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sábado, 6 de abril de 2013

Reflexón dominical


Fr. Gerardo Sánchez Mielgo
Convento de Santo Domingo. Torrent (Valencia)

1ª) ¡Jesús se hace presente y se identifica: fuente de la verdadera alegría!
Estaban con las puertas cerradas por miedo a los judíos. En esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros. Y diciendo esto, les enseñó las manos y el costado... Y los discípulos se llenaron de alegría. Sólo en el marco descrito anteriormente se comprende lo sorprendente de la aparición de Jesús para los discípulos. Y es Jesús quien toma la iniciativa de acercarse a los suyos. El saludo y la presencia representan la respuesta a los que habían de ser sus testigos por todo el mundo. Jesús comienza por relacionar su situación actual con la anterior. Era necesaria esta identificación. El que vivió realmente en esta historia nuestra y murió en un aparente fracaso, ahora está vivo, vencedor de la muerte. El crucificado y el resucitado son el mismo; esta identificación asegura la continuidad del proyecto de Dios y es el fundamento de la fe cristológica y de la oferta sincera de salvación hecha por Dios. Paz y alegría son resultado del acontecimiento pascual. Sabemos que la esperanza engendra alegría. La alegría es un motivo que aparece repetidamente en las apariciones del resucitado. La alegría que es un bien mesiánico que alcanza al hombre porque Dios mismo quiere al hombre feliz. La resurrección responde, de este modo, a otro de los anhelos más profundos del hombre que es la necesidad de felicidad auténtica. Una alegría que, en el estadio de peregrinación, la Iglesia habrá de simultanear con la persecución y las amarguras de las dificultades. Pero estará siempre presente como oferta del Cristo glorioso presente entre los hombres.
 
 
 
2ª) ¡Experiencia humana y fe en el resucitado: Dichosos los que creen!
No seas incrédulo, sino creyente. Contestó Tomás: ¡Señor mío y Dios mío! ¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto. En la primera aparición no estaba Tomás con ellos. Cuando vuelve, los discípulos le comunican su experiencia, el encuentro con el Resucitado. Jesús está realmente vivo. Pero Tomás no lo cree, quiere experimentar, quiere palpar las señales de la muerte para entrar en las señales de la vida. Jesús se aparece de nuevo cuando están todos, incluso Tomás. Y se dirige a él y le afea la falta de fe en el testimonio de sus hermanos. Tomás experimenta y cree. Pero una cosa palpa y otra cree. Paradójicamente el acto de fe de Tomás es el más perfecto de todo el evangelio. En cierto modo, es la cima de todo el relato joánico que busca este acto de fe en la presencia de Dios en la humanidad: “la palabra se ha hecho historia en Jesús”. Tomás nos indica el camino para el encuentro de fe: a partir de la experiencia humana de Jesús es posible encontrarse con su verdadera identidad. Esta bienaventuranza es una respuesta a las preocupaciones de los cristianos de finales del s.I que preguntan al apóstol dónde apoyar su fe. Y el evangelista les recuerda que el camino es el Jesús real y humano. La fe entra así en el campo de las bienaventuranzas. Dichosos los que se fían del testimonio en favor de Jesús. Pero esta dinámica producirá siempre dificultades, porque los motivos de credibilidad quedan muy cortos ante la realidad a la que quieren conducir. Por eso se les declara felices a los que son capaces de superar la precariedad de los motivos de credibilidad y se abren a la acción y presencia del Espíritu para encontrarse realmente con Jesús resucitado.
 
                                    

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