Queridos hermanos y amigos: paz y bien.
Eso de contar lo llevamos todos dentro. Contar aquello que cuenta, contar las cosas o incluso las personas con las que podemos contar. No es un trabalenguas esto, sino que tiene su aquel, porque en torno a las cuentas cada uno de nosotros se sitúa y se retrata en la vida, dependiendo de aquello que asumimos, aquello por lo que a diario optamos, aquello que representa el latido de nuestra paz y esperanza o de nuestro miedo e insidia. ¿Contamos el bien que nos hace y nos une o contamos el mal que nos enfrenta y destruye?
Hay contadurías que calculan los modos y las maneras para el mal. Y ahí están las cuentas de los terroristas que calculan sus violencias, o los corruptos que calculan sus insolidarias fechorías, o los poderosos que calculan su permanencia en la prepotencia, o los frívolos que calculan lo superficial de sus tonterías. Cuántas industrias del mal calculan los réditos del poder, del tener o del placer en sus mercaderías. Las poltronas del abuso con todos sus nombres, los negocios que pasan por la droga, el tráfico de armas, la pornografía, y últimamente el negocio del aborto en donde se cobran a precio de la vida de los más inocentes el futuro truncado de quienes decidieron que no nacerían. Hay un largo etcétera en estas cuentas del mal, que tienen contables a sueldo para diseñar cuidadosamente la estrategia que les permita seguir en lo que están, caiga quien caiga, muera quien muera, pase lo que pase.
Al comenzar este mes de octubre, me ha venido este pensamiento de las cuentas, por la cuenta que nos tiene, al desgranar ese objeto piadoso que llamamos rosario que también tiene sus cuentas que contar. Podrá parecer que me he ido lejos en la reflexión, y que el aterrizaje en el santo rosario se hace forzoso cuando me he ido a esas alturas o bajuras que acabo de nombrar. Y sin embargo creo que ante tamaña provocación de las cuentas del mal, los cristianos debemos tener claras las cuentas del bien que nos llama. El rosario es una oración a María, muy querida en la tradición cristiana, que en este mes de octubre tiene una particular referencia por ser el mes dedicado a esta devoción. Lejos de ser una oración cansina, repetitiva, aburrida de tanto contar lo mismo en esas cincuenta cuentas que lo componen, se trata de una oración que tiene que ver con la historia que diariamente todos vivimos.
Sabemos que el rosario es una escuela de oración que nos permite mirar a esa primera y ejemplar cristiana que fue Santa María. Ella, tenga el traje del Pilar o el traje de la Santina, significa en nuestro camino humano y creyente una manera muy concreta de ver y vivir las cosas. Porque a través de las cuentas del rosario, vamos desgranando los momentos del cada día que tienen todas esas cosas: gozos, dolores, luces y glorias. Todo un abanico de matices que ponen nombre a nuestras alegrías, a nuestros llantos, a nuestras claridades y a la esperanza última que nos convida.
Si hay gente que lleva cuentas del mal y vive de éstas, los cristianos queremos mirar a María en su historia para llevar en la nuestra las cuentas del bien. Ya tengamos las sonrisas que nos alegran, o nos broten las lágrimas que nos acorralan, o se enciendan las luces que en las cañadas oscuras nos iluminan, o nos asomemos con esperanza cierta a la gloria que nos ha sido prometida, nuestro camino concreto y real pasa por esa calle cotidiana que llamamos vida. Ahí están los misterios gozosos, los dolorosos, los luminosos y los gloriosos. En el rosario de la vida, llevemos bien llevadas las cuentas del bien.
Recibid mi afecto y mi bendición.
+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo
*Carta pastoral publicada en 2010 siendo Monseñor Sanz Arzobispo de Oviedo y
Administrador Apostólico de Jaca y de Huesca.
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