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martes, 2 de mayo de 2023

Sacerdotes con los sindicatos antes de la Guerra Civil: Pedro Gerard y José Gafo, dominicos

(Rel.) A finales del siglo XIX, el asociacionismo laboral católico en España brotaba inspirándose en el ejemplo de Francia y Alemania, países más industrializados y que habían iniciado sus organismos sindicales católicos.

En el año 1879, el jesuita Antonio Vicent creó los Círculos Católicos basados en los Círculos Obreros franceses, que se fueron configurando como los pioneros del asociacionismo social católico.

Potente cooperativismo católico campesino

A partir de la publicación de la encíclica Rerum Novarum por el Papa León XIII en el año 1891, la acción social católica ganó relevancia en España. En 1893, se fundó la Federación Nacional de Cooperativas Católico-Obreras, que luego se convertirá en la Conferencia Nacional Católico    Agraria cuyo desarrolló llegará en 1920 a ser de 59 federaciones que agrupaban a 5.000 sindicatos con más de 600.000 socios cooperativistas.

Sin embargo, en el ámbito obrero no se conseguirán resultados tan buenos como en el mundo agrario.

Esfuerzos jesuitas entre los obreros

El jesuita Gabriel Palau, quien había viajado a Alemania donde conoció la Volksverein germana, trasladó aquella idea a España, fundando en 1907 la Acción Social Popular (ASP) en Barcelona. El ambiente creado por la ASP proporcionó una serie de personas que se sintieron en la obligación de crear una serie de sindicatos católicos, que en ese mismo año, decidieron agruparse en una confederación nacional.

La mayor parte de aquellos sindicatos fueron confesionales, fundados bajo la orientación de los jesuitas y con el apoyo del marqués de Comillas. La resultante será la Confederación Nacional de Sindicatos Católicos, que no pudo reunir a todos los sindicatos del ámbito católico, como había sido su finalidad.

Los sindicatos mineros católicos de Asturias

Entre los que no se unieron estaban aquellos que eran favorables a la formación de sindicatos profesionales puramente obreros, y organizados sin la complicidad empresarial. Uno de aquellos fue el sacerdote Maximiliano Arboleya (1870-1951), quien había creado sindicatos independientes mineros en las cuencas hulleras de Asturias, que en su momento inicial tuvieron más importancia que el vinculado a la UGT (socialista).

Sin embargo, sus reivindicaciones profesionales le llevaron al enfrentamiento con la patronal minera, que quería eliminar su tono reivindicativo, y por su carácter católico, también con el sindicato socialista. Finalmente, la conjunción de ambas fuerzas, consiguió el declinar de la labor de Maximiliano Arboleya, que fue uno de los más avanzados de los pioneros sindicales católicos.

Dos dominicos impulsando los sindicatos católicos libres

Otros sindicatos católicos sin complicidad empresarial fueron los Sindicatos Católicos Libres, fundados por los padres dominicos Pedro Gerard (1871-1919) y José Gafo (1881-1936).

El P. Gerard había sido prior del convento de Santo Domingo en Jerez de la frontera, donde fue testigo en 1911 del agresivo anticlericalismo republicano que se alimentaba de la profunda injusticia social profundizada por los gobiernos liberales.

Después de un viaje a Bélgica, donde tomó relación con el padre dominico Georges Ceslas Rutten, volvió a España convencido de las bondades del sindicalismo católico libre de aquel país. En las VI Semanas Sociales de Pamplona, daría a conocer su experiencia, chocando con un contexto español, donde el sindicalismo católico todavía se enmarcaba en los cauces del confesionalismo y la cooperación con el empresariado, lo que impedía una reivindicación laboral rotunda y les hacía parecer amarillos (colaboradores de la patronal) por su moderación.

A pesar de la defensa de la necesidad de constituir unos sindicatos puramente obreros e independientes incluso de la jerarquía de la Iglesia, aquello le llevaría al padre Gerard a ser apartado del apostolado social hasta su fallecimiento en 1919.

Sin embargo, su labor no será fallida, al ser continuada por otro miembro de su orden, el P. José Gafo, quien se había formado en 1922 con el P. Rutten.

El trabajo del P. Gafo

Ya en 1912 se había formado como fruto de aquellas VI Semanas Sociales, el sindicato de obreros “Nuestra Señora del Camino” en Pamplona. El ejemplo se fue extendiendo y en noviembre de 1916 se constituyó en la capital foral la Federación Nacional de Sindicatos Católicos Libres que llegará a editar su prensa propia, “El Obrero Sindicalista” y a extenderse por toda la región vasconavarra. En 1923 se denominarán como Confederación de Sindicatos Libres del Norte de España, apelando a su independencia organizativa.

Esa postura defendida por el P. Gafo y su equipo estaba basada en la honesta reivindicación de justicia social, que se veía impedida de hacerla si no eran independientes, para poder ser verdaderamente una alternativa a los sindicatos de ideología revolucionaria (anarquista o socialista). Por este diferente espíritu, los sindicatos “católicos libres” evitaron unirse a los confesionales para no perder su obrerismo.

Los únicos sindicatos que tenían un perfil afín eran los Sindicatos Libres surgidos en Barcelona, en el entorno de los círculos carlistas de obreros y artesanos. En 1924, ambas familias sindicales confluyeron en la Confederación Nacional de Sindicatos Libres de España. No obstante, el periodo de la dictadura de Primo de Rivera no les favoreció en exceso, mientras que la UGT (socialista), que colaboraba con el régimen militar, se convirtió en el elemento hegemónico al absorber al elemento desorganizado de una CNT (anarquista) desarticulada por la policía.

La proclamación de la Segunda República traerá una fuerte persecución sobre el mundo católico, la Confederación de Sindicatos Libres se disolvió, y mientras su rama catalana intentó sobrevivir en clandestinidad, siendo una sombra de lo que fue, su brazo vasconavarro acabo uniéndose por supervivencia con las agrupaciones confesionales, para constituir en diciembre de 1935 la Confederación Española de Sindicatos Obreros (CESO) que intentó reunir a todo el mundo sindical católico y profesional.

Gafo: dominico, sindicalista ¡y diputado!

El P. Gafo quien había llevado las riendas del trabajo de su compañero P. Gerard, mantuvo buenas relaciones con los católicos sociales de Severino Aznar y los mauristas, que luego mantendrán su relación con José Calvo Sotelo.

En 1933 el dominico asturiano saldrá elegido diputado por Navarra, en representación del mundo sindical, por el cual había sido invitado a formar parte del Bloque de derecha que se presentó unido en el viejo reino.

Con el estallido de la Guerra Civil, el P. Gafo será detenido por Agapito García Atadell, jefe de las «Milicias Populares de Investigación» (la terrible «Brigada del amanecer»), acompañado de milicianos y policías.

El padre Gafo sería asesinado por su condición sacerdotal y sindical, el 4 de octubre de 1936, como sucedió con centenares de miembros de los sindicatos católicos. La Iglesia lo reconoce como mártir de Jesucristo y fue beatificado el 28 de octubre de 2007 por el papa Benedicto XVI.

En cuanto a su obra sindical, la CESO, que había estado dirigida por el P. Gafo O.P. y Ángel Sabador, un antiguo dirigente libre, se integró el 12 de noviembre de 1936 en la Obra Nacional Corporativa que había organizado el carlismo, bajo la dirección de José María Arauz de Robles, delegado de Gremios y Corporaciones en la Junta Nacional de Guerra, antecedente del gobierno nacional, que finalmente quedaría integrada en el organismo sindical oficial de la España nacional.

Restos mortales del asturiano P. José Gafo, sacerdote dominico, sindicalista y diputado, tras su martirio a manos del bando republicano; 
Benedicto XVI lo proclamó beato.

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