Páginas

sábado, 14 de junio de 2025

Alberto Muñoz Pardal: un nuevo sacerdote para la Iglesia; con conocimientos de derecho, pasión por las pobrezas y sensibilidad para sanar heridas. Por R. H. M.

Este domingo 15 de junio, Solemnidad de la Santísima Trinidad recibirá la ordenación sacerdotal en la Catedral de Valladolid el actual Canciller- Secretario de dicho Arzobispado, el Ilmo. Sr. Don Alberto Muñoz Pardal. No todos los días se dice "voy a la ordenación del Canciller". ¿Suena raro, verdad? Pues es aunque el hecho es genuíno y algo anecdótico, lo importante es que por la imposición de manos y la oración consacratoria de su Obispo será incorporado al Orden de los Presbíteros... Pero, ¿quién es y de dónde viene este muchacho?.

Alberto nació en Madrid el 14 de mayo de 1990, víspera de San Isidro labrador, Patrono de la Capital. Recibió las aguas del bautismo en la parroquia de Nuestra Señora de la Vega, en pleno corazón del barrio del Pilar en el que se crió. Aunque su parroquia por domicilio fue la de Nuestra Señora de Luján, donde Alberto maduró en la fe, hizo su primera confesión, recibió allí la primera comunión y se confirmó. Siempre fue un chico de parroquia, cercano al grupo juvenil, al coro, a la liturgia. Ya en la universidad estudiando Derecho se ofrece para colaborar en Cáritas en sus ratos libres, pero le piden algo diferente; en la parroquia de Luján había voluntarios de sobra, sin embargo, en otras parroquias de la Vicaría I de Madrid estaban bajo mínimos de personal. Así aterriza Alberto en la parroquia de San Matías en el barrio de Hortaleza, en aquel momento aún atendida por los Padres Paules. Vivió esos años universitarios comprometido con ambas parroquias: en Luján en lo litúrgico y catequético, y en San Matías en lo caritativo.

Obtiene la licenciatura en Derecho en la Universidad Complutense de Madrid. La vocación de Alberto hacia el Derecho no parte de un "hobbie", una aspiración económica o de posición. Lo que le lleva al mundo de lo jurídico es su anhelo por poder servir de ayuda a los demás. Con esta visión acude en 2014 a la Escuela Española de Mediación y Resolución de Conflictos. En 2015 ingresó en el Ilustre Colegio de Procuradores de Madrid, pero el Señor le sigue pidiendo algo más y llega así un serio discernimiento y el tiempo de búsqueda. De este modo se acerca al Seminario de Madrid para un primer contacto. La Providencia hace que de forma casual conozca al obispo titular de Ipagro y Auxiliar de Valladolid Don Luis Argüello, que en ese momento ejercía como rector del seminario vallisoletano. Monseñor Argüello, que comparte con Alberto la vocación por el Derecho y el Sacerdocio le ofrece ingresar en el seminario pucelano, y nuestro madrileño dice que sí.

Madrileño de nacimiento -a honra lo lleva- pero de raíces muy castellanas: su padre, Tomás, es abulense de San Juan del Olmo, muy cerquita de Villanueva del Campillo, pueblo natal del Cardenal Blázquez, por eso Don Ricardo siempre saluda con cariño a Alberto tratándole como su paisano. La madre de Alberto, Rosario, es de Carbajosa de Alba (Zamora), que es también en verdad el pueblo de Alberto, pues siempre ha estado muy vinculado a él y a su iglesia de la Magdalena, a su fiesta de San Antón, a sus gentes... Tras la pandemia, sus padres decidieron dejar atrás Madrid y pasar a vivir definitivamente en Carbajosa, así que en todos estos años el domicilio oficial de nuestro protagonista ha sido en el Camino Beneficio, del pueblo de Carbajosa de Alba, ayuntamiento de Villalcampo.

En sus años de Seminario Alberto ha batido el récord de estancia de seminarista sin cambiar de parroquia para la pastoral del fin de semana: seis años en la parroquia de María Milagrosa en el barrio vallisoletano de Delicias; una parroquia que atienden los padres paules. Podría parecer un tanto curioso que el Seminario haya tenido tanto tiempo a un futuro sacerdote diocesano entre frailes, o que Alberto no se marchara al noviciado de la Congregación de la Misión... Fue tal la simbiosis del joven con la feligresía, comunidad de religiosos y grupos de la Parroquia, que quedó de manifiesto que el seminarista no dejó de ser tan diocesano, ni la Parroquia se sintió menos vicenciana. No era un carisma desconocido para él, en Hortaleza ya había descubierto esa pasión por los necesitados que igualmente le hacía vibrar a San Vicente de Paul, queriendo tener a los pobres por amos y señores. Uno de sus párrocos aquí fue el P. Luis Miguel Rojo Septién C.M. Es actualmente el Delegado Episcopal de Cáritas Española.

