilidad, de la fragilidad de los pueblos y de las personas. Cuidar la fragilidad quiere decir fuerza y ternura, lucha y fecundidad, en medio de un modelo funcionalista y privatista que conduce inexorablemente a la «cultura del descarte». Cuidar de la fragilidad de las personas y de los pueblos significa proteger la memoria y la esperanza; significa hacerse cargo del presente en su situación más marginal y angustiante, y ser capaz de dotarlo de dignidad.[8]

Por lo tanto, ¿cómo devolver la esperanza al futuro, de manera que, partiendo de las jóvenes generaciones, se encuentre la confianza para perseguir el gran ideal de una Europa unida y en paz, creativa y emprendedora, respetuosa de los derechos y consciente de los propios deberes?

Para responder a esta pregunta, permítanme recurrir a una imagen. Uno de los más célebres frescos de Rafael que se encuentra en el Vaticano representa la Escuela de Atenas. En el centro están Platón y Aristóteles. El primero con el dedo apunta hacia lo alto, hacia el mundo de las ideas, podríamos decir hacia el cielo; el segundo tiende la mano hacia delante, hacia el observador, hacia la tierra, la realidad concreta. Me parece una imagen que describe bien a Europa en su historia, hecha de un permanente encuentro entre el cielo y la tierra, donde el cielo indica la apertura a lo trascendente, a Dios, que ha caracterizado desde siempre al hombre europeo, y la tierra representa su capacidad práctica y concreta de afrontar las situaciones y los problemas.

El futuro de Europa depende del redescubrimiento del nexo vital e inseparable entre estos dos elementos. Una Europa que no es capaz de abrirse a la dimensión trascendente de la vida es una Europa que corre el riesgo de perder lentamente la propia alma y también aquel «espíritu humanista» que, sin embargo, ama y defiende.

Precisamente a partir de la necesidad de una apertura a la trascendencia, deseo afirmar la centralidad de la persona humana, que de otro modo estaría en manos de las modas y poderes del momento. En este sentido, considero fundamental no sólo el patrimonio que el cristianismo ha dejado en el pasado para la formación cultural del continente, sino, sobre todo, la contribución que pretende dar hoy y en el futuro para su crecimiento. Dicha contribución no constituye un peligro para la laicidad de los Estados y para la independencia de las instituciones de la Unión, sino que es un enriquecimiento. Nos lo indican los ideales que la han formado desde el principio, como son: la paz, la subsidiariedad, la solidaridad recíproca y un humanismo centrado sobre el respeto de la dignidad de la persona.

Por ello, quisiera renovar la disponibilidad de la Santa Sede y de la Iglesia Católica, a través de la Comisión de las Conferencias Episcopales Europeas (COMECE), para mantener un diálogo provechoso, abierto y trasparente con las instituciones de la Unión Europea. Estoy igualmente convencido de que una Europa capaz de apreciar las propias raíces religiosas, sabiendo aprovechar su riqueza y potencialidad, puede ser también más fácilmente inmune a tantos extremismos que se expanden en el mundo actual, también por el gran vacío en el ámbito de los ideales, como lo vemos en el así llamado Occidente, porque «es precisamente este olvido de Dios, en lugar de su glorificación, lo que engendra la violencia».[9]

A este respecto, no podemos olvidar aquí las numerosas injusticias y persecuciones que sufren cotidianamente las minorías religiosas, y particularmente cristianas, en diversas partes del mundo. Comunidades y personas que son objeto de crueles violencias: expulsadas de sus propias casas y patrias; vendidas como esclavas; asesinadas, decapitadas, crucificadas y quemadas vivas, bajo el vergonzoso y cómplice silencio de tantos.

El lema de la Unión Europea es Unidad en la diversidad, pero la unidad no significa uniformidad política, económica, cultural, o de pensamiento. En realidad, toda auténtica unidad vive de la riqueza de la diversidad que la compone: como una familia, que está tanto más unida cuanto cada uno de sus miembros puede ser más plenamente sí mismo sin temor. En este sentido, considero que Europa es una familia de pueblos, que podrán sentir cercanas las instituciones de la Unión si estas saben conjugar sabiamente el anhelado ideal de la unidad, con la diversidad propia de cada uno, valorando todas las tradiciones; tomando conciencia de su historia y de sus raíces; liberándose de tantas manipulaciones y fobias. Poner en el centro la persona humana significa sobre todo dejar que muestre libremente el propio rostro y la propia creatividad, sea en el ámbito particular que como pueblo.

Por otra parte, las peculiaridades de cada uno constituyen una auténtica riqueza en la medida en que se ponen al servicio de todos. Es preciso recordar siempre la arquitectura propia de la Unión Europea, construida sobre los principios de solidaridad y subsidiariedad, de modo que prevalezca la ayuda mutua y se pueda caminar, animados por la confianza recíproca.

En esta dinámica de unidad-particularidad, se les plantea también, Señores y Señoras Eurodiputados, la exigencia de hacerse cargo de mantener viva la democracia, la democracia de los pueblos de Europa. No se nos oculta que una concepción uniformadora de la globalidad daña la vitalidad del sistema democrático, debilitando el contraste rico, fecundo y constructivo, de las organizaciones y de los partidos políticos entre sí. De esta manera se corre el riesgo de vivir en el reino de la idea, de la mera palabra, de la imagen, del sofisma… y se termina por confundir la realidad de la democracia con un nuevo nominalismo político. Mantener viva la democracia en Europa exige evitar tantas «maneras globalizantes» de diluir la realidad: los purismos angélicos, los totalitarismos de lo relativo, los fundamentalismos ahistóricos, los eticismos sin bondad, los intelectualismos sin sabiduría.[10]

Mantener viva la realidad de las democracias es un reto de este momento histórico, evitando que su fuerza real – fuerza política expresiva de los pueblos – sea desplazada ante las presiones de intereses multinacionales no universales, que las hacen más débiles y las trasforman en sistemas uniformadores de poder financiero al servicio de imperios desconocidos. Este es un reto que hoy la historia nos ofrece.

