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miércoles, 13 de noviembre de 2024

Mensaje del Santo Padre Francisco para la VIII Jornada Mundial de los pobres

La oración del pobre sube hasta Dios (cf. Sirácida 21,5)

Queridos hermanos y hermanas:

1. La oración del pobre sube hasta Dios (cf. Si 21,5). En el año dedicado a la oración, con vistas al Jubileo Ordinario 2025, esta expresión de la sabiduría bíblica es muy apropiada para prepararnos a la VIII Jornada Mundial de los Pobres, que se celebrará el próximo 17 de noviembre. La esperanza cristiana abraza también la certeza de que nuestra oración llega hasta la presencia de Dios; pero no cualquier oración: ¡la oración del pobre! Reflexionemos sobre esta Palabra y “leámosla” en los rostros y en las historias de los pobres que encontramos en nuestras jornadas, de modo que la oración sea camino para entrar en comunión con ellos y compartir su sufrimiento.

2. El libro del Eclesiástico, al que nos referimos, no es muy conocido, y merece ser descubierto por la riqueza de temas que afronta sobre todo cuando se refiere a la relación del hombre con Dios y con el mundo. Su autor, Ben Sirá, es un maestro, un escriba de Jerusalén, que escribe probablemente en el siglo II a. C. Es un hombre sabio, arraigado en la tradición de Israel, que enseña sobre varios ámbitos de la vida humana: del trabajo a la familia, de la vida en sociedad a la educación de los jóvenes; presta atención a los temas relacionados con la fe en Dios y con la observancia de la Ley. Afronta los problemas arduos de la libertad, del mal y de la justicia divina, que también hoy son de gran actualidad para nosotros. Ben Sirá, inspirado por el Espíritu Santo, quiere transmitir a todos el camino a seguir para una vida sabia y digna de ser vivida ante Dios y ante los hermanos.

3. Uno de los temas a los que este autor sagrado dedica mayor espacio es la oración. Lo hace con mucho ímpetu, porque da voz a su propia experiencia personal. En efecto, ningún escrito sobre la oración podría ser eficaz y fecundo si no partiera de quien cada día está en la presencia de Dios y escucha su Palabra. Ben Sirá declara haber buscado la sabiduría desde la juventud: «En mi juventud, antes de andar por el mundo, busqué abiertamente la sabiduría en la oración» (Si 51,13).

4. En su recorrido, descubre una de las realidades fundamentales de la revelación, es decir, el hecho de que los pobres tienen un lugar privilegiado en el corazón de Dios, de tal manera que, ante su sufrimiento, Dios está “impaciente” hasta no haberles hecho justicia, «hasta extirpar la multitud de los prepotentes y quebrar el cetro de los injustos; hasta retribuir a cada hombre según sus acciones, remunerando las obras de los hombres según sus intenciones» (Si 35,21-22). Dios conoce los sufrimientos de sus hijos porque es un Padre atento y solícito hacia todos. Como Padre, cuida de los que más lo necesitan: los pobres, los marginados, los que sufren, los olvidados. Pero nadie está excluido de su corazón, ya que, ante Él, todos somos pobres y necesitados. Todos somos mendigos, porque sin Dios no seríamos nada. Tampoco tendríamos vida si Dios no nos la hubiera dado. Y, sin embargo, ¡cuántas veces vivimos como si fuéramos los dueños de la vida o como si tuviéramos que conquistarla! La mentalidad mundana exige convertirse en alguien, tener prestigio a pesar de todo y de todos, rompiendo reglas sociales con tal de llegar a ganar riqueza. ¡Qué triste ilusión! La felicidad no se adquiere pisoteando el derecho y la dignidad de los demás.

La violencia provocada por las guerras muestra con evidencia cuánta arrogancia mueve a quienes se consideran poderosos ante los hombres, mientras son miserables a los ojos de Dios. ¡Cuántos nuevos pobres producen esta mala política hecha con las armas, cuántas víctimas inocentes! Pero no podemos retroceder. Los discípulos del Señor saben que cada uno de estos “pequeños” lleva impreso el rostro del Hijo de Dios, y a cada uno debe llegarles nuestra solidaridad y el signo de la caridad cristiana. «Cada cristiano y cada comunidad están llamados a ser instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres, de manera que puedan integrarse plenamente en la sociedad; esto supone que seamos dóciles y atentos para escuchar el clamor del pobre y socorrerlo» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 187).

5. En este año dedicado a la oración, necesitamos hacer nuestra la oración de los pobres y rezar con ellos. Es un desafío que debemos acoger y una acción pastoral que necesita ser alimentada. De hecho, «la peor discriminación que sufren los pobres es la falta de atención espiritual. La inmensa mayoría de los pobres tiene una especial apertura a la fe; necesitan a Dios y no podemos dejar de ofrecerles su amistad, su bendición, su Palabra, la celebración de los Sacramentos y la propuesta de un camino de crecimiento y de maduración en la fe. La opción preferencial por los pobres debe traducirse principalmente en una atención religiosa privilegiada y prioritaria» (ibíd., 200).

Todo esto requiere un corazón humilde, que tenga la valentía de convertirse en mendigo. Un corazón dispuesto a reconocerse pobre y necesitado. En efecto, existe una correspondencia entre pobreza, humildad y confianza. El verdadero pobre es el humilde, como afirmaba el santo obispo Agustín: «El pobre no tiene de qué enorgullecerse; el rico tiene contra qué luchar. Escúchame, pues: sé verdadero pobre, sé piadoso, sé humilde» (Sermón 14,3.4). El humilde no tiene nada de que presumir y nada pretende, sabe que no puede contar consigo mismo, pero cree firmemente que puede apelarse al amor misericordioso de Dios, ante el cual está como el hijo pródigo que vuelve a casa arrepentido para recibir el abrazo del padre (cf. Lc 15,11-24). El pobre, no teniendo nada en que apoyarse, recibe fuerza de Dios y en Él pone toda su confianza. De hecho, la humildad genera la confianza de que Dios nunca nos abandonará ni nos dejará sin respuesta.

6. A los pobres que habitan en nuestras ciudades y forman parte de nuestras comunidades les digo: ¡no pierdan esta certeza! Dios está atento a cada uno de ustedes y está a su lado. No los olvida ni podría hacerlo nunca. Todos hemos tenido la experiencia de una oración que parece quedar sin respuesta. A veces pedimos ser liberados de una miseria que nos hace sufrir y nos humilla, y puede parecer que Dios no escucha nuestra invocación. Pero el silencio de Dios no es distracción de nuestros sufrimientos; más bien, custodia una palabra que pide ser escuchada con confianza, abandonándonos a Él y a su voluntad. Es de nuevo Sirácida quien lo atestigua: “la sentencia divina no se hace esperar en favor del pobre” (cf. Si 21,5). De la palabra pobreza, por tanto, puede brotar el canto de la más genuina esperanza. Recordemos que «cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien. […] Esa no es la vida en el Espíritu que brota del corazón de Cristo resucitado» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 2).

7. La Jornada Mundial de los Pobres es ya una cita obligada para toda comunidad eclesial. Es una oportunidad pastoral que no hay que subestimar, porque incita a todos los creyentes a escuchar la oración de los pobres, tomando conciencia de su presencia y su necesidad. Es una ocasión propicia para llevar a cabo iniciativas que ayuden concretamente a los pobres, y también para reconocer y apoyar a tantos voluntarios que se dedican con pasión a los más necesitados. Debemos agradecer al Señor por las personas que se ponen a disposición para escuchar y sostener a los más pobres. Son sacerdotes, personas consagradas, laicos y laicas que con su testimonio dan voz a la respuesta de Dios a la oración de quienes se dirigen a Él. El silencio, por tanto, se rompe cada vez que un hermano en necesidad es acogido y abrazado. Los pobres tienen todavía mucho que enseñar porque, en una cultura que ha puesto la riqueza en primer lugar y que con frecuencia sacrifica la dignidad de las personas sobre el altar de los bienes materiales, ellos reman contracorriente, poniendo de manifiesto que lo esencial en la vida es otra cosa.

