I. El saber que está escondido
Nuevamente nos detenemos en la lectura de la primera carta de San Pablo a los cristianos de Corinto, donde hoy el autor aborda la cuestión de la sabiduría en clave cristiana como auténtico misterio de Dios. Así nos lo ha dicho de entrada: ''Hablamos de sabiduría entre los perfectos; pero una sabiduría que no es de este mundo ni de los príncipes de este mundo''. Pablo no les va a hablar del saber filosófico de los griegos -que no era desconocido en aquella ciudad portuaria- ni tampoco del saber de la Torá judía, sino que habla del saber más profundo que sólo se comprende una vez que se ha descubierto el sentido de la cruz. No deja de profundizar en esa teología de la cruz que le ha robado el corazón y que espera que también los corintios lo experimenten. Y es que los que seguimos a Jesús no somos unos simples condenados a perecer, sino sus valientes testigos que ''enseñamos una sabiduría divina, misteriosa, escondida, predestinada por Dios antes de los siglos para nuestra gloria''. Adentrémonos, pues, en el saber de la cruz; esa que no es fracaso, sino de triunfo. Actualmente utilizamos mucho la palabra triunfo; tal vez recordemos aquel programa de cantantes que se llamaba "Operación Triunfo". Hoy todo el mundo quiere triunfar, la meta es ser famoso para ganar dinero, casarse con alguien con dinero, lograr un trabajo donde ganar muchísimo dinero... Pero la mayoría esos "triunfos" suelen ser efímeros y llevan aparejado el fracaso humano. Los que piensan así son iguales que los que crucificaron al Señor, y los que no queremos pensar de ese modo somos los que nos gustaría tener el coraje de seguirle hasta el triunfo en nuestras propias cruces.
II. La libertad en que nos movemos
III. La ley según Jesús
El evangelio de este domingo nos presenta una tajante predicación de Jesús, que San Mateo nos describe con mucho detalle. El Señor rompe nuevamente los clichés y empieza a dejar desubicados a todos. Este hombre que habla tan bien, que unos le tienen por profeta, otros por maestro, y algunos hasta le llaman Mesías, empieza aquí a descolocarles. Los versículos de este pasaje proclamado hoy son sólo el comienzo de esa confrontación entre la justicia soñada por los judíos, y la justicia de Dios. Esto supondrá el comienzo de la escalada en la explicación de la justicia cristiana que llegará a su cima el próximo domingo, cuando abordemos el amor al enemigo. Qué quiere decir el Señor con ''No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas''. Algunos biblistas afirman que la historia de Dios con su pueblo no se limita sólo a la ley y los profetas, sino que realmente, ésta -la ley- toma cuerpo cuando se vive apoyados en la plenitud de la misma; es decir, cuando vive realmente la justicia. Este evangelio ha dado lugar a interpretaciones de todo tipo, las liberales que interpretan el texto con eso de que lo importante es quererse y "ser buenos", y los rigoristas que consideran que Jesús pon y exige más requisitos. Ni lo uno ni lo otro: normalidad, pero sin relajarnos en exceso ni caer en rigorismos obsesivos. Hemos escuchado: ''En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley''. Alguno podrá decir que aquí sólo se salvarán los que sean más papistas que el Papa, pero es mucho más fácil de entender: que se cumpla la última tilde significa vivir la realidad cristiana desde lo más humilde, lo más pequeño, lo más sencillo. No nos quedemos en apariencias, sino seamos auténticos en nuestro seguimiento del Señor, no viendo los mandamientos ni las enseñanzas de tipo moral o doctrinal como obstáculo, sino como el faro que nos facilita la visión. Jesús no funda una religión de cero, no dice que lo anterior a Él no sirva; no viene a abolir, sino a darle plenitud. Tampoco la ley es sólo yo no mato, no robo... Jesús incluye los actos contra un hermano: el insulto, la calumnia o difamación. No sólo matamos con las manos, también con los labios: "No he venido a abolir, sino a dar plenitud".
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