Es indiscutible que la universidad es una
etapa muy importante, pues se trata de una decisión con miras hacia la
construcción del futuro de la vida profesional, sin embargo, algo que he visto
últimamente, sobre todo, en las pláticas que doy para jóvenes, es que al empezar
sus estudios universitarios, la mayoría de ellos pasa por una fuerte crisis de
fe. En muchos casos, llegan incluso a perderla. Analizando las causas que pueden
estar detrás de todo esto, es fácil identificar dos situaciones concretas. En
primer lugar, se trata de un porcentaje de la juventud que ha vivido su fe,
única y exclusivamente, por seguir con la tradición familiar, es decir, sin
cuestionarse y buscar respuestas. En segundo lugar, influye el hecho de que
algunos catedráticos, reviven el perjuicio de que la calidad profesional no es
compatible con la visión de un creyente. Lógicamente, lo exponen a través de un
buen nivel de oratoria, capaz de confundir y cambiar la mentalidad de los que
viven su fe de una manera tibia y, por ende, poco formada e informada.
La nueva evangelización, implica dar
testimonio de lo que decimos creer y, al mismo tiempo, saber argumentar
públicamente, echando abajo los prejuicios que algunos catedráticos pretenden
lanzar como una serie de argumentos válidos. En este sentido, las familias
tienen un papel significativo. No se trata de cansar a los hijos, nietos y
sobrinos, hablándoles todo el tiempo de Dios, sino de irlos informando poco a
poco sobre la fe, aprovechando sus dudas e inquietudes. Conviene subrayar que es
posible ser un buen católico y un profesionista exitoso, que no hay oposición
entre el cristianismo y la razón. Parecen aspectos ya superados y explicados,
sin embargo, la realidad es que todavía hay una laguna muy importante en materia
de formación, lo que abre las puertas a ciertos prejuicios o leyendas urbanas
sobre la Iglesia.
Hace poco, al terminar una de mis pláticas,
se me acercó una joven que estudia psicología y me dijo que, a pesar de que en
la universidad hay profesores hostiles a la religión en general, ella se ha dado
cuenta que Dios es alguien real, que la fe no tiene nada que ver con la
ignorancia y que, por lo mismo, puede ser una buena psicóloga sin tener que
renunciar al catolicismo. Me dio mucho gusto que me dijera esto y, por supuesto,
la animé a seguir adelante con sus estudios, sobre todo, le hice ver que hacen
falta líderes católicos comprometidos en el campo cultural y profesional.
En
resumen, todas las licenciaturas e ingenierías son compatibles con la fe. El
conocimiento, lejos de volvernos ateos, nos tiene que llevar a crecer en la
verdad y, desde ahí, descubrir la huella de Dios en la
ciencia.
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