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jueves, 27 de octubre de 2022

Silvia Álava, psicóloga: “Somos muy hipócritas; celebramos Halloween y nos disfrazamos, pero no hablamos de la muerte con los niños”

(EP) Brujas. Arañas. Fantasmas. Calabazas. Halloween está a la vuelta de la esquina y muchos niños y niñas viven con emoción esta fiesta, porque se van a disfrazar y en el colegio será un día diferente. ¿Pero conocen los niños el verdadero significado de esta celebración importada de Estados Unidos y que ha cogido cada vez más fuerza en los últimos años? ¿Qué ha ocurrido con nuestro Día de Todos los Santos? Silvia Álava Sordo, psicóloga infantil y autora de libros como ¿Por qué no soy feliz? Vive y disfruta sin complicarte la vida o El arte de educar jugando, es de la opinión que se está perdiendo la finalidad de este día: que abuelos, padres e hijos convivan con la nostalgia y la muerte.

“Efectivamente, Halloween es una celebración que no es nuestra, sino importada, y que ha dejado de lado nuestro Día de Todos los Santos, en el que vamos a los cementerios, llevamos flores y encendemos velas por nuestros seres queridos. Y creo que somos muy hipócritas, porqué celebramos este día y nos disfrazamos, pero no hablamos de la muerte con los niños. Álava se refiere al hecho de que muchos padres y madres no hacen partícipes a sus hijos de todo el ritual que conlleva el 1 de noviembre en España. “Parece una broma, pero no sucede solo ese día. Hay progenitores que son incapaces de lidiar con la muerte, que continuamente alejan a sus hijos de los hospitales, de los tanatorios e, incluso, de la enfermedad. Y esto está mal porque la muerte es parte de la vida, y este día puede ser una buena oportunidad para recordar a aquellos que ya no están”, añade.

“Hemos importado toda esa parafernalia del disfraz de Halloween, disfraces de zombis, de brujas, de esqueletos, pero luego se nos ha olvidado toda la parte más emocional”, incide. Para ella, esa parte emocional es hablar de la muerte con los niños: “Que entiendan que morir forma parte de la vida. Aunque es cierto que hasta los seis años los menores no entienden la idea del no retorno, el que si mueres ya no vuelves —la experta se refiere a la edad en la que el desarrollo cerebral empieza entender que vivimos y morimos―”.

Álava cree que es una buena idea explicarles que, además de la ilusión de disfrazarse en Halloween porque se lo van a pasar fenomenal con sus amigos, existe el 1 de noviembre, un día en el que en España nos acordamos de las personas que ya no están con nosotros: “A lo mejor, es un buen momento, por ejemplo, para acordarse de ese abuelito que falleció este año, viendo todos juntos sus fotos y contándole historias sobre su vida, pero no desde la tristeza, sino desde la nostalgia. Transmitiéndole que, le echamos de menos, pero estamos agradecidos del tiempo que hemos pasado con él”. En definitiva, dice, “importar una fiesta extranjera es genial, pero no perdamos la nuestra”.

Halloween ha llegado para quedarse, ¿qué disfraz escojo?

Pero la fiesta de Halloween está claro que ha llegado para quedarse. Según se acerca el 31 de octubre, fecha de su celebración (aunque los colegios ya han empezado a festejarlo estos días), los niños cada vez están más emocionados con que llegue el día para convertirse en vampiro, bruja o momia. En cuanto a los disfraces que deberían elegir, Álava Sordo es tajante en señalar que no se usen máscaras, sobre todo si los niños son pequeños: “No es solo porque no se les ve la cara, sino también porque les puede agobiar y hacer que respiren mal”. Además, hay menores a los que les da miedo ir de vampiros, brujas o esqueletos: “Lo mejor en estas situaciones es explicarles qué es Halloween, la parte más lúdica de la Noche de los Muertos, como son las vestimentas, las calabazas o el truco o trato —ir de casa en casa pidiendo chucherías—, y preguntarles si lo entienden y cómo quieren participar. A lo mejor quieren ir disfrazados de otra cosa. Y también está bien”.

Durante estos días a menudo también se da el debate entre padres y madres de si es mejor o peor comprar un disfraz o hacerlo en casa. “En mi opinión, es mejor hacerlo”, asegura convencida Álava. Pero no se refiere a que los padres y las madres estén cosiendo por las noches, sino a hacerlo involucrando a los niños, creando un momento de creatividad en familia: “Podemos coger simplemente cartulinas, gomas, las cosas que tenemos por casa, e ir construyéndolo poco a poco todos juntos”. La psicologa quiere dejar claro que no se trata de ganar un concurso, y que el objetivo es hacer algo divertido, aunque no quede tan espectacular como un superdisfraz comprado. “Además, con este tipo de actividades se aprende a trabajar en equipo, y el menor se va a sentir mucho más implicado”.

