Este año las fechas de la Navidad nos resultan un poco atropelladas, pues el mismo el último domingo de adviento coincidía con la nochebuena, como ahora coincide la Sagrada Familia con el día previo a la Solemnidad de la maternidad de María, o como también al día siguiente de la Epifanía concluiremos la Navidad con la fiesta del bautismo del Señor. Pocos días nos quedan para tomar conciencia de la grandeza de este misterio que celebramos, y por ello aprovechemos al máximo la gracia que se nos regala en estos días santos. Este año se nos invita especialmente a peregrinar y orar ante el Belén de los Padres Capuchinos de Gijón, o de las Madres Clarisas de Villaviciosa para ganar la Indulgencia Plenaria que ha concedido la Santa Sede con motivo de los 800 años del primer belén que celebró San Francisco en Greccio: Confesión, comunión y orar por las intenciones del Papa. Contemplar el Belén es al final buscar lo más importante, cómo es a Jesús, José y María en el portal de la gruta de Belén. Cada vez hay más técnicas para hacer hermosos nacimientos, aunque por desgracia, en algunos ámbitos están perdiendo su sentido. Se está pasando de poner el belén a montar maquetas que se preocupan más de representar lugares llamativos o con excéntricos personajes, arrinconando el misterio y el relato bíblico a la última expresión. Debemos seguir insistiendo en reivindicar el sentido puramente cristiano de estas fiestas.
En este domingo siguiente al 25 de diciembre celebramos con toda la Iglesia dentro de la Octava de la Navidad la fiesta de la Sagrada Familia de Nazaret, tratando de visualizar así el valor sin medida que tiene esta institución que hasta el mismo Dios quiso nacer en una. Lo decimos todos los años, pero es que en estos tiempos en que la familia tradicional -y lógica como tal- está siendo tan atacada, herida, y considerada trasnochada por sectores ideológicos de manifiesta beligerancia laicista, debemos preguntarnos por qué en países como el nuestro donde hay crisis en la institución familiar, encontramos también una profunda crisis social y de convivencia; y por qué en los países donde más se defiende y promociona la institución familiar hay un mayor progreso social y económico... Hoy en España vivimos un creciente individualismo con ruptura de los lazos de sangre, desafecto por el hogar y entre las propias personas que lo configuran. Sin embargo, Dios quiso tener una familia de carne y hueso como la nuestra en la que poder experimentar en calor del hogar que es el único que puede evitar que seamos unos parias egoístas y frustrados.
En la familia formada por San José y la Santísima Virgen encontramos ese enclave bien concreto de la revelación del Señor. Meditar sobre la Sagrada Familia nos lleva a admirarnos de nuevo de cómo Dios no deja de humillarse por nuestro bien, tomando nuestra carne, naciendo en una cueva de animales y hasta sometiéndose a la autoridad de su madre y su padre a los que obedeció, amó y honró. En Jesús niño, adolescente y joven se hizo verdad la palabra del "Eclesiástico" que hemos escuchado en la primera lectura: ''El que honra a su padre expía sus pecados, el que respeta a su madre acumula tesoros''. Sobrecoge pensar que el que es la autoridad suprema se hace tan humilde que acepta pasar por la obediencia más sumisa y perfecta en la realidad de un niño al cuidado y educación de sus progenitores. Y así el que creó el cielo y la tierra se sometió a las normas de un hombre y una mujer, de sus padres, de su familia.
La importancia de María la reflexionaremos este día 1 de enero, pero aquí tenemos a San José a veces algo olvidado: ¡Qué importante fue su misión! y cuánto tenemos que acudir a él para pedirle aquello que nos parezca más difícil o complejo, pues de eso él sabe mucho, además de que después de la Santísima Virgen es el que más línea directa tiene con nuestro Señor. De la mano de San José y de María Santísima Jesús aprendió a comer, a caminar, a hablar a orar como niño; ellos le introdujeron en la vida de fe y las tradiciones de su pueblo, le llevaron al templo, a la escuela, a Jerusalén... Podríamos decir que el Señor que es la Providencia en sí se entregó en las manos de José y de María para que le cuidaran, educaran e hicieran de Él un hombre... Qué amor y confianza ha tenido Dios para con los hombres, hasta el punto de confiar a su propio Hijo al cuidado de dos personas como nosotros. He aquí la gran verdad que hemos cantado en el salmo: ''Dichosos los que temen al Señor y siguen sus caminos''. En el matrimonio de Santa María y de San José vemos la fidelidad de los que buscan cumplir lo que Dios les pide, aún superándoles y no entendiendo si quiera mucho de lo que se les proponía, pero ellos temerosos de Dios llevaron adelante su misión de modo ejemplar. Son la Trinidad en la tierra como decían los antiguos, y también el germen de la Iglesia que permanece como hoy la entendemos.
La de Nazaret es la familia de las familias, modelo para la familia hoy. No podemos decir que no tengamos un referente al que mirar digan lo que digan algunos, luego cada cuál estará más cerca o más lejos, pero nadie puede decir que no tengamos un modelo especialísimo al que tratar de imitar. La justicia, la honradez, el silencio y la prudencia de San José; la docilidad, ternura y pureza de Santa María y de Jesús. El mismo evangelista San Lucas nos ha descrito que ''iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba''. Seguramente nuestro mundo sería mejor si cada esposo se esforzara cada día por parecerse más a José, cada esposa hiciera lo mismo por parecerse cada día más a María, y cada hijo a su vez tratara igualmente de asemejarse al Niño Jesús. A los pies de la Sagrada Familia de Nazaret ponemos hoy a nuestras familias, las familias que están pasando por momentos de dificultad, crisis o el dolor por la perdida de alguno de sus miembros... Sólo si recuperamos el valor de la familia tradicional España podrá superar la crisis que hoy afronta y sufre en todos los órdenes: Sagrada Familia de Jesús, José y María, rogad por nuestras familias. Amén.
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