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domingo, 4 de febrero de 2024

''Se acercó, la cogió de la mano y la levantó''. Por Joaquín Manuel Serrano Vila


En el enclave de este Domingo V del Tiempo Ordinario, la palabra de Dios sale a nuestro encuentro en estos textos que nos tocan de lleno el momento que vivimos. La primera lectura nos presenta en la propia experiencia de Job la evidencia de la finitud del hombre: ''Mi herencia son meses baldíos, me asignan noches de fatiga; al acostarme pienso: ¿Cuándo me levantaré?''... La vida sólo tiene sentido con Dios, y al descubrirlo uno no tiene más deseo que darlo a conocer a los demás como le ocurrió al mismo San Pablo que odiaba a Cristo, pero se encontró con Él y quiso gastar el resto de su vida a anunciándolo hasta el punto de afirmar: ''Me he hecho débil con los débiles, para ganar a los débiles; me he hecho todo a todos, para ganar, sea como sea, a algunos''... Y el evangelio de este día aborda todos estos matices como podemos apreciar: vemos a una persona que experimenta su finitud en la enfermedad al tiempo que Jesús pasa por allí evangelizando. En este mes de febrero en que la Iglesia mira de forma especial a los enfermos en su Jornada Mundial en torno al día de Nuestra Señora de Lourdes, vemos ya aquí cómo Jesucristo mismo puso ya en marcha esta pastoral del consuelo del que sufre.

Jesús anunciaba el Reino de Dios con palabras sí, pero también con obras; y lo que más valoraban los que le seguían era precisamente que por allí por donde pasaba se detenía a regalar alivio, salud, consuelo... En concreto, en este pasaje del capítulo 1 de San Marcos vemos la escena de la curación de la suegra de Pedro. El Señor no va a lo suyo, hace también propio lo ajeno, y así se interesa por aquella anciana mujer enferma que en aquel momento representaba prácticamente a la última persona relevante del hogar, pues cuando las mujeres se quedaban viudas sólo les deparaba servir en casa de sus hijos las más afortunadas, cuando no mendigar, dado que sin un hombre que las sostuviera se volvían casi invisibles, dado que ya las casadas eran absolutamente irrelevantes socialmente sin su marido. En aquel tiempo tampoco había medicinas, y había mucho miedo a las enfermedades contagiosas, por eso no era algo normal el visitar enfermos. Jesús rompe de nuevo el molde, y no sólo se interesa por aquella anciana con fiebre, sino que acude a verla y como nos dice el autor del texto: ''se acercó, la cogió de la mano y la levantó''. Para muchos aquello fue un gran milagro del Señor; cierto, pero que Jesucristo que es todo corazón actúe así no debería sorprender; el milagro es cuando nosotros somos capaces de acercarnos al que sufre, tenderle nuestra mano y hacer todo lo posible por que se levante de la postración en que se encuentra en este momento preciso de su vida. 

El modelo de nuestro mundo es ser autosuficientes, no depender de los demás. Hace años nuestros pueblos y barrios pequeños y grandes eran prácticamente un todo, donde con sus errores y aciertos todo el mundo se conocía, había unión en los momentos difíciles y hasta confianza para pedirse ayuda, cuidar a los niños de otros y hasta tener las puertas abiertas de par en par. Hoy cada vez más la moda impone ir a vivir a un lugar "tranquilo", pero sin crear vínculos, sin querer saber nada de vecinos; cada cuál en su castillo de la republica independiente de su casa sin importar si alrededor existe vida, pues actuamos como si viviéramos en la estepa. Los cristianos debemos romper con ese esquema social que es contrario al ejemplo que nos dejó nuestro Salvador. Nosotros somos llamados a mirar a los lados, a conocidos o desconocidos, a amigos o enemigos; y saber ofrecer nuestra ayuda, nuestra compañía, nuestro apoyo incondicional a tantos heridos de la vida que están en nuestro entorno y que requieren de una palabra de aliento. Y cuando llevamos a cabo esta misión poniendo todo el corazón como el Señor, vemos cómo ocurre el milagro y se produce un cambio; las cosas dejan de ser igual... Esto le pasó a aquella pobre mujer que pasó de estar encamada a ponerse a servir. Y es que cuando Cristo pasa por nuestra vida todo cambia. 

Un tema candente últimamente el del "celibato", y muchos recurren a este texto para incidir en que San Pedro tenía suegra; y es verdad que la tenía, pero incluso en esto el evangelista nos lo presenta como un cambio. El paso de Jesús por aquel hogar tocó más el alma de Pedro que de su suegra, pues aquel pescador llegaría hasta dejar su familia para seguir al Señor por toda Palestina durante tres años hasta su muerte, y recorrer medio mundo predicando el evangelio. El celibato no es una norma al uso; es una opción personal y una forma de vida. Si el sacerdote tuviera que estar pendiente de su hogar, de su mujer, de sus hijos, no tendría las veinticuatro horas del día para estar disponible para sus fieles, para sus parroquias, para la vida de oración, de trabajo pastoral y todo lo que conlleva el ministerio sacerdotal de ser consuelo de los que sufren, a imitación de Cristo modelo de Pastor. Por esto también este evangelio es también un respaldo de este estilo de vida, pues no nos quedamos en el antes de Pedro, sino en el después. La cuestión es encontrarse verdaderamente con el Señor, para que todo cambie.

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