Alberto tiene una sensibilidad especial para la gente sencilla; nunca le han llamado la atención los oropeles, las iglesias ricamente adornadas ni los lugares céntricos. Él creció en un barrio obrero y en una parroquia humilde, con todo lo que eso supone y significa; valora estos lugares como pocos, pues en ellos se siente en casa, le aportan más calidez que el mejor templo barroco. Yo siempre le he llamado desde el cariño "progre" y él a mí "carca", aunque para ser sinceros él es la moderación y la prudencia en persona. Aunque eso no le quita para reconocer que ese tipo de parroquias le encantan. Yo siempre le decía en broma: "cuando lleves 30 años de cura y el Arzobispo te diga que te quiere premiar dándote la parroquia que quieras de la Diócesis, tú serás capaz de ofrecerte para San Ignacio de Pajarillos".... Fuera de clichés tópicos y bromas, estoy seguro que allá donde la Iglesia le plante, él dará mucho fruto.

Ya antes de estar a mitad de la formación del Seminario hubo profesores, compañeros y sacerdotes que le empezaron a decir "serás el próximo Canciller", "Tú para la Vicaría Judicial o notario del Arzobispado"... Aquellos comentarios no le gustaban nada, él no había entrado al Seminario para terminar siendo un hombre de papeles y despacho, sino que su vocación era de cura de almas, de cura de pueblo o de barrio pobre de extrarradio. Por sus capacidades, madurez y buen juicio -valga la expresión- quisieron enviarle a estudiar Derecho Canónico; él aceptó por obediencia seguir estudiando si no quedaba otro remedio. En Salamanca estudia Derecho Canónico al amparo de la Virgen de la Vega a la que está unido desde su tierna infancia, conviviendo con la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos del Sagrado Corazón de Jesús. 

Desde el 7 de enero pasado, fiesta de San Raimundo de Peñafort, patrono de los canonistas, es el Canciller Secretario del Arzobispado de Valladolid. Sé que él rezó mucho para que pasara ese cáliz de él, pero le ha tocado. Le han pedido mucho: sacar el Grado en Derecho Canónico, asumir la Cancillería con todo lo que esto supone e implica (ser Secretario del Consejo Episcopal, del Consejo Presbiteral, del Consejo de Pastoral Diocesano...) y la pastoral en las parroquias de San Ramón Nonato y San Vicente de Paúl. 

Ha vivido estos años a caballo entre Salamanca y Valladolid, y en este último curso como un seminarista más bajo las órdenes de su rector, a pesar de ser -como alguno le ha dicho con sorna- el nº 3 de la Diócesis. Pero Alberto es así, y así hace también el Señor las cosas; muchos que desearían esas encomiendas se ven frustrados en la zona rural, y él que aspiraba a ser cura rural o de barrio y vivir lo más lejos del mundo curial, le toca aceptar esa realidad. Ha sido y es una cruz para él pero que la sabe llevar con alegría. Alberto es en buena medida una apuesta personal de Monseñor Argüello; lo conoce muy bien, sabe de su sinceridad, discreción, bondad, carisma, recto juicio y de su amor a la Iglesia... 

No me cabe la menor duda que Don Luis sabe que Alberto no se le va subir nada a la cabeza, ni se va a olvidar de los pobres, pues aunque no faltará en la envidia quien le llame "trepa", de eso no tiene absolutamente nada y muy pronto su conducta y comportamiento habitual y cotidiano desmontará y anulará cualquier etiqueta atrevida e ignorante. De ello pueden dar buen testimonio "sus milagrosos", la feligresía de la parroquia de la Milagrosa donde ha sido tan querido años atrás. Fue una alegría para él que el Señor Arzobispo le ordenara allí, en ese humilde templo de ladrillo que para él es una catedral de la caridad y de servicios sociales al barrio y la ciudad.

Estimado amigo:
El futuro se va configurando en el presente: ¿por qué temer al futuro? San Óscar Arnulfo Romero ya lo advirtió: “La persecución es algo necesario en la Iglesia. ¿Saben por qué? Porque la verdad siempre es perseguida”... Siempre he admirado en ti el ser tan auténtico, cómo tratas de vivir el evangelio con radicalidad, sin medias tintas y, al mismo tiempo siendo samaritano para el que se cruza en tu camino, sea creyente o no. Así me imagino yo tú sacerdocio, como bálsamo para las heridas de los hombres y mujeres de hoy. Y, cómo no, para las de las generaciones que van llegando, como la de tú sobrinita Elena con apenas quince días de vida. El 13 de marzo de 2013 a los pocos segundos de haber aceptado la elección y de elegir el nombre de Francisco el nuevo Papa, el Cardenal Humes se le acercó y le dijo: “No te olvides de los pobres”. No hace falta recordártelo, pues sé que no los olvidarás en tu sacerdocio, de las víctimas de tantas pobrezas de todo tipo y condición. 
Querido Alberto, este domingo subirás las gradas del altar en la Catedral de Valladolid y serás incorporado al presbiterio diocesano que te acogerá con su abrazo. No te tocará esta vez cantar el salmo como hiciste para tantos compañeros; esta vez te toca estar pendiente del Espíritu Santo que ha de venir sobre ti... Siempre te has caracterizado por ser de corazón grande, algo muy acorde con Valladolid, la ciudad del corazón de Cristo. El Señor cumple en tí su promesa de darnos pastores ''según su corazón''. Siempre has sido persona de luz, esto se acentuará a partir de este domingo en que toda la Iglesia vallisoletana en unión al Pastor de la Diócesis invocará al Dios Uno y Trino pidiendo que la fuerza de su Espíritu venga sobre ti:
 ''Veni lumen cordium''. ¡'Él te bendiga! 

No hay comentarios:

Publicar un comentario