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lunes, 9 de octubre de 2023

Los santos mártires de Turón. Por Jorge López Teulón

(Victor in vincolis) Hoy 9 de octubre, celebramos a los santos mártires de Turón. Lo primero, en 2017, y en esta entrada del blog, ya descubrimos que había otro lugar martirial también llamado Turón, pero que se encuentra en la provincia de Granada:


Aquí se puede descargar un libro del abogado Alfonso Zamora, que de hecho se titula Los mártires de Turón. Historia de los crímenes cometidos por los rojos con los presos políticos de Almería en un pueblo de la Alpujarra. Otro episodio truculento de la persecución religiosa:


Por eso, aclarar con el título que de quién tratamos en las próximas entradas son los santos mártires de Turón (Asturias). Junto con san Jaime Hilario Barbal y san Pedro Poveda, se trata de los únicos mártires de la persecución religiosa que han sido canonizados, en el pontificado de san Juan Pablo II. El grupo lo forman siete hermanos de la Salle que atendían la escuela de Turón junto a san Inocencio de la Inmaculada, un padre pasionista que había ido a confesar a los niños del colegio porque iba a ser primer viernes.

Así que, en total, de los 2.046 mártires de los que hablábamos ayer (cifra que alcanzaremos el próximo 16 de octubre, Dios mediante) solo hay once santos. ¡Tenemos que seguir encomendándonos a nuestros beatos mártires para que sean canonizados!

Explicado perfectamente por ¡¡¡La Sexta!!! y en menos de cinco minutos

No tengo televisor y no sigo las cadenas nacionales de televisión por internet. Mi apreciación por La Sexta no pasa de las continuas críticas que escucho (y que encuentro acertadas, en base a las piezas que he podido ver en diferentes ocasiones y por diversos temas). Así que el asombro todavía es mayúsculo y por eso, empezar por aquí.


Aquí la entrada de La Sexta:

La matanza de los Mártires de Turón: así fue el episodio más negro de la revolución obrera de 1934 (lasexta.com)

Los nombres de los santos mártires de Turón eran estos: H. Cirilo Beltrán (46 años), H. Marciano José (33), H. Julián Alfredo (31), H. Victorino Pío (29), H. Benjamín Julián (25), H. Augusto Andrés (24), H. Benito de Jesús (23), H. Aniceto Adolfo (22) y P. Inocencio de la Inmaculada (47). Profundicemos en sus vidas:


SAN CIRILO BERTRÁN (José) SANZ TEJEDOR: era el director de la comunidad, nació en Lerma (Burgos), el 20 de marzo de 1888. Los padres eran humildes trabajadores: de ellos aprende la austeridad y el espíritu de sacrificio. Ingresó en el Noviciado de los Hermanos en Bujedo e hizo su primera profesión religiosa en agosto de 1905. En su vida apostólica se muestra comprometido y celoso. Nombrado director de la escuela de Turón, a donde llega en 1933, su actitud prudente y serena es de gran ayuda para los Hermanos de la comunidad. En el verano de 1934 participa en un retiro de un mes en Valladolid: será la mejor preparación para su encuentro con el Señor en el martirio que tendrá lugar dentro de unos meses.

SAN VICTORIANO PÍO (Claudio) BERNABÉ CANO, nació en San Millán de Lara (Burgos), el 7 de julio de 1905. Sus padres, labradores, le inculcaron desde los primeros años las virtudes de laboriosidad y espíritu de servicio. Ingresó en el Instituto de los Hermanos de La Salle en Bujedo en 1918. Las leyes de 1933, obligan a los Hermanos, por prudencia, a cambiar frecuentemente de residencia y él es trasladado del Colegio de Palencia a la escuela de Turón. Le costó mucho el cambio, pero lo aceptó con espíritu de sacrificio y obediencia. Llevaba solamente diez días en Turón cuando el Señor le pidió un sacrificio mayor, el sacrificio de su vida.