Dar esperanza a Europa no significa sólo reconocer la centralidad de la persona humana, sino que implica también favorecer sus cualidades. Se trata por eso de invertir en ella y en todos los ámbitos en los que sus talentos se forman y dan fruto. El primer ámbito es seguramente el de la educación, a partir de la familia, célula fundamental y elemento precioso de toda sociedad. La familia unida, fértil e indisoluble trae consigo los elementos fundamentales para dar esperanza al futuro. Sin esta solidez se acaba construyendo sobre arena, con graves consecuencias sociales. Por otra parte, subrayar la importancia de la familia, no sólo ayuda a dar prospectivas y esperanza a las nuevas generaciones, sino también a los numerosos ancianos, muchas veces obligados a vivir en condiciones de soledad y de abandono porque no existe el calor de un hogar familiar capaz de acompañarles y sostenerles.

Junto a la familia están las instituciones educativas: las escuelas y universidades. La educación no puede limitarse a ofrecer un conjunto de conocimientos técnicos, sino que debe favorecer un proceso más complejo de crecimiento de la persona humana en su totalidad. Los jóvenes de hoy piden poder tener una formación adecuada y completa para mirar al futuro con esperanza, y no con desilusión. Numerosas son las potencialidades creativas de Europa en varios campos de la investigación científica, algunos de los cuales no están explorados todavía completamente. Baste pensar, por ejemplo, en las fuentes alternativas de energía, cuyo desarrollo contribuiría mucho a la defensa del ambiente.

Europa ha estado siempre en primera línea de un loable compromiso en favor de la ecología. En efecto, esta tierra nuestra necesita de continuos cuidados y atenciones, y cada uno tiene una responsabilidad personal en la custodia de la creación, don precioso que Dios ha puesto en las manos de los hombres. Esto significa, por una parte, que la naturaleza está a nuestra disposición, podemos disfrutarla y hacer buen uso de ella; por otra parte, significa que no somos los dueños. Custodios, pero no dueños. Por eso la debemos amar y respetar. «Nosotros en cambio nos guiamos a menudo por la soberbia de dominar, de poseer, de manipular, de explotar; no la “custodiamos”, no la respetamos, no la consideramos como un don gratuito que hay que cuidar».[11] Respetar el ambiente no significa sólo limitarse a evitar estropearlo, sino también utilizarlo para el bien. Pienso sobre todo en el sector agrícola, llamado a dar sustento y alimento al hombre. No se puede tolerar que millones de personas en el mundo mueran de hambre, mientras toneladas de restos de alimentos se desechan cada día de nuestras mesas. Además, el respeto por la naturaleza nos recuerda que el hombre mismo es parte fundamental de ella. Junto a una ecología ambiental, se necesita una ecología humana, hecha del respeto de la persona, que hoy he querido recordar dirigiéndome a ustedes.

El segundo ámbito en el que florecen los talentos de la persona humana es el trabajo. Es hora de favorecer las políticas de empleo, pero es necesario sobre todo volver a dar dignidad al trabajo, garantizando también las condiciones adecuadas para su desarrollo. Esto implica, por un lado, buscar nuevos modos para conjugar la flexibilidad del mercado con la necesaria estabilidad y seguridad de las perspectivas laborales, indispensables para el desarrollo humano de los trabajadores; por otro lado, significa favorecer un adecuado contexto social, que no apunte a la explotación de las personas, sino a garantizar, a través del trabajo, la posibilidad de construir una familia y de educar los hijos.

Es igualmente necesario afrontar juntos la cuestión migratoria. No se puede tolerar que el mar Mediterráneo se convierta en un gran cementerio. En las barcazas que llegan cotidianamente a las costas europeas hay hombres y mujeres que necesitan acogida y ayuda. La ausencia de un apoyo recíproco dentro de la Unión Europea corre el riesgo de incentivar soluciones particularistas del problema, que no tienen en cuenta la dignidad humana de los inmigrantes, favoreciendo el trabajo esclavo y continuas tensiones sociales. Europa será capaz de hacer frente a las problemáticas asociadas a la inmigración si es capaz de proponer con claridad su propia identidad cultural y poner en práctica legislaciones adecuadas que sean capaces de tutelar los derechos de los ciudadanos europeos y de garantizar al mismo tiempo la acogida a los inmigrantes; si es capaz de adoptar políticas correctas, valientes y concretas que ayuden a los países de origen en su desarrollo sociopolítico y a la superación de sus conflictos internos – causa principal de este fenómeno –, en lugar de políticas de interés, que aumentan y alimentan estos conflictos. Es necesario actuar sobre las causas y no solamente sobre los efectos.

Señor Presidente, Excelencias, Señoras y Señores Diputados:

Ser conscientes de la propia identidad es necesario también para dialogar en modo propositivo con los Estados que han solicitado entrar a formar parte de la Unión en el futuro. Pienso sobre todo en los del área balcánica, para los que el ingreso en la Unión Europea puede responder al ideal de paz en una región que ha sufrido mucho por los conflictos del pasado. Por último, la conciencia de la propia identidad es indispensable en las relaciones con los otros países vecinos, particularmente con aquellos de la cuenca mediterránea, muchos de los cuales sufren a causa de conflictos internos y por la presión del fundamentalismo religioso y del terrorismo internacional.

A ustedes, legisladores, les corresponde la tarea de custodiar y hacer crecer la identidad europea, de modo que los ciudadanos encuentren de nuevo la confianza en las instituciones de la Unión y en el proyecto de paz y de amistad en el que se fundamentan. Sabiendo que «cuanto más se acrecienta el poder del hombre, más amplia es su responsabilidad individual y colectiva».[12] Les exhorto, pues, a trabajar para que Europa redescubra su alma buena.

Un autor anónimo del s. II escribió que «los cristianos representan en el mundo lo que el alma al cuerpo».[13] La función del alma es la de sostener el cuerpo, ser su conciencia y la memoria histórica. Y dos mil años de historia unen a Europa y al cristianismo. Una historia en la que no han faltado conflictos y errores, también pecados, pero siempre animada por el deseo de construir para el bien. Lo vemos en la belleza de nuestras ciudades, y más aún, en la de múltiples obras de caridad y de edificación humana común que constelan el Continente. Esta historia, en gran parte, debe ser todavía escrita. Es nuestro presente y también nuestro futuro. Es nuestra identidad. Europa tiene una gran necesidad de redescubrir su rostro para crecer, según el espíritu de sus Padres fundadores, en la paz y en la concordia, porque ella misma no está todavía libre de conflictos.

