África: sonrisa y esperanza del mundo
Viaje rápido a ese trozo de Asturias que tenemos en el corazón de África, con la misión diocesana con la que desde hace más de treinta años trabajamos allí en la evangelización de una parte de ese hermoso país, junto al obispo y las comunidades cristianas que nos acogen en medio de aquella inmensa selva llena de contrastes humanos, culturales, políticos y religiosos. Estábamos ante un imponente nuevo templo que hemos construido en las afueras de la localidad de Gamia. El motivo es que ya no cabían los cristianos en la iglesia anterior. La generosidad de nuestras gentes cristianas de Asturias ha hecho posible que se levante esta nueva iglesia de un estilo inequívoco africano.
La procesión de entrada nos llevaba a las más de mil personas hacia allí: niños, muchos niños, jóvenes, muchos jóvenes, familias enteras, el obispo del lugar, los misioneros, los sacerdotes y religiosas, los catequistas. El obispo de N’Dalí tuvo la deferencia de invitarme para que presidiera la celebración eucarística y procediera a la apertura de esta nueva iglesia, a la bendición del templo y a la consagración del altar. Fuera, con una alta temperatura ya, mirábamos aquel templo como lugar de una espera, como espacio en donde la acogida se hacía abrazo desde todas nuestras intemperies.
La liturgia de la consagración de un templo es muy bella. El obispo toca con su báculo pastoral la puerta, y esta se abre ante la invocación orante. Estando las puertas de par en par, entró aquella inmensidad de gente buena. Los casi mil cristianos que fueron pasando de todas las edades, fue un espectáculo de alegría y esperanza, con los cánticos y danzas tan típicamente africanos, con los colores vivos de sus trajes y tocados. Y así procedimos a bendecir la sede de quien preside en la caridad esa comunidad, el ambón de la Palabra desde la que Dios hablará incesantemente cuando esta sea proclamada, el altar donde se ofrecerá los dones que de la mano del Señor recibimos, en especial el Don por excelencia que es su propio Hijo a través del pan y vino que se transformará en el Cuerpo y la Sangre del Señor. Finalmente, el sagrario, como una pequeña choza de las que abundan en la selva, indicando así que Dios también tiene la suya en la que nos ve, nos aguarda y nos adentra. Han sido casi tres horas y media con distintas intervenciones, además de los ritos litúrgicos propios. Coincidía con la fiesta de la Presentación de Jesús en el Templo de Jerusalén. En ese día éramos nosotros los que presentábamos el nuevo templo parroquial a Jesús, sabiendo que somos las piedras vivas de esta casa de Dios.
Ha coincidido este viaje con el que el Santo Padre ha hecho a la República del Congo. El papa Francisco ha dicho cosas fuertes y oportunas como defensor de estos hermanos tantas veces usados, abusados y luego ignorados tras haberse aprovechado de la riqueza natural de esta tierra. Pero también han sido palabras muy bellas las que Francisco ha pronunciado: “Queridos congoleños vuestro país realmente es un diamante de la creación; pero todos vosotros, sois infinitamente más valiosos que cualquier bien que pueda brotar de este suelo fértil. África es la sonrisa y la esperanza del mundo. Los diamantes, que por lo general son raros, aquí abundan. Si esto es cierto respecto a las riquezas materiales ocultas bajo la tierra, lo es mucho más en referencia a las riquezas espirituales contenidas en los corazones. Y es precisamente a partir de los corazones que la paz y el desarrollo siguen siendo posibles porque, con la ayuda de Dios, los seres humanos son capaces de justicia y perdón, de concordia y reconciliación, de compromiso y perseverancia en el aprovechamiento de los talentos que han recibido”. Hago mías estas palabras y las reconozco en el pueblo que he tenido de nuevo la gracia de visitar junto a nuestros misioneros asturianos. Que María nos bendiga en esta continua y nueva evangelización.
+ Jesús Sanz Montes,
Arzobispo de Oviedo
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