La oración, por tanto, halla la confirmación de su propia autenticidad en la caridad que se hace encuentro y cercanía. Si la oración no se traduce en un actuar concreto es vana, de hecho, la fe sin las obras «está muerta» (St 2,26). Sin embargo, la caridad sin oración corre el riesgo de convertirse en filantropía que pronto se agota. «Sin la oración diaria vivida con fidelidad, nuestra actividad se vacía, pierde el alma profunda, se reduce a un simple activismo» (Benedicto XVI, Catequesis, 25 abril 2012). Debemos evitar esta tentación y estar siempre alertas con la fuerza y la perseverancia que provienen del Espíritu Santo, que es el dador de vida.

8. En este contexto es hermoso recordar el testimonio que nos ha dejado la Madre Teresa de Calcuta, una mujer que dio la vida por los pobres. La santa repetía continuamente que era la oración el lugar de donde sacaba fuerza y fe para su misión de servicio a los últimos. El 26 de octubre de 1985, cuando habló a la Asamblea General de la ONU mostrando a todos el rosario que llevaba siempre en mano, dijo: «Yo sólo soy una pobre monja que reza. Rezando, Jesús pone su amor en mi corazón y yo salgo a entregarlo a todos los pobres que encuentro en mi camino. ¡Recen también ustedes! Recen y se darán cuenta de los pobres que tienen a su lado. Quizá en la misma planta de sus casas. Quizá incluso en sus hogares hay alguien que espera vuestro amor. Recen, y los ojos se les abrirán, y el corazón se les llenará de amor».

Y cómo no recordar aquí, en la ciudad de Roma, a san Benito José Labre (1747-1783), cuyo cuerpo reposa y es venerado en la iglesia parroquial de Santa María ai Monti. Peregrino de Francia a Roma, rechazado en muchos monasterios, trascurrió los últimos años de su vida pobre entre los pobres, permaneciendo horas y horas en oración ante el Santísimo Sacramento, con el rosario, recitando el breviario, leyendo el Nuevo Testamento y la Imitación de Cristo. Al no tener siquiera una pequeña habitación donde alojarse, solía dormir en un rincón de las ruinas del Coliseo, como “vagabundo de Dios”, haciendo de su existencia una oración incesante que subía hasta Él.

9. En camino hacia el Año Santo, exhorto a cada uno a hacerse peregrino de la esperanza, ofreciendo signos concretos para un futuro mejor. No nos olvidemos de cuidar «los pequeños detalles del amor» (Exhort. ap. Gaudete et exsultate, 145): saber detenerse, acercarse, dar un poco de atención, una sonrisa, una caricia, una palabra de consuelo. Estos gestos no se improvisan; requieren, más bien, una fidelidad cotidiana, casi siempre escondida y silenciosa, pero fortalecida por la oración. En este tiempo, en el que el canto de esperanza parece ceder el puesto al estruendo de las armas, al grito de tantos inocentes heridos y al silencio de las innumerables víctimas de las guerras, dirijámonos a Dios pidiéndole la paz. Somos pobres de paz; alcemos las manos para acogerla como un don precioso y, al mismo tiempo, comprometámonos por restablecerla en el día a día.

10. Estamos llamados en toda circunstancia a ser amigos de los pobres, siguiendo las huellas de Jesús, que fue el primero en hacerse solidario con los últimos. Que nos sostenga en este camino la Santa Madre de Dios, María Santísima, que, apareciéndose en Banneux, nos dejó un mensaje que no debemos olvidar: «Soy la Virgen de los pobres». A ella, a quien Dios ha mirado por su humilde pobreza, obrando maravillas en virtud de su obediencia, confiamos nuestra oración, convencidos de que subirá hasta el cielo y será escuchada.

Roma, San Juan de Letrán, 13 de junio de 2024, Memoria de san Antonio de Padua, patrono de los pobres.

FRANCISCO

La tierra de los vivos. Por Francisco Torres Ruiz

(In virga virtutis) “Solo veremos cosas buenas en la tierra de los vivos” sirvan estas palabras atribuidas a G.K. Chesterton para encabezar el segundo artículo de noviembre dedicado a los novísimos o postrimerías.

El Credo termina con esta afirmación: “espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro”. Con ella la Iglesia nos anima cada domingo a esperar lo que se nos ha prometido obtener: la vida eterna, el Cielo. El Catecismo Romano (1566) enseña: “la vida eterna, no se significa tanto la perpetuidad de la vida, a la cual también están destinados los demonios y los hombres malos, como la felicidad perpetua que satisfaga el deseo de los bienaventurados” y más adelante dice que se trata de la suma felicidad dado “que no puede conseguirse felicidad alguna en esta vida… y que no puede perderse…porque felicidad es el conjunto de todos los bienes sin mezcla alguna de mal”. Y concluye: “la felicidad de la vida eterna se debe definir por la desaparición de todos los males y la consecución de todos los bienes”.

Para imaginar lo que es el Cielo que Cristo nos ha ganado a precio de su sangre podemos recurrir al testimonio de algunos santos que lo vieron. San Saturio, estando en prisión con Santa Perpetua y Santa Felicidad, lo describe así: “como un hermoso jardín, lleno de toda especie de flores, en el que se veían rosales altos, como cipreses, cuyas rosas blancas y encarnadas, agitadas por un dulce céfiro, caían continuamente como gruesos copos y formaban una nieve olorosa de distintos colores…Como un palacio el más hermoso que se pueda ver; las tapicerías que cubrían las paredes parecían estar tejidas de rayos de luz y también las paredes brillaban como si hubiesen sido fabricadas de diamantes…”.

Aunque quizás las imágenes más bellas nos las ofrezca la misma Biblia: en Is 6, 1-4 leemos: “vi al Señor sentado sobre un trono alto y excelso: la orla de su manto llenaba el templo. Junto a él estaban los serafines, cada uno con seis alas: con dos alas se cubrían el rostro, con dos el cuerpo, con dos volaban, y se gritaban uno a otro diciendo: «¡Santo, santo, santo es el Señor del universo, llena está la tierra de su gloria!». Temblaban las jambas y los umbrales al clamor de su voz, y el templo estaba lleno de humo” y Dan 7, 9-10: “Miré y vi que colocaban unos tronos. Un anciano se sentó. Su vestido era blanco como nieve, su cabellera como lana limpísima; su trono, llamas de fuego; sus ruedas, llamaradas; un río impetuoso de fuego brotaba y corría ante él. Miles y miles lo servían, millones estaban a sus órdenes. Comenzó la sesión y se abrieron los libros” y en Ap 21, 18-23: “Y el material de su muralla es de jaspe y la ciudad es de oro puro semejante al vidrio puro. Y los cimientos de la muralla de la ciudad están adornados con toda clase de piedras preciosas: el primero es de jaspe, el segundo de zafiro, el tercero de calcedonia, el cuarto de esmeralda, el quinto de sardónica, el sexto de cornalina, el séptimo de crisólito, el octavo de berilo, el noveno de topacio, el décimo de ágata, el undécimo de jacinto, el duodécimo de amatista. Y las doce puertas son doce perlas, cada una de las puertas hecha de una sola perla. Y la plaza de la ciudad era de oro puro como vidrio translúcido. Y en ella no vi santuario, pues el Señor, Dios todopoderoso, es su santuario, y también el Cordero. Y la ciudad no necesita del sol ni de la luna que la alumbre, pues la gloria del Señor la ilumina, y su lámpara es el Cordero”.

