Autoridades consistoriales, directivos de la Cofradía del Carbayu, miembros de la Cofradía de Ntra. Señora de La Soledad y Cristo de la Piedad, peregrinos, amigos y hermanos en el Señor:
Doy gracias al Dios en esta mañana hermosa de domingo que nos regala de poder reunirnos como comunidad para celebrar a Nuestra Señora del Buen Suceso en torno al altar, y es que María siempre está pendiente de que no nos falte el vino de la esperanza, de la salud, de la gracia... Por eso siempre que nos vienen mal dadas, venimos a sus pies a pedirle aliento y nos regala la misma recomendación que a los sirvientes de aquella boda en Canaá de Galilea: "haced lo que él os diga", y Él a su vez nos recuerda: "ahí tienes a tu Madre".
Desde la Palabra, cuatro descansos para nuestra alma:
Los textos de la Sagrada Escritura que la Iglesia nos propone interiorizar en este domingo XVIII del Tiempo Ordinario nos vienen muy bien dado que estamos en una fiesta en pleno verano, y tanto uno como otro nos lleva al descanso. El Señor nos propone en este día que tengamos presentes cuatro descansos que necesita nuestra alma: descansar en su palabra, descansar alimentados de su pan, descansar en la reconciliación y descansar en María. La lecturas de este día giran en torno a esa necesidad que tenemos de ser conscientes que el Señor no nos ha dejado a nuestra suerte, sino que es el Dios fiel que cumple sus promesas y acompaña siempre a su pueblo. No somos conducidos a la estepa para un sufrimiento vano; en las pruebas siempre es cuando se manifiesta mejor que nuestro Dios que abre sendas donde nadie hubiera imaginado jamás. Seamos peregrinos de la fe, sabedores de que el Señor nos llevará al desierto pero no nos abandonará y nos hablará al corazón. En medio de nuestra cruces, tragedias y sufrimientos no nos veremos privados de su auxilio, pues a lo largo y ancho de nuestro mundo tenemos multitud de templos a nuestro alcance para contemplar como los israelitas como que Dio regala el alimento que necesitamos; no un maná cualquiera, sino el verdadero pan del cielo, el trigo celeste del que no somos dignos, pero sin el cual los cristianos no podemos vivir.
Una vez descansados en su palabra, tomamos conciencia del abismo que hay entre la vida que llevamos y la que espera nuestro Salvador de nosotros, por ello bendito regalo el de la reconciliación sacramental que nos dejó Jesucristo al decir a los apóstoles ‘’a quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados’’: nunca descuidemos la confesión, y si alguien nos dice que se confiesa directamente con Dios, decidle lo que un sacerdote de La Mancha explicó recientemente a sus feligreses: "pues que también comulgue directamente con Él"... Sería incoherente no querer a los sacerdotes para un sacramento, pero sí para lo otros: ¿Si no crees que por las manos del sacerdote tus pecados te son perdonados, por qué creer que por sus manos el pan se convierte en el Cuerpo de Cristo?.. No dejemos que el demonio nos susurre contra temas vitales para nuestra salvación. Que el pecado no nos hunda en la tristeza, siempre es buen momento de levantarse. Somos un pueblo en camino, peregrinos alegres sabedores de haber encontrado a Cristo caminando a nuestro lado, ayudándonos a revestirnos de la nueva condición humana a imagen de Dios, como nos ha recordado San Pablo en su Epístola a los Efesios.
Una vez hemos confesado y estando en gracia, acudimos a comulgar en busca de ese tercer descanso que sólo nos da el único alimento que no es para el cuerpo sino para el alma, y que nos prepara para la vida que trasciende esta vida. En el evangelio de este domingo tomado del capítulo 6 de San Juan, vemos la continuación de lo ocurrido en texto del pasado domingo en el que Jesús multiplicó aquellos panes y peces para la multitud hambrienta; hoy vemos a un Jesús que huye a Cafarnaúm escapando de aquellos que querían proclamarlo rey y jefe principal. Y aún así le siguen y persiguen, ante lo cual Cristo les reprocha: «Os aseguro que vosotros no me buscáis porque hayáis visto las señales milagrosas, sino porque habéis comido hasta hartaros. No trabajéis por la comida que se acaba, sino por la comida que permanece y os da vida eterna. Ésta es la comida que os dará el Hijo del hombre, porque Dios, el Padre, ha puesto su sello en él». El Maestro no les reprende para quitárselos de en medio, sino que les da una catequesis sobre una realidad que evidentemente no podían comprender como la entendemos nosotros hoy, pero si quería hacerles razonar a partir del milagro del pan multiplicado para resaltar la diferencia de los que le buscaban por un mero interés mundano y los que le buscaban con hambre de eternidad. Pero antes de nada hay que creer, pues si Jesús no le dice nada a mi vida, menos creeré que en la eucaristía es el pan y el vino que se convierten en su cuerpo y sangre... El evangelio de hoy es tajante en esto: «La obra de Dios es que creáis en aquel que él ha enviado», se nos dice primero, para más adelante insistir en que «Yo soy el pan que da vida. El que viene a mí, nunca más tendrá hambre, y el que en mí cree, nunca más tendrá sed...»