Queridos Eurodiputados, ha llegado la hora de construir juntos la Europa que no gire en torno a la economía, sino a la sacralidad de la persona humana, de los valores inalienables; la Europa que abrace con valentía su pasado, y mire con confianza su futuro para vivir plenamente y con esperanza su presente. Ha llegado el momento de abandonar la idea de una Europa atemorizada y replegada sobre sí misma, para suscitar y promover una Europa protagonista, transmisora de ciencia, arte, música, valores humanos y también de fe. La Europa que contempla el cielo y persigue ideales; la Europa que mira y defiende y tutela al hombre; la Europa que camina sobre la tierra segura y firme, precioso punto de referencia para toda la humanidad.

Gracias.

Buen católico


Estimado hermano en la fe, puede que últimamente te estés replanteando en qué consiste eso de ser buen católico. Hasta ahora has procurado siempre ir a misa todos los domingos y fiestas de precepto, confesarte con cierta frecuencia -y siempre que has cometido un pecado grave-, colaborar económicamente al sostenimiento de la Iglesia y muy especialmente con Cáritas o cualquier otra obra social de la Iglesia, llevarte bien con todo el mundo, no mirar por encima del hombro a nadie, etc.

Pero lo mismo lees en en los medios que aquellos que son como tú reciben calificativos gruesos, cual si fuerais parte del grupo de los escribas y fariseos del siglo XXI, como si toda tu vida fuera una gran mentira basada solo en el “quedar bien", como si te encantara dedicarte a señalar con el dedo y a despreciar a los que no son como tú.

Pero tú, querido hermano, saben bien, y si no lo sabes debes saberlo, que todo lo bueno que hay en ti se lo debes a Dios, que por su Espíritu Santo te va transformando y haciendo que Cristo ocupe un lugar cada vez más importante en tu alma y en tu comportamiento. Por tanto, no tienes gran cosa de qué presumir. De hecho, toda presunción sería fruto de una carnalidad que debes rogar al Señor que te quite. No te agobies por ello. Todos necesitamos convertirnos de nuestros pecados y nuestras debilidades. Todos tenemos algo del hombre viejo que debe dejar paso al segundo Adán, que es Cristo en nosotros.

Créeme si te digo que es cosa buena cumplir los mandamientos del Señor y de su Iglesia. Que hacer tal cosa no es propio de hipócritas, sino de hijos de Dios. Como dice San Juan

Conocemos que amamos a los hijos de Dios en que amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos. Pues ésta es la caridad de Dios, que guardemos sus preceptos. Sus preceptos no son pesados.
(1 Jn 5,2-3)

Mas la clave de todo es que te sigas reconociendo pecador necesitado de la gracia de Dios para avanzar en tu vida cristiana. Lo que separa al cristiano del que vive en tinieblas, es que aquel reconoce el pecado y pide no solo perdón sino gracia para superarlo. Lo que separa al cristiano del fariseo, es que aquel sabe esto:

Porque ¿quién es el que a ti te hace preferible? ¿ Qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿de qué te glorías, como si no lo hubieras recibido?
(1ª Cor 4,7)

No te sientas acusado por quienes parecen despreciar la importancia de guardar la ley de Dios. Es más, si son tus pastores, no les acuses de ejercer dicho desprecio, porque es seguro que están apuntando a la necesidad de librarse de la autosatisfacción pelagiana o semipelagiana, que ciertamente debemos alejar de nosotros. Y si no es esa su intención, ya les juzgará Dios.

Si algo bueno crees que haces, da gracias a Dios por haberte concedido hacerlo y manten siempre esta actitud:


¿Deberá gratitud al siervo porque hizo lo que se le había mandado? Así también vosotros, cuando hiciereis estas cosas que os están mandadas, decid: Somos siervos inútiles; lo que teníamos que hacer, eso hicimos.
Luc 17,9-10

Humíllate siempre, tanto al obrar el bien como al implorar su perdón cuando haces mal, pues así obedecerás a la Escritura


Dios resiste a los soberbios, y a los humildes da su gracia. Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que a su tiempo os ensalce.
1 Ped 5,5b-6

Reza más. Pide a Dios, como exhortó recientemente el papa Francisco, que te haga más santo. Haz más penitencia. Encomiéndate a la poderosa intercesión de los santos y échate en el regazo de María. Pon tu vida entera a los pies de la Cruz y ruega al Señor que te tenga entre sus elegidos. Pues en ese caso:

¿Quién acusará a los elegidos de Dios? Siendo Dios quien justifica, ¿quién condenará? Cristo Jesús, el que murió, aún más, el que resucitó, el que está a la diestra de Dios, es quien intercede por nosotros.
Rom 8-33-34

Que podamos decir por gracia:

Nosotros no somos de los que se ocultan para perdición, sino de los que perseveran fieles para ganar el alma.
(Heb 10,39)

Y “la paz de Dios, que sobrepuja todo entendimiento, guarde vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Fil 4,7). Amén.

¡Santidad o muerte!

Luis Fernando Pérez Bustamante

Jo, qué cura más borde (y 2)


Hace algún tiempo escribí una primera parte ya con este título. Pero la vida parroquial sigue y continúa ofreciendo anécdotas para dar y tomar. Les prometo que todo que aquí se escribe es real como la vida misma. Más aún, la realidad como suele suceder, supera a la ficción.

Misa a primera hora en la parroquia. Estoy predicando. Y, de repente, exclamo: ¡no puede ser! Por favor, saquen inmediatamente a esos niños de la pila bautismal. Un papá que para entretener a sus retoños decidió meter a los dos pequeños a jugar dentro de la pila.

Otro domingo. Estamos en pleno ofertorio. Excepcionalmente no hay nadie en el confesionario porque mi compañero ha tenido que salir urgentemente a atender a una persona que está agonizando. Desde el altar observo que dos niños como de seis o siete años han decidido jugar al escondite en los confesionarios, ora entrando en uno, ora en el otro, ahora dando portazos… y los papás, por supuesto, ahí al lado. En esos casos no me reprimo, y desde el altar suelto: “por favor, esos papás que tienen a sus niños en la capilla, que comprendan que la capilla no es una sala de juegos; especialmente que tengan cuidado con los confesionarios”.

