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viernes, 17 de octubre de 2025

«Si perdemos la inquietud misionera, perdemos nuestra identidad como cristianos»

(Iglesia de Asturias) Entrevista al Arzobispo de Oviedo, Mons. Jesús Sanz Montes, ante su reciente viaje a México donde ha acompañado la apertura de una misión de Lumen Dei y el comienzo de curso.

No era la primera vez que acudía a esta zona de México, pero ahora ya se puede decir que la misión está asentada. La bienvenida, a tenor de las fotografías, fue muy cariñosa.

Sí, acompañé al señor Obispo de Tlapa y la misión está en un enclave precioso, naturalmente hablando, donde hay muchas montañas, mucho bosque, mucha agua y son pequeñas poblaciones diseminadas por aquel boscaje, de gente enormemente sencilla, algunos muy pobres. Tengo allí dos antiguos amigos del Seminario que me invitaron el año pasado a que conociera todo aquel terreno que, efectivamente, es un terreno de misión. Me preguntaron si podríamos, como diócesis de Oviedo, colaborar en ese proyecto misionero. Y en ello estamos, pero ha habido una especie de avanzadilla, donde unos sacerdotes que pertenecen a nuestro presbiterio pero sin embargo están en una comunidad religiosa, como son los sacerdotes de Lumen Dei, han ido los primeros. Son dos sacerdotes y un diácono. Propiamente es una comunidad la que va allí como misionera pero de alguna manera va con ellos la diócesis también, dado que ellos nos pertenecen como curas que están aquí incardinados.

El proyecto consiste en ver si también podríamos nosotros, con los sacerdotes netamente diocesanos, abrir otra zona de ayuda misionera, con lo cual estarían estos amigos míos que son de la diócesis de Toledo, los sacerdotes de Lumen Dei, y una tercera entrega, posiblemente, con sacerdotes nuestros de la diócesis de Oviedo.

La Iglesia es misionera. Y Jesús cuando se despide de sus discípulos les dice: «Id a todo el mundo y predicad el Evangelio, la Buena Noticia». Perder esta inquietud misionera es perder nuestra identidad como cristianos. Y por eso, aunque también tenemos dificultades, si nos encerramos en nosotros mismos y nos atrincheramos, estamos renunciando a un elemento básico, como es la de ser misioneros. Yendo muy lejos, como en este caso, o sin salir muy allá de nuestra casa siendo misioneros en nuestros lugares.

¿Cómo va a ser el día a día de estos misioneros ahora en México?

Ellos tienen asignadas unas 45 parroquias para dos sacerdotes y un diácono. Ahí el problema es el del acceso porque los caminos a veces son complicados pues no hay prácticamente carreteras, son senderos de montaña. Tienen estos coches especializados como son los 4×4, los Toyotas, que con ellos se mueven y van a los lugares pero no pueden ir a las 45 parroquias todos los domingos, lógicamente, ni siquiera todas las semanas, por lo que se han hecho un mapa y un calendario.

Su labor consistirá en acompañar a aquellas comunidades cristianas a través de las misas y los demás sacramentos, además de una presencia humana, fraterna y muy cercana, porque hay muchas maneras de anunciar a Jesucristo, además de la Palabra de Dios y de los sacramentos, que es lo primordial para nosotros. Pero también el elemento humano cuenta, para que ellos se sientan sostenidos y acompañados por unos sacerdotes que van a ayudarles.

Han sido unos días, los que han tenido allí, repletos de actividades y celebraciones y siempre acompañados por la gente que les rodeaba.

Sí, y con muchos niños, que es siempre un motivo de enorme esperanza: jóvenes y niños. La gente ya más adulta o la gente anciana son enormemente respetuosos, queda en ellos el poso de aquella primera evangelización, hace siglos, que tuvo lugar a través de la presencia de mis hermanos franciscanos. Y como no siempre han podido estar sostenidos por una presencia sacerdotal, ellos han ido transmitiendo a través del boca a boca, la fe que han recibido y los rudimentos que aprendieron en los catecismos. Y cuando llegan los misioneros, los sacerdotes, refrescan, actualizan y pueden así compartir todos, ancianos, adultos, jóvenes y niños esta fe que es en el fondo en la presencia cristiana en aquellos lares.

También ha compartido en varios foros un encuentro problemático que tuvo en uno de sus trayectos. Unos encapuchados les pararon el coche. ¿Son habituales los episodios de violencia en la zona?

Es una zona que, además de la sencillez y la pobreza de estas comunidades, en el estado de Guerrero es proverbial la violencia, quizá es una de las zonas más violentas de México. Violentas porque entre ellos hay venganzas, por un lado de tipo «tribal», recordando «tú mataste a mi abuelo y nosotros queremos matar a no sé quien» etc. que es una cosa muy básica, muy primitiva, que está ahí como problema. Por eso anunciar en aquellos lugares donde la gente vive con esta esencialidad primitiva, la paz cristiana y anunciar el perdón que nos debemos unos a otros, es una de las encomiendas que tenemos en esta evangelización.

Por otro lado, es una zona que, de alguna manera, pertenece a uno de los corredores del narcotráfico. Y eso también puede generar en algún momento una cierta tensión y también luchas, pendencieras, vendettas, venganzas entre los diferentes cárteles. De todas las maneras, no deja de ser lo que mí me ocurrió, una excepción que no tuvo ninguna trascendencia. Simplemente íbamos un sacerdote y un servidor a celebrar a una pequeña comunidad un domingo la Santa Misa. Entonces en una de las curvas aparecieron tres encapuchados con ametralladoras. Nos detuvieron en el vehículo y nos preguntaron quiénes éramos y a dónde íbamos. Al decirles que éramos padres misioneros, dijeron «no se preocupen, sigan adelante», y no tuvo más. Te impresiona ver que te encañonan personas a las que no puedes ver el rostro, pero más allá de ese susto comprensible, por otra parte, no tuvo mayor consecuencia y los misioneros son siempre muy respetados.

Hablando precisamente de violencia, ha regresado de nuevo a España y se ha vuelto a encontrar, a nivel internacional, con una gran tensión y también hay mucha crispación en nuestro país. La pregunta es cómo debemos, como cristianos, enfrentarnos a este tiempo, cómo situarnos ante esta actualidad tan agresiva.

Tenemos guerras más popularizadas. Pienso en lo que está ocurriendo en la Franja de Gaza y con esperanza estamos asistiendo a ese consenso que esperemos que dé fruto y así poner fin de verdad a esa tragedia que comenzó hace ya dos años, con esa matanza tremenda por parte del grupo terrorista Hamás. Tenemos este conflicto entre el Estado democrático de Israel y el grupo terrorista de Hamás, junto con el de Ucrania, que también está lamentablemente activo, pero no son los únicos que tenemos en el mundo: hay más de 60 guerras, algunas de las cuales se organizan y se declaran únicamente para dar salida a un armamento que va quedando obsoleto. Tenemos gran agresividad en el escenario internacional y es algo que también se percibe, por una cuestión política, en el escenario nacional en España. No está en nuestra mano poder terminar las guerras o poder aunar las diferentes sensibilidades políticas, pero siempre hay una trinchera más cercana que coincide con nuestro domicilio, con nuestro círculo de amigos y las personas que a diario tratamos. Ser instrumentos de la paz, como pedía San Francisco de Asís, es no organizar ninguna guerra en ninguno de los ámbitos que sí que dependen de mí como son mi familia, mis amigos, mis compañeros de trabajo, las personas que están en mi barrio o incluso en mi parroquia, con esas personas yo tengo que ser testigo de la paz, anunciador del perdón y propagador de la esperanza.

Para que podamos soñar un mundo en paz, mi pequeño mundo tiene que estar pacificado. Para que no deseemos las violencias y las agresiones y las tensiones en el mundo o en la nación, en la patria, yo tengo que tener esas mismas actitudes netamente evangélicas en el ámbito más cercano. El que sí que depende de mí, es el que coincide con el tramo de tierra que piso, el espacio que piso, y el tramo de tiempo que tiene que ver con mis brazos. Ahí tenemos que ser mensajeros de la paz e instrumentos de la esperanza.

Volviendo a nuestra diócesis, hemos empezado el curso ya. ¿Qué retos tenemos por delante en estos próximos meses para nuestra diócesis asturiana?

Por un lado está el tema de las vocaciones, estamos para dar gracias a Dios por la bendición que supone que nos hayan entrado en total 12 nuevos seminaristas. Que tengamos 44 chicos en el Seminario es un motivo de enorme esperanza. Hemos ordenado 10 seminaristas en Pentecostés y apuntan buenas maneras para los que podamos ordenar el próximo año. El motivo de las vocaciones tiene que ver con los planes pastorales que nos hemos dado. Como seguir acompañando las diferentes expresiones de nuestros jóvenes, que a veces se dice que los jóvenes no van por la Iglesia, bueno, a lo mejor no asisten a la misa de once o a la misa de una, pero hay jóvenes que sí que están participando de la vida cristiana y que los estamos acompañando alternativamente en otros espacios y en diferentes momentos. Saber acompañar en todos los sentidos, culturalmente, espiritualmente, sacramentalmente a nuestros jóvenes, forma parte también de un punto central de nuestras prioridades en este curso. Al igual que las familias. La familia está siendo muy zarandeada. Bien sabe quien es enemigo de la verdad, de la bondad y de la belleza –los enemigos de Dios son siempre enemigos del hombre–, que tocar la familia es asegurarse la vulnerabilidad de la sociedad. Por eso cuidar de la familia, saber acompañarla, es también una prioridad que tenemos correlativamente el tema de la educación. Tenemos colegios atendidos por comunidades religiosas y algunos colegios que son diocesanos. A través de la educación, no digo de la enseñanza únicamente, sino de la educación, donde no únicamente enseñamos matemáticas, geografía y literatura, sino que enseñamos valores, que son valores evangélicos, con los que vamos poniendo las bases para la inmediata sociedad que ellos van a protagonizar dentro de muy pocos años.

Luego el atender toda la realidad tan diferenciada de nuestras más de 900 parroquias y nuestras Delegaciones que representan las áreas pastorales, cuando hablamos de las peregrinaciones, la cultura, la catequesis, la liturgia, la juventud, los enfermos, la gente que está en una cárcel… Tantas realidades que queremos sectorialmente acompañar y que nos hemos hecho un plan en los objetivos pastorales que nos acabamos de dar.

Se presentaba ayer la exhortación apostólica Dilexi Te, el primer escrito del Papa León XIV, sobre el amor a los pobres. En estos meses de pontificado que hemos podido vivir ya, ¿cómo describiría la línea de este nuevo Papa?

Es una bocanada de aire fresco y de serenidad, en donde la mesura con la que él se expresa en sus textos y en sus gestos, nos da una figura de Pontífice sereno y pacificador. De hecho, él tiene como buen agustino, como buen hijo de San Agustín, el tema de la comunión, es decir, de la unidad, de ayudar a que la gente no viva dividida y menos todavía enfrentada. Eso es muy de San Agustín. Es un deseo que no nace solamente de una buena intención, sino que tú miras a Dios, un Dios que vive en el amor de un Padre que quiere a un Hijo en el amor, y tú dices «yo soy imagen y semejanza de ese Dios que es, dicho en este sentido, comunitario, un Dios-Trinidad, un Dios que se quiere en su triple relación de Padre, Hijo y Espíritu Santo». Yo no puedo ser creyente de un Dios así dividiéndome con los hermanos. Y por eso el Papa León, como buen Agustino, está pujando y no hay ocasión que él pierda para volverlo a repetir, por dos temas que los tiene muy en el corazón, como es la paz en el mundo y la unidad dentro de la Iglesia. Y esto aparece como una especie de estribillo en su reciente magisterio, con una profundidad teológica y con una amabilidad en la propuesta que hace que todo el mundo le estemos entendiendo sin que se dé ningún tipo de crispación y ningún tipo de tema que pueda resultar tendencioso o alterador de la paz de la comunidad cristiana. De tal manera que estamos muy agradecidos al buen Dios que nos haya regalado a este sucesor de Pedro que nos invita a la paz, nos invita a la comunión y a la unidad.

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