Eso sí, Álava incida en que en las clases debe haber consenso a la hora de elegir entre disfraz comprado o uno hecho: “Obviamente, puede que haya en el aula algún niño o niña que su familia no pueda comprarlo. Conocer la situación individual de cada menor es esencial, para que así el docente pueda alabar el esfuerzo y la creatividad del niño y su familia. Y, sobre todo, no se trata de quién tiene el mejor o el peor disfraz, es un momento de cohesión del grupo, para pasarlo bien, un día en el que hacemos cosas distintas”.

Normalmente, y sobre todo en Educación Infantil, hay una tendencia a que los profesores elijan el tema del disfraz para que todos los niños vayan iguales: todas brujas, todas calabazas, todas arañas, etcétera. En opinión de Álava, es importante que los docentes tengan en cuenta los gustos de sus alumnos y que elijan disfraces que estos puedan entender: “Una buena idea sería que todos vayan de animales, de profesiones que son fáciles de representar y, en este caso, de Halloween, pues de momias o brujas. ¿Qué es lo que un niño no va a entender? Pues que se decida que vayan todos, por ejemplo, de la década de los ochenta o de una película de terror concreta”. Además, y según explica, los profesores deberían ser comprensibles con que un niño acuda a clase con algo diferente, aunque no estuviera previsto: “No pasa nada. Nos divertimos igual”.

“Hay niños a los que les encanta disfrazarse, pero hay otros a los que no”, prosigue la también escritora. “Y en estas situaciones hay que respetar su opinión, hay que entender que no quiera hacerlo”. En conclusión: no hay que obligarle ni convencerle para que lo haga, a pesar de la presión que pueda ejercer sobre él que el resto de la clase sí lo vaya a hacer. Álava añade que, en estos casos, lo mejor es explicarle bien al menor lo que se va a encontrar cuando llegue al colegio el día que toque disfrazarse: “Hay que avisarle de que todos van a ir caracterizados menos él, y que tal vez tenga que responder preguntas de sus compañeros o de la comunidad escolar. Hay que advertirle también que puede que se sienta un poco raro al ser el único que va diferente”. La psicóloga sugiere que se le puede proponer comprar o hacer un disfraz juntos los días anteriores por si cambia de opinión o, incluso, meterlo en la mochila por si acaso: “Con su permiso, claro. Hay que informarle”.
Los beneficios de disfrazarse

“Los padres y madres deben saber que disfrazarse va más allá de que nuestro hijo se vista de su personaje favorito en Carnavales o Halloween. Cuando un niño lo hace, está interpretando un rol, está jugando. Y no me refiero solo a los atuendos que se compran en las tiendas; el menor lo hace en cualquier época del año, sin excusas y con cualquier cosa. Puede usar papel, trapos, telas o la ropa de mamá o papá. Todo vale”. Y sus beneficios son muchos.

Según explica la experta, este tipo de juegi simbólico —actividad espontánea en la que los pequeños utilizan su capacidad mental para recrear un escenario como entretenimiento— fomenta la creatividad, la imaginación y la empatía: “A veces, no es fácil entender los sentimientos de los otros, y los disfraces pueden ayudar a los niños a entender situaciones que no les son conocidas; les ayudan a crear y vivir diferentes personajes y, además, lo hacen pasándoselo bien”.

¿Qué hacer si tu hijo tiene miedo a Halloween?

Halloween es también una fecha que puede asustar a muchos niños, sobre todo a los más pequeños, a los que puede no gustarles una fiesta que se relaciona con brujas, fantasmas, monstruos y villanos. La psicopedagoga Sonia López Iglesias resume lo que se puede hacer en esos casos con estas cinco pautas: 

1. No hay que obligar a los niños a disfrazarse o a estar en contacto con personas disfrazadas si no lo desean.

2. Lo primero que se debería hacer es explicarles en qué consiste la fiesta, de dónde proviene y asegurarnos que entienden que todo lo que pasa en ella no es real (por ejemplo, que una persona muerta no puede resucitar).

3. Se pueden utilizar cuentos que traten la diferencia entre la realidad y la ficción y sobre cómo afrontar el miedo.

4. No se debe ridiculizarles si muestran miedo; deben sentir que se valida su emoción y la acompañamos con calma y respeto.

5. Podemos proponerles que nos disfracemos juntos para que sea mucho más divertido, o hacer alguna receta de cocina relacionada con el tema.

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