Naturalmente, tanto en el caso de la pila bautismal como en el de los confesionarios no faltó quien me lo reprochara… pero hombre, cómo dices esas cosas desde el altar. Ya saben, qué cura más borde.

Funeral de la abuela. Dos nietos por la mañana para hablar conmigo y contarme quehan preparado ellos algunas cosas para la misa. Bien. Veamos. Ná, detalles: cambiar la primera lectura por un texto de Tagore, el salmo por un poema de una nietecita. Una procesión de ofrendas interminable, varias intervenciones familiares a la entrada, la homilía, la acción de gracias y monición final. Y entre otros cantos el “Gracias a la vida”. Pues no puede ser. Me llamaron de todo y se fueron a buscar una parroquia donde hubiera un sacerdote más razonable. Menos borde…

Lo de las dos madrinas o dos padrinos varones para bautizos, o incluso cuatro, se va extendiendo. La cosa de que si quiero dónde está el problema. Tímidamente respondes que el derecho no lo contempla… Es igual, el problema es que eres un borde.

Miércoles de ceniza. El templo parroquia es pura austeridad. Llega doña Justa y se te pone en jarras: ¿y las flores de la boda de mi hija, que fue el sábado, dónde están,por qué las han quitado? Es miércoles de ceniza y durante la cuaresma no se ponen flores. Bobadas, responde doña Justa, nos costaron carísimas y están bien, así que haga el favor de ponerlas. No puede ser. A usted no hay quien le aguante. Ya, que soy un borde… ¿no?

Les prometo que todo esto es real. Tan real que lo de los niños y la pila me ha pasado esta mañana en la misa de las 9:30 h.

Jorge Glez. Guadalix 

sábado, 22 de noviembre de 2014

Evangelio Dominical . Domingo XXXIV . Jesucristo Rey del Universo


Lectura del santo evangelio según san Mateo 25,31-46

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

- «Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria, y serán reunidas ante él todas las naciones.
Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas, de las cabras.
Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda.
Entonces dirá el rey a los de su derecha:
“Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo.
Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme.”
Entonces los justos le contestarán:
“Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?”
Y el rey les dirá:
“Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis.”
Y entonces dirá a los de su izquierda:
“Apartaos de mí, malditos, id al fue o eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis.”
Entonces también éstos contestarán:
“Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?”
Y él replicará:
“Os aseguro que cada vez que no lo hicisteis con uno de éstos, los humildes, tampoco lo hicisteis conmigo.”
Y éstos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.»

Palabra del Señor

Cristo Rey . El Último domingo del Año Litúrgico



Cristo es el Rey del universo y de cada uno de nosotros.

Es una de las fiestas más importantes del calendario litúrgico, porque celebramos que Cristo es el Rey del universo. Su Reino es el Reino de la verdad y la vida, de la santidad y la gracia, de la justicia, del amor y la paz.

Un poco de historia

La fiesta de Cristo Rey fue instaurada por el Papa Pío XI el 11 de Marzo de 1925.
El Papa quiso motivar a los católicos a reconocer en público que el mandatario de la Iglesia es Cristo Rey.

Posteriormente se movió la fecha de la celebración dándole un nuevo sentido. Al cerrar el año litúrgico con esta fiesta se quiso resaltar la importancia de Cristo como centro de toda la historia universal. Es el alfa y el omega, el principio y el fin. Cristo reina en las personas con su mensaje de amor, justicia y servicio. El Reino de Cristo es eterno y universal, es decir, para siempre y para todos los hombres.

Con la fiesta de Cristo Rey se concluye el año litúrgico. Esta fiesta tiene un sentido escatólogico pues celebramos a Cristo como Rey de todo el universo. Sabemos que el Reino de Cristo ya ha comenzado, pues se hizo presente en la tierra a partir de su venida al mundo hace casi dos mil años, pero Cristo no reinará definitivamente sobre todos los hombres hasta que vuelva al mundo con toda su gloria al final de los tiempos, en la Parusía.


Si quieres conocer lo que Jesús nos anticipó de ese gran día, puedes leer el Evangelio de Mateo 25,31-46.

En la fiesta de Cristo Rey celebramos que Cristo puede empezar a reinar en nuestros corazones en el momento en que nosotros se lo permitamos, y así el Reino de Dios puede hacerse presente en nuestra vida. De esta forma vamos instaurando desde ahora el Reino de Cristo en nosotros mismos y en nuestros hogares, empresas y ambiente.

Jesús nos habla de las características de su Reino a través de varias parábolas en el capítulo 13 de Mateo:


“es semejante a un grano de mostaza que uno toma y arroja en su huerto y crece y se convierte en un árbol, y las aves del cielo anidan en sus ramas”;


“es semejante al fermento que una mujer toma y echa en tres medidas de harina hasta que fermenta toda”;


“es semejante a un tesoro escondido en un campo, que quien lo encuentra lo oculta, y lleno de alegría, va, vende cuanto tiene y compra aquel campo”;


“es semejante a un mercader que busca perlas preciosas, y hallando una de gran precio, va, vende todo cuanto tiene y la compra”.

En ellas, Jesús nos hace ver claramente que vale la pena buscarlo y encontrarlo, que vivir el Reino de Dios vale más que todos los tesoros de la tierra y que su crecimiento será discreto, sin que nadie sepa cómo ni cuándo, pero eficaz.

La Iglesia tiene el encargo de predicar y extender el reinado de Jesucristo entre los hombres. Su predicación y extensión debe ser el centro de nuestro afán vida como miembros de la Iglesia. Se trata de lograr que Jesucristo reine en el corazón de los hombres, en el seno de los hogares, en las sociedades y en los pueblos. Con esto conseguiremos alcanzar un mundo nuevo en el que reine el amor, la paz y la justicia y la salvación eterna de todos los hombres.

Para lograr que Jesús reine en nuestra vida, en primer lugar debemos conocer a Cristo. La lectura y reflexión del Evangelio, la oración personal y los sacramentos son medios para conocerlo y de los que se reciben gracias que van abriendo nuestros corazones a su amor. Se trata de conocer a Cristo de una manera experiencial y no sólo teológica.