SAN JULIÁN ALFREDO (Wilfrido) FERNÁNDEZ ZAPICO, nació en Cifuentes de Rueda, (León), el 24 de diciembre de 1903. Los buenos consejos de sus padres y la influencia de un tío sacerdote con el cual fue obligado a vivir durante algún tiempo después de la muerte prematura de su madre, hacen crecer su piedad natural y lo inclinan muy joven a la vida religiosa. A los 17 años ingresa en el noviciado de los Capuchinos de Salamanca. Pero a causa de una inesperada enfermedad regresa a su casa. Tiene 22 años cuando Dios le da a conocer a los Hermanos de La Salle y en 1926 ingresa en el noviciado de Bujedo. Muestra gran madurez y piedad que suscita la admiración de sus compañeros más jóvenes. En su labor educativa manifiesta asimismo una dedicación extraordinaria, sobre todo al preparar a los niños a la primera comunión. En el verano de 1933 es destinado a la comunidad de Turón. El año anterior había hecho su profesión perpetua sellando su compromiso definitivo con el Señor. Cuando Dios le llama al sacrificio de su vida, se encuentra preparado para responder sin vacilación.

SAN MARCIANO JOSÉ (Filomeno) LÓPEZ LÓPEZ, nació en El Pedregal (Guadalajara) el 17 de noviembre de 1900. Pertenece a una familia de trabajadores y aprende desde niño a soportar las molestias del trabajo, así como a afrontar con ánimo las dificultades de la vida. A sugerencia de un tío suyo ingresa en el Instituto de los Hermanos de La Salle, pero una enfermedad en el oído le obliga a regresar a su familia. Pronto será admitido de nuevo, pero a condición de dedicarse a trabajos manuales. Se halla en la comunidad de Mieres (Asturias) cuando acepta sustituir a un Hermano de Turón, asustado por las tensiones de ese momento. Esto ocurría en el mes de abril de 1934, seis meses antes del sacrificio supremo que el Señor le pedirá. Une así su destino al de sus compañeros de comunidad, a la que siempre ha prestado sus servicios con bondad y cariño.


SAN BENITO DE JESÚS (Héctor) VALDIVIELSO, sus padres se trasladaron a Buenos Aires (Argentina) unos años antes de su nacimiento, que tuvo lugar el 31 de octubre de 1910. Fue bautizado en la iglesia de San Nicolás de Bari, que se encontraba en la zona donde se alza actualmente el Obelisco de la Avenida 9 de Julio. Cuando sus padres, a causa de dificultades financieras, se vieron obligados a regresar a España, estableciéndose en Briviesca (Burgos), conoció y entró en el centro de formación de los Hermanos de La Salle en Bujedo. Después hizo el Noviciado Misionero que los Hermanos tenían en Lembecq-lez-Hal (Bélgica), movido del deseo de realizar un día el apostolado en la tierra que le había visto nacer, Argentina. En espera de poder realizarse sus sueños, los Superiores lo destinaron a la escuela de Astorga (León). En septiembre de 1933 fue destinado a Turón. En el corto tiempo que permaneció en la cuenca minera, se mostró como siempre, plenamente entregado a la clase y a las asociaciones juveniles de la Cruzada Eucarística y la Acción Católica. Su dedicación a los jóvenes le convirtió, él joven, en candidato predilecto para el martirio, cosa que no tardó en realizarse. Es el primer santo argentino.

SAN BENJAMÍN JULIÁN (Vicente) ALONSO ANDRÉS, nació en Jaramillo de la Fuente (Burgos), el 27 de octubre de 1908. Muy joven ingresa en el Instituto de los Hermanos de La Salle. Tuvo que vencer algunas dificultades en los estudios debido a su falta de preparación inicial. La misma decisión manifestó en los avatares de su itinerario religioso. Cuando el 30 de agosto de 1933 emitió sus votos perpetuos con plena madurez y decisión, recogía el fruto de su tesón y de su generosidad. Cuando recibió la orden de cambiar de la escuela de Compostela, tanto los alumnos como las familias lo sintieron mucho y querían impedirlo a toda costa, pero él con generosa disponibilidad, aunque con mucha nostalgia, aceptó y se trasladó a Turón. Los que pasaron por aquel lugar nunca olvidarían su alegría y el optimismo que mostraba en sus comentarios y juicios sobre la situación en aquellos momentos. Tanta sencillez y fortaleza sólo podían proceder de un corazón saturado de Dios, quien lo eligió para su encuentro con El.


