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viernes, 29 de diciembre de 2023

Mensaje para la Jornada de la Sagrada Familia 2023

Mensaje de los obispos de la Subcomisión Episcopal para la Familia y Defensa de la Vida

«Familia, portadora de la buena noticia»

La fiesta de la Sagrada Familia nos invita a contemplar a san José y a la Virgen María como modelo de acogida de Jesucristo, el Verbo de Dios encarnado. En efecto, «en Nazaret brotó la primavera de la vida humana del Hijo de Dios, en el instante en que fue concebido por obra del Espíritu Santo en el seno virginal de María. Entre las paredes acogedoras de la casa de Nazaret se desarrolló en un ambiente de alegría la infancia de Jesús, rodeado de la solicitud maternal de María y los cuidados de José, en el que Jesús pudo ver la ternura de Dios» [1].

Las familias cristianas encuentran en la Sagrada Familia el ejemplo que seguir, así como un «sólido punto de referencia y una firme inspiración» [2]. Esto implica como tarea prioritaria que Jesucristo sea el centro de cada familia porque cuando nos acercamos al misterio de Nazaret vemos que «en la vida familiar de María y José, Dios está verdaderamente al centro, y lo está en la persona de Jesús» [3]. Es importante que esta realidad sea experimentada en la cotidianeidad ya que, por una parte, la familia real y concreta es el lugar donde se encuentra la presencia del Señor, que acompaña todos los momentos de sufrimientos, gozos y esfuerzos diarios, y, por otra, vivir una comunión familiar de manera plena es un auténtico itinerario hacia la santificación en la vida cotidiana, así como un medio para alcanzar una unión profunda con el Señor.

Uno de los mayores males que afectan a nuestra sociedad es el individualismo exasperado, que nos lleva a idolatrar el propio ego. «Como fruto maduro de este individuo autosuficiente e independiente surge la soledad y tantas formas de pobrezas afectivas, consecuencia de aislamientos y rupturas y la ausencia de verdadero diálogo y compañía» [4]. Por el contrario, la vivencia de la comunión familiar es un verdadero antídoto contra este mal tan característico de nuestro tiempo, ya que «la familia, fundada y vivificada por el amor, es una comunidad de personas: del hombre y de la mujer esposos, de los padres y de los hijos, de los parientes. Su primer cometido es el de vivir fielmente la realidad de la comunión con el empeño constante de desarrollar una auténtica comunidad de personas» [5].

Ser conscientes de esta verdad tiene que impulsarnos a mostrar de manera renovada el gran tesoro que es la familia cristiana, precisamente en el contexto de este mundo individualista, ya que es «una respuesta que cae en lo más hondo del ser humano y que puede sostenerlo y elevarlo. Es la verdad que no pasa de moda porque es capaz de penetrar allí donde nada más puede llegar. Nuestra tristeza infinita solo se cura con un infinito amor» [6].

Este testimonio debe estar marcado por la más profunda alegría porque la familia es portadora de la mejor de las noticias: la salvación que ha venido a traernos Jesucristo, al encarnarse en el seno de la Virgen Santísima, asumiendo nuestra humanidad para redimirla. Una alegría que debe contagiar a otros porque «muchas familias no son conscientes del gran don que han recibido en el sacramento, signo eficaz de la presencia de Cristo que acompaña cada momento de su vida. Cuando una familia descubre plenamente este don, siente el deseo de compartirlo con otras familias, porque la alegría del encuentro con el Señor tiende a difundirse y genera otra comunión; es naturalmente misionera» [7].

Esta llamada a la misión brota del sacramento del bautismo y del sacramento del matrimonio [8]. Hemos de ayudar a todos a descubrir esta llamada porque «sin el testimonio gozoso de los cónyuges y de las familias, Iglesias domésticas, el anuncio, aunque fuese correcto, corre el riesgo de ser incomprendido o de ahogarse en el mar de palabras que caracteriza nuestra sociedad» [9].