Así, el dogma que define la existencia del Cielo para los que mueren en gracia y amistad con Dios fue definido por Benedicto XII en la Constitución Benedictus Deus (1336) con estas palabras: “Definimos con la autoridad apostólica: que, según la disposición general de Dios, las almas de todos los santos […] y de todos los demás fieles muertos después de recibir el Bautismo de Cristo en los que no había nada que purificar cuando murieron […]; o en caso de que tuvieran o tengan algo que purificar, una vez que estén purificadas después de la muerte […] aun antes de la reasunción de sus cuerpos y del juicio final, después de la Ascensión al cielo del Salvador, Jesucristo Nuestro Señor, estuvieron, están y estarán en el cielo, en el Reino de los cielos y paraíso celestial con Cristo, admitidos en la compañía de los ángeles. Y después de la muerte y pasión de nuestro Señor Jesucristo vieron y ven la divina esencia con una visión intuitiva y cara a cara, sin mediación de ninguna criatura”. De esta definición podemos sacar algunas enseñanzas:

Primera: La enseñanza sobre el Cielo se circunscribe después de la Ascensión del Señor hasta antes de la resurrección de la carne. Así lo enseña San Pablo en su primera carta a los Corintios “pues lo mismo que en Adán mueren todos, así en Cristo todos serán vivificados. Pero cada uno en su puesto: primero Cristo, como primicia; después todos los que son de Cristo, en su venida; después el final, cuando Cristo entregue el reino a Dios Padre, cuando haya aniquilado todo principado, poder y fuerza. Pues Cristo tiene que reinar hasta que ponga a todos sus enemigos bajo sus pies. El último enemigo en ser destruido será la muerte, porque lo ha sometido todo bajo sus pies. Pero, cuando dice que ha sometido todo, es evidente que queda excluido el que le ha sometido todo. Y, cuando le haya sometido todo, entonces también el mismo Hijo se someterá al que se lo había sometido todo. Así Dios será todo en todos” (1Cor 15, 22-28)

Segunda: El cielo es para las almas de los santos y de los demás fieles (por tanto, bautizados) que murieron sin nada que purificar o bien que ya lo hubieran purificado después de muertos. En este sentido enseña el Catecismo de la Iglesia Católica: “la vida de los bienaventurados consiste en la plena posesión de los frutos de la redención realizada por Cristo, quien asocia a su glorificación celestial a aquellos que han creído en Él y que han permanecido fieles a su voluntad. El cielo es la comunidad bienaventurada de todos los que están perfectamente incorporados a Él” (CEC 1026). Cuentan que un día fue arrebatado al Cielo San Alonso Rodríguez en compañía de su ángel de la guarda y vio allí innumerables tronos ocupados por los bienaventurados y en medio un trono vacío que resplandecía grandemente. El santo preguntó que de quién era; y una voz le contestó: “este es el lugar preparado para tu discípulo Pedro Claver, en premio de sus muchas virtudes y de las innumerables almas que convertirá en las Indias con sus trabajos y sudores”. Lo mismo le fue concedido ver a Santa Oria quien fue llevada al cielo en visión por las tres vírgenes y mártires santa Águeda, santa Eulalia y Santa Cecilia.

Tercera: El Cielo se define como visión beatífica, es decir, la capacidad de ver a Dios (la esencia divina) con visión intuitiva y directa. San Cipriano de Cartago dice “¡Cuán grande será vuestra gloria y felicidad, si se os permite ver a Dios, si se os honra con compartir la alegría de la salvación y la luz eterna con Cristo, vuestro Señor y Dios… para deleitaros con la alegría de la inmortalidad en el Reino de los Cielos con los justos y los amigos de Dios!” (Ep. 58). Santo Tomás de Aquino explica la visión beatífica del modo siguiente: “La bienaventuranza final y perfecta no puede consistir en otra cosa que en la visión de la esencia divina. Para que esto quede claro, hay que tener en cuenta dos cosas: la primera, que el hombre no es perfectamente feliz mientras le quede algo que desear y buscar; la segunda, que la perfección de cualquier potencia se determina por la naturaleza de su objeto. Ahora bien, el objeto del entendimiento es «lo que es una cosa», es decir, la esencia de una cosa, según se dice en III De Anima. Por eso, el entendimiento alcanza la perfección en cuanto conoce la esencia de una cosa…” (S.Th. I-II q.3, a.8).

El cielo ha de ser, por tanto, la máxima aspiración del hombre. La Sagrada Liturgia usó para emular la gloria, el color dorado en las casullas y las casullas profusamente adornadas y recamadas. El cielo es visión de Dios y encuentro con Cristo, y de este modo se logra la vida plena del hombre. El cielo será amar a Dios y vivir imbuidos en el amor. Caminemos, pues, juntos hacia el cielo.

martes, 12 de noviembre de 2024

Sotanas contra el barro en Paiporta

El Papa reza por los afectados, el arzobispo de Valencia ofrece los templos y los párrocos luchan en medio del lodo

(Diario de Navarra/ Juan Sanchís) Como otras muchas instituciones, la Iglesia valenciana se ha movilizado con motivo de los daños ocasionados por la DANA. Por un lado, para acompañamiento espiritual. Pero también ha ofrecido, como señaló el arzobispo desde el primer día de la DANA, todas sus instalaciones para lo que sea necesario. De esta forma, parroquias se han convertido en centros de alojamiento o de reparto de alimentos al igual que colegios de la diócesis u otras instalaciones de la archidiócesis.

Por su lado, Cáritas Diocesana de Valencia se ha puesto a disposición de las administraciones públicas para todo lo que pueda requerir de ella y ha habilitado dos cuentas para recoger donaciones económicas con las que apoyar a través de las Cáritas parroquiales de las zonas más afectadas. También el arzobispo de Valencia, Enrique Benavent, anunció que la colecta del Día de la Iglesia diocesana de este fin de semana será destinada íntegramente a las parroquias afectadas por el temporal.

“Quiero expresar mi cercanía con la gente de Valencia. Estoy cerca de ellos en este momento de catástrofe”. Con estas palabras, el papa Francisco quiso mostrar su preocupación por las víctimas de la tragedia de la DANA. En un vídeo, el Pontífice pidió a Bemavemt que haga llegar la proximidad de la Santa Sede a toda la diócesis de Valencia.

No solo eso sino que el arzobispo comunicó que le había telefoneado “personalmente el Santo Padre para interesarse por la situación”. “Le he comentado algunos detalles que hemos conocido y me ha dicho que cuanto más ve las noticias y las imágenes, más impresionado se queda”. Además, la audiencia del Papa de este pasado miércoles estuvo presidida por una imagen de la Virgen de los Desamparados. También ese día se conoció el nombramiento de dos nuevos obispos auxiliares de Valencia, Fernando Ramón y Arturo Javier García. Por otro lado, el nuncio en España, monseñor Bernardito Auza, visitó algunas localidades de la archidiócesis valenciana.

Por su parte, la imagen de la Virgen de los Desamparados luce un crespón negro como signo de duelo por las personas fallecidas a causa de la DANA.

El jueves 31 fue el primer día en el que el arzobispo de Valencia ofreció el rezo del Rosario en sufragio por las víctimas. Luego lo ha hecho en varias ocasiones más. Además, el arzobispo pidió que en todas las misas del domingo 3 de noviembre se rezara un responso por los fallecidos en la tragedia.

También se han cedido instalaciones a los voluntarios y cuerpos de seguridad. Entre ellas el Colegio Imperial de Niños Huérfanos de San Vicente Ferrer, en San Antonio de Benagéber, ha acogido a 55 bomberos voluntarios que se desplazaron para colaborar en la catástrofe por la DANA. Los bomberos se trasladaron desde distintas provincias españolas e incluso de Francia. El Seminario Mayor de Moncada ha acogido a 150 miembros de la Guardia Real destinados a ayudar a las localidades afectadas.

“Las poblaciones más afectadas han sido las que están cercanas al río Turia y a sus barrancos, como son el caso de Ribarroja y Vilamarxant”, explicó Francisco Ferrer, párroco de Santa Catalina de Vilamarxant. “Nos hemos puesto a disposición de los ayuntamientos para ofrecer nuestros locales e instalaciones”. El párroco de Nuestra Señora de El Pilar y de María de Catarroja, José Vicente Alberola, apuntó que en su zona el agua subió hasta los tres metros de altura con una fuerza muy grande y que hubo algunos fallecidos.