SAN ANICETO ADOLFO (Manuel) SECO GUTIÉRREZ, el benjamín de la comunidad, había nacido en Celada Marlantes, (Santander), el 4 de octubre de 1912. Aunque quedó pronto huérfano de madre, la piedad de su padre era tal que fueron tres los hijos que entregó a Dios en el Instituto de san Juan Bautista de La Salle. Entró en el Noviciado en 1928 y emitió sus primeros votos en 1930. En medio de su trabajo, su mayor preocupación era el cultivo de su vida espiritual. Ello le movía a preocuparse intensamente por los demás, sobre todo en lo referente al cumplimiento del deber y a la entrega generosa a Dios. Después de permanecer un año en el Colegio de Nuestra Señora de Lourdes en Valladolid, fue destinado a Turón en agosto de 1933. La sonrisa serena y atractiva que adornaba permanentemente su rostro, tuvo que impresionar sin duda a los mismos asesinos que, a sus 22 años, le condujeron a la eternidad.

SAN AUGUSTO ANDRÉS (Román) MARTÍNEZ FERNÁNDEZ, nació en Santander el 6 de mayo de 1910. Heredó de su padre, militar de profesión, el sentido de la precisión y del orden; y de su madre, piadosa y sencilla, la gentileza que tanto admiraban sus profesores, sus compañeros y después sus alumnos. Cuando manifestó la intención de hacerse religioso -era el hijo mayor y el único varón en casa cuando su padre murió- su madre no se resignaba. Pero una enfermedad del joven doblegó la resistencia materna. Prometió a la Virgen que aceptaría los deseos de su hijo si sanaba y, habiendo obtenido la curación, autorizó el ingreso en los Hermanos de La Salle. En 1922 finalizó su noviciado y emitió con decisión sus primeros votos religiosos. Se hallaba en el colegio de Palencia en 1933, cuando la dispersión le llevó al que había de ser su postrer destino, la comunidad de Turón. Su valor y decisión fueron llamativos en los últimos momentos de su existencia, pues él fue quien dirigió las últimas palabras a sus verdugos. Fueron palabras llenas de entereza y de aceptación del martirio, propias de un corazón totalmente entregado a Dios.


De los once santos de la persecución religiosa española, uno de ellos, San Pedro Poveda, era sacerdote diocesano; el resto eran religiosos: nueve de ellos, hermanos de Escuelas Cristianas de La Salle; y el décimo, un padre pasionista de la Comunidad de Mieres que murió fusilado en el cementerio de Turón junto a los Hermanos de La Salle. La fiesta litúrgica se celebra el 9 de octubre. Las fotos pertenecen al tapiz de la beatificación que se conserva en Santa María de Bujedo.

MANUEL CANOURA ARNAU

La parroquia de Sta. Cecilia, en el Valle de Oro, cerca de la costa cantábrica de la provincia gallega de Lugo, vio nacer a Manuel Canoura Arnau, niño tranquilo, tímido, sensato y precoz. Vino al mundo el día 10 de Marzo de 1887. Se entusiasmó con los Pasionistas que, desde la ciudad de Mondoñedo, recorrían aquellas serenas comarcas. Ingresó en su casa de Peñafiel, cerca de Valladolid, cuando tenía 14 años. Y, después de algunos más, entró en el Noviciado de Deusto, en Vizcaya, para volver al final del mismo a Mondoñedo y cursar en su tierra natal los estudios de Filosofía y Teología.

