(Non mea voluntas/ Infocatólica) A la muerte en Roma (marzo de 1900), del R. P. Nicolet, religioso Marista, Superior durante 20 años de uno de los más grandes Seminarios de La Bretaña, se encontró entre sus papeles este “Mensaje del Corazón de Jesús a los Sacerdotes”. Escrito que le había llegado al P. Nicolet tiempo atrás, y lo había guardado como un auténtico tesoro.
Para darnos cuenta de que no es nada exagerada esta calificación, el Obispo de Namur, al prologar y presentarlo, no dudará en afirmar: “ardientemente deseo ver que todos mis sacerdotes practiquen este camino de unión con el Corazón de Jesús, y con celo me convertiré en el Propagador de este Mensaje entre mi Presbiterio y mi Seminario”. (8 febrero 1911).
El padre Jules Le Serf, S.M., doctor en Teología, que encontró este Mensaje -del que se desconocía su existencia- al arreglar las cosas del P. Nicolet, al publicarlo, no se modera en añadir al final el siguiente P.S:
“Este escrito ha sido encontrado entre los papeles de un religioso Marista, muerto en Roma. Debió recibirlo de un alma privilegiada, porque el ‘Mensaje’ que contiene parece salir realmente del Corazón mismo de Nuestro Señor”.
Con el deseo personal e íntimo de que llegue al mayor número posible de hermanos míos Sacerdotes, traduzco y público este Mensaje -que yo también encontré de modo casual, en Lourdes, en una libreria ‘de viejo’, hace ya unos años-; y pongo sus frutos en manos de Santa María, Madre muy especial de todos los Sacerdotes de Cristo en su Iglesia.
Manos a la obra, pues. Vale, como es obvio, no sólo para todo sacerdote, sino también para cualquier alma que quiera adentrarse en esta Santísima Devoción, tan válida como necesaria, propuesta por el mismo Señor Jesucristo.
Mensaje del Sagrado Corazón
“¡Tengo frío! ¡Tengo sed! ¡Tengo hambre!… ¡Dí a mis buenos sacerdotes que me calienten con su amor! ¡Que me traigan almas! ¡almas! ¡almas!… ¿Acaso no he muerto Yo de amor por ellas?…
¡Todos los tesoros de mi Corazón se han abiertos!
Cuanto más se alejan de Mí las naciones, cuanto más me rechazan, más mi dulce Madre me urge para que abra los tesoros de amor, de misericordia, de santificación de mi Corazón.
¡Ciertamente, la Devoción a mi Sagrado Corazón está muy extendida: me consuela y me da cantidad de almas, a Mi, el Salvador de las almas! Pero, no obstante, ¡qué lejos se está de comprender los tesoros infinitos de mi Corazón!… Mi Madre me urge, mi amor me urge a derramar estos tesoros, a invitar a las almas buenas a venir a lanzarse, a perderse en este Océano de misericordia y de amor…
¡Oh! ¡Lleva la llamada de mi Corazón hasta los confines de la tierra: llévalo sobre todo a mi sacerdote, al que amo tanto! ¡Mi sacerdote! ¡Mi otro yo-mismo, mi alter ego!… ¡Ah! Si comprendieran el intenso deseo que tengo de unirme íntimamente a cada uno de ellos!… ¡Cuán raros son los que llegan a esta unión en tanto que mi Corazón se la ha preparado en la tierra!…
¿Y, qué hace falta para esto?…
¡Recoger, levantar de alguna manera todos sus afectos y concentrarlos en Mí, que estoy ahí, en lo más íntimo de su alma! ¡Ah!, grítales a todos, a los que sufren por Mí en los hielos del Norte; a los que arden bajo los fuegos del Sur; a los valentes luchadores que combaten bajo mi estandarte; a los que se agotan noche y día al servicio de las almas, que están abrumadas por persecuciones, trabajos, contradicciones y tedios por mi servicio; a todos por último, grítales cuánto les amo; suplícales que entiendan la llamada tan amorosa y tan urgente de mi Corazón, mi tierna invitación a descender al fondo de su alma, a unirse, ahí, con Aquel que no les abandona jamás, a identificarse Conmigo, de alguna manera… y entonces ¡qué bendiciones les prometo!
Esta unión misteriosa y divina será el principio de una vida de tal manera santa y fecunda, al contrario de la llevada hasta ahora…
¡Muchos sacerdotes conocen muy bien la teoría de la unión del alma Conmigo; muchos aspiran a ella; pero qué pocos la conocen en la práctica; qué pocos en los sacerdote piadosos, celosos, incluso mis amigos devotos saben que Yo estoy ahí en el hondón de su alma, ardiendo por hacerla una Conmigo!
¿Por qué? Porque viven como en la superficie de su alma. ¡Ah! si quisieran sustraerse de las cosas sensibles, de las impresiones humanas, para descender de este modo, únicamente a lo más intimo de su alma, a los más hondo, donde Yo estoy; todos ellos me encontrarían muy pronto y ¡qué camino de unión, de luz y de amor sería el suyo!…
Muchos, muchos sacerdotes, porque están en el buen camino y ejercen una cierta vigilancia sobre ellos mismos, ¿están satisfechos con eso y no buscan nada más allá?… Pues que vayan con toda confianza a mi Madre que es la suya. ¡Ah! ¡cuánto ama a mis sacerdotes! ¿Cuánto le gusta suplicarme por ellos! Una vez más, es mi dulce Madre la que me urge a abrir todos los tesoros de mi Corazón, y hacer una nueva llamada a todas las buenas almas, a mis buenos sacerdotes muy en particular.
Ella hace las delicias de mi Corazón, mi tierna Madre; que haga también las vuestras; y que sepáis que esta Madre del Divino Amor posee el secreto de esta unión maravillosa, que mi Corazón, por una inmensa efusión de misericordia y amor, ofrece ahora a todos sus sacerdotes como una nueva y muy grande gracia de santificación".
(“Notice sur le Message du Coeur de Jésus au coeur du prêtre”, par Jules Le Serf, S.M., Docteur en Théologie, deuxième édition. H. Dessain. Imprimeur du S. Siège, de la S. Congrégation des rites et de l’Archevéché de Malines. Malines, 1921).
Me resisto a comentar nada. Ni siquiera añado alguno de los que hace Le Serf al respeto, de gran predicamento. Me limito a publicar el texto, tal cual, traducido por mi como señalo más arriba. En vuestras manos lo dejo.
Si el Señor me lo permite, osaré añadir que lo hago de su parte: lo encontré “por casualidad", y no pretendo guardármelo para mí. No tengo interés personal alguno que no esté en ese horizonte.
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