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viernes, 11 de agosto de 2023

Las reglas de juego. Por Jorge González Guadalix

(De profesión cura) Miren, a mí me da igual hablar de teología, estudir los evangelios, preparar la misa de mañana o jugar al parchís. O ponemos antes claras las reglas de juego o es que ya ni me molesto en perder un minuto de mi tiempo.

Empecemos por el parchís, de reglas facilitas y de conocimiento universal. Si me invitan a una partida de parchís y me empiezan que si esto depende, ahora se cambia, yo creo que es mejor, y aunque se sale con cinco por qué no puede valer seis y si te como una ficha en vez de veinte me cuento treinta porque sí. Yo ya ni empiezo la partida.

Vamos ahora a la fe de la Iglesia. Hartito estoy de reuniones con laicos y sacerdotes en las que se discrepa de todo, se duda de todo y se relativiza todo con argumentos tan sólidos como “es que esto es machista", “eso es una bobada”, “a Dios qué más le da” o “no pasa nada por cambiar” o cuyo centro de interés sea “los horrores de la inquisición", “ya ves lo de las cruzadas", y “qué requetemalísimos fuimos en América". Si me añaden como principio moral que “lo importante es que la gente se quiera", es que prefiero el parchís aunque me hagan trampas.

Una gran mayoría de católicos hoy se ha pasado a la fe protestante rama liberal y sin darse cuenta. Católicos que miran a la Iglesia desde la sospecha, la incomprensión y la mirada aviesa de quien está convencido de que la Iglesia católica tiene por objetivo jorobar a las personas. Católicos que han aprendido de sus curas, las redes, las tertulias televisivas y los cafés con Manolo y Mari Piri que la Biblia es simbólica, la teología atrasada, la moral caduca y la liturgia desfasada. Católicos que se quedan apenas con cuatro frases de la Biblia, reinterpretadas según su capricho y su necesidad y, eso sí, mostrándonos a los demás su sabiduría, capacidad de criterio y altura moral e intelectual, y no como esos pobres que siguen apoyándose en el catecismo.

Con los curas es más complicado, pero sí he llegado a la conclusión de que en reuniones con laicos parto siempre de explicar las reglas de juego. Son muy sencillas. Tenemos la Sagrada Escritura, la Tradición de la Iglesia y el Magisterio para dejar claro lo que debe estar claro. Y aquí, o se acepta esto, o no merece la pena seguir un minuto más.

Es más. Les digo que no me importa hablar de lo que sea si se hace en serio: qué dice la Escritura, cómo lo ha trasmitido y vivido la tradición, comenzando por los padres de la Iglesia, y cuáles son los pronunciamientos del magisterio sobre la cestión. A partir de ahí hablamos, comentamos y sacamos las conclusiones. Si no es así de verdad que no merece la pena.

Es aburridísimo, insistancial y reiterativo llegar a una reunión con laicos y pretender que hablemos de lo que menos falta nos hace: que si el celibato de los curas, la ordenación de mujeres y la inquisición, y encima todo ello desde “qué más da", “es una bobada” y “a mí me da lo mismo", mientras no hay forma de abordar la santidad personal, la gracia, el sentido de la vida. No merece la pena perder el tiempo.

Tenemos unos fieles protestantes y de los malos. A patir de ahí todo lo anterior: falta de vocaciones, trato inapropiado a la eucaristía, cierre de conventos, desaparición en la práctica del sacramento de la reconciliación y un ausencia de formación reducida a un contundente “la Biblia dice o deja de decir” y “qué más da".

Lo dicho. Lo primero, dejar claras las reglas de juego. Y si no, no merece la pena seguir.

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