El 2 de octubre de 1910 recibió el subdiaconado en Mieres; y en junio de 1912 se le confiere el orden del diaconado en la misma localidad. También allí recibió la ordenación sacerdotal el 20 de Septiembre de 1920. Desde entonces comenzó para el P. Inocencio una vida de intenso apostolado sacerdotal, en el cual cabe resaltar su dedicación a la docencia de la filosofía, la Teología y la Literatura, en las diversas casas a las que fue destinado: la de Daimiel (Ciudad Real), la de Corella (Navarra), la de Peñaranda (Burgos), la de Mieres (Asturias); y en las de Ponferrada y Santander, como predicador apostólico de aquellas zonas industriales.


En septiembre de 1934, un mes antes del martirio, el P. Inocencio regresa a Mieres en la inquieta región minera de Asturias, donde ya había estado siendo muy conocido y apreciado. La comunidad cuenta con 29 religiosos, de los cuales 17 son jóvenes estudiantes. La situación política puede estar fuera de control de un momento a otro y el clima es muy hostil para los religiosos.

EL MÁRTIR DE LOS PRIMEROS VIERNES DE MES

El 5 de octubre de 1934 sucede cuanto estaba ya en el aire. Se sublevan 30.000 insurgentes en Asturias: tanto los creyentes, como los sacerdotes y los religiosos son señalados como cómplices de la derecha, y contra ellos se vuelca un odio singular e incontrolado. El día anterior, los Pasionistas desarrollan las habituales ocupaciones. El P. Inocencio va a Turón, pueblo minero, para confesar en el colegio de los hermanos de las Escuelas Cristianas en preparación al primer viernes del mes: se hace tarde y viajar de noche es poco prudente, por eso decide pernoctar allí.

El día 5 se levanta muy temprano y celebra la Eucaristía. Al ofertorio llegan los revolucionarios: el Señor asocia a sus mártires a su propio sacrificio. Registran la casa, buscan las armas “de los fascistas y de la acción católica”. Arrestan al P. Inocencio y a los 8 religiosos de la comunidad de los Hermanos de las Escuelas Cristianas y los llevan a la “casa del pueblo”.


Todos dan pruebas de serenidad y ánimo. Hacen oración, se preparan al encuentro con Cristo conscientes ya de su suerte. Pasan el primer día sin comer nada. Después, una devota señora logra llevarles un poco de alimento, y los encuentra serenos y listos para el sacrificio. El P. Inocencio se confiesa con un sacerdote también detenido y escucha de nuevo la confesión de los compañeros de martirio. Están todos conscientes de que serán asesinados únicamente porque son sacerdotes y religiosos.

El padre Inocencio pasa esos pocos días orando y escribiendo. Pero le será quitado todo. Hacia la una de la madrugada del 9 de octubre fueron llevados al cementerio donde había sido ya excavada una fosa común. Se intercambian de nuevo la absolución y se dirigen al martirio orando en voz baja. Todos son puestos en fila junto a la fosa y, luego, fusilados.

Los cuerpos de los mártires son exhumados casi de inmediato. Los ocho hermanos de las Escuelas Cristianas fueron trasladados a Bujedo (Burgos) el 26 de febrero de 1935. Los restos del P. Inocencio Canoura quedaron en el cementerio y se perdieron durante los bombardeos de 1936.

San Juan Pablo II los beatificó el 29 de abril de 1990 y los canonizó el 21 de noviembre de 1999. En la foto, Capilla de San Inocencio Canoura en la Iglesia parroquial que los pasionistas atienden en Mieres del Camino desde hace ya más de cien años.