Cáritas diocesana lleva ya recaudados 70.000 euros para los afectados por la DANA

(Iglesia de Asturias) Tras las fatídicas inundaciones que afectaron a la Comunidad Valenciana, algunas regiones de Castilla La Mancha y de Andalucía, que dejaron tras de sí más de 200 personas fallecidas, viviendas y negocios destruidos y el caos en los pueblos y ciudades afectadas, Cáritas puso en marcha una Campaña de Emergencia. A ella se le ha unido Cáritas diocesana de Oviedo, que, según su directora, Elsa Suárez, lleva ya recaudados más de 70.000 euros, aunque la cifra va aumentando día a día. «Los asturianos –ha declarado– como siempre hacen gala de su gran solidaridad y generosidad y están respondiendo desde el primer momento de todas las maneras posibles y de la manera que lo hacemos nosotros, económicamente».

 Efectivamente en Cáritas se apuesta por lo general por las aportaciones económicas. La experiencia confirma que es la manera más sencilla y eficaz de llegar a las necesidades concretas. «Transportar la mercancía –explica la Directora de Cáritas diocesana de Oviedo– y es difícil también almacenarla, dada la situación que tienen allí. Es también una inversión para el futuro y a nivel de Transparencia, que para Cáritas es muy importante, es una manera más fácil de demostrar que el dinero llega a quien llega».

El destino de todo lo recaudado será las Cáritas de las zonas afectadas por la DANA, que se distribuirán por las Cáritas parroquiales y desde ahí, se seguirá atendiendo a las personas como siempre, en función de sus necesidades particulares.




lunes, 11 de noviembre de 2024

El liberalismo y el marxismo explicado por Don Luciano López y García -Jove

Liberalismo y Marxismo

Estos errores causaron daños de gran consideración a la Iglesia Católica en los tiempos modernos.

El liberalismo excluye del gobierno político de las naciones todo influjo religioso. Proclama como remedio para los males que aquejan para los pueblos la libertad; y predica la libertad de cultos, de pensamiento, de palabra, de prensa, de enseñanza, de contratación, etc. 

Su lema era la Iglesia libre en Estado libre; pero esta libertad de la Iglesia, no consistía en vivir independiente del Estado, sino en vivir subordinado al Estado. 

Todas estas libertades produjeron, y siguen produciendo, grandes trastornos en los pueblos y un desenfrenado libertinaje en el orden religioso, político y social.

El marxismo, llamado así de su fundador, Carlos Marx, es un sistema que pretende resolver el problema social, que agita a la humanidad, Por medio de la negación de la propiedad individual, y proclamando al Estado o a la colectividad como únicos propietarios de todos los bienes de producción y de consumo. 

El socialismo parte de la concepción materialista de la vida, y excluye todo orden sobrenatural y religioso. 

Forma varios grupos entre los que destaca el socialismo y el comunismo.

El marxismo en el orden religioso ha causado grandes daños a la Iglesia, pues a la par que arrastraba a las masas obreras en busca de mejoras económicas, las descristianizó con sus continuos ataques y mofa a la religión y a sus ministros. 

(Lección 15ª Historia de la Iglesia y su Liturgia. Tercer Curso de Bachillerato 1947)

Texto aprobado por el Obispo de Oviedo D. Benjamín de Arriba y Castro con Nihil Obstat del Censor

Rue du purgatoire. Por Guillermo Juan Morado

La festividad de Todos los Santos y la Conmemoración de los Fieles Difuntos, con todos los ritos y costumbres que rodean estas fechas – como el adorno de los panteones y las visitas a los cementerios – pueden ser objeto de diversas aproximaciones; por ejemplo, desde la antropología cultural. También pueden ser analizadas desde la teología católica, que parte de la revelación cristiana, testimoniada en la Sagrada Escritura unida a la tradición de la Iglesia e interpretada con autoridad por el magisterio eclesiástico – por los obispos, por el papa, por los concilios -.

La Biblia habla de la práctica de la oración por los difuntos. El Libro Segundo de los Macabeos dice que Judas, líder de los macabeos, “encargó un sacrificio de expiación por los muertos, para que fueran liberados del pecado”. Este pasaje atestigua la validez de la intercesión solidaria de los vivos por los difuntos. Una línea teológica que hace suya, desde los primeros tiempos, la Iglesia, que ha honrado la memoria de los difuntos, ofreciendo sufragios en su favor, especialmente el sacrificio de la santa misa, para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión de Dios en el cielo. San Juan Crisóstomo, patriarca de Constantinopla y uno de los grandes padres orientales, escribió al respecto: “No dudemos, pues, en socorrer a los que han partido, y en ofrecer nuestras plegarias por ellos”.

La convicción que subyace a esta práctica es la fe en la existencia del “purgatorio”; es decir, en la creencia de la purificación final de los elegidos; de aquellos que han muerto en la gracia y en la amistad con Dios, aunque imperfectamente purificados de las huellas que han dejado sus pecados. Esta doctrina ha sido formulada principalmente en los concilios de Florencia y de Trento.

El catolicismo cree que la salvación es un don de Dios. No obstante, el hombre está llamado a cooperar con este don: “Dios, que te creó sin ti, no te salvará sin ti”, decía san Agustín. Y no solamente podemos colaborar en primera persona con la gracia de la propia salvación, sino que, en virtud de la comunión de los santos, del vínculo de caridad que nos une a los demás cristianos, podemos también contribuir a la salvación de los otros; incluso a la salvación de los que ya han muerto, en el caso de que necesiten ser plenamente purificados.

La creencia en el purgatorio fue rechazada por Lutero. Para él la salvación es solo gracia, sin que el hombre pueda aportar nada de su parte, excepto la fe: “Solo las Escrituras”, “solo la fe”, “solo la gracia”, “solo Cristo”, “solo la gloria a Dios”. Demasiado “solo” y, me temo, demasiada soledad en esa insistencia en la pureza, en ese afán de separar tanto lo divino de lo humano. Este rigor protestante impregna la ciudad suiza de Ginebra, donde Calvino experimentó una nueva forma de Iglesia y de sociedad. Por eso me llamó mucho la atención que, justo allí, cerca de la catedral de san Pedro, exista la “rue du Purgatoire”. El nombre de esa calle, cercana a la “rue d’Enfer” y a la “rue Toutes-Ames”, es un vestigio católico en medio de la fortaleza protestante.

Parece que el origen de ese singular callejero estaba en una antigua iglesia de la Magdalena, rodeada por un cementerio. Por el entorno de la iglesia pasaban las calles del Purgatorio, de Todas las Almas, del Infierno – calles que, como se ha dicho, todavía existen - , así como las ya desaparecidas calles del Limbo y del Paraíso. Toda una prueba de que los vivos pensaban en los difuntos. Y todo un testimonio – “la rue du Purgatoire” – de la opción del catolicismo no por la soledad, ni siquiera la de los muertos, sino por la compañía, por la comunión.

Publicado en Atlántico Diario.

domingo, 10 de noviembre de 2024

''Ha echado todo lo que tenía para vivir''. Por Joaquín Manuel Serrano Vila


En este Domingo XXXII del Tiempo Ordinario, la Sagrada Escritura tiene mucho que decirnos: la primera lectura del Libro de los Reyes nos dice lógicamente cómo a Dios no lo encuentran los que no le buscan, pero siempre está para quienes lo necesitan, independientemente de sus pecados. La epístola de la Segunda Carta a los Hebreos nos invita a vivir el evangelio de modo radical, haciendo de nuestra propia vida un sacrificio por los demás, como lo hizo Cristo por nosotros. En estos días en que contemplamos aún consternados la catástrofe de Albacete y Valencia, hemos de reconocer que entre tanto sufrimiento y dolor, entre tantos fallecidos y desaparecidos, familias que lo han perdido todo, negocios y campos destruidos, también nos llegan testimonios de generosidad impagable, de personas que se preocuparon en alertar a sus vecinos del peligro antes de pensar en ellos mismos; familias que han abierto su casa a quienes la perdieron, parroquias que se han convertido en roperos, despensas de alimentos o botiquín. Necesitan ayuda económica y material, y también nuestra oración, pues lo números no son un dato al uso; detrás de cada difunto, desaparecido, herido, de cada víctima de la forma que sea en esta catástrofe hay mucho dolor, muchas heridas en el alma y la necesidad vital de experimentar el consuelo de Jesucristo.

