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jueves, 28 de septiembre de 2023

D. Antonio María Rouco Varela, el Cardenal que enseñó a Madrid a cantar a su Almudena. Por Rodrigo Huerta Migoya

 El Arzobispo que supo evangelizar Madrid desde las raíces de su fe:

La diócesis madrileña fue una de esas que costaron sudor y lágrimas en su nacimiento, no en vano la pertenencia de su territorio al Arzobispado Primado de España dificultó su segregación como Iglesia Particular hasta el siglo XIX, a pesar de llevar ya Madrid muchos años siendo capital de la Nación y Corte Real. Erigida no sin polémicas y problemas, hasta el punto que el primer obispo de Madrid fue asesinado por un sacerdote diocesano. Con el paso de los años la realidad estructural de la Diócesis fue cambiando al ritmo de la expansión de la ciudad y sus alrededores, dividiéndose ésta en tres con la creación de la diócesis de Getafe y la restauración de la diócesis de Alcalá de Henares (Complutum). Había una asignatura pendiente: proveer a la diócesis de Madrid de una catedral a su medida. Desde la creación de la Diócesis se utilizó como sede catedralicia la Colegiata de San Isidro Labrador, hasta que finalmente se terminó la catedral de la Almudena, siendo consagrada por San Juan Pablo II.

Cuando Don Antonio María Rouco Varela llegó a Madrid proveniente de Santiago de Compostela, la catedral de la Almudena llevaba años abierta al culto y, sin embargo, le faltaban muchos flecos por concluir; había deudas que pagar y, lo más triste de todo, no había sentimiento ni apego de los madrileños al nuevo templo que consideraban frío y desangelado. Por no tener, no tenía ni campanas, y en pocos años el Señor Cardenal logró darle la vuelta a esa realidad logrando con ayuda de la vida consagrada que se adornaran las capillas laterales, que la Catedral pusiera al día sus cuentas y se invirtiera en darle calor de hogar a ese bello templo moderno. Fue una obra grandiosa la que logró Su Eminencia: la nueva sacristía, el museo, el carillón... Pero el secreto de este éxito radica en algo mucho más sencillo: recordar a los madrileños que tenían una Madre que se llama María de la Almudena y que su casa siempre estaba abierta para ellos.

La misión mariana popular que el Cardenal fomentó en Madrid ha dado unos frutos que difícilmente puedan desaparecer, y es que supo propiciar entre los madrileños la devoción no sólo a la Virgen, sino a "su Virgen": la Patrona de Madrid. Durante todo su pontificado el Cardenal Rouco introdujo un canto que se fue volviendo imperado en toda celebración eucarística, sacramental o encuentro que él presidía que terminaba cantando a la Virgen de la Almudena, un canto que nació bajo el sencillo título de "Salve Señora", y que Don Antonio lo hizo internacional gracias a las solemnidades de la plaza de Colón retransmitidas por la 2 de TVE, Intereconomía, Trece, Radio María... Y donde para España y para el mundo entero se entonaba esta preciosa composición. Esta canción fue compuesta por el sacerdote diocesano y gran músico litúrgico D. Francisco Palazón. El mismo autor de la canción reconocería años después que jamás se hubiera imaginado la fama de esa canción, dado que la había compuesto como una acción de gracias particular a la Santísima Virgen. 

El año pasado, el día 14 de septiembre en la comida posterior a la fiesta del Santísimo Cristo de Candás, entoné dicha canción en el momento del café y toda la mesa se unió a coro. Al terminar, el Sr. Cardenal preguntó: ¿pero cómo unos asturianos se saben el himno de la Almudena? Y yo le respondí: "gracias a que su Eminencia la ha promocionado muy bien". Él entonces nos contó lo muy presente que estaba Asturias en Madrid y lo queridos eran los asturianos en general. Un momento gracioso que también recuerdo fue cuando un sacerdote le preguntó a Don Antonio por el autor de la pieza, y el Señor Cardenal respondió: "Palazón", e inmediatamente una señora que estaba a la mesa y se esforzaba por participar en varias conversaciones a la vez exclamó dándose por enterada: "Ah sí, el traumatólogo"... Fue una comida muy agradable. Este año el 14 de septiembre volvimos ser honrados con la presencia de Don Antonio, y la volvimos a cantar en los postres.

Hace años alguien comentó con no buena intención que ese canto no era el himno de la Almudena, que era un canto a la Virgen sin más y que había sido el Cardenal quien había empezado a llamarlo "el himno", pero que no había nacido con ese fin. Realmente es cierto, esta pieza fue compuesta por el sacerdote madrileño Francisco Palazón como tributo a su Patrona, pues se bautizó en la cripta parroquial de la Almudena; allí fue monaguillo y cantó misa este gran músico. Nadie puede negar que todo Madrid sabe cantar "Salve Señora de tez morena". Para algunos es la canción del Cardenal Rouco, y se corrió el rumor de que tras su jubilación se iba a postergar este himno por uno nuevo, comentario que llegó a oídos del autor y que a buen seguro no le agradó que se hiciera un uso ideológico de su canto a la Madre de Dios. Con motivo de los 25 años de la Catedral, el siguiente Cardenal-Arzobispo Don Carlos Osoro Sierra, encargó un nuevo canto para la Patrona de Madrid a Toño Casado que se tituló "Almudena, Almudena"; no caló entre el pueblo fiel, por lo que dudo que a nadie del Arzobispado madrileño se le ocurriera proponerlo como himno oficial en lugar del ya conocido por todos. Algo así pasó con el doctorado de San Juan de Ávila; el canto que se compuso para tal ocasión: "Doctor del amor divino" es precioso, pero a los sacerdotes de España no les quites el "Apóstol de Andalucía". Pues en Madrid, exactamente igual.

Personalmente creo el Cardenal Rouco se merecería el título de hijo adoptivo de Madrid, e incluso una calle o plaza en la ciudad, y hay muchísimos motivos para ello, pues a día de hoy en el episcopologio matritense su obra, doctrina y ministerio, han dejado el listón muy alto. Le ha dado a Madrid una Universidad Eclesiástica considerada una de las mejores de Europa, con un profesorado de primera y una oferta en lenguas difícil de encontrar fuera de Roma; logró que Madrid fuera la sede de la Jornada Mundial de la Juventud en 2011, dejó un seminario mayor con más de 120 seminarista y promocionó el seminario "Redemptoris Mater"; creó nuevas parroquias y las dotó de templo, dejó las cuentas saneadas y las fundaciones en orden... Hay múltiples motivos para dar al Cardenal Rouco un lugar con su nombre o incluso una estatua, pero sin duda que una de las más importantes ha sido lograr no sólo que los madrileños se sintieran unidos con el himno de la Almudena, sino que fuera de los límites de la Archidiócesis y de España, los católicos de todo el orbe encontraran en Madrid un referente mariano por antonomasia tras haber aprendido a cantar los madrileños y los no madrileños ''Salve Señora de tez morena/ Virgen y Madre del Redentor/ Santa María de la Almudena/ Reina del Cielo, Madre de Amor''.

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