GUSTAVO DORÉ EN SANTA MARÍA DE BUJEDO

En la década de los sesenta del siglo XIX, dos franceses singulares viajan repetidamente a España describiendo las costumbres de sus gentes, sus monumentos y paisajes. Son el varón Charles Davillier y Gustavo Doré. El primero era un erudito acomodado. Su interés por la cerámica despertó su interés por España, país por el que viajó en múltiples ocasiones y del que llegó a tener un profundo conocimiento gracias a sus viajes y a la amistad que tuvo con españoles notables de la época, entre otros Federico de Madrazo o Mariano Fortuny. Su compañero de viaje, Gustavo Doré, plasmaba lo que Davillier escribía. Excepcionalmente dotado para el dibujo, era famoso en Europa por las ilustraciones de obras como: “La Divina Comedia” de Dante en 1861; “Don Quijote” en 1863, “La Biblia” en 1865, “El Paraíso Perdido” de Milton en 1866, “Las Fábulas” de La Fontaine en 1867…

Desde 1862 hasta 1873 envían periódicamente sus crónicas del “Viaje a España” a la revista parisina “Le Tour du Monde”, que durante once años las va publicando en fascículos. Luego, en 1874, apareció una edición completa de la obra.

Uno de esos viajes le llevó a la provincia de Burgos. El hechizo del Desfiladero de Pancorbo inspiró a Doré para realizar los grabados sobre “La Divina Comedia”. Concretamente plasma el antiguo paso que atravesaba la roca, en la zona de las curvas del desfiladero.


En este viaje es cuando Doré debió pintar su ilustración “Antiguo monasterio de Bugedo, entre Burgos y Miranda de Ebro”. Se trata del Monasterio de Santa María de Bujedo (Burgos), a 9 km al suroeste de la población burgalesa de Miranda de Ebro.

El 8 de agosto de 1168, en presencia del rey de Castilla Don Alfonso VIII, había sido erigida la Abadía de Santa María de Bujedo, de la orden premonstratense. Don Sancho fue su primer Abad. Fue fundadora Doña Sancha Díaz de Frías.

Los monjes premonstratenses permanecieron en Bujedo hasta la desamortización de Mendizábal. En 1836, la ley se ejecutó y comenzaron las subastas injustas, adjudicaciones de vergüenza, pillaje, profanaciones; todo ello acabó con el monasterio que había sido foco de cultura y santidad.

En el año 1858 comenzaron las obras del ferrocarril a la altura del monasterio de Bujedo. Mientras duró la construcción del ferrocarril, el monasterio, usadas sus dependencias vacías, sufrió un deterioro importante. Una década después Doré ya mostraba la línea del ferrocarril en un extremo de su ilustración.

Al final de la década de los setenta los Padres de la Sociedad de Misiones Africanas adquirieron el Monasterio por 7.500 pesetas. Finalmente el 22 de julio de 1892 se estableció el noviciado de la provincia española de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, fundados por el francés San Juan Bautista de La Salle que, tras llegar a España en febrero de 1878, decidieron comprar el Monasterio de Bujedo. Así esta casa se convirtió en cuna de la Congregación en España. Más de 2.000 religiosos lasalianos se han formado en ella, entre los que brillan con singular esplendor sus 101 mártires de la educación cristiana. Y especialmente los ocho hermanos de la Comunidad de Turón, protomártires lasalianos españoles, canonizados por san Juan Pablo II en 1999, y cuyos sagrados restos son custodiados en la iglesia monacal.


Desde el primer momento todos consideraron a los Hermanos mártires de Turón y al P. Inocencio como verdaderos mártires. La única razón por la que fueron asesinados era por ser religiosos. Estaba claro en las mentes de todos, incluso de sus mismos verdugos.

Los testimonios recogidos para el proceso no ofrecen duda alguna. El mismo jefe revolucionario, preso después de los acontecimientos, dijo en la cárcel que, cuando los llevaban al cementerio “iban muy recogidos y en oración, preparándose para el sacrificio” y que “se mostraron muy decididos y animados”. Y un testigo presencial del fusilamiento, también desde la cárcel, dijo por escrito:

“Que no les oyó la menor queja ni palabra alguna, tanto en el trayecto de la casa del pueblo al cementerio, como durante su ejecución que fue con escopetas y rematados con pistolas”.

