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domingo, 19 de febrero de 2023

''Rezad por los que os persiguen''. Por Joaquín Manuel Serrano Vila


Con el domingo Séptimo del Tiempo Ordinario haremos la interrupción de este tiempo litúrgico, el cual retomaremos tras Pentecostés. La Palabra de Dios de este día nos invita a reflexionar sobre algo que habremos de interiorizar en las próximas semanas que desde la Cuaresma nos llevarán a la Pascua, y esto es la coherencia entre vida y fe; la santidad que tantas veces hemos recordado como nuestro camino y meta, pero aquí no hablamos de limitarnos a no hacer mal y tratar de ser buenos, sino que Cristo vuelve a demostrarnos que el Evangelio no casa con el mundo, por eso nos pide algo que va contra éste como es ir más allá amando incluso a los enemigos.

I. El amor en comunidad

Concluimos la lectura continuada que hemos hecho de la carta de San Pablo a los corintios, donde el apóstol continúa su explicación sobre la sabiduría desde el punto de vista cristiano. El autor utiliza la inventiva del templo como símil para desarrollar el concepto. Aquí entre en juego el valor de esta comparación con ser templo de Dios, tabernáculos del Espíritu Santo: ''porque el templo de Dios es santo: y ese templo sois vosotros''. En la Iglesia no tenemos la sabiduría del mundo, nuestra sabiduría se basa en el evangelio y rompe esquemas, por ello aquí no hay sitios destacados para los que se creen sabios, pues en la Iglesia los sabios no quieren puestos principales, sino pasar desapercibidos. Nuevamente vemos cómo el camino correcto nunca es adaptarnos al mundo y a sus modas, sino ir por la senda de la sabiduría de Dios: ''Porque la sabiduría de este mundo es necedad ante Dios''. Si nos fijamos en los supuestos triunfadores, intelectuales o ídolos según el criterio de nuestro mundo, todos acaban feneciendo, pues el mundo les hace el flaco favor de creerse por encima del resto, y el ocaso suele ser para ellos como un castillo de naipes que de un toque se desmorona. Para nosotros no hace faltan aspirar a una dignidad superior; Cristo nos ha dignificado ya por su muerte con la cual toma sentido morir y dignifica en la resurrección al que en esta vida no ha tenido dignidad alguna. Vuelve a insistir San Pablo en no quedarnos en divisiones; el vivir el amor en comunidad permite edificar y crecer la familia de los creyentes, pues el primer testimonio que podemos dar es precisamente ese: ''que vean cómo se aman''. Tantas veces hemos sido testigos de que cuando en el verano hay cambios de destinos para los sacerdotes muchos fieles se quejan en los medios de comunicación, y en muchos casos esas personas dejan de ser feligreses de esa parroquia el día que el cura que a ellos les caía bien deja de estar al frente de la comunidad: no han entendido nada del Mensaje;  les pasa lo que nos dice San Pablo: eran de Apolo, de Pablo, de Cefas... pero no eran de Cristo; es decir, construyeron su fe sobre arena y personas del mundo; querían más a Don Jesús que a Jesús de Nazaret, y se olvidaron de que ''Sólo Dios basta''. No tenemos que creer en los curas, sólo en Dios; los sacerdotes podremos ayudar o estorbar a su plan con nosotros, pues somos humanos, pero Él es el que nunca falla.

II. El amor al prójimo

Hemos escuchado en la primera lectura del libro del Levítico ese mandato que el Señor da a Moisés y que tanto los judíos como nosotros los cristianos tratamos de hacer nuestro: ''Sed santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo''. A veces nos cuesta asociar lo cercana que es la santidad a nosotros, y lo cerca que está de nuestras manos si ponemos los medios necesarios encauzando nuestra vida según el querer del Señor, y no el nuestro. No es una propuesta, sino una exigencia; y gracias a Dios es un consuelo saber que así como en nuestra historia ha habido y hay muchos pecadores, también ha habido y hay muchísimos santos a nuestro alrededor. En este capítulo 19 del Levítico se nos dicen varias cosas: "No odiarás de corazón a tu hermano, no guardarás rencor, amarás a tu prójimo como a ti mismo..." son herramientas que nos ayudan en el camino de la santidad; sin embargo, en el evangelio Jesucristo dejará obsoletas estas propuestas dándonos una aún más radical que supondrá una doble tuerca a nuestro tornillo. En este "código" de santidad ciertamente radical; en su momento ya fue una sorpresa para el pueblo de Israel el asumir esta ley de amar al prójimo como a uno mismo, lo cual sirvió para que la vida del pueblo dejara de limitarse a enfrentamientos, disputas y conflictos entre ellos y con otros por la tierra. Jesucristo irá más allá, pues quizá el amar al otro como a uno mismo ya empezaba a quedarse pequeño. Hay personas que se aman muy poco a sí mismas, pero lo que es seguro es que el amor que Dios nos tiene es infinito frente a nuestro propio amor. Por ello el "jueves santo" Jesús hace nuevo este mandamiento: ''amaos como yo os he amado''; es decir, que os améis como mi Padre me ama a mí; como Dios ama: ¡sin límites!

III. El amor a los enemigos 

El evangelio de hoy completa las ideas anteriores de las lecturas, y es que como hemos dicho previamente Jesús descoloca; cuando pensamos que va a decir que trae agua nos dice que viene a traer fuego; cuando algunos pensaban que venía a abolir la ley nos dice que viene a darle plenitud; y aquí va más allá: "Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo, diente por diente. Pero yo os digo: no hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra". Jesús caduca la ley del talión: ¿Qué es más fácil, devolver la afrenta al que nos la hace, o tenderle la mano tratando de convertir al enemigo en amigo?... En España tenemos el ejemplo de nuestros mártires; casi 7000 sólo consagrados, sin contar los innumerables seglares y familias enteras que fueron asesinados por el único motivo de ser cristianos. Hay que verse en su piel; que estén a punto de matarte y que de tus labios salgan las palabras como ''os perdono''; ''os quiero''; ''Señor no se lo tengas en cuenta''... Esto es pasar de la teoría a la práctica. Hemos escuchado: ''al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también el manto; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehuyas'', esto es lo que coloquialmente decimos: ''¿quieres taza?; pues taza y media''... Había un problema muy grande en tiempos de Jesús, y es que más allá de enemigos concretos, las gentes de cada comarca o zona no se hablaban con los del territorio limítrofe, como vemos en la samaritana que se extraña de que Jesús le dirija la palabra. Estas divisiones, enemistades y muros son los que el Señor quiere demoler desde el amor. Habéis oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo”. Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos". A veces consideramos que el prójimo es el que es de los nuestros, el que es de mi pueblo, de mi barrio, de mi equipo de fútbol, de mi partido político... Por eso Jesús ya no se queda en el amor al prójimo, sino que nos manda amar incluso a los que nos odian. Porque, si amamos sólo a los que nos aman, ¿qué premio tendremos?... Hoy que somos perseguidos en la prensa, en la calle, en los bares... Ahora que tantos nos persiguen por ser discípulos del Nazarenos, alegrémonos cuando nos insulten, calumnien y nos quieran mal; ahora nos toca poner en práctica nuestro amor hacia ellos empezando por tenerles en la oración y desarmemos el odio, que odio espera, con el amor que no se espera.

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