Acerquémonos a la Eucaristía, Dios mismo, para recibir de su abundancia. Oremos con profundidad escuchando a Cristo que nos habla.

Al conocer a Cristo empezaremos a amarlo de manera espontánea, por que Él es toda bondad. Y cuando uno está enamorado se le nota.

El tercer paso es imitar a Jesucristo. El amor nos llevará casi sin darnos cuenta a pensar como Cristo, querer como Cristo y a sentir como Cristo, viviendo una vida de verdadera caridad y autenticidad cristiana. Cuando imitamos a Cristo conociéndolo y amándolo, entonces podemos experimentar que el Reino de Cristo ha comenzado para nosotros.

Por último, vendrá el compromiso apostólico que consiste en llevar nuestro amor a la acción de extender el Reino de Cristo a todas las almas mediante obras concretas de apostolado. No nos podremos detener. Nuestro amor comenzará a desbordarse.

Dedicar nuestra vida a la extensión del Reino de Cristo en la tierra es lo mejor que podemos hacer, pues Cristo nos premiará con una alegría y una paz profundas e imperturbables en todas las circunstancias de la vida.

A lo largo de la historia hay innumerables testimonios de cristianos que han dado la vida por Cristo como el Rey de sus vidas. Un ejemplo son los mártires de la guerra , fueron perseguidos y todos ellos murieron gritando “¡Viva Cristo Rey!”.

La fiesta de Cristo Rey, al finalizar el año litúrgico es una oportunidad de imitar a estos mártires promulgando públicamente que Cristo es el Rey de nuestras vidas, el Rey de reyes, el Principio y el Fin de todo el Universo.

Tere Vallés

¿Qué pasa cuando los familiares ponen pegas a la unción del enfermo? ¡Y tienen varias excusas!

¿Qué pasa cuando los familiares ponen pegas a la unción del enfermo? ¡Y tienen varias excusas!

Religión en libertad
Es la hora de la verdad: la enfermedad grave toca a la puerta, hay que reconocer nuestra debilidad y plantearse en serio nuestra necesidad de Dios, para nuestro cuerpo y nuestra alma. Es el momento de pedir el sacramento de la Unción de los Enfermos.

Sin embargo, en muchos países de cultura católica occidental hay cosas que dificultan al enfermo acudir a este sacramento... entre ellas los propios parientes.

Fernando Poyatos, un laico que lleva muchos años en la pastoral con enfermos, ha reflexionado sobre el tema en su libro "Pastoral de la Salud: Guía espiritual y práctica" (Ediciones De Buena Tinta). Reproducimos su análisis.

Los familiares como posible escollo para la Unción de los Enfermos
Volvamos con más detalle al gran escollo que en nuestra pastoral suponen esos familiares que, por un amor por su enfermo totalmente mal entendido, se niegan a proporcionarles la Unción “porque se va a asustar”.

Algunos no se niegan totalmente, pero dicen: “Más adelante”, “todavía no está para eso”, o nos cuchichean con vehemencia: “¡No, no, que se asustaría!”.

Lo ideal es que la persona esté lo bastante lúcida como para hacer una buena confesión, aunque nos digan sus familiares que “él siempre ha sido muy bueno”.

O que “es muy creyente”, o “mi madre es muy devota de la Virgen del Carmen”.

Yo suelo contestarles que todos somos pecadores y que hasta los santos y los papas, “bastante buenas personas”, han pedido confesarse y recibir la Unción y el Viático cuando han enfermado gravemente.

Como explico tantas veces: “Ya sabemos que la misericordia de Dios es infinita, y que ‘Dios es amor’, como se dice mucho ahora para no sentirse responsable de muchas cosas (comentado más detalladamente en el capítulo 8), pero también su justicia es infinita, y no puede perdonar si no le pedimos perdón”.

Además, como leí una vez, «nadie se muere por llamar a tiempo al sacerdote», pero sí que podemos morir sin estar en gracia de Dios por ese irracional y peligroso miedo a que se asuste, pero no a que pueda condenarse para toda la eternidad por no haberse preparado para su encuentro con Cristo.

Nadie le pide a los médicos que no le den quimio a su enfermo por si se asusta, porque saben que es necesario.

Bien claro lo dice el padre Cantalamessa:

«Hay casos en los cuales asustar a alguno es un acto de caridad. Así hace un buen médico, cuando no tiene otro remedio, para hacer entender al enfermo que debe dejar de fumar o de hacer otra cosa peligrosa para su salud.»

Además, todo hijo de Dios tiene derecho a conocer la verdad sobre sí mismo y a salvarse.

Pero, desgraciadamente, podría contar bastantes casos de familias que, por haber esperado demasiado, se han quedado con el remordimiento de no haber proporcionado a su enfermo el sacramento de la Unción.


No hace mucho, en Cuidados Paliativos, una señora mayor a quien veía debilitarse día a día, cuando le expliqué brevemente en qué consistía el sacramento y sus beneficios, me dijo: “Más adelante”. Al menos traté de reflexionar un poco con ella:

-Pero, María, ese regalo tan grande que nos ha dejado Jesús es para ahora; en realidad, para cuando empezaste a ponerte enferma. ¿A que al médico no le dirías “más adelante”, si te ofrece un tratamiento o un calmante para el dolor, que él sabe que necesitas ahora? Pues Dios es quien nos da los médicos, lo mismo que les ha dado esos calmantes que te quitan el dolor, y ese gotero, y tantos otros inventos para nuestra salud corporal. Y a la vez nos da la Unción de Enfermos, porque Él te ama a ti en cuerpo y espíritu y quiere que tengas los dos sanos.

A veces, al ver a un enfermo o su familia tan reacios al sacramento, o tratando de aplazarlo todo lo posible, intento hacerles razonar de otra forma, diciéndoles, más o menos:

-Vuestros padres quisieron el Bautismo para vosotros y ese sacramento os hizo hijos de Dios; luego quisieron que recibierais la primera Comunión, otro sacramento, y os confesasteis por primera vez, otro sacramento; más tarde hemos recibido el sacramento de la Confirmación; luego quisisteis casaros en la iglesia, otro sacramento. Todos esos sacramentos que Jesús nos dejó los habéis deseado y recibido, ¿no? Y ahora, ¿cómo vais a contradeciros, como cristianos católicos, si Jesús os ofrece la Unción de Enfermos? Pero no para más tarde. Para ahora. Cada sacramento tiene su momento. ¿Lo vais a despreciar? La Unción es la medicina que Él os ofrece para sanarnos espiritualmente y, si Él quiere, aliviarnos en la enfermedad y hasta curarnos.

