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sábado, 23 de noviembre de 2024

Fossores de la Misericordia, los frailes que entierran a los muertos y oran por los difuntos


Los Hermanos Fossores de la Misericordia son una congregación religiosa católica masculina de carácter laical, dedicada al mantenimiento de cementerios y a la asistencia en entierros.

Historia

El proyecto de la congregación fue idea de Francisco Victoriano Linares Garzón, de nombre religioso Fray José María de Jesús Crucificado (1919 - 2011). El religioso, conocido entonces como Fray Hilarión de la Sagrada Familia, estaba a cargo del cementerio de la Orden de San Pablo y San Antonio Abad, congregación eremítica a la que pertenecía.​

En 1952, Fray José María recibe la visita del párroco de Cúllar-Baza, el cual transmite el propósito del ermitaño al obispo de la Diócesis de Guadix, Monseñor Rafael Álvarez Lara. Tras diversos trámites, la primera comunidad de Hermanos Fossores de la Misericordia se traslada al cementerio de Guadix e inicia su actividad el día 11 de febrero de 1953. El día 16 de julio de 1958 la congregación es erigida como "Pía Unión" por decreto episcopal.

Posteriormente se fundaron comunidades en los camposantos de Jerez de la Frontera (1959), Huelva (1962), Vitoria (1963), Pamplona (1965), Logroño (1966) y Felanich (1969). En la actualidad mantienen presencia en Guadix y Logroño.​

Carisma

El carisma de la orden se basa en el cumplimiento de las dos últimas obras de misericordia: enterrar a los difuntos y orar por vivos y muertos. El fundador se inspiró especialmente en el Libro de Tobías, concretamente en el pasaje 1, 16-18, en el cual se narra como el piadoso Tobit enterraba a los muertos pese a las prohibiciones de su rey.​

Los fossores habitan comunitariamente en camposantos, llevando una vida contemplativa-activa. Su espiritualidad se centra en la Eucaristía, Liturgia de las Horas, Santo Rosario y la oración mental. Entre sus labores están la acogida al difunto y acompañantes en la entrada al camposanto, procesión al lugar del enterramiento, bendición del sepulcro, oración de los fieles y despedida del duelo, así como la custodia, limpieza y administración de cementerios. La retribución que reciben de los Ayuntamientos por realizar estas tareas es su única fuente de ingresos.

Fundador 

El fundador de los Hermanos Fossores de la Misericordia, Fray José María de Jesús Crucificado Linares Garzón, nació en La Zubia (Granada) el 9 de marzo de 1019, en el seno de una modesta familia de agricultores. Bautizado a los pocos días en la iglesia parroquial de dicho pueblo, recibió el nombre de Francisco Victoriano, que después cambiaría al entrar en la vida religiosa.

Sus padres, Joaquín y Encarnación le dieron una educación cristiana sólida, que completó en el colegio de las Hijas de la Caridad. Huérfano de padre y con la madre enferma, en su juventud trabajó en diversas tareas para ayudar al sostenimiento de su familia.

A los 21 años de edad ingresó en el llamado “Desierto de Nuestra Señora de Belén” situado en la serranía de Córdoba, como miembro de la Congregación de Ermitaños de San Pablo y San Antonio. Allí permaneció hasta que, tras una serie de gestiones y permisos, se trasladó a Guadix en 1952 para iniciar una nueva forma de vida religiosa, dedicada a cuidar de los cementerios y acompañar los entierros, infundiendo a estos actos, normalmente tristes, un sentido cristiano de esperanza. El 11 de febrero de 1953, festividad de la Virgen de Lourdes, empezó su actividad en el camposanto de dicha ciudad, acompañado de otro ermitaño, Fray Bernardo de la Cruz.

La noticia de esta fundación se difundió por otras regiones de España y, en años posteriores, se llegaron a formar siete comunidades de Hermanos Fossores, nutridas por decenas de jóvenes, que se sintieron impulsados a seguir esta singular vocación. Fray José María fue lógicamente el primer superior general de la nueva institución, realizando, como tal, una labor admirable de organización y coordinación, hasta que en el año 1967 consideró conveniente dejar este cargo de dirección y permanecer como consejero perpetuo y actuando como un miembro más de la misma.

En el año 1998 Fray José María cayó enfermo a consecuencia de una trombosis cerebral. Desde entonces ha permanecido en situación de invalidez total hasta la fecha de su fallecimiento, ocurrido en la madrugada de ayer, día 3 de enero. Durante sus últimos 12 años ha estado ejemplarmente atendido por la comunidad de Guadix, especialmente por el actual superior general, Fray Hermenegildo García Oliva.

Es difícil destacar algunas de sus virtudes, porque las ha practicado todas en alto grado. Pero cabe subrayar, además de su gran fidelidad a la vocación religiosa, su profunda humildad, especialmente demostrada en los últimos años de su vida, cuando se sentía totalmente dependiente de sus cuidadores, sin exigir nada especial y aceptando sencillamente todo cuanto le ofrecían para su curación y bienestar.

Fray José María ha sido venerado por cuantas personas le han conocido y pasará a la historia como un religioso ejemplar y fundador de una de las instituciones más originales del siglo XX.

Fundación

En la primavera de 1952 llegó de visita a las ermitas cordobesas un sacerdote de la diócesis de Guadix: don Manuel Gallardo Capel, cura párroco de Cúllar-Baza. Entabló relación Fray José María (entonces llamado Fray Hilarión de la Sagrada Familia) y éste le comunicó su proyecto, inspirado en el Libro de Tobías (1,16-18), de fundar una congregación dedicada a cumplir, de forma específica, las dos últimas obras de Misericordia: enterrar a los muertos y rezar por los vivos y difuntos. El citado sacerdote, a su regreso, transmitió tal propósito al obispo de Guadix, don Rafael Álvarez Lara, que lo acogió con entusiasmo. Y, tras las necesarias gestiones con el obispo de Córdoba, fray Albino Menéndez Raigada, se concedió la autorización correspondiente para que el mencionado ermitaño, acompañado de otro ermitaño, llamado fray Bernardo de la Cruz, se trasladaran a Guadix e iniciaran su tarea fundacional. Con la aprobación del Ayuntamiento accitano, se realizaron las obras de acondicionamiento de una vieja casilla, situada junto al cementerio, y en ella, de una forma muy modesta, se instaló la primera comunidad,


Monseñor Rafael Álvarez Lara
























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