Y el último descanso es el que buscamos hoy particularmente: el maternal en brazos de María, donde como su Hijo y sus hijos anhelamos la protección de su regazo. Todos hemos sido hijos, y por ello bien sabemos lo que es y los que aporta una madre. Al hilo, viene a mi memoria aquella escena bellísima de la película "Marcelino, Pan y Vino", cuando el niño y el crucificado conversan en el desván y le pregunta el pequeño huérfano que no conoció a su madre cómo son éstas, qué hacen... Y Jesucristo le responde: ''Dan, Marcelino, siempre dan''. Y el niño pregunta curioso: ¿Y que dan? Jesús crucificado le contesta: ''dan todo, se dan a si mismas, dan a los hijos sus vidas y la luz de sus ojos''... Esto es lo que experimentamos hoy en esta Capilla de Buen Suceso en el Carbayu; no sólo hoy, sino todo el año. María escucha los ruegos de tantas personas que vienen a agradecer y pedir, a reposar o renovar fuerzas, pues el hogar de una madre siempre tiene el mantel preparado, la puerta abierta y las entrañas dispuestas. Es el único sitio donde no hay que demostrar, aparentar, explicar ni justificar nada pues nos quiere sencilla y llanamente como somos. Acudamos esta mañana a la Madre que nos lleva al Hijo; acudamos al Hijo que nos da a su Madre.
María del Buen Suceso y América
Aunque la devoción del Buen Suceso es muy antigua y eminentemente española, en todo el continente americano es conocida por la experiencia mística de una religiosa ecuatoriana: Santa Marina de Jesús. En esta mañana quiero también poner a los pies de Nuestra Señora a tantos pueblos hermanos que sufren la opresión dictatorial de regímenes enemigos de Dios, en especial al pueblo de Venezuela que en estos días está tan presente en nuestras plegarias. Sin olvidar otros como a Cuba, Nicaragua, Somalia, Nigeria o Ucrania, y a tantas tierras amigas que viven privadas de libertad por aquellos que paradójicamente se presentan como sus adalides.
A las puertas de un centenario
Si Dios quiere, el próximo 2025 esta romería del Carbayu cumplirá un siglo de existencia al igual que su Cofradía; no así la devoción a la Virgen del Buen Suceso, aunque de algún si su patronazgo sobre El Carbayu. Estoy seguro que desde la Cofradía se organizarán actos para conmemorar esta efeméride; como Párroco me ofrezco para colaborar en todo aquello que me fuera posible, incluso para aportar algunas ideas e iniciativas en lo que a lo religioso atañe; así lo trasladaré en su momento a la Directiva para que juzguen su conveniencia, buscando únicamente darle a la Madre del Buen Suceso todo el reconocimiento que se merece, al menos que nadie pueda reprocharnos que pasó una fecha histórica y no hicimos nada. Con la ayuda del Señor y la vuestra seguiremos echando las redes, por su palabra.
Gracias a tantas personas que hacen posible esta romería, que busca mantener su esencia evitando en ella las cosas que sobran como la violencia o drogas, el botellón o agresiones. En los últimos años me consta la preocupación porque las fiestas del Carbayu sean un espacio para lo convivencia, la alegría y el encuentro. De forma concreta hay que aplaudir la preocupación por que esta romería sea para todos los públicos, teniendo especialmente en cuenta a las personas con problemas de movilidad (con los accesos al prau), y las actividades específicas para los pequeños de todo tipo. Una fiesta de María ha de valorar esta perspectiva, con los ojos puestos en los últimos, los pobres, los olvidados, los descartados...
En los últimos años se está poniendo una moda que particularmente no me gusta, como es que cuando se muere un ser querido algunas veces la familia pide que no se admitan flores o hacer todo en el tanatorio en lugar de ir a la parroquia de su barrio o su pueblo. No me gusta porque hay familias que tienen su pan gracias a las flores o a que el padre de familia es conductor de una funeraria... Pensemos esto siempre que vayamos a decidir algo que implica aceptar o rechazar, pues no deberíamos comprometer nunca el sustento del prójimo. También os invito al terminar la procesión para que aprovechéis a comprar un puñado de flores o un par de galletas o estampas de recordatorio: cuánto bien podemos hacer en lo que a nosotros nada nos supone.
Ojalá que el año próximo Dios mediante, nos podamos reencontrar de nuevo aquí a los pies de María, y que seamos mejores hijos de Dios y de su Madre para que así llegada también nuestra hora nos lleve al cielo, donde a buen seguro hoy hacen fiesta nuestros seres queridos junto a Ella que hoy no va vestida de Pilarica, de Candelaria, Moreneta o Macarena, sino que de su armario celestial ha sacado el maravilloso vestido del Buen Suceso: que nos conceda hacer también de nuestra existencia un buen suceso para los demás. ¡Que así sea!
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