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sábado, 17 de agosto de 2024

Libertad de expresión. Por Jorge González Guadalix

(De profesión cura) Siempre me he sentido muy libre. Hay quien me dice que demasiado libre, lo que viene a ser un tienes razón pero hay cosas que no se pueden decir.

Servidor mantiene dos vías de comunicación y de opinión. Una, la de este mismo blog en el que escribo de lo que me parece y hago las reflexiones que considero oportunas. La otra vía, el noticiario de los viernes que, por cierto, parece se va consolidando.

Desde el ejercicio de la libertad, la primera decisión es seleccionar las cosas de las que me apetece hablar o escribir. ¿Por qué anoche, por ejemplo, hablé de la Iglesia de Nigeria y no del proceso sinodal? Porque me pareció oportuno. ¿Por qué saqué la noticia de un teólogo argentino feliz de que Doctrina de la Fe lleve once años sin un porceso o un juicio a teólogos? Pues porque me parece que lejos de ser una buena noticia llena de misericordia es todo lo contrario: es no compadecerse de los sencillos y permitir que los listos de turno les manipulen y confundan.

Es que usted, D. Jorge, está en contra del papa. Dios me libre. No encontrarán, ni en escritos ni en los programas de noticias, una sola palabra de descalificación personal de Francisco ni la más mínima duda sobre su legitimidad como sucesor de Pedro. Dicho esto, uno está en su perfectísimo derecho de opinar de lo opinable, cosa que hago con la mayor tranquilidad.

En aras de la libertad de expresión, y en aras de mi deber como sacerdote, me tocan varias cosas:

1. Defender la fe recibida de los apóstoles, transmitida por la Tradición y confirmada por el Magisterio. En esto no hay medias tintas, ni podemos cogernos al relativismo ni abrir puertas con cierre definitivo. En esto no hay libertad de expresión. En esto hay o no hay fidelidad a la fe recibida.

2. Ayudar a mucha gente, mucha por el número de lectores, mucha por las respuestas de agradecimiento que recibo, a comprender las cosas que pasan en en el día a día, conocer la realidad de la vida cotidiana de la Iglesia, y ofrecer unos criterios de discernimiento que les ayuden a ser fieles ovejas pero nunca borregos que tragan con todo.

3. Animar a vivir la fe con alegría, con convencimiento, y, desde que soy párroco rural, con el gozo de valorar lo pequeño, lo que aparentemente poco importa, para ddescubrir en la sencillez y la pobreza humana la acción de Jesucristo.

4. Y en aras de mi libertad, me toca tratar de moderar los comentarios para que también respondan a estos mismos criterios: defender la verdad, ayudar a comprender y animar en la viviencia de la fe. Si queremos que los comentarios sean útiles y no una pesadez, no queda otro remedio.

Lo que no es admisible es que en aras de guardar la comunión eclesial haya que decir a todo “Sí, bwana", porque sería hacer trampas. Si queremos en la Iglesia sinodalidad, diálogo y que todos sean escuchados, pues se escucharán voces críticas, que uno está convencido que serán aceptadas con afecto, agradecimiento e interés vengan de donde vengan. Por ejemplo, de aquí mismo.

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