Esta invitación a proclamar el evangelio de la familia no debe hacernos olvidar que «cada persona ha de asumir la responsabilidad de cuidar la propia familia, dedicándole tiempo y luchando por ella como expresión también de responsabilidad social. No basta solo la queja por lo que ocurre alrededor, es preciso hablar también con los hechos para transformar y mejorar lo que está a nuestro alcance, sin perder de vista el horizonte global» [10]. Este cuidado implica el anuncio y la vivencia del evangelio en el seno de cada familia porque «la familia, al igual que la Iglesia, debe ser un espacio donde el evangelio es transmitido y desde donde este se irradia. Dentro, pues, de una familia consciente de esta misión, todos los miembros de la misma evangelizan y son evangelizados. Los padres no solo comunican a los hijos el evangelio, sino que pueden a su vez recibir de ellos este mismo evangelio profundamente vivido» [11].

Como recoge el documento El Dios fiel mantiene su alianza:

En tiempos de desvinculación e invierno demográfico, el evangelio de la familia ha de ser anunciado por esposos y padres que con humildad y decisión testimonien que la familia fundada en el amor recibido y compartido, el significado esponsal de la diferencia sexual, la lealtad a la alianza establecida, la apertura y el cuidado de la vida son fuente de alegría personal y generadora de una inmensa fecundidad social [12].

Este testimonio debe estar acompañado por la caridad hacia los más necesitados, empezando por aquellos más cercanos, que pueden ser los abuelos o familiares enfermos, pero abriendo los horizontes de la familia a otras personas.

Esta familia grande debería integrar con mucho amor a las madres adolescentes, a los niños sin padres, a las mujeres solas que deben llevar adelante la educación de sus hijos, a las personas con alguna discapacidad que requieren mucho afecto y cercanía, a los jóvenes que luchan contra una adicción, a los solteros, separados o viudos que sufren la soledad, a los ancianos y enfermos que no reciben el apoyo de sus hijos, y en su seno tienen cabida incluso los más desastrosos en las conductas de su vida [13].

Esta apertura implica el compromiso de transformación de nuestro mundo, ya que…

… la familia no debe pensar a sí misma como un recinto llamado a protegerse de la sociedad. No se queda a la espera, sino que sale de sí en la búsqueda solidaria. Así se convierte en un nexo de integración de la persona con la sociedad y en un punto de unión entre lo público y lo privado. Los matrimonios necesitan adquirir una clara y convencida conciencia sobre sus deberes sociales. Cuando esto sucede, el afecto que los une no disminuye, sino que se llena de nueva luz [14].

Precisamente porque la familia cristiana es portadora de la salvación que se nos ha dado en Jesucristo, este testimonio es siempre esperanzado. Una mirada contemplativa a la Sagrada Familia nos ayudará a afianzarnos en esta certeza frente a cualquier desánimo.

Confiamos a todas las familias a Jesús, María y José, para que con gozo vivan su misión de ser portadoras de la buena noticia.

✠ José Mazuelos Pérez
Obispo de Canarias
Presidente de la Subcomisión Episcopal para
la Familia y la Defensa de la Vida

✠ Ángel Pérez Pueyo
Obispo de Barbastro-Monzón

✠ Santos Montoya Torres
Obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño

✠ Francisco Gil Hellín
Arzobispo emérito de Burgos

✠ Juan Antonio Reig Pla
Obispo emérito de Alcalá de Henares

[1] PAPA FRANCISCO, Ángelus del 27 de diciembre de 2020.

[2] Ibidem.

[3] PAPA FRANCISCO, Ángelus del 28 de diciembre de 2014.

[4] CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, El Dios fiel mantiene su alianza, 66.

[5] JUAN PABLO II, exhortación apostólica postsinodal Familiaris consortio, 18.

[6] PAPA FRANCISCO, exhortación apostólica postsinodal Evangelii gaudium, 265.

[7] PAPA FRANCISCO, Videomensaje a los participantes en el Foro «¿Hasta dónde hemos llegado con Amoris laetitia?», 9 de junio de 2021.

[8] «Esta misión apostólica de la familia está enraizada en el bautismo y recibe con la gracia sacramental del matrimonio una nueva fuerza para transmitir la fe, para santificar y transformar la sociedad actual según el plan de Dios», JUAN PABLO II, ibidem, 52.

[9] Relatio final del Sínodo de la Familia de 2014, 30.

[10] CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, ibidem, 77.

[11] PABLO VI, exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, 71.

[12] CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, ibidem, 77.

[13] PAPA FRANCISCO, exhortación apostólica postsinodal Amoris laetitia, 197.

[14] IDEM, ibidem 181

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