“Su muerte -dice él mismo testigo- fue obra de unos cuantos desalmados, pues el pueblo no hubiera consentido que asesinaran a los maestros de sus hijos, y por ello lo hicieron de noche y forzando a los que iban a ejecutarlos”.




El 28 de febrero de 1935 nos encontramos con esta fotografía que publica el ABC, en la página 4, con el titular: “Los Hermanos de la Doctrina Cristiana fusilados en Turón”. Continúa explicando: "En dirección al pueblo de Bujedo (Burgos) ha pasado por aquí un furgón-automóvil con los restos de los ocho Hermanos de la Doctrina Cristiana que fusilaron los revolucionarios en Turón (Oviedo), el día 9 de octubre. Para recibir y acompañar a los restos se congregaron a la entrada de la capital las autoridades y un público muy numeroso. El furgón llevaba coronas con dedicatorias de los alumnos católicos de La Felguera y Turón. Los cadáveres recibirán sepultura en Bujedo”.



Al día siguiente, primer viernes de mes, 1 de marzo de 1935, el ABC, en la página 8, afirma: “En el cementerio del convento de Bujedo (Burgos), han recibido definitiva sepultura los restos de los ocho Hermanos de la Doctrina Cristiana, vilmente asesinados en Turón (Oviedo) durante las jornadas revolucionarias”. Los Hermanos llegaban a Bujedo “para gozar del bien ganado descanso en el sencillo mausoleo del lugar que les vio corretear de estudiantes, les sirvió de solaz en las horas de esparcimiento y de recogimiento en las de oración”.

Bajo estas líneas, puede verse, al final de la fotografía, el panteón en el que fueron sepultados hasta ser trasladados al altar de la Capilla de los mártires en la Iglesia del Monasterio.


Actualmente las reliquias de los Santos Hermanos de La Salle de Turón se veneran en el altar de una Capilla lateral.



[La Hormiga de Oro publicaba estas dos fotos del incendio el 28 de marzo de 1935.]

13 de marzo de 1935

En la prensa local puede leerse lo que sucedió en este día:

“Un incendio declarado anoche ha destruido buena parte del convento que regentan en Bujedo los Hermanos de las Escuelas de la Doctrina Cristiana. Aunque en un principio se pensó en un cortocircuito, el gobernador da por hecho que el fuego fue intencionado ya que fue encontrada una bombona que podría contener un líquido inflamable y además fue visto un vehículo estacionado en las inmediaciones… El fuego ha destruido toda la parte antigua de la iglesia conventual y algunas habitaciones del noviciado. A sofocar el incendio acudieron bomberos de Vitoria y Miranda. Algunos niños enfermos que recibían asistencia en dicho convento fueron trasladados al hospital de Miranda. Se calcula que los daños ocasionados por el siniestro podrían alcanzar las 800.000 pesetas”.

En enero de 2011 en la revista Horizonte, de La Salle-Sector de Valladolid, se entrevista al Hermano Eliseo Martínez que llegó a Bujedo en enero 1930. Al recordar el incendio del 13 de marzo de 1935 afirma “dicen que fue una represalia por la solemnidad con que acogimos los cuerpos martirizados de los Hermanos de Turón. Después yo he oído que hasta pudo ser un descuido porque los chicos dejaban las barreduras en unas rinconeras, también los restos del brasero… Empezó por el dormitorio de los novicios menores. Algunos estaban en la cama con gripe. Yo también estaba enfermo en una habitación del noviciado. El fuego se propagó rápidamente por la iglesia, noviciado menor... Acudieron bomberos de Vitoria, Burgos, Pancorbo y Miranda. Los Hermanos trabajaron mucho”.