Por supuesto, especialmente con los mayores, les aseguro a la vez que la Unción les dará la paz que necesitan, les cuento, para avivar su fe, algún testimonio de sanación física por la Unción que yo conozca de primera mano. Pero siempre advirtiendo que esto no significa prometer nada, excepto la sanación espiritual, si reciben el sacramento en gracia de Dios, pues estamos en sus manos y Él, en su infinita sabiduría, sabe lo que más nos conviene.


Ejemplos de curación tras recibir la Unción de los enfermos

Barbara Shlemon [evangelizadora y conferenciante católica norteamericana que murió en 2011] dejó su profesión de enfermera psiquiátrica por el ministerio de intercesión (en la enfermedad y otras situaciones) después de haber visto a una paciente de cáncer moribunda, por cuya sanación había pedido la noche anterior, recuperarse literalmente de la noche a la mañana tras recibir la Unción de los Enfermos y orar Barbara por ella . [...]

En 2003 un hombre de cuarenta años, a quien llamaré Antonio, además de haber sido operado de un cáncer de cadera, tenía diversos daños orgánicos por haber usado drogas durante algunos años debido a malas amistades.

Su moral estaba por los suelos, la vida no le importaba y ni me respondió cuando le sugerí la Unción de Enfermos, pero la pidió poco después (aunque no la recibió hasta que, al declarársele neumonía y pleuresía, el médico aconsejó a su madre no dejarle ya aquella noche y que sacaran a su compañero de la habitación).

Al recibirla dijo: “Dejadme solo, que quiero pensar en esto”; la fiebre le empezó a bajar sin haberle dado aún el antibiótico que requería; su madre contaba: “Aquella noche pasé mucho miedo cada vez que parecía no respirar, porque nunca lo había visto dormir tan plácidamente”; por la mañana pidió la Comunión, y lo mismo los ocho o diez días que siguió en el hospital; yo se la llevé a su casa durante dos semanas.

La primera vez que nos vimos en la calle sonrió y dijo mirando para arriba: “¡Esto no me lo quita a mí nadie!”. A partir de ahí su crecimiento espiritual ha sido muy grande.

Sentado en una iglesia vacía


Cada domingo por la mañana me arrodillo ante el sagrario de una enorme iglesia vacía en una gran ciudad. La iglesia es mi iglesia, Estrella de los Mares de San Francisco. Mi oración se distrae pensando en todo el trabajo que hay que hacer para mantener viva esta parroquia. En Nueva York, el arzobispo Dolan va a cerrar 31 parroquias y fundir otras 81. Una de ellas es la iglesia en la que fui bautizado, Estrella de los Mares, en el Bronx. Cuando el arzobispo de San Francisco me pidió hacerme cargo de Estrella de los Mares aquí, le dije con toda confianza que sin duda podría traer más vida a la parroquia. Pero al arrodillarme en esta enorme iglesia vacía, mi confianza disminuye. Mi confianza en mí mismo, quiero decir.

Durante los últimos veinte años de labor parroquial en Central Valley, trabajé duro y esperaba que la gente respondiese. Y la gente respondió: la asistencia a misa, los apostolados laicos y los ingresos se duplicaron en pocos años. Eso me hizo sentirme bien, y naturalmente me condujo al orgullo habitual en los pastores de éxito. Ahora, sin embargo, al arrodillarme en esta enorme iglesia vacía, tengo la sensación de que ha llegado la hora de la humildad. Empiezo a ver que nada que yo pueda hacer doblará el número de católicos que vienen a esta parroquia. Hay demasiada competencia para su tiempo y su dinero en esta ciudad. El secularismo ha devastado la vida familiar en San Francisco. No puedo conseguir aquí el éxito que logré en Modesto.

Tengo 53 años y es hora de rendirse ante Dios. En mis primeros 25 años de sacerdocio trabajé a un ritmo frenético, dependiendo demasiado de mí mismo. A medida que envejezco, Dios me está dando el regalo de la debilidad, de manera que sea Él el fuerte. Como mi anciano padre decía recientemente, "me estoy haciendo demasiado viejo como para seguir negando la realidad". La realidad es que es Dios quien hace crecer las cosas. Y aunque le gusta aceptar nuestra ayuda, ciertamente no depende de ella.

Así que sigo aquí, en esta enorme iglesia vacía, y es a Dios a quien encuentro en ella, no a mí mismo. Él ha hecho desaparecer mis poderes, así como la seguridad que invade a un sacerdote cuando su iglesia está a rebosar de gente. Pero he encontrado en mayor medida la única belleza y el único amor que nunca se desvanecen, los únicos que crecen cada día más brillantes. Dios me ha traído hasta esta enorme iglesia vacía para encontrarle a Él, en quien mi corazon se complace.

Rvdo. Joseph Illo , Párroco en U.S.A.

jueves, 20 de noviembre de 2014

Carta semanal del Sr. Arzobispo


No es un tumor: es un hijo

Puede que a veces nos quedemos afónicos los cristianos, o que no nos subvencionen el micro y quieran quitarnos el púlpito desde los que seguir alzando nuestra voz evangélica para salir al paso de quienes de tantos modos les censuran su palabra. Pero no renunciaremos a ser el grito de Dios para decir con voz muy alta lo que a tantos nos les gusta escuchar.