De forma especial, en este domingo en que celebramos el día de la Iglesia Diocesana, quiero detenerme en el evangelio de la pobre viuda, el cual es una enseñanza que no se limita a un acontecimiento del pasado, sino que sigue siendo un hecho constatable en nuestros días: cómo los más ricos suelen ser los que más aparentan, siendo los más egoístas, mientras que los más humildes son los más generosos sin alardear jamás de ello. Jesús está en Jerusalén, en el templo, contemplando con curiosidad los numerosos peregrinos que allí se acercaban; también nosotros podríamos hacer este experimento de ponernos, por ejemplo, a mirar las personas que acuden durante toda una mañana a Covadonga, y veríamos cómo unos acuden con fe, otros únicamente hacer una foto, y los habría que pasan por allí sin tener muy claro dónde están, pero les toca el corazón... El Señor no estaba allí cotilleando, sino que quería hacerles ver a sus discípulos la diferencia que hay entre los que buscan los primeros puestos y los que pasan de puntillas sin hacer ruido. A fin de cuentas, los que piensan sólo en sí mismos son incapaces de ser generosos ni con Dios ni con los hermanos, y suele ser habitual que los más espléndidos, tanto con Dios con los hermanos, sean los que apenas piensan en si mismos. 

Una muestra de nuestro amor a Dios es esa ofrenda que continuamente hacemos no sólo por mantener nuestros templos, sino por mejorarlos, dotarlos de lo que necesitan para promover y hacer más cálido el culto al Señor. Y esto no está reñido con la caridad ni con la formación. Hay personas que desde perspectivas puramente ideológicas se pasan la vida con discursos ya un tanto aburridos que si el anillo del Papa, las joyas de la Virgen o los candelabros del altar, y que mejor se vendían para los pobres, sin caer en la cuenta de que en toda parroquia y en cada diócesis se administra siempre el dinero de forma ecuánime, para que los templos se mantengan en pie, para que se dé a conocer el evangelio en la catequesis y los centros de formación y, especialísimamente, para que los pobres sean atendidos de forma caritativa. Si elimináramos el culto y la evangelización, no seríamos la Iglesia Católica, sino una simple ONG de tantas que únicamente se dedica a fines sociales. El evangelio de hoy nos responde precisamente a esto; no vemos a un Jesús que detenga a aquella mujer y le diga que guarde sus ahorros para su casa que le harán más falta a ella aquellas monedas que a los sacerdotes del templo. Podría haberse manifestado Jesús contrario al culto y a favor exclusivamente del aspecto social; sin embargo, lo que Él quiere subrayar es la autenticidad, la vivencia del culto desde la fe y no desde el postureo y las apariencias. 

Pero la pregunta principal para este día debería ser en verdad: ¿Qué le damos nosotros a Dios? ¿las migajas que nos sobran, o lo que realmente nos duele soltar pero hacemos el esfuerzo de entregarlo?. Y esto no es sólo para el dinero, sino y principalmente, para el tiempo diario a la oración, la confesión, las obras de misericordia etc. Aquella pobre viuda, que en aquel tiempo era por así decirlo de los últimos de la sociedad, dado que no habían pensiones ni ayudas de ningún tipo, entregó todo lo que tenía para vivir; por fe entregó su corazón, su vida y su futuro. Pero quizás aquí hemos de traer también la imagen del profeta Elías y la viuda de Sarepta; en este caso la viuda del evangelio parecía tener la sabiduría del profeta, segura de que no sería su muerte dar todo lo que tenía, sino que Dios haría que su generosidad se viera recompensada con creces. En este día de la Iglesia Diocesana pensemos en tantas pobres viudas de nuestro tiempo, que en las parroquias más humildes y alejadas de nuestra Diócesis dan lo que pueden por mantener en pie su iglesia, ermita o capilla, a pesar de vaciarse los pueblos, de cerrarse las casas y ser cada vez menos los sacerdotes disponibles para atender con mayor frecuencia las pequeñas comunidades de nuestra Asturias rural. En este día colaboremos con la Iglesia Diocesana con nuestro donativo y, especialísimamente, con nuestra oración. 

Evangelio Domingo XXXII del Tiempo Ordinario

Lectura del santo Evangelio según San Marcos 12, 38-44.

En aquel tiempo, Jesús, instruyendo al gentío, les decía:
«¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en las plazas, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas y aparentan hacer largas oraciones. Esos recibirán una condenación más rigurosa».
Estando Jesús sentado enfrente del tesoro del templo, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban mucho; se acercó una viuda pobre y echó dos monedillas, es decir, un cuadrante.
Llamando a sus discípulos, les dijo:
«En verdad os digo que esta viuda pobre ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero esta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir».

Palabra del Señor

sábado, 9 de noviembre de 2024

Un hombre irrumpe en el monasterio de Gilet, asesina a un fraile y hiere a otros tres

(InfoCatólica) Un trágico suceso tuvo lugar en el monasterio del Santo Espíritu del Monte, ubicado en Gilet, Valencia, cuando un hombre irrumpió en las instalaciones y atacó a varios frailes, dejando un fallecido y tres heridos. Según informó la Guardia Civil, el agresor sigue prófugo y su búsqueda se ha intensificado en la zona.

El ataque ocurrió esta mañana, cuando el Centro de Información y Coordinación de Urgencias (CICU) recibió el aviso a las 10:00 horas. Al recibir la alerta, los servicios de emergencia se movilizaron rápidamente para atender a los afectados. Lamentablemente, un religioso de 76 años, quien sufrió un traumatismo craneoencefálico grave, fue trasladado al Hospital Clínico de València, donde más tarde perdió la vida.

Otros tres frailes, de 57, 66 y 95 años, también resultaron heridos en el ataque, presentando contusiones y traumatismos de diversa gravedad. Estos fueron atendidos en el mismo lugar del incidente, donde el personal médico les proporcionó los cuidados iniciales.

Tras el ataque, la Guardia Civil desplegó un operativo en los montes cercanos al monasterio, pues se presume que el atacante huyó en esa dirección. Hasta el momento, se desconocen los motivos de la agresión, y las autoridades siguen trabajando para esclarecer las circunstancias de este acto de violencia.

El Arzobispado de Valencia lamentó profundamente la pérdida de uno de sus miembros y condenó enérgicamente el ataque. En un comunicado, la institución expresó su solidaridad con los religiosos afectados, mencionando: «con las lesiones en el cuerpo y el dolor en el alma por lo vivido, que, sin duda, deja profunda huella en las personas». Además, se pidió por la reflexión y arrepentimiento del agresor, señalando: «Pedimos también por el agresor para que sea consciente del daño y sea capaz de rectificar un comportamiento para nada propio de la condición humana».

El comunicado también hizo un llamado a los hermanos para que estén más vigilantes y así puedan protegerse mutuamente: «Este acontecimiento también nos está pidiendo a todos los hermanos estar más atentos para evitar que puedan entrar en nuestras fraternidades personas que puedan ocasionar daños de cualquier tipo».

