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lunes, 23 de enero de 2023

Valdediós en Fitur. Por Jorge Juan Fernández Sangrador

El Ayuntamiento de Villaviciosa ha propuesto, en la Feria Internacional de Turismo (FITUR) 2023, que se clausura hoy en Madrid, al conjunto monástico de Valdediós, en Asturias, como el destino hacia el que todo viajero amante de la historia, de la arquitectura y del paisaje debe encaminarse en algún momento de su vida para recrearse en la belleza, la amenidad y la sacralidad del lugar.

Valdediós es, ante todo, un espacio religioso. Ya lo dice el nombre: Valle de Dios. Lo fue siempre. Allí, Alfonso III el Magno halló el reposo con el que todo gobernante sueña cuando se siente sobrepasado, abrumado y desalentado por las fragosidades del cargo, las incomprensiones y las deslealtades de los pares y de los colaboradores. Imagino que, cuando oyese cantar, durante el rezo, el versículo sálmico que dice «Solo en Dios descansa mi alma», diría para sí: «¡Qué gran verdad es!»

De todo cuanto se construyó, en el siglo IX, en aquella pradería de Boides solo queda la fabulosa joya que es la iglesita denominada El Conventín, dedicada a San Salvador, porque, al igual que en el resto de Asturias, la fe cristiana es la que ha levantado, mantenido y embellecido, para el culto divino, ese conjunto de edificios monumentales que son lo mejor de lo mejor en Asturias y que la Iglesia custodia para que estén siempre al servicio de la sobrenatural función para la que fueron pensados, erigidos y consagrados.

Porque, que yo sepa, los reyes y gobernantes de antaño no se preocuparon de mantener en pie las instalaciones palaciegas de sus antecesores. Imagino que por celos. “Damnatio memoriae”. Es que no ha quedado nada. Salvo los sillares y los elementos que cupo aprovechar para la construcción de iglesias, capillas y monasterios.

La Iglesia, en cambio, sostiene en pie sus templos por los siglos, pues es inundada, respecto a ellos, por los mismos sentimientos que colmaban el corazón de aquel israelita que, mientras contemplaba la hermosura del de Jerusalén, exclamaba: «Yo amo la belleza de tu casa, el lugar donde reside tu gloria». De aquí la inmensa aflicción que padece cuando ve que, por diversas razones, irremediablemente se deterioran, se vienen abajo o se les da un uso distinto de aquel que es el que verdaderamente les corresponde.

A los benedictinos les gustaba asentarse en montes. Montecasino, por ejemplo. A los cistercienses, en valles. Claraval, por ejemplo. Y ninguno mejor que el de Dios, es decir, Valdediós, para entregarse a la observancia de la Regla de san Benito. Y en él se instalaron los monjes blancos en el siglo XIII. Dedicaron su monasterio, según es costumbre entre ellos, a Santa María.

Recuérdese que «Bernardus valles, montes Benedictus amabat, oppida Franciscus, celebres Dominicus urbes». San Bernardo amaba los valles; san Benito, los montes; san Francisco, los pueblos y ciudades pequeñas; santo Domingo, las grandes urbes.

Valdediós tiene valores, además, añadidos. Uno de ellos es el paisaje. Los atardeceres de Valdediós se han hecho famosos por los actos culturales que se celebran en el verano, organizados por la Fundación José Cardín Fernández y el Círculo Cultural de Valdediós, aunque quien haya tenido ocasión de deleitarse en los amaneceres no los olvidará jamás: la evanescencia de la oscuridad, los primeros rayos del sol, la niebla en la foresta, los madrugadores cantos de los pájaros o la visita de los cérvidos que bajan a beber al río.

Otro valor: los alrededores. Y me refiero con esto al concejo en el que se encuentra emplazado Valdediós, es decir, Villaviciosa. Quien haya gustado de las delicias que ofrecen su capital y sus pueblos tornará para gozar nuevamente de ellas siempre que pueda, porque habrá tenido ocasión también de comprobar que las amistades forjadas allí son irrompibles.

Por otra parte, esa ría no sé qué es lo que tiene, pero lo primero que me viene a la boca es la palabra “magia”. Es preciosa. A San Salvador de Priesca y a las iglesias románicas de la zona les dedicaré un artículo más adelante.

Y con el de Villaviciosa, el municipio de Sariego. Uno podría pasarse horas y horas en las alturas del concejo contemplando la placidez de la vega y la imponente crestería montañosa que se extiende enfrente, mirando al este, formada por las más renombradas cimas de la orografía asturiana.

Sariego forma parte, además, con Bimenes, Cabranes, Colunga, Nava y Villaviciosa, de la llamada Comarca de la Sidra. Participaron en Fitur y aguardan con ilusión a que la cultura sidrera asturiana sea declarada pronto Patrimonio de la Humanidad.

Otro valor, nada explotado, creo yo: los vínculos con Portugal. El rey Alfonso III el Magno llevó los límites de su reino hasta el río Mondego. Y el obispo de Coimbra, Nausto, fue uno de los consagrantes de El Conventín de Valdediós.

Hay que decir que Portugal es una gran nación y que todo lo que se haga con ella puede llegar fácilmente hasta Macao, Mozambique, Angola y Brasil. Y Coimbra es una ciudad hospitalaria, culta y de mucha fama a causa de su historia y de su universidad.

De modo que esa especie de endogamia que se aprecia en Fitur, ya que las personas que asisten a los actos de presentación por parte de los ayuntamientos son asturianos y están sobradamente familiarizados con el género que se expone, puede ser contrarrestada por medio de una bien pensada estrategia de posibles conexiones internacionales. Y lo primero que hay que hacer es dar a conocer Valdediós en Portugal, si es que no se ha hecho ya, comenzando por Coimbra.

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