(COPE) La popularidad de un Santo no es por lo que haga, sino porque busca que su nombre esté un día inscrito en el Cielo. Hoy celebramos a San Antonio de Padua. Su vida siempre fue buscar la Glroria de Dios en él y en los demás. Nace en Lisboa (Portugal), a finales del siglo XII, y sus padres le ponen el nombre de Fernando. En un primer momento, ingresa en los canónigos regulares de San Agustín.
Una vez ordenado sacerdote, descubre que Dios le llama a servirle en otro camino distinto como es el carisma franciscano. El motivo fue unos franciscanos que se alojaron en su Convento y que iban a predicar a Marruecos y Norte de África. Poco después llegaron las noticias de que habían muerto mártires en esas tierras. Así es como ingresa en los Frailes Menores, llamándose desde ese momento Antonio. Su idea de propagar la Fe con la sencillez propia de San Francisco de Asís, marcha África de donde pronto volverá.
Un día el Superior le ordena predicar ante una gran multitud, descubriendo sus dotes de enseñanza que impactan en el corazón de cuantos le oyen. Es el primero en enseñar Teología dentro de la Orden. Su testimonio llega a convertir a un grupo herejes cátaros, que defendían la Gracia exclusiva para salvarse, puesto que el hombre no podía aportar nada a la Providencia. Entre sus milagros se cuenta la predicación a los peces, cuando en algunos poblados no le quisieron escuchar.
Además logró la conversión de un hombre que negaba la Presencia Real de Cristo en la Eucaristía. Entre sus escritos destacan algunos sermones y alocuciones de gran valía espiritual y moral. San Antonio muere en Padua el año 1231, con fama de Santidad. Un día un novicio robó un documento y se escapó del Convento. San Antonio pidió ayuda a Dios. El novicio volvió con la cédula sano y salvo. Por eso es Patrono de los objetos perdidos.
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