El sacerdote ordenado en Oviedo que escribió sobre una catástrofe idéntica a la de Valencia en 1775

El intelectual valenciano Antonio José Cavanilles describió la orografía de un barranco que desagua en la Albufera de Valencia y que «cuando lleva agua causa muchísimas desgracias en Chiva»

(El Comercio) La historia arroja a veces capítulos que cobran nuevas dimensiones cuando se contemplan con ojos contemporáneos. Estos días se habla sin cesar de la DANA que asoló Valencia y se recuerdan antecedentes de inundaciones catastróficas en la zona para analizar cuáles han podido ser las causas de esta desgracia de dimensiones tan inabarcables. Si se bucea en el pasado aparecen inundaciones con numerosas muertes, pero llama la atención por la semejanza a lo ocurrido el pasado 29 de octubre un texto del siglo XVIII redactado por el intelectual valenciano Antonio José Cavanilles (Valencia,1745-Madrid, 1804), quien pasó al olimpo de los ilustrados por su prolífica creación de artículos y estudios sobre botánica, teología, filosofía y otras muchas disciplinas en las que brilló por su brillantez. Ordenado sacerdote en Oviedo en 1772, donde se entregó durante años a la docencia, dejó escrito en el tratado 'Observaciones sobre la historia natural, geografía, agricultura, población y frutos del Reyo de Valencia' un texto que parece describir lo sucedido en Paiporta y le resto de localidades afectadas por el temporal. En él se lee:

«Siguiendo hacia el Sur es de Alaquás como a un quarto de legua se atraviesa el barranco, que empieza en las montañas de Buñol con dirección a Chiva, entra en esa villa y continúa por el término de Cheste, donde recibe otro considerable: engrosado con este aumento y con las vertientes de aquellos montes, cruza el llano de Quart junto a la venta de Poyo, para después por las cercanías de Torrent que dexa a su derecha, como igualmente Catarroja, y desagua en la Albufera de Valencia. Su profundo y ancho cauce siempre está seco, salvo en las avenidas quando recibe tantas aguas y corre tan furiosamente, que destruye quanto encuentra. En 1775 causó muchísimas desgracias en Chiva, sorprendiendo a media noche sus vecinos y asoló un númerto considerable de edificios esparciendo por más de dos leguas los tristes despojos y los cadáveres de los pobres que no pudieron evitar la muerte».

El texto publicado en Madrid veinte años después de esa tragedia, en 1795, llama poderosamente la atención por la similitud con los hechos recientes y lleva a reflexionar sobre las circunstancias que rodean estos sucesos recurrentes. El intelectual valenciano pasa a la historia como el precursor de lo que hoy entendemos como el desarrollo sostenible, pero ni él con su altura de miras ni los expertos actuales parecen poder prevenir los fatídicos resultados en pérdidas de vidas humanas que estos temporales causan allí, en Valencia.

viernes, 8 de noviembre de 2024

Desde nuestro brocal: Un arca solidaria en el diluvio

Se fue oscureciendo el cielo como no recordaba nadie. Se puso rostro amenazante con ademán de infligir un duro varapalo a tanta gente inadvertida e inocente: la riada a través de los barrancos que aguardaban con su munición destructora para bajar en tromba. Casas arrasadas sin ofrecer resistencia, campos desenraizados con el rejón más cruel, coches y camiones como marionetas en manos de los hilos invisibles de un caprichoso infortunio. De pronto todo se convirtió en un lodazal, donde el fango voraz se hizo con el escenario sembrando el miedo, el pánico, sin saber qué pasaba, ni porqué, ni hasta cuándo. 

Lo peor de todo, por vulnerable y preciosa, fue la vida humana que sin pedir credenciales se llevó la riada impunemente. Ancianos, niños, hombres y mujeres que fueron engullidos por el torbellino del agua que los anegaba hasta la asfixia, o que fueron golpeados por el puño de la molicie que nada respetaba a su paso demoledor. Un misterio de dolor, donde te que das sin palabras, con el alma encogida y roto el corazón. 

Se elevan al cielo las preguntas más hirientes queriendo recibir de inmediato la respuesta de Dios. Sabemos que Él siempre nos acerca su Palabra cuando habla sin engaño e incluso cuando silencioso, calla. Una oración humilde, que no se torna reivindicadora ni pide el libro de reclamaciones. Y, sin embargo, es una plegaria que se pliega ante un misterio en don de la frontera de la iniquidad y la esperanza porfían en dibujar sus límites para ver dónde está la linde de cada una de ellas. Como en tantos otros escenarios enjugamos nuestro llanto, dejamos que las lágrimas sean nuestro salmo más humilde, mientras pedimos luz para entender y fuerza para entregarnos a todo lo que tenemos por delante como reto inmenso y despiadado. 

Hemos visto militares, bomberos, guardias civiles y policías, sanitarios y tantos voluntarios anónimos. Pude hablar con el arzobispo de Valencia. Contaba con emoción cómo los primeros que llegaron a las varias zonas “cero” de esta tragedia, fueron los jóvenes cristianos que se organizaron inmediatamente. Las parroquias del centro de la capital valentina adoptaron a las comunidades cristianas de las periferias y de las zonas rurales. Igualmente, los sacerdotes abrieron sus locales parroquiales, incluyendo los mismos templos, para dar cobijo a la gente que se quedó a la intemperie, o para organizar la distribución de alimentos y otras necesidades higiénicas o medicamentos más esenciales. La Cáritas diocesana rápidamente se ha hecho un cauce fiable para poder recibir y repartir ayudas materiales y económicas, sin dar pie al pillaje o al desvío de los bienes que tienen sólo a los pobres como destinatarios. 

¡Cuántas cosas se recolocan con prisa ante todo esto! ¡Cuántas se caen por sí solas cuando ves la impostura al robarnos el tiempo, los sueños, los valores que valen la pena, aquello que únicamente es digno de fe como es el amor! Un zarpazo tan brutal como este, vuelve a poner las cosas en su verdadero sitio devolviendo la primacía perdida: a Dios y a los hermanos. Sólo así en medio de tanto dolor y con las preguntas más punzantes a flor de piel, nos abrazamos a la esperanza para mirar el mañana sin ser rehenes de este pasado purificador en el crisol de la riada. Las penúltimas palabras están bañadas por tanto llanto, donde la destrucción y la muerte nos han asolado hasta la extenuación. 

Pero la palabra final sólo le corresponde al Señor y sus brazos alargados en las manos de tanta gente buena que lo está dando todo, es su Palabra en los labios de hermanos entregados que ponen letra de esperanza a esta melodía en tono menor. Esta es la primera piedra llena de caridad solidaria, de amor invencible, para reconstruir toda una historia. La riada se ha llevado buena parte del pasado, ha dejado herido el presente, pero el futuro está en nuestras manos cuando son sostenidas y abrazadas por la providencia divina y los gestos fraternos del amor. Acercamos nuestro afecto, nuestra aportación económica y nuestras plegarias. Es el arca solidaria en medio del diluvio, no las otras danas de algunos políticos mandamases o de saqueadores desalmados, objeto del desprecio por la bajeza de sus miserias demagógicas. 

+ Jesús Sanz Montes, 
Arzobispo de Oviedo

La deuda espiritual, ética, moral y social de la Diócesis de Oviedo. Por Joaquín Manuel Serrano Vila

La sangre de los Mártires no puede caer en el olvido, y en Asturias tenemos el legado precioso de numerosos sacerdotes, religiosos y laicos que dieron su vida por amor, perdonando a sus verdugos, regando y bendiciendo nuestro suelo con su sangre con la ofrenda de sus vidas. La persecución religiosa vivida en España a principios del siglo XX tiene dos momentos destacados en nuestra tierra asturiana como fueron la lamentable revolución de octubre de 1934 y, mayormente, los dos primeros años de la guerra civil española. No fue la mayor persecución religiosa de la historia ni del momento, pues ahí están las cifras de los martirizados en Rusia por el comunismo a partir del año 1918, o las ya lejanas de los primeros siglos de nuestra fe en territorio del Imperio Romano, pero nadie duda que el genocidio católico de comienzos del siglo pasado ya es reconocido -y así pasará a la historia- como una de las persecuciones más intensas de la historia de la Iglesia. 

En estos días en que Asturias contempla con vergüenza cómo ciertos sectores se enorgullecen de recordar como efeméride digna de ser "memoria" la revolución de octubre, da que pensar a qué extremos puede llevar el sectarismo, hasta el punto que la Universidad de Oviedo haga actos conmemorativos en recuerdo de aquel trágico octubre de 1934 como si de una gesta épica se tratase con no sé qué beneficio reportó a esta Institución, cuando en realidad fue la etapa más triste de la historia de la Universidad de Oviedo que tuvo que ver su biblioteca y archivo pasto de las llamas y su edificio histórico totalmente arrasado. Poco importa que buena parte de la historia de Asturias se perdiera en aquellos días en templos, obras de arte, libros y documentos con siglos de historia y que esa revolución nos robó a todos los asturianos. Pero lo más grave fueron las vidas inocentes de clérigos, religiosos, fieles, miembros de cuerpos de seguridad y ciudadanos sencillos y humildes asesinados vilmente por fanáticos de cerebro troglodita al considerarlos un estorbo para el triunfo de aquel pretendido movimiento revolucionario. 