“Los restos habían sido trasladados el 26 de enero de 1935. Vinieron muchas personas de Asturias. Los colocaron en el salón del claustro, que estaba muy adornado. Dos o tres días después, los llevamos al mausoleo del cementerio. La república, proclamada en 1931, había provocado inseguridad y miedo en el convento, sobre todo después del incendio del Colegio Ntra. Sra. de Maravillas”.

“A los novicios menores los enviaron a sus familias. Por eso disminuyó mucho el número de novicios. Recuerdo lo que pasó con el obispo de Vitoria, don Mateo Múgica. El gobernador civil lo expulsó de España. Cuando estaba cerca de San Sebastián, le comunicaron que podía permanecer en España, pero fuera de su diócesis. Estuvo en Bujedo. Una noche, la autoridad republicana de Miranda ordenó inspeccionar sus habitaciones. Llegaron dos camiones. Mucha gente se movió por las habitaciones del obispo y por otros locales. No encontraron nada pero nos asustaron mucho. También pudo ser porque los novicios menores hacían gimnasia imitando a los soldados, y pudieron pensar que se estaban preparando por si acaso…”.

Así lo publicaron los periódicos:




Fuera como fuese:Los mártires, en plena Segunda República, fueron recibidos por multitudes cuando a su paso, atravesaron muchas localidades desde Turón a Bujedo.
Tan sólo habían llegado doce días antes del incendio.
Inmediatamente se informó de que el incendio fue intencionado.

Bajo estas líneas, Torreón medieval de Santa María de Bujedo. Pertenece al primer tercio del S XII. Formaba parte del conjunto del castillo propiedad de doña Sancha Díaz de Frías. Era una torre defensiva en el límite entre el reino de Navarra y el de Castilla. El torreón está adosado al lado Norte de la portada de la iglesia y hace de torre campanario.


Fotografías de ABC

01.- En esta imagen de 1935 podemos ver a algunos de los hombres procesados por los sucesos de Turón, a la salida del Consejo de Guerra celebrado en Oviedo.


02.- Los procesados a la salida del Consejo de Guerra, el 1 de junio de 1935. Según los historiadores, al atardecer del 8 de octubre de 1934, Silverio Castañón y Fermín García «el Casín» ordenaron abrir una zanja en el cementerio destinada a recoger los cadáveres de los hermanos, que habían sido asesinados por un piquete reclutado en las localidades de Mieres y Santullano, debido a la falta de voluntarios en Turón.



03.- Esta es la fila que se formó en el cuartel de Turón (Oviedo), con las personas que esperaban entrar al Consejo de Guerra, el 1 de junio de 1935. Esto fue lo que el Papa Juan Pablo II sobre las víctimas, el día de su canonización: «Las víctimas comprendieron de inmediato las intenciones del Comité y se prepararon generosamente al sacrificio con la oración, la confesión y el perdón que otorgaron a sus asesinos. A la hora prevista por el Comité, caminaron juntos y serenos al cementerio»


04.- Los procesados, en la imagen, quedaron sorprendidos por la serenidad con la que las víctimas se enfrentaron a la muerte, según contó el Papa el día de su canonización: «En el centro del mismo estaba preparada una fosa delante de la cual alinearon a los religiosos. Fueron muertos con dos cargas de fusilería y rematados a tiros de pistola. La serenidad y valentía con la que los Hermanos y el P. Pasionista aceptaron el martirio impresionó a los mismos asesinos como más tarde ellos mismos declararían»


05.- Los abogados de los procesados por los sucesos de Turón, durante una de las sesiones del juicio, celebrada el 19 de junio de 1935.


06.- Imagen de alguno de los procesados por los sucesos de Turón, que consideraron a los sacerdotes y religiosos enemigos de la Revolución de Asturias. Muchos pudieron esconderse, otros fueron encerrados en cárceles improvisadas y sometidos a múltiples atropellos y en varios lugares se los fusiló sin piedad.


Juan Luis Vázquez escribió el jueves esta página de los mártires de Turón para Alfa & Omega (página 18): 1230_07-10-2021.pdf (alfayomega.es)

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