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domingo, 10 de diciembre de 2023

Llamados a la conversión. Por Joaquín Manuel Serrano Vila


Nos encontramos ya en el II Domingo de Adviento, donde la figura de San Juan Bautista sale a nuestro paso para cumplir su misión de precursor, de ser el que va delante. Pensamos en él al escuchar la primera lectura escrita muchos siglos antes del nacimiento del Bautista que nos dice: ''Una voz grita: «En el desierto preparadle un camino al Señor; allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios; que los valles se levanten, que montes y colinas se abajen, que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale...»''. Y este mismo pasaje nos lo recuerda el evangelista ochocientos años después al ver ese perfecto paralelismo entre la profecía y lo que Juan hacía. 

Cuando va llegar alguien importante a un lugar, siempre va antes alguien a supervisar que está todo listo y preparado, a advertir a las personas del lugar de la importante llegada. Como cuando viene la familia real a entregar el premio Princesa de Asturias a uno de nuestros pueblos, y previamente se supervisa múltiples veces todo el protocolo y detalles las semanas previas. Pues imaginad cuánto más tendremos que preparar nosotros la llegada no de un rey o famoso cualquiera, sino del Rey cuyo reinado no tendrá fin. ¿Y qué preparación es esa?: ¿luces en la ventana, espumillón en el salón, turrón en la cocina y el árbol de navidad a la entrada?... No; lo más importante de la Navidad no va a costar dinero, es lo más barato de todo y, por desgracia, lo que la mayoría de los que dicen celebrar la Navidad olvidan siempre en su lista. 

Lo más importante es que hagamos un esfuerzo muy grande por ser mejores, ahí si que nos viene bien hacer una lista para ver todo lo que necesito cambiar en mi vida: mi forma de hablar, mi carácter, mi trato hacia los demás... Y más importante si cabe, revisar como está mi relación con Dios: ¿Rezo? ¿Me confieso? ¿guardo los mandamientos? ¿vivo las máximas del evangelio?... Tenemos que preparar el corazón para el Niño Dios que viene; que no se encuentre una roca fría y sucia, sino una cuna limpia, mullida y cálida. El color del adviento es el morado por su carácter penitencial, y estas semanas en especial cuanto más nos acerquemos a la recta final de este tiempo, en las parroquias invitamos a preparar especialísimamente el interior con un buen examen de conciencia para un fructífero acercamiento a la reconciliación. A esto nos llama hoy a palabra de Dios: a la conversión; como se incide en el evangelio, que son los primeros ocho versículos del de San Marcos, el cual nos acompañará todo este año litúrgico. Ya véis que lo de confesarse no es una moda reciente que se inventó ningún cura, pues como nos relata el evangelista: ''Juan bautizaba en el desierto; predicaba que se convirtieran y se bautizaran, para que se les perdonasen los pecados''.

Alguna vez ya me habréis escuchado decir que los judíos son nuestros hermanos mayores en la fe, pues venimos de ellos, y que lo que nos diferencia es que ellos siguen esperando al Mesías mientras que nosotros reconocemos a Jesús como tal. Hoy quisiera ahondar en esto que es muy importante; no tenemos cifras exactas, pero los apóstoles cuando se pusieron a predicar pensaron quizás que sería muy fácil anunciar a Jesús y que bastaba con que los judíos se dieran cuentan de que Cristo era el Mesías esperando durante siglos y anunciado por los profetas y del que no dudaban que iba a venir, y, sin embargo, parece que pronto los apóstoles se dieron cuenta que el mensaje del Evangelio era mejor acogido en ocasiones por paganos y personas de otras religiones y culturas no judías antes que por los que se supone que llevaban generaciones esperándole. ¿Cómo se explica esto?. Dos respuestas sencillas: primero se cumple la escritura también en ese hecho: ''vino a los suyos, y los suyos no le recibieron''. Y por otro lado, la diferencia radica en esperar con hechos y no sólo con palabras e ilusiones. Seguro que si preguntamos en la calle: ¿quieres que te toque la lotería?, ó ¿quieres ir al cielo?, posiblemente nos responderían que sí, pero si nunca compras un décimo por tacaño, ni vives de cara a Dios, vives únicamente de una ilusión pero no estás poniendo los medios necesarios ni estás en el camino de lograrlo... El pequeño reducto del Pueblo de Israel que sí reconoció a Jesús como su Salvador; no le esperaban con ilusiones fantasiosas, sino esforzándose cada día en cumplir la ley, no por aparentar sino para que el Salvador encontrara su corazón convertido. Tenemos aún dos semanas para seguir entrenando y mejorar la marca de nuestra conversión: ¡Ánimo!... 

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