A finales del pasado mes de septiembre se colocó e inauguró a bombo y platillo una placa ante la fachada de la iglesia parroquial de San José de Gijón, que recuerda a los trescientos jubilados que en 1971 se encerraron en dicho templo reclamando mejoras sociales y que fueron desalojados tras nueve días de protesta: ¿Era necesaria esa placa? Oiga, pues tal vez sí, pero llama la atención que el mayor mérito destacado fue que la malvada policía: ''los grises'', sacaran a los pensionistas de la iglesia de San José y, sin embargo, los colectivos que celebran este reconocimiento son los mismos que quitaron el nombre de Plaza de los Mártires cambiándola por Plaza del Humedal; quizás se les olvida a los amigos de la "Memoria Histórica" que la iglesia de San José no se quemó por una vela mal colocada, sino que fue profanada, saqueada y utilizada como cárcel donde los milicianos tuvieron detenidos y torturados a no pocos sacerdotes y fieles católicos que finalmente fueron asesinados. Las gentes de Gijón empezaron a llamar a aquel entorno de La Acerona la Plaza de los Mártires, pues en ese lugar fueron fusilados muchos de esos encarcelados por los republicanos. Me parece muy bien que recuerden a aquellos jubilados expulsados por la Policía, pero me pregunto: ¿No merecían también una placa los sacerdotes diocesanos Don Francisco Mayo Vega, Don Honorato Mocalvillo Mate, Don José Ron González, Don José Torres Rodríguez, Don Juan Rilla Álvarez, Don Potenciano Lesmes García y Don José Esteban García Rodriguez, que no sólo sufrieron prisión y tortura en la iglesia de San José, sino que de ella salieron para ser asesinados?...

La Iglesia no hace bandera ideológica de sus mártires, sino que no olvidando su entrega los propone como modelo de reconciliación; el mártir es el exponente de la generosidad total y absoluta, pues en ellos no había el interés partidista de ningún bando o color, dado que supieron desprenderse hasta tal punto de toda aspiración humana que ni siquiera se aferraron a su propia vida, sino que con total disposición prefirieron antes morir que apostatar de su fe y renunciar a Cristo (chantaje infame que les ofrecían sus verdugos a cambio de salvar su vida) quedando patente que ellos eligieron con mucho, lo mejor. La devoción a nuestros Mártires del Siglo XX en España crece con fuerza hoy en nuestra Iglesia; no hay seminario diocesano ni presbiterio donde no se les tenga entre sus devociones principales, ya no digamos las numerosas congregaciones religiosas que con sano orgullo llevaron la delantera en la noble causa de reconocer aquí, en esta Iglesia militante, lo que ya es un hecho de facto en la Iglesia Triunfante. Es una realidad, dado que allí ya Dios los ha coronado con la gloria de los bienaventurados. Pero necesitamos reconocerlos aquí para que nos sirvan de guía en la Iglesia peregrina de nuestro tiempo. También fuera de nuestras fronteras nuestros mártires son queridos y reconocidos, como ya en su día el Venerable Pío XII indicaba al encomendarse a diario a ellos.

Ya en su día desde mi situación entonces de miembro del Consejo del Presbiterio, comenté en alguna ocasión que nuestra Diócesis tenía una deuda espiritual, ética, moral y social con nuestros mártires; de forma concretísima con los 193 héroes de nuestra Iglesia Particular, de los que quisiera incidir aún más en los 130 sacerdotes diocesanos asesinados por odio a la fe y cuyos nombres, vidas y ejemplo no podemos permitir que caigan en el olvido. Es imprescindible recordar aquí la labor impagable y generosa del presbítero D. Ángel Garralda García (q.e.p.d.), cuya vida sacerdotal sigue viva en la obra social y pastoral que puso en marcha en su querida parroquia de San Nicolás de Bari de Avilés. Su promoción de nuestros mártires hizo posible que el único sacerdote asturiano que hoy tenemos en los altares, como lo es el Beato Genaro Fueyo Castañón, lo fuera gracias al empeño de Garralda de ir a contracorriente. Los sacerdotes asturianos deberíamos preguntarnos qué pasó para que tuviera que ser un navarro el que sacara del olvido a nuestros paisanos asturianos mártires. Don Ángel pidió por todos los medios y en todos los foros a lo largo de su vida que por favor no se olvidaran a los mártires, pues el profetizó: ''¡Pagaremos muy caro ese olvido!''. Muchos se rieron de él, pensaron que eran cosas de un cura trasnochado que no había entendido el Concilio. Hoy que D. Ángel Garralda ya no está entre nosotros y habiendo pasado ya años desde su partida, podemos hacer balance de los hechos y podemos asegurar con tristeza que tenía toda la razón cuando muchos no le escucharon. 

La Iglesia de Asturias ha pagado muy caro el olvido de los suyos; sí, aquellos curas y aquellos obispos que creyeron que el futuro de la Iglesia asturiana estaba en las asambleas, manifiestos y concentraciones, huelgas ideológicas y barricadas, se equivocaron: ¿Qué ha quedado de todo aquello? Ni piedra sobre piedra... Para vergüenza de aquel presbiterio diocesano, y en especial para vergüenza de la historia del arciprestazgo de Gijón, ahí consta para la posteridad la solicitud de sacerdotes de dicha ciudad exigiendo al entonces arzobispo de Oviedo y presidente de la Conferencia Episcopal Española, Don Gabino Díaz Merchán, que se paralizaran todas las causas de ''mártires de la guerra'', dado qué, según ellos, eran muertos como los demás y se debía evitar reabrir viejas heridas. El pobre Don Gabino, que nadie sabe muy bien si estaba de acuerdo o si tenía miedo a aquel grupo de sacerdotes que le presionaban o utilizaban su nombre en ocasiones como escudo, llegó a presentar dicha petición a principios de los ochenta a la Congregación para las Cusas de los Santos, y en presencia de numerosos testigos el Cardenal Pietro Palazzini le respondió al Arzobispo de Oviedo y también al clero "progresista" de Gijón: ''Señor Arzobispo, los socialistas en España, ¿no exaltan a sus héroes? Y la Iglesia, ¿se va a olvidar de sus mártires?''... En cierta ocasión en una reunión del arciprestazgo de Avilés un sacerdote preguntó y pidió a Don Ángel Garralda una prueba de que le hubiera afectado en algo a la Diócesis el haber olvidado a los Mártires, tal como él decía. Don Ángel fue tajante: ''puedo dar muchos, pero sólo uno basta: fueron 193 los que entregaron su vida por su fe en Dios, y ya hemos superado sólo en el presbiterio diocesano la cifra de 200 sacerdotes que han abandonado su ministerio como claudicación gratuíta", lo que provocó que aquel cura tuviera que agachar la cabeza ante los números del buen cura de San Nicolás.
El empeño que muchos quisieron dar al ritmo de vida de la Diócesis nos ha llevado al barbecho donde ahora estamos: décadas despreocupados de la vida espiritual y sacramental, de aceptación de todo en los abusos litúrgicos y la predicación de herejías, y de tratar de convencer a los fieles que lo único importante era la justicia social, el buenismo ideológico y las causas mundanas, olvidando el mandato del Señor: ''buscad primero el Reino de Dios y su justicia''; es decir, primero prepararse para la vida y justicia del cielo qué, a fin de cuentas, es la única que tendrá valor. Lógicamente, como las cosas divinas y trascendentes no eran bien valoradas -hasta el punto de mandar al trastero el cuadro de los seminaristas mártires- el mismo edificio del Prau Picón se convirtió un tiempo, paradójicamente, en un punto de referencia para el comunismo asturiano del tardofranquismo; es decir, que los entonces responsables del Seminario Metropolitano pusieron alfombra roja -valga la expresión- a aquellos que décadas atrás incendiaron el viejo seminario, profanaron su capilla y arrestaron y martirizaron a sus alumnos, profesores y superiores. Así se vació con velocidad un edificio que llegó a albergar casi mil vocaciones. Un cura dijo en los setenta: ''nunca estuvimos mejor que ahora'', a lo que otro añadió: ''¡en cuanto a espacio, sin duda!... Jamás la asistencia a la eucaristía ha sido tan baja, y en ningún caso seminarios, noviciados, conventos y casas de ejercicios han estado tan vacíos... Si esto es la Primavera deseada de la entonces pretendida Iglesia, no cabe imaginar cómo será el invierno... Ante lo que está sucediendo en la pobre Nicaragua uno piensa: ¿no deberíamos pedir perdón los a los nicaragüenses por haber sido cómplices algunos asturianos al provocar de algún modo el nacimiento del régimen dictatorial comunista que hoy sufre ese pueblo y que persigue en aquella bendita a la Iglesia?. Aquel reducto del clero asturiano -hoy prácticamente extinguido- que proponían como ejemplo a imitar y seguir la figura del guerrillero Gaspar García Laviana, el cual muy lejos de su ministerio en lugar de promover la paz promovió y ejerció la violencia, haciendo del Sandinismo mayor barbarie que el Somozismo. Qué paradoja, -¡de aquellos polvos, estos lodos!- ahora somos nosotros los que acogemos como huídos y represaliados a sacerdotes, seminaristas y cristianos nicaragüenses.   

