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domingo, 18 de mayo de 2014

Don Silverio Cerra, el amigo de los amigos de Dios . Por Rodrigo Huerta Migoya


Son muchas las personas cultas, preparadas y reconocidas que pueden hablar mil veces mejor  y con mas conocimiento que yo de este entrañable sacerdote ,y seguro estoy que lo harán. Sin embargo sirvan estas pobres  letras de un joven que siempre le admiro sentido homenaje.

 La Foz de Morcín, lugar donde el rio sortea la rocosa caliza,  puso el Señor su mirada vocacional. En la que es una de las dos  únicas feligresía de la diócesis de Oviedo, junto con Tolivia en Laviana,  dedicada al Santo asceta egipcio Antonio el Abad vinieron al mundo : Don Ezequiel Fernández y Don Silverio Cerra . Dos hombres de fe entregados que han sido para generaciones y generaciones de seminaristas el testimonio callado  de la alegría que produce el servir con fidelidad  a Cristo y a la Iglesia.

Don Silverio, con la pluma y el rosario, con la misma energía a pesar de llevar tantas décadas llevando a cabo la misma tarea . Se cumple aquí lo que dice el Apóstol: Para mí vivir es Cristo y una ganancia el morir. Pero si el vivir en la carne me supone trabajar con fruto un beneficio, entonces no sé qué escoger (Flp 1,21)

La estadística de vocaciones al sacerdocio en España no se entiende sin la subida boom de la postguerra y la caída  en picado de los años 70. Sigue hablándose mucho hoy de aquellos chavales que sin ni siquiera tener vocación eran enviados al seminario como válvula de escape de una miseria sin esperanza de cambio. En este grupo entra la vocación de Don Silverio el cuál siempre alegó con cierto humor que Dios se había servido de una ración de churros con chocolate para llamarle a su servicio. Así fue como aquel pequeño abandonaba su hogar paterno con sus inocentes ojos fijos en una única meta, los churros que según su padre le darían los curas para merendar.

El tiempo pasó y se llevó la hambruna , los seminaristas sin vocación empezaron a volar como los pájaros del nido, pero el joven de Morcín había descubierto algo muy interior que no dejaba de interpelarle ¿yo sacerdote?. Durante su época de seminarista fue colaborador del sacerdote D. Jesús García en la parroquia San Felix de Lugones.

 Su curso fue reduciéndose hasta quedar tan sólo veintiséis del centenar que comenzaron ,los cuales fueron ordenados por el entonces Arzobispo Coadjutor Monseñor Segundo de Sierra y Méndez  en la Cuaresma de 1964.

Su pasión por el  estudio filosófico lo completo tras su ordenación,  primero en Roma y luego en Valencia dónde trabajó la figura de Feijoo del que siempre se le ha considerado un gran conocedor.   Toda su vida ministerial estuvo siempre ligada la investigación y a la docencia en el seminario  y la Escuela de Magisterio Padre. Ossó  . Autor de numerosas vidas de Santos, materiales didacticos de filosofía y otros libros de piedad . Cabe recordar : las cuatro publicaciones sobre San Melchor , el devocionario popular ,  biografías de  San Blas para la Parroquia de Jove (entonces regida por D. Laurentino) y el Monasterio de las Pelayas con el que siempre ha estado tan unido .

El periódico nunca faltó en su andadura cotidiana, su  pensamiento de hombre intelectual y de Dios le hacían echarse las manos a la cabeza  en más de una ocasión ante afirmaciones, opiniones y ataques  hacia la Iglesia por parte de  personas relevantes de nuestra sociedad. Hombre de solidos principios no dudó nunca en publicar sus puntos de vista temas dónde él y apostillar según su conciencia y su conocimiento. Otra minuciosa labor fueron sus colaboraciones y recesiones para Studium Ovetense , la revista del centro de estudios teológicos del seminario metropolitano de Oviedo.

Siempre se ha dicho que los Obispos  dejan cadáveres por las cunetas, personas abandonadas… y no pocos en Asturias señalan a Don Silverio como un aparcado in aeternum en la nada. No caigamos en frivolidades, sino pensemos que de haber sido otro el destino sacerdotal no nos hubiéramos  encontrado  hoy  con  tan rico legado.  

Desde su jubilación en 2003 se convirtió en todo un contemplativo dónde su tiempo se dividía en orar y trabajar. Entre paseos y lecturas  supo hacer del mastodóntico edificio del Prau Picón su bohemio refugio dónde perderse y encontrarse como hicieran otros grandes como Ruiz de la Peña o D. Ramón Cuevas. El monte fue una de sus grandes pasiones,  para  Don Silverio igual que para el protagonista de ``La última cima ‘’, la montaña tenía un sabor místico. Bien nos vienen para hablar de la muerte de nuestro amigo las palabras de Pablo Domínguez en una carta a las Clarisas de Lerma al decir: ¡Lo que en el momento de la muerte tiene importancia, lo tiene ahora!,¡Lo que en ese momento sea accidental, también lo es ahora! En definitiva:¡Sólo Cristo y sólo el amor es lo importante!.

Tras haber celebrado el pasado 9 de mayo  con sus compañeros de curso sus bodas de oro sacerdotales, la noticia de su muerte llegó cuando  los fieles de Valdecuna le estaban aguardando  para que les presidiera la Eucaristía ese mismo día en su querido Santuario de los Mártires dónde tenían previste homenajearle por esos 50 años de vida gastada ante el alta, aunque este no tuviera fieles al otro lado. Estoy seguro que María Santísima Virgen de la Probe, San Melchor, San Cosme y San Damián y todos los Santos a los que tanta devoción profesaba han salido ya a su encuentro.
D.E.P.




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