El reciente informe Foessa ha podido poner sordina a algunos triunfalismos de quienes reducen la vida a cifras macroeconómicas. Bienvenida siempre la buena gestión que va paliando desastres anteriores cuando por la frivolidad nada inocente sucumbimos a una crisis que se empeñaron en maquillar e ignorar. Pero la vida no puede reducirse en sus desafíos más flagrantes a la pura y dura economía. La deriva que diariamente estamos comprobando con cansina saturación y hartazgo en la corrupción de algunos representantes políticos, sindicales y empresariales, ha sido abordada por el Presidente de la Conferencia Episcopal Española en su reciente discurso de apertura de la Asamblea Plenaria: «la noticia de tantos hechos que nos abochornan, desmoralizan y entristecen debe llevarnos a detectar las causas y a cambiar el curso de las cosas… Sin conducta moral, sin honradez, sin respeto a los demás, sin servicio al bien común, sin solidaridad con los necesitados, nuestra sociedad se degrada… ¡Cuánto despiertan, vigorizan y rearman moralmente la conciencia, el reconocimiento y el respeto de Dios!».

Pero hay una cuestión que siempre será previa, que no responde a una postura religiosa sin más, y que no tiene porqué saber cantar un credo. Me refiero a la vida como tal. No a la vida que sufre en su lucha por las libertades, en su batalla por la justicia y hasta en su pugna por la supervivencia. Hablo de la vida en sí misma, del hecho de poder o no poder existir cuando algunos deciden acogerte o fatalmente censurarte en la más terrible exclusión haciendo del seno materno una cámara de exterminio.

Estamos embarcados en esa batalla primordial: la defensa de la vida. Mucho antes de los famosos cambios climáticos que tienen su aquél, mucho antes de la opción de salvaguarda de los ecosistemas, antes de la preocupación por la desaparición de determinadas especies de nuestra fauna y flora, se sitúa la defensa de la vida humana sea cual sea su entredicho, su amenaza y su exclusión. No faltan, desgraciadamente, motivos ni líneas rojas traspasadas para hacer un elenco de los atentados contra la vida del ser humano. Pero hay una causa que llama la atención y la reclama sobremanera: la que se refiere a la persona humana más vulnerable y más fácilmente vulnerada.

Mons. Ricardo Blázquez apuntaba en su discurso: «¿Cómo es posible que el Tribunal Constitucional no haya respondido todavía al recurso que hace cuatro años le fue presentado contra la segunda ley del aborto? Los cristianos, junto con otras muchas personas, queremos que la persona nunca sea considerada como medio, sino como fin… Con predilección queremos defender la vida de los más débiles, entre los que se encuentran los niños concebidos y no nacidos. La ciencia enseña que desde la concepción hay un tercer ser humano distinto de los padres. No es un tumor, sino un hijo… A ello ayudarán, sin duda, las expresiones sociales que canalicen las convicciones de los ciudadanos que quieren construir de manera plenamente democrática una sociedad justa y libre en la que la vida humana sea protegida en todas sus etapas». El próximo sábado 22 de noviembre, tendrá lugar en Madrid esa manifestación por la vida, la mujer y la maternidad. Un aldabonazo de esperanza en medio de una sociedad profundamente envejecida.


+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo

Ignacio Alonso Areces, nuevo director de Cáritas Asturias


El Arzobispo de Oviedo, Mons. Jesús Sanz Montes, ha nombrado nuevo director de Cáritas Asturias a Ignacio Alonso Areces.

De esta manera, Ignacio Alonso sustituye en el cargo a Adolfo Rivas, quien cesa tras haber cumplido el plazo máximo establecido por la institución. Tal y como marcan los estatutos de Cáritas, la función directiva tiene un carácter voluntario.

Ignacio Alonso Areces nació en Oviedo, en 1953. Está casado, es padre de dos hijos, y está actualmente jubilado de la enseñanza. Entre otros centros, trabajó como director en el Instituto de Moreda y fue jefe de estudios en el I.E.S. La Ería. Es feligrés de la parroquia de San Pablo de la Argañosa (Oviedo) y pertenece al movimiento de Comunidades Ictys desde 1977. Entre otros compromisos diocesanos, desde el año 2004 hasta el 2012 ejerció como director del Secretariado de Apostolado Seglar, y como tal, fue miembro de la Comisión Preparatoria y Permanente del Sínodo diocesano y del Consejo Pastoral diocesano.

El Papa desautoriza al Padre Ángel


(Infovaticana)

El Padre Ángel afirmó categórico que “quien dijo que la familia está en crisis ya no está. Y quien está ahora esto no lo va a decir nunca”, tratando de contraponer a Benedicto XVI con Francisco.

El padre Ángel impartió una conferencia en Burgos el pasado el 12 de noviembre en la que sentenció, categórico: “La familia no está en crisis, aunque lo digan en Colón; Quien dijo que la familia está en crisis y que se han perdido los valores ya no está. Y quien está ahora esto no lo va a decir nunca», en clara alusión al Papa Francisco.

El sacerdote, fundador de la ONG Mensajeros de la Paz, hizo estas declaraciones en una conferencia que recoge El diario de Burgos titulada “Educar en solidaridad”. En la conferencia también explicó a qué se refiere el sacerdote cuando habla de familia:

«La familia no es solo la canónica, son los separados, los divorciados, los que viven juntos, en definitiva la gente que se quiere y que mira la una por la otra».

Sólo cinco días después, el 17 de noviembre, como respondiendo, el Papa Francisco proclama: “En nuestro tiempo el matrimonio y la familia están en crisis”. Las palabras exactas del Papa, en la apertura de un congreso interreligioso en Roma sobre la complementariedad hombre-mujer, fueron estas:

“En nuestro tiempo el matrimonio y la familia están en crisis. Vivimos en una cultura de lo provisorio, en el cual siempre más personas renuncian al matrimonio como compromiso público. Esta revolución en las costumbres y en la moral muchas veces ha agitado la bandera de la libertad – entre comillas –, pero en realidad ha traído devastación espiritual y material a numerosos seres humanos, especialmente a los más vulnerables. Es siempre más evidente que el declino de la cultura del matrimonio está asociado a un aumento de la pobreza y a una serie de otros numerosos problemas sociales que hieren de manera desproporcionada a las mujeres, los niños y los ancianos. Y son siempre ellos los que sufren más, en esta crisis.”

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Nota informativa sobre nuevas obras en el Cementerio Parroquial :



Esta semana hemos comenzado la "última fase" de rehabilitación del Cementerio parroquial" (retrasada un año por falta de fondos por pago de deudas de reparaciones anteriores) que comenzamos a principios de 2009 acometiendo alcantarillados y drenajes, aceras, cargado y pintado de las baterías de nichos y sus aleros; rehabilitación de la capilla, reja de ésta y pórtico de hierro de la puerta principal, etc.

La nueva intervención consistirá en la actuación sobre el muro exterior correspondiente a la fachada principal del Camposanto, que desde hace tiempo presenta un estado lamentable pues los azulejos que lo recubren se venían desprendiendo por zonas debido a la falta de adherencia por el paso del tiempo, sin que hubiese ya existencias iguales para reponer.

Abordamos esta obra por necesidad, responsabilidad y dignidad de los que moran en nuestro cementerio, con lo que quedará prácticamente acondicionado en su totalidad el Camposanto. Solicitamos por ello responsabilidad y colaboración el pago de las cuotas de "nuestra Comunidad" de Santa Bárbara de Cantarranas.

Los Administradores y Párrocos están siempre “de paso”, pero lo realizado durante su gestión con el esfuerzo de todos, permanecerá para disfrute y orgullo de toda nuestra Comunidad Parroquial.

                                                                       Joaquín Manuel Serrano Vila , Párroco

Santidad, conciencia y el fuego del Amor en el siglo XXI. Por Rodrigo Huerta Migoya


Nuestra vida está marcada por el trabajo y el día a día y con éste compás nos asociamos a la creación. No ha de ser esto una rutina, sino tiempo edificante hacia mi persona y hacia los demás, pero, ¿se puede ser santo en el siglo XXI?; ¿Es en verdad posible? El cardenal Ángelo Amato nos recordó una herramienta imprescindible para ello: la humildad, sí; no hace ni dos meses que nos lo recordó en Madrid al decir que un burro fue el trono de Jesús en la entrada a Jerusalen, al hilo de esa bella cita de San José de Calasanz:``Si quieres ser santo, sé humilde; si quieres ser más santo, sé más humilde; si quieres ser muy santo, sé muy humilde´´. 

Que mejor definición de lo que es un santo que la antífona del salmo de esta fiesta: “éstos son los que buscan al Señor”. Los santos no son seres de otros planeta sino personas de carne y hueso que ante las adversidades del mundo supieron mantener el timón sin desorientarse nunca del auténtico guía: Jesucristo, y sin dejar de vislumbrar el final de dicha travesía cuya meta no es otra que la herencia eterna.

Los santos nadie podrá decir nunca que vivieron mejor que nosotros, para nada. De las muchas riquezas que sus admirables biografías nos ofrecen está sin duda la entereza con la que afrontaron las mayores calamidades, sufrimientos y desgracias abrazados a la Cruz de Cristo. Pensemos en San Juan de Ávila, Santa Teresa de Jesús, San Pío de Pietrelcina y tantos otros condenados y calumniados injustamente. Qué decir de nuestros mártires de todos los tiempos, que fueron tratados como alimañas y tirados a las cunetas con el único delito de creer en Jesús y ser sus testigos. Cuántos nombres que en cada Eucaristía actualizamos, esos hombres y mujeres que como dice la plegaria eucarística II “vivieron en tú amistad a través de los tiempos”

En el evangelio de este 1 de noviembre Jesús nos da la clave de la vida del cristiano, clave que nos ha de servir de termómetro para saber a qué distancia nos encontramos en lo que significa ser discípulo del Señor. Podría servirnos también este pasaje como modelo actual para hacer un examen de conciencia como Dios manda; claro, que hay que seguir teniendo presentes los mandamientos de la ley de Dios, pero lo que no sirve de nada es reducirlo todo al “yo no mato, yo no robo, y ya he cumplido”.

 Cristo nos dejó un mandamiento nuevo, como a menudo nos gusta cantar, pero a veces lo tenemos un tanto olvidado. Debemos amar incluso a los enemigos (¡ahí es nada!) y debemos de llevar amor a los que no le conocen. El problema, ¿y cómo darles amor?, pues llevándoles el Amor por excelencia, el de Dios. Nunca seremos auténticos discípulos del Maestro si en nuestro corazón no hay llama, no hay ardor ni interés por dar a conocer aquello que particular y personalmente hemos conocido: He venido a prender fuego al mundo, y ojalá ya estuviera ardiendo (Lc 12,49). Se refiere al fuego del Amor.

Al hilo de esto me viene a la memoria una historia muy apropiada para la ocasión:
Había en una Parroquia un cura mayor que a pesar de su edad mostraba una gran vitalidad así como  una gran preocupación por que sus jóvenes feligreses no se desligaran de la comunidad parroquial. Así fue el caso de Pablito, el cuál una vez confirmado no volvió a poner pie en el templo. Don José, el Párroco, sufría cada vez que se daba una situación de estas entre sus fieles, así que con Pablito no iba a hacer una excepción. Una tarde de invierno Don José se presentó en casa de Pablo, tras el saludo pasaron ambos al salón dónde se sentaron en unas butacas que había frente la chimenea, el silencio se apoderó de la sala y ante la incomodidad de la situación ninguno tomaba la iniciativa. Después de media hora Don José se levantó y  sacó de la lumbre una brasa que posó sobre el suelo de piedra del salón. El cura se puso el abrigo y cuando iba a salir pablo le dijo: Don José, no lo entiendo, no le entiendo... A lo que el párroco respondió: es muy fácil hijo, cuando la brasa se aleja del fuego grande se acaba apagando sola y perdiendo todo su brillo, así es también nuestra vida, y tú te estás apagando. El sacerdote, sin darle más detalles se fue dejándolo pensativo. Al domingo siguiente Pablito estaba puntual a la Misa dominical. Ojalá nosotros sepamos acercar a nuestros hermanos, convecinos y prójimos al que es la luz de la vida, el fuego que no se apaga.


Pidamos en estos días a los Santos, Beatos y, en especial a los desconocidos, que sin estar reconocidos por la Iglesia forman parte de los coros celestiales que sean nuestros fieles amigos y compañeros en ésta carrera cuyo destino es vivir eternamente en su casa. Le pedimos también a María, Reina de todos los Santos, que ruegue porque nuestra parroquia de Lugones también sea una escuela de santidad y de ardiente celo misionero en pleno siglo XXI.