Los Mártires, por su parte, jamás promovieron lucha alguna, enfrentamiento o discordia; son el modelo de la paz hasta el extremo de llegar a amar, perdonar y orar por los que les perseguían y les quitaban la vida. Nadie como un mártir es ejemplo de amor a la verdad hasta las últimas consecuencias. Nadie como un mártir es ejemplo de amor a los demás en tan grado superlativo, ni nadie como un mártir es ejemplo de amor a Dios hasta el derramamiento de su propia sangre. En el siglo de los derechos humanos, de la democracia y de la pretendida libertad religiosa, nuestros hermanos en la fe dieron su vida generosamente, y ni queremos ni los podemos olvidarlos. Desconozco la situación económica de la Archidiócesis de Oviedo, pero estoy seguro que no sería un gasto inútil, excesivo ni desacertado asumir los costes que pudiera suponer la apertura de una causa para la posible y futura beatificación de nuestros muchos y olvidados sacerdotes diocesanos mártires. Tenemos mucho trabajo adelantado gracias a tantos datos recopilados por D. Ángel Garralda. Cuenta la Diócesis con más de un sacerdote conocedor a fondo en el marco del Derecho Canónico de la promoción de las Causas de los Santos, así como tenemos asturianos muy entendidos en materia de teología martirial, como lo es el obispo auxiliar de Madrid, Monseñor Juan Antonio Martínez Camino, o como el religioso comboniano P. Fidel González García. Diócesis más pequeñas en España y más pobres seguramente que la nuestra han abierto sus causas recientemente, y la Diócesis de Oviedo, a mi juicio, tiene en su historia esta  deuda espiritual, ética, moral y social como reconocimiento de sus mártires, aún en la lista de "pendiente"... 










jueves, 7 de noviembre de 2024

La peligrosa y mal llamada ''Teología de la liberación'' al descubierto


¿Opción preferencial por los pobre antes que por las almas? y uno que pensaba que Cristo había venido a salvar a ricos y pobres. Si Jesús hubiera sido marxista, de la teología de la liberación, nunca se hubiera acercado a Mateo el recaudador de impuestos, ni a Nicodemo, ni a José de Arimatea... ¿Jesús vino a liberar a los pobres de la esclavitud de los ricos? anda, y dos mil años equivocados pensando que había venido a redimirnos. La teología de la liberación considera que Jesucristo no es un verdadero Dios encarnado, sino como un símbolo de la humanidad que lucha por la liberación de los opresores dado que muere en defensa de los pobres. Para este pseudo teología los intentos de la Iglesia por ser neutral en cuestiones políticas en realidad es un posicionamiento en favor de los opresores. Se interpreta el evangelio en clave protestante...

Si quieres saber más sobre la teología de la liberación te recomendamos:

INSTRUCCIÓN SOBRE ALGUNOS ASPECTOS DE LA «TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN» de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe (1984) - Instrucción sobre algunos aspectos de la «teología de la liberación» -Libertatis nuntius

INSTRUCCIÓN LIBERTATIS CONSCIENTIA SOBRE LIBERTAD CRISTIANA Y LIBERACIÓN (1986) - Instrucción Libertatis conscientia, sobre libertad cristiana y liberación, 22 marzo 1986

Sobre la situación actual de la Fe y la teología. Joseph Card. Ratzinger. Encuentro con las Comisiones doctrinales de America Latina (Guadalajara, México, 7 de mayo de 1996) - Sobre la situación actual de la Fe y la teología - Joseph Card. Ratzinger (7 de mayo de 1996)

O el libro de Julio Loredo de Izcue

Un recuerdo para Valencia en la Audiencia general del Santo Padre

 

Las víctimas de la Dana en Valencia siguen inquietando el corazón del Papa, quien ayer antes de dar inicio a su Audiencia General, ha pedido oración por los damnificados españoles que han perdido todo tras las fuertes inundaciones que han azotado varias zonas del país:

“Hoy, de manera especial, rezamos por Valencia y por otras zonas de España que están sufriendo por el agua”.

El centro de la Plaza de San Pedro estaba ocupado esta mañana por una imagen de la patrona de Valencia, "la Virgen de los Desamparados". Se trata de un regalo de la población valenciana al Papa Francisco, tras su petición específica de que en el día de hoy estuviera esta imagen en la plaza con él:

"He querido que estuviera aquí, la patrona de Valencia. Esta pequeña imagen me la regalaron los propios valencianos".

Francisco ha protagonizado un momento de recogimiento ante la imagen de la virgen, acompañado de la señal de la Cruz, la bendición y ha concluido con una flor depositada en el pequeño altar donde se encontraba la estatua de la "Virgen de los Desamparados".

Llamamiento del Papa por Valencia en el pasado Ángelus

Este momento de recogimiento ante la Virgen refuerza el llamamiento que el Papa hizo a los afectados por las inundaciones en el discurso posterior al Ángelus del pasado domingo 3 de noviembre. "¿Qué hago por la gente de Valencia? ¿Rezo? ¿Ofrezco algo? Piensa en esta pregunta", fue la invitación de Francisco.




miércoles, 6 de noviembre de 2024

Mons. Argüello anuncia la celebración de una eucaristía, durante la Plenaria, y una colecta en favor de los afectados por la Dana

(C.E.E.) El presidente de la Conferencia Episcopal Española, Mons. Luis Argüello, anuncia que durante la semana de la Asamblea Plenaria del 18 al 22 de noviembre, tendrán lugar dos acciones en favor de los afectados por las terribles consecuencias de la Dana en Valencia, pero también en otras partes de España, como Albacete, Cuenca, Cataluña y Andalucía.

Por un lado, todos los obispos españoles celebrarán la Eucaristía «como apoyo espiritual» el martes 19 de noviembre en la catedral de la Almudena de Madrid «ofreciendo lo más radical que puede ofrecer la Iglesia, que es la esperanza en Jesucristo resucitado». Además, el domingo 24 de noviembre, fiesta de Cristo Rey, se convocará una colecta en todas las eucaristías que se realicen en España en favor de los damnificados por esta catástrofe.

Mons. Luis Argüello, que ha hecho este anuncio en Valladolid durante la rueda de prensa de presentación de la XLIV Semana Social, ha señalado que con la celebración de la Eucaristía «queremos ofrecer nuestro apoyo espiritual y nuestra invocación al Señor por el eterno descanso de las víctimas». También invita a sumarse a la colecta que será ofrecida «como una pequeña ayuda» porque «las necesidades económicas de reconstrucción son impresionantes» y hace falta «arrimar el hombro».