En cierta ocasión el actual rector de la Basílica de Gijón me contó una de esas genialidades de mi cura párroco; estando el mismo como tal en La Corrada -en Soto del Barco- y Don Manuel, el hoy responsable de la Iglesiona gijonesa siendo un joven coadjutor de Grao, estaban en una reunión de la Vicaría Norte, y el vicario de zona pidió opiniones ante su metodología del "ver, juzgar y actuar"... Mi cura que siempre pensó y habló con libertad comentó que daba la impresión de que aquel espíritu postconciliar no era otra cosa que el mito del castigo de Sísifo. Unos curas asintieron, otros rieron y otros -entre ellos el propio Vicario- tuvieron que preguntar quién demonios era ese Sísifo.
Sísifo era un personaje de la mitología griega que estaba condenado por su impiedad a subir monte arriba una gran piedra, el drama se daba cuando éste llegaba a la cumbre e inmediatamente la piedra volvía a rodar al punto inicial, montaña abajo. Algo así nos ocurre a todos, trabajamos con todo nuestro empeño, y cuando creemos que hemos logrado algo vemos que hay que empezar de cero. En las parroquias urbanas nos pasa un poco también como a los colegios: en junio parece que hemos hecho algo y llega el huracán del verano y parece que en septiembre uno tiene que exclamar: ¿otra vez a empezar?. Toca volver a empezar de nuevo sí; toca subir la piedra de nuevo hasta la cumbre.
Ahora que soy arcipreste y me acerco a tantas realidades de mis compañeros, siento aún más admiración y estima por ellos, pues teniendo tanto en contra: mucha edad, poca salud, a veces pocos frutos y muchos dolores de cabeza; poca ayuda de los que uno esperaban próximos, y sin olvidar las zancadillas enemigas con las que ya se esperaban, vuelven -volvemos- a empezar de nuevo, no cada septiembre, sino cada día. Como pescadores que en su jornada salen a faenar a pesar de que hoy las redes no revientan, sino que vienen vacías tantas veces. Los curas de pueblo bien conocen aquella escena en Galilea: "Señor hemos pasado la noche bregando y no hemos pescado nada, pero por tu palabra echaré las redes". Esta es una lección para todos: que no nos pueda el cansancio, ni los años, ni que los números no son los que quisiéramos; nosotros no somos dueños de nada, pero eso no es motivo para volvernos pasotas o dejarnos caer en la pura rutina apática; sirvamos con la misma alegría que cuando nuestros seminarios y comunidades religiosas estaban llenos. También los laicos entusiasmaros a colaborar en la vida parroquial donde la misión es siempre la misa: ''echar las redes''.
Que no nos asuste el mañana, que en él estará Dios. El Señor algo nos está diciendo con esta precariedad espiritual que padece nuestra Patria. Debemos saber vivir también la fragilidad con dignidad y coherencia; las soluciones no vienen haciendo más reuniones, sino dando más autenticidad a nuestra vida de fe. Más fraternidad, más caridad, más unidos al Señor a los pies del Sagrario y del pobre. Que Él pueda decirnos algún día: "tú has perseverando conmigo en mis pruebas"... Ahora que no está de moda ser cristiano es cuando más valor tiene testimoniar al crucificado aceptando los contratiempos que nos vengan por serle fieles.
Pongámonos en marcha con ilusión, huyamos de letargos y profecías de calamidades; dejémonos sorprender por Cristo que camina con nosotros, que pasa a nuestro lado y como los discípulos de Emaús no somos capaces de reconocerle. Deja que este curso las cosas cambien en tí para que Él tenga más espacio en tu corazón. Implícate y complícate, renuévate, recíclate...
Como diría el Beato Luis Antonio Órmieres: ''Hagamos el bien, hagámoslo lo mejor posible, y dejemos que digan''. En este mes de la Cruz y de la mano de la Santina, sólo desearos a todos:
¡Feliz comienzo de curso!.
Joaquín, párroco
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