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jueves, 16 de marzo de 2023

Filomena. Por Jorge González Guadalix

(De profesión cura) Mi amigo Manolo nunca aceptó la crudeza de Filomena. Fue siempre un hombre convencido del calentamiento global acelerado y ante su terquedad de pensamiento no había realidad que le pudiera sacar no solo de sus certezas, sino de la necesidad de hacer propaganda de las mismas a tiempo y a destiempo.

Madrid fue un caos. La nieve alcanzó cotas desconocidas desde hacía muchos años. Aperecieron esquiadores en la misma Puerta del Sol y hasta vimos carreras de trineos tirados por perros. Coches abandonados de cualquier manera en los arcenes de la M-30, árboles caídos, calles del todo intransitables por días.

- Hoy no dirás que no hace frío, Manolillo…

- ¿Frío? ¿A esto le llamas frío? ¿A cuatro copos de nieve? Una temperatura espléndida, si hasta perece que la primavera se nos adelanta. Más aún, yo creo que estamos en los últimos años que vamos a ver invierno, desde ahora todo será una eterna primavera.

Antes muerto que reconocer su error. Ni abrigos, ni bufandas ni nada parecido. Manolo era de manga corta, gorra para el sol y, si acaso, una rebequita. Paliza, eso sí, mucho.

Nunca perdió la oportunidad de explicar a diestro, y sobre todo a siniestro, sus fundamentales pensamientos. Sus más próximos ya no sabían si de verdad estaba convencido de lo que decía o si la cosa era que tras años de hablar la la eterna primavera no le quedaba más remedio que enrocarse en sus trece, porque admitir su fracaso podía resultar demasiasdo duro.

Ante el escaso efecto de sus peroratas personales y viendo que hasta a la hora de la cerveza -jamás algo caliente- la gente le huía temerosa de tener que aguantar una vez más sus peregrinas elucubraciones, dio, por fin, el salto a la red.

De manera febril producía artículos que si bien es verdad que al principio tuvieron su público, no tardaron demasiado es ser, si no papel mojado, blog olvidado. Sus conferencias en la red apenas tenían audiencia. Un día incluso consiguió unas frases de la famosísima Greta Thunberg, una declaración grabada de un cura de su zona famoso por su sensibilidad ante el medio ambiente y el apoyo incondicional del grupo “Estamos muy calientes", que, ante lo que pudieran imaginar los siempre mal pensados, como por ejemplo este servidor y sus lectores, que nos conocemos, solo reivindicaban un mayor control de combustibles fósiles sin descartar, me dicen, aproximaciones con seres contemporáneos. Eso dicen. Nada. Dieciséis visualizaciones, ni siquiera el grupo completo de calientes.

Me cuentan que en la última ola de fresquito de Madrid, como él lo llama, para demostrar que la primavera había llegado y para quedarse, salió de casa en camiseta a las tres de la mañana para dar un paseito por la ribera del Manzanares. Lástima que una placa del por lo visto inexistente hielo le hiciera caer al cauce. Cuando fue rescatado, con una hipotermia de válgame Dios, solo decía: pues el agua no estaba mal… ha sido un bañito muy agradable, cómo se nota que la primavera se va adelantado. Falleció a los pocos días.

Me cuentan que, en el velatorio, su esposa, por fin libre para ponerse un buen abrigo, decía:

- Empeñado hasta el final en que había llegado por fin la primavera. Él si que era un primavera…

¿Y si yo les dijera que los primaveras abundan?

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