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domingo, 23 de febrero de 2025

''Amad a vuestros enemigos''. Por Joaquín Manuel Serrano Vila


En estos primeros domingos del Tiempo Ordinario, la Iglesia nos va presentando unas lecturas perfectamente seleccionadas para nuestra interiorización en temas no baladíes, sino qué, rompiendo toda lógica no se empieza por lo menor para ir "in crescendo": nos adentramos directamente en cuestiones ya vitales. En este domingo VII, nos encontramos con un tema muy complejo como es el amor a los enemigos. Tal es así que necesitaríamos muchas horas para sopesar, ahondar y comprender todo el sentido de lo el Señor nos plantea este domingo... Empezamos por la primera lectura que como siempre, hay saber encontrar su paralelismo con el evangelio. En este texto del antiguo testamento tomado del primer libro de Samuel, nos topamos con el tesoro de la fidelidad en esa escena tan simbólica donde teniendo David la oportunidad de quitarse de delante a Saúl, su contrincante y opositor, y de alguna manera su enemigo, él no le quita la vida. Incluso Abisay ve la situación tan clara que afirma: ''Dios pone hoy al enemigo en tu mano'' y se ofrece para dar muerte a Saúl por él. Pero la nobleza de David es tal que no quiere ni quitarle la vida ni que otros se la quiten. Por eso advierte a su mano derecha, Abisay, de que no lo haga «No acabes con él, pues ¿quién ha extendido su mano contra el ungido del Señor y ha quedado impune?». Y es que toda vida humana es digna de respeto, pero siempre ha existido ese miedo reverencial aún mayor a dañar a un consagrado por Dios, como era el caso de Saúl. David cantará en el salmo "El Señor es compasivo y misericordioso", como también él lo fue en aquella bajada al desierto de Zif.

En el evangelio, que es la continuación del sermón de la llanura o de las bienaventuranzas y que iniciamos el pasado domingo, nos presenta este mandato de Jesús tan difícil, casi imposible, casi antinatural... Y es que las personas nos movemos muchas veces de forma inconsciente con sentimientos de afecto y desafecto con personas que viven en nuestro edificio, que viven en nuestro pueblo o que vemos en los medios de comunicación. Si nos paramos a pensarlo, quizás nunca nos hicieron nada malo ni bueno, nunca intercambiamos una conversación ni un café, quizás creemos que somos almas gemelas y no nos parecemos en nada ó, por el contrario, pensamos que no tenemos nada en común cuando en verdad es más lo que nos une que lo que nos separa. Las personas somos así, desde nuestra libertad elegimos no sólo a los amigos, sino no pocas veces a los enemigos. Y en esto llega Jesús y no nos hace una sugerencia, sino que imperativamente nos dice: ''A vosotros los que me escucháis os digo: amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os calumnian''... ¿Parece la mayor locura inimaginable, verdad? Pues este es el rostro del Dios cristiano, y Él lo hizo primero para que ahora nosotros hagamos lo mismo. Así es, estando el hombre enfadado con Dios, de espaldas a su Creador al que había declarado su enemigo, fue el Altísimo el que lo cambió todo enviando su Hijo a nosotros y derramando su sangre en la cruz sellando así la nueva alianza. 

Es mucho lo que se nos exige; sí, pero es que ha sido mucho más lo que se nos ha regalado: ¿Qué cuesta más, dar a tu único hijo para ser sacrificado o hacer la paz con esa personas a la que tengo o me tiene como enemigo? Con razón no nos cansamos en reconocer que Dios es amor, pues no es que nos ame hoy que estamos piadosos en misa, es que cuando le traicionamos nos sigue amando igual; no dejó de amarnos ni el tiempo en que el hombre decidió declararlo su enemigo, siendo necesaria la ofrenda de Cristo para reconciliar el cielo y tierra. En este año jubilar se nos llama a volver a sus brazos amorosos, pues el pecado es un muro que nos separa y aleja del Señor. Por eso no es posible ser un buen católico si no intentamos cada día el esfuerzo de que muera mi orgullo, mi ego o mis ideas preconcebidas para que no sea yo el que viva, sino Cristo que viva en mí. Hay muchos cristianos de título: "yo soy muy creyente, rezo cinco rosarios al día, dono para los pobres, fui misionero/a, veo todas las misas que echan por televisión, colaboro con veinte obras sociales..." Muy bonito todo pero, ¿amas y rezas por tus enemigos? ¿has hecho el esfuerzo por convertirlos en amigos? ¿vas a ceder y asumir lo que el Señor te está mandado, o te empeñarás en morir en tus trece lleno de orgullo y vanidad?. 

Esta es la revolución del Corazón de Cristo, aquí queda caducada la antiquísima ley del talión que es un modelo de justicia retributiva: ''ojo por ojo y diente por diente'', que es lo mismo que decir tú me sacas un ojo, yo te saco otro... Pero Jesús cambia esto, pues dice: ''Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra''. Los que le escuchaban se quedaban boquiabiertos, pues les estaba enseñando algo que no estaba en sus cálculos: ¿ahora si me pegan ya no pego yo, sino que además debo ser generoso hasta dejándome vencer? No; Jesucristo no nos está pidiendo eso, sino que renunciemos a todo tipo de venganza o violencia: física, psicológica, económica... ¿Os imagináis cómo sería el mundo si todos supiéramos aplicar estas enseñanzas? De nada nos sirve llevar una cruz al pecho si no sabemos descubrir en ésta que Dios nos envió a su Hijo para enseñarnos a amar, para descubrir cómo Dios nos ama y cómo Él es el amor con mayúsculas, siempre pronto